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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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8 febrero 2015 7 08 /02 /febrero /2015 23:04

Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (5/…).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

08 sep 12.

 

Hasta antes de elabora este análisis crítico a la obra de Riábchikov, y con ello omitiendo el análisis real de su aporte, habíamos considerado sólo dos momentos de abstracción y generalización anteriores al nuestro: 1) el de Vidal de la Blache-Emmanuel de Martonne de principios del siglo XX, y 2) el de Hettner-Hartshorne, entre el primer tercio y mediados del mismo siglo.  Entre estos dos momento había, de hecho, plena continuidad, se daba en ellos un traslape; pero del momento de Hettner-Hartshorne al nuestro en el principio de la segunda década en que ubicamos la tercera abstracción y generalización, en más de medio siglo, se perdía aparentemente todo traslape y continuidad.  Al revisar la obra de Riábchikov a la luz de los elementos de la teoría del espacio en función de la introducción por nosotros en geografía, de la categoría de “estados de espacio”, descubrimos en dicha obra y de manera independiente en la propuesta de Sáenz de la Calzada, en realidad, el tercer momento histórico de abstracción y generalización, entre principios de los años cincuenta y el segundo lustro de los años setenta; y entonces se formó el traslape y la continuidad histórica, y nuestro momento propio de abstracción y generalización, pasó a ser, en realidad, el cuarto momento de este largo y complejo proceso.

 

Así, volviendo al texto de Riábchikov, eso que estaba ahí profundamente enraizado en el hacer geográfico, pero que una y otra vez era dejado de lado de una u otra forma: el espacio, no podía dejar de ser considerado por éste; y ello aparece ya en su quinto capítulo: Zonas Geográficas.

 

Desde el primer momento, fue esto todo lo que extrajimos de la obra Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica.  En el problema de la zonalidad geográfica está el estudio inicial del espacio terrestre, y en ello aparece ya, desde muy temprano en nuestra investigación de tesis de Licenciatura, el principio filosófico de que <<todo cuanto existe, existe en el espacio y determina sus propiedades>> (en la filosofía dialéctico materialista, nada existe fuera del espacio y el tiempo).  En consecuencia, considerando en particular el espacio geográfico, todo cuanto exista en él, determina sus propiedades.  De ahí que los fenómenos no puedan ser omitidos, y el problema se traslade, entonces, a cómo tratar con ellos en su conjunto en geografía; y de ahí el lógico y natural proceso histórico de abstracción y generalización teórica de ello.

 

Es pues, que el estudio de las relaciones cuantitativas en los elementos (litósfera, atmosfera, hidrosfera, biosfera y sociosfera), logra explicar en cierta forma la situación lógica de la realidad, justo lo que da esa impresión del logro de la geografía como “ciencia de síntesis”; pero en ello, lo que se acaba dando, es una especie más de las “ciencias de intersección”; es decir, del vínculo dela geografía con otras ciencias.  Extraer a la geografía de ese vínculo, haciendo abstracción de lo válido de su función aplicada concreta, es ganar en identidad de la misma.  De ahí que la pregunta sea: qué es lo geográfico en ese vínculo de conocimientos, e independientemente de ellos.

 

Hasta fines del siglo XX se respondía , ya anulando la pregunta: <<la geografía es precisamente ese vínculo>>; o bien, identificando lo geográfico con lo fenomenista: <<lo geográfico es el estudio del fenómeno mismo, considerado, además, en sus propiedades espaciales>>.  Pero en ninguno de los dos casos, se desarrolló un argumento demostrativo, histórico y lógico, científicamente fundado.  Estas dos respuestas fueron las que se refutaron en ese proceso histórico de abstracción y generalización en sus cuatro momentos antes narrados.

 

Así, es justo en la geografía ya como esa relación entre los fenómenos, o bien como esa identidad con los mismos en consideración espacial adicional, que Riábchikov trata con la zonalidad geográfica.  Este se apoya en dos autores: S.V. Kalesnik, y F.N. Malkov, quienes identifican las “zonas geográficas” (con sentido espacial), con las “zonas meteorológico-climáticas“ (con sentido fenomenista).  De ello se sigue el que, para Riábchikov, correctamente a nuestro parecer, son dos categorías distintas, entre las que, precisamente, se expresa el principio de que <<todo cuanto existe en el espacio geográfico, determina sus propiedades>>.  Luego, de igual manera, considera la ley sectorial (espacial), determinada por los fenómenos.

 

Como se ve, si al espacio lo simbolizamos con una “e”, y a los fenómenos con una “n”, en todos los casos, siempre “e” está dada por las propiedades de “n”, que en su expresión funcional es: e = f (n); pero, donde, bien vista la relación, de “n” no importa su propia naturaleza, ello no afecta, en principio, las propiedades de “e”, sino sólo importa su presencia y condición de existencia morfométrica, lo cual afecta ya directamente a las propiedades de “e”.

 

Pero, a pesar de que esa es la relación funcional constante en geografía, Riábchikov, a tono con toda la geografía de la época, quiere verla al revés: n = f (e), es decir, donde el fenómeno, en su naturaleza, por sus atributos y leyes propias, es, además, sólo considerado en función de sus propiedades espaciales.

 

Tal caso destaca cuando nuestro autor expone el capítulo séptimo  de su obra, que titula: “El Megareleive de la Tierra”.  Sus capítulos  quinto, sexto y séptimo, son los “más geográficos” de su obra, pero este último es quizá el “más geográfico de todos, porque, “hasta mapas tiene”.

 

Pero, más allá del dejo irónico a que se prestó el caso, el hecho verdaderamente importante, es que en este capítulo Riábchikov va a mostrar ya no sólo el fenómeno y sus propiedades en calidad de una de sus “fases” (o como elemento), sino el fenómeno en función del espacio terrestre [n = f (e)].

 

En este capítulo aparecen dos mapas en forma de mapamundis; uno ecuatorial y otro polar, mostrando la simetría del megarelieve de la Tierra, es decir, la simetría de las grandes formaciones orogénicas, o la dada entre los masas continentales (epirogénesis), y las cuencas oceánicas (talosogénesis), en lo que parece ser una hipótesis expuesta desde 1962 por G.N. Katerffeld.

 

En su “geografía fenomenista”, lo que admira a Riábchikov no son las propiedades de esa simetría del espacio terrestre [e = f (n)]; sino la causalidad geológica de la orogénesis en función de su localización y distribución [n = f (e)], en que se aprecia una simetría.

 

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