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3 julio 2011 7 03 /07 /julio /2011 23:03

Ícono Filosofía-copia-1La Dialéctica de la Descripción en Geografía.  Artículo, 2011 (2/2).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 11 jul 11.

 

La dialéctica de la descripción, más allá de su función formal cuantitativa o cualitativa, será entonces ese vínculo de la categoría de descripción, con los pares de categorías de la dialéctica materialista, donde el primer vínculo de los cuales, hemos mencionado, es el de la descripción con la objetividad y subjetividad.

 

La descripción y la objetividad (abstrayendo didácticamente de ello la subjetividad), se refiere a esa enumeración cuantitativa de lo estable, o enumeración cualitativa de lo variable, de lo que se reconoce como realmente existente fuera del pensamiento y ajeno a la voluntad del sujeto.  Ello no tiene más aristas, y geográficamente será, ya los fenómenos naturales y sociales según la vieja tradición del pensamiento geográfico, o bien el espacio terrestre en su forma más contemporánea.

 

Pero, la descripción y la subjetividad, se refiere, geográficamente, por ejemplo, a esa interesante “teoría de la percepción del espacio”; esto es, de la espacialidad independiente de lo realidad objetiva, o de acuerdo con el pensamiento y voluntad del sujeto.  La importancia de la consideración de este planteamiento de la subjetividad, está en que nos adelanta la importancia y naturaleza del concepto como reflejo de la realidad objetiva.

 

Así, entonces, ahora en el vínculo de la descripción con lo concreto y lo abstracto, analizándolo por separado, nos plantea, en primera instancia, ese conocimiento cuantitativo y cualitativo de lo concreto (entendido como lo concreto real o no desplegado), es decir, de lo dado tal cual de manera objetiva y por lo tanto independientemente de nuestra voluntad (que, a través de lo abstracto, acabará sintetizándose en lo concreto pensado, ya como lo concreto desarrollado), es el conocimiento de lo estable o lo variable, exclusivamente en lo sensorial y empíricamente dado.

 

Por otra parte, la descripción en su vínculo a la categoría dialéctica de lo abstracto, será entonces, la consideración de lo estable o lo variable, ahora, en relación con lo no-desarrollado; es decir, con la separación de una parte de lo concreto, de cuya elaboración en el pensamiento con las demás partes extraídas, volverán a dar, ahora, ya en su forma desarrollada, la síntesis de lo concreto pensado.

 

La abstracción, o lo abstracto (que no debe confundirse con eso bizarro expresado, por ejemplo, en la “pintura abstraccionista” reflejo de más nada que del pensamiento mismo de su autor), es, esencialmente, un concepto generalizado reflejo de lo concreto.

 

Aquí, geográficamente, esto es importante, pues, dependiendo de la definición que se de del objeto de estudio (los fenómenos o el espacio), el proceso de abstracción será el conjunto de esos conceptos que son reflejo del objeto de estudio como lo concreto, pero, donde esos conceptos significan generalizaciones que contribuyen a entender la naturaleza misma del objeto de estudio concreto.  Eso abstracto, pues, desempeña un papel esencial en el proceso del conocimiento científico.

 

Finalmente, hemos mencionado como ejemplo el vínculo de la descripción con las categorías dialéctico materialistas del fenómeno y la esencia.  En este caso ahora, será el análisis de lo estable o variable de acuerdo con una u otra categoría.  Y, siendo la descripción del fenómeno, se referirá a lo dado empíricamente, como condición previa necesaria para el conocimiento de la esencia.  La descripción de la esencia, por su parte, es la descripción de lo que se oculta debajo del fenómeno y que lo hace ser lo que es.

 

Para la fenomenología como teoría del conocimiento que no reconoce la posibilidad del conocimiento de la esencia, como dijera Marx, la ciencia misma carece de sentido: “…toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente…”[1].

 

Así, dice Foroba en su Diccionario de Filosofía: “El conocimiento de la esencia sólo es posible sobre la base del pensamiento abstracto…  Esto va acompañado de la transición de la descripción de los fenómenos, al desentrañamiento de su causas y fundamentos”[2]; donde es el conocimiento de la esencia, lo que permitirá la formulación de leyes.  Esa descripción como la consideración de lo estable o lo variable, respecto de la del fenómeno y la esencia, hará del fenómeno algo más variable que la esencia misma, cuyo comportamiento representa algo más estable, no obstante no inmutable en el tiempo, cambiando con el desarrollo de la materia, por lo que la ciencia siempre pasará de una esencia de un grado de generalización, a otra de un mayor grado de generalización.  “Toda ciencia –dice Foroba– alcanza su madurez y perfección únicamente cuando pone de relieve la esencia de los fenómenos que investiga y resulta capaz de prever sus cambios futuros no sólo en la esfera del fenómeno, sino también de la esencia”[3].

 

Luego entonces, geográficamente, tanto por poner en segundo plano al espacio, como por el fundamento gnoseológico en la fenomenología y sus resultados prácticos que pudieran ser independientemente de ella, esa geografía fenomenista, por definición, no va más allá de la descripción del fenómeno que no investiga causalmente por sí misma (porque cuando lo hace, y cuanto más profundamente lo haga penetrando en la causalidad y en la esencia, se convierte en otra ciencia), se queda así, si bien de manera objetiva, únicamente en la descripción de lo concreto, y de lo empíricamente dado en el simple fenómeno, objeto de estudio de otras ciencias.  Pero, a su vez, mediante la descripción en la geografía espacista, lo que se propone como descripción objetiva del espacio terrestre, es la capacidad de abstracción en las propiedades del espacio terrestre, generalizando en ciertos conceptos el conjunto de sus propiedades, que permita pasar de la descripción de ese espacio entendido a su vez como un fenómeno, a la explicación de la esencia del mismo, conociendo sus leyes y permitiendo la previsión científica del mismo.

 

En eso radicó el esfuerzo teórico de todo un siglo, de fines del siglo XIX a fines del siglo XX, para lograr definir el objeto de estudio de esta ciencia.  Ahora lo que sigue, es su investigación científica.



[1] Foroba, T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso, Moscú, 1984; v. Esencia y Fenómeno (C. Marx y F. Engels, t. 25, parte II, p.384).

[2]      Ibid. v. Esencia y Fenómeno.

[3]      Ibid. v. Esencia y Fenómeno.

 


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