El Fenómeno Objetivo del Espacio. Preliminares de la axiomatización de la geografía en tanto ciencia rigurosa. Postulados y Principios del Espacio (2/)
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
http://espacio-geografico.over-blog.es/
15 ene 13.
En dónde estamos, es decir, qué es el espacio. Y ese lugar en donde estamos ¿será igual a cualquier otro lugar en cualquier otra parte, no sólo aquí en la Tierra, sino en la Luna, en los planetas, en las estrellas? ¿El espacio es algo único, o habrá una diversidad de espacios?; y si hubiese una diversidad, ¿sería posible ordenarlos y clasificarlos?
Dichas interrogantes nacieron con el ser humano mismo, pero quedaron ya registradas históricamente hace unos 2,600 años entre los griegos descendientes de las familias aqueas expulsadas por los dorios hacia la región occidental de la Península de Anatolia (hoy Turquía), en lo que se conoció, entonces, como la Grecia jónica. No sólo Tales de Mileto (615-547), y su discípulo Anaximandro (585-525), comenzaron a reflexionar en ello, y este último, intentando explicar a su vez la naturaleza del espacio en el ápeiron (“lo indefinido”), y la estructura del mismo en un primer modelo cosmogónico; sino otros pensadores, como Demócrito (460-370), comenzaron a plantear las dificultades en el entendimiento de ese fenómeno objetivo dado en el concepto de espacio, pues lo existente entre dos átomos (entendidas literalmente como partículas últimas indivisibles), no se entendía exclusivamente como el vacío en tanto ausencia de algo, sino como “un algo” inasible, propiedad esencial del espacio, que llevó a Anaximandro a denominarlo precisamente como el ápeiron.
Sin embargo, otros pensadores, como Aristóteles (384-322), para eludir el problema del vacío que se identificaba con “la nada” (allí donde se daba la ausencia de algo quedaba “la nada”), pero donde esa metafísica “nada”, adquiría en el vacío características de “algo” realmente existente; de donde Aristóteles, dándole la vuelta al problema, propuso que el concepto de espacio, a lo que se refería, era al “lugar que ocupa un cuerpo”, y en ese sentido el espacio era, para Aristóteles, la superficie bidimensional de los cuerpos mismos.
Con conceptos cada vez más elaborados, el problema de la realidad y naturaleza del espacio se siguió discutiendo prácticamente en los mismos términos en el Renacimiento y la Ilustración, e incluso en la época contemporánea hasta nuestros días.
De esas propiedades objetivas del espacio, el conocimiento del mismo en la ciencia que Eratóstenes (196-64 ane), denominó “Geografía”, se postula haciendo de ésta, necesariamente, una ciencia: 1) el ser una ciencia acerca de la naturaleza, 2) el ser una ciencia de la naturaleza en sus aspectos físico-matemáticos, 3) el ser una ciencia de la naturaleza en sus aspectos físico-matemáticos, aplicada al espacio terrestre, a la dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta de la Tierra (pero generalizable a la condición espacial de todo astro).
De ese tercer postulado de la Geografía, particularizando en el espacio, se puede llegar a una primera y simple conclusión: el espacio existe objetivamente. De ello se sigue una segunda conclusión: la propiedad esencial de esa existencia objetiva del espacio, es su dimensionalidad con carácter material. Luego, en una tercera conclusión, a la vez, de manera inmediata, se puede afirmar entonces que: el espacio es tanto el concepto de cualidades espaciales de los objetos (un discreto), como esas cualidades objetivas en ausencia de los mismos (un continuo). Y en consecuencia, surge una cuarta conclusión: la naturaleza del espacio no es de una propiedad única, sino un fenómeno complejo.
Los diversos conceptos de espacio que se han dado históricamente, se caracterizan por distinguir ciertas propiedades del mismo, que si bien nos han venido dando una idea cada vez más completa del mismo, no ha sido sino hasta muy recientemente (el tránsito del siglo XX al XXI), que esa propiedad esencial en común a todas las cosas, el vacío, se ha aceptado como una forma más en que la materia existe, una forma más del movimiento de la misma, y que expresa la complejidad del fenómeno del espacio.
Pero he aquí que la diversidad de los fenómenos en que la materia existe (sus formas de movimiento), todas tiene en común el espacio como condición de existencia. De ello se sigue, en una quinta conclusión: que el espacio mismo, con su propiedad dimensional de vacío, al adquirir dialécticamente dos formas de existencia básicas simultáneas; el espacio continuo (el vacío), el espacio discreto (los cuerpos o formas del “espacio lleno” o espacio plenista); se da como forma o condición de existencia de la materia, en lo que hemos denominado como el vacuum, el vacío en transformación, la dialéctica continuo-discreta. Y en consecuencia, en una sexta conclusión, el espacio no sólo es forma de existencia de la materia en tanto condición de existencia, sino forma de movimiento de la misma en tanto en sí mismo es materia en transformación. Finalmente, tales conclusiones generales producto de la experiencia histórica, son las que constituyen los postulados del espacio.
Del conjunto de postulados que se resumen en el hecho de experiencia de que el espacio es una dimensionalidad material continuo-discreta como condición de existencia y forma de movimiento de la materia, ello establece un primer principio, es decir, una primera ley general: la ley o principio de la dimensionalidad material, a lo que denominamos como el vacuum.
El vacuum es pues, el estado dialéctico del espacio que no lo podemos entender sino en constante transformación, y en donde las propiedades esenciales se transforman constantemente de lo discreto a lo continuo y viceversa, por lo que, en un segundo principio, podemos decir que el espacio, en su dimensionalidad material continuo-discreta, está en relación dialéctica; y que en un tercer principio, se establece que el espacio tiene una naturaleza vacuista o plenista, ya en particular.
Tal naturaleza del espacio no es un todo único, indiviso, uniforme, sino posee una estructura, dada, en un cuarto principio, en los estados de espacio continuo y en los estados de espacio discreto. Y esa estructura particular continuo-discreta, en un quinto principio, queda dada tanto por la condición de existencia en la simetría geométrica de la dimensionalidad de ejes, ángulos y planos, como por el sustrato portador de los estados de la materia.
Finalmente, en un sexto principio, el orden de complejidad de los sustratos portadores o estados de la materia, da el orden de clasificación de los estados de espacio de lo general a lo particular, y de lo simple a lo complejo; de modo que, como séptimo principio, un estado de espacio es siempre una generalización de otro estado de espacio; y como octavo principio, está el hecho de que el espacio, tanto en su geometría como en sus sustratos portadores, no es una estructura única ni rígida e inamovible, sino plástica y en transformación.