
y sus Implicaciones. Artículo, 2009.
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
"Espacio Geográfico", Revista Electrónica de Geografía Teórica;
http://espacio-geográfico.over-blog.es/,
México, 26 jul 09.
Este artículo que hemos titulado el Círculo de Empatía en los Grupos Académicos y sus Implicaciones, es resultado de toda nuestra experiencia docente en educación superior universitaria (unos 20 años acumulados), en la observación del comportamiento de los subgrupos de estudiantes, al interior de un grupo académico.
Esto es, que, en todo grupo académico, hay, invariablemente, en primer lugar, un pequeño subgrupo de estudiantes que, en un lenguaje verbal, no-verbal, y de ubicación en el “espacio de poder” de un aula, expresa su más amplia simpatía con el docente.
De la misma manera y en aproximadas proporciones numéricas, hay un subgrupo que, por todo lo contrario, expresa su más profunda antipatía para con el docente.
Entre esos dos extremos existe el ámbito de estudiantes cuya actitud característica es la apatía. Mas hay dos tipos de apatía que se expresan entre estos: 1) aquella simple de indiferencia e indolencia total; y 2) aquella compleja que en realidad representa una actitud critica hacia el docente; en ella, el estudiante está sometiendo a juicio al docente de manera callada y con una actitud a veces tan severa, que en ocasiones lo hace aparecer como el más conflictivo entre los del sector de antipatía, siendo en realidad todo lo contrario.
Círculo de Empatía
Docente
Estudiante
El Aula y sus Dominios Territoriales
Salón de Clases Ideal
Toda esa empatía manifiesta en esas variantes, se expresa predispuesta desde el primer día de clases; es decir, se da en el estudiante, en principio, independientemente del docente; y queda explícita por el lugar que ocupa en el aula: en la simpatía, ya lo más posible cerca y de frente al docente; en la antipatía, ya lo diametralmente opuesto y más alejado; y en la apatía, en el espacio central que queda por exclusión; y dicho así, porque el poder que ejercen los otros dos sectores en enorme, y claramente “definen su territorio”.
Sobre la marcha es posible que se dé un reacomodo una vez que se da el trato con el docente, y así como unos podrán alejarse particularmente en esa clase, otros podrán acercarse; y a veces ese alejamiento o acercamiento no llega a ser necesariamente físico, sino muy sutil en la relación académica.
Y decimos “en esa clase”, que representa la presencia particular de un docente; pues apenas cambia el mismo, el escenario se modifica; al principio siendo ese arreglo en lo físico, pero conforme avanza el calendario escolar, los lugares se estabilizan y las modificaciones son sólo en lo más sutil, al punto que los estudiantes que suelen odiar a un docente “A”, luego muestran su mayor aprecio por “B”; pero justo al mismo tiempo que los que odian a “B”, aprecian a “A”. De ahí la importancia de la primera sesión, y luego de la observación de las posteriores.
Es decir, que es muy difícil que haya un docente que sea igualmente apreciado por todos de manera absoluta, lo mismo que odiado por todos de manera absoluta (casos excepcionales extremos). Y estas situaciones se hacen preocupantes para un docente, en tanto que pudiera darse el caso de ser interpretado como indicador de ser un “buen” o “mal” docente; y está claro que el odiado no necesariamente es “mal docente”, como el apreciado no por ello tampoco será “buen docente”; es decir, que sólo lo son de manera relativa, o dicho de otra manera, en relación con un determinado subgrupo de estudiantes y sus características; y así, preocúpese el docente que es apreciado y rodeado por los malos estudiantes; como satisfágase aquel que se ve rodeado de los buenos estudiantes. Ambos serán juzgados simultáneamente como “buenos” y “malos” docentes, pero no en sí mismos, sino en relación con el tipo de estudiantes que los enjuician.
Ocurre que hay el “buen docente”, que hace pensar críticamente a sus estudiantes, y por definición, inevitablemente, los polariza; y en esa polarización en que unos se duelen, atrae sobre sí todo el odio más infinito de unos (pocos), que piden su desaparición de la faz de la Tierra; como todo el aprecio más infinito de otros (pocos), que reclaman que todos sus docentes deberían de ser así; en medio de un mar que en su confusión opta por la indiferencia. Pero hay también el cual es juzgado a su vez “buen docente”, justo por todo lo contrario: porque no crea “conflicto en el aula”, no polariza a los estudiantes; al contrario, los estandariza sin causar dolor en nadie; juzgado así porque nadie dice no sólo nada mal de él, sino incluso no dice nada, y quizá más bien, en su caso, todos se expresan favorablemente. El “buen docente” entonces, es un asunto relativo, a criterio de quien lo juzga, según prefiera, como en este ejemplo, el doloroso pensamiento crítico o la anodina estandarización.
Ese tipo de estudiantes y su actitud empática, determinará su cualidad, ya de simple “cliente exigente” eternamente inconforme del “servicio” educativo, como de un eventual e independiente autodidacta; o de alumno que se admira y se complace de los conocimientos que se comparten; o como discípulo que incluso se convierte a las ideas de su maestro y lo toma como modelo a seguir.
El buen estudiante de un docente dado, por definición, será este último; necesariamente estará principalmente entre los que expresan simpatía; pero también, y soliendo ser los más avanzados, entre los que originalmente expresan cierta apatía crítica, pero que luego de convencerse, llevan su simpatía a la más estrecha relación de amistad con el docente.
Finalmente, algo de la mayor importancia pero que no suele ocurrir en nuestras universidades a falta de la comprensión, tanto por docentes como por estudiantes, de esta mística dada en la empatía, es el potencial que ello encierra para la formación, precisamente, discipular; esto es, del estudiante que abreva del docente más allá del aula, e incluso más allá de la escuela y de su misma graduación; lo cual ocurre principalmente en el trabajo de investigación, en donde ese discípulo retoma todos los conocimientos en ese largo proceso, y luego los continúa, llevando adelante las tareas de su viejo maestro. Y así, no ocurre, no sólo a falta de comprensión de la mística de la empatía, sino también, y simplemente, porque hay una actitud formadora pragmática, utilitaria; de usar y desechar; con un abandono total al fomento a la actitud teórica investigadora. Y con ello, como otro factor, el daño social aumenta, y nuestro desarrollo científico-técnico se anula, manteniéndonos eternamente en el atraso del subdesarrollo.
Luis Ignacio 08/07/2009 23:06
MIRENA 08/07/2009 06:15