El Nuevo Teatro Geográfico. (2/2)
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
http://espacio-geografico.over-blog.es/
07 abr 12
Llegó así el siglo XX, Vidal de la Blache se había levantado de la mesa dando un manotazo con su frase grabada en piedra: “La Geografía es la ciencia de la localización, de los lugares, no de los hombres”. Esto es, en la analogía: <<la Geografía es la ciencia del proscenio y la escenografía, no de la obra y el espectador>>. Un renacimiento de la segunda mitad del dieciochesco.
Pero el mismo De la Blache no desarrolló la sentencia. Su seguidor, Emannuel de Martonne, en la analogía, definió a la Geografía como: <<la ciencia del estudio de la escenografía, considerada en el proscenio…>>, pero agregó algo más: “…<<de sus causas y relaciones>>. En ese pequeño renacimiento dieciochesco, De Martonne se fue más atrás, a la primera mitad del mismo siglo XVIII, puso en el centro a lo escenográfico, en una especie de relación funcional con el proscenio, pero aún más, retornó a Richttofen en las causas especiales, y aportó en todo ello las relaciones, es decir, nuevamente el ámbito escénico. En suma, su definición de la Geografía en la analogía, es que: <<la Geografía es la ciencia del estudio de las causas escenográficas consideradas en el ámbito escénico en el proscenio>>. Ahí estaba nuevamente José Antonio de Alzate y Ramírez, pero con algo más: ya no era sólo tomar la Relación Geográfica de lo escenográfico para una mayor precisión del proscenio o mapa isomórfico, sino tomar todo lo escenográfico a su vez, en su explicación causal.
Con ello, la dificultad de comprensión acerca de la naturaleza y objeto de estudio de la Geografía no sólo no se resolvió, sino se incrementó; pero la agudización de la contradicción puso al punto teórico geográfico en ruta de solución.
Al concluir el primer tercio del siglo XX, Alfred Hettner da con la esencia del problema: la Geografía es ciencia del espacio; la Geografía es ciencia del proscenio; el pequeño renacimiento dieciochesco no era suficiente, había que volver a los clásicos griegos; pero, a la vez, donde –dice el lugar común– no se podía “echar por la borda” toda la teorización históricamente acumulada. Y entonces el proscenio se hizo la región; y lo escenográfico, generalizado en las unidades morfológicas del paisaje, se hizo el ámbito escenográfico en un escenario denominado corografía.
Todo quedó nuevamente acomodado para partir, pero como un olvidado amarre al muelle, quedó el problema de la explicación causal de lo escenográfico. Esa acertada generalización en las unidades morfológicas o geoformas, no se teorizó como algo distinto (difícilmente podía haberse hecho), y en realidad, quedaron bajo la misma explicación causal de lo que en el fondo, de manera particular, eran: los fenómenos particulares objeto de estudio de otras ciencias.
De todo el teatro, ahora lo geográfico estaba en el escenario, pero del escenario, casi todo parecía estar en orden, excepto un elemento de atolladero: la escenografía; esto es, que aquella generalización en las unidades morfológicas, no obstante, al no teorizarse, fue insuficiente para “romper amarras”.
Así, adentrarse ya en el último tercio del siglo XIX surgió un intento más de generalización teórica; pero, diríamos jugando con las ideas de la alegoría, donde al no poder <<romperse amarras>>, la solución fue, arrastrar con el piloto del muelle, pero el cual pronto se convirtió en ancla. Esa segunda generalización teórica, fue la de Carlos Sáenz de la Calzada-Riábchikov-José Martínez Nava, en el concepto de los elementos agrigentinos, en los que se buscó, en los balances de energía entre ellos, en sus transiciones de unos en otros, o en alguna especie de transferencia de propiedades, la relación causal. Esto es, no obstante lo fructífero de la propuesta, siguió siendo estudio fenomenista, estudio de la escenografía, y no del espacio, del proscenio.
Los elementos, en la analogía, siguen siendo lo escenográfico, pero ahora intentando darle su solución en una explicación causal propiamente geográfica. La aproximación a resolver este aspecto, ciertamente fue mucha, pero no hubo, al parece, continuidad en su seguimiento, y, en última instancia, resultaba aún una generalización insuficiente dada la complejidad del objeto de estudio, que reclamaba de una abstracción y generalización aún mayor.
Prácticamente de manera simultánea al planteamiento sobre la teoría de los elementos, de nuestra conclusión independiente a Hettner; cuyos trabajos no conocimos sino años después al ser traducidos al español, acerca del espacio como objeto de estudio de la Geografía, derivó el hallazgo de un concepto afín: el de “estado de espacio”. Por muchos años no entendimos (ni podíamos haber entendido a pesar de haber contado con la fuente explicativa), lo que realmente era ello, en qué consistía. Lo más seguro es que de haber acopiado alguna información más acerca de ello, ese concepto hubiera quedado ahí con toda su riqueza, justo hasta que se dieron las condiciones para que el mismo fuese la base de esa mayor abstracción y generalización que se requería para poder resolver el problema del tratamiento de la escenografía. Con ello, la escenografía era ahora sólo la representación de un conjunto de objetos más del espacio: era ahora los estados de espacio discretos y continuos, la sustancia y los campos; los fenómenos, abstraídos en estados de espacio, y susceptibles e tratarse en los mismos términos de la teoría general del espacio terrestre, en una teoría única.
Desde Vidal de la Blache, los problemas teóricos esenciales de la Geografía se habían constituido en dos: 1) el objeto de estudio; y 2) el tratamiento de los fenómenos. El primero se resolvió en el espacio, luego de generalizarse en las regiones y el paisaje; el proscenio siempre había estado ahí en el centro de toda discusión. El segundo tardó un poco más en resolverse, pero finalmente lo hizo pasando sucesivamente de las unidades morfológicas o geoformas, a los elementos, y por último en los estados de espacio; al final, la escenografía, siempre había estado ahí, a su vez, en el centro de la discusión; el problema había sido su tratamiento.
Los estados de espacio, por definición, tienen como explicación causal, relaciones propias a la geografía; en ello no se da injerencia de ninguna otra ciencia, que no sean precisamente, las básicas que anteceden a la Geografía misma en el cuadro clasificatorio del desarrollo y subordinación de las ciencias.
Los estados de espacio son todo lo escenográfico, pero incluso más allá de lo representado en los lienzos, el estado de espacio es una categoría que implica al bastidor mismo en que va montado lo escenográfico, e incluso los mecanismos del telar o reservorio escenográfico. En la analogía, el bastidor es, diremos con Engels, el sustrato portador del fenómeno; el bastidor es al lienzo, como la litósfera a os procesos orogénicos. El telar y su mecanismo, es equivalente a las formas de movimiento de la materia. No obstante, al conocimiento geográfico como conocimiento de la explicación causal del espacio, sólo le interesa el lienzo, ya ni siquiera el bastidor.
El lienzo escenográfico en su abstracción independientemente de lo que tenga representado; es siempre parte el escenario; deja de serlo en cuanto la particularidad de lo representado en el lienzo, teniendo que ser suplido, queda en el fondo, oculto, pero, en términos del plano arquitectónico del interior de un teatro, el lienzo escenográfico ocupa, ahora sí que geopolíticamente dicho, el centro escénico, de un escenario compuesto por el proscenio, el frente escénico, el centro escénico y la zona de bastidores.
Pero cuando no importa lo representado en el lienzo escenográfico, sino sólo la presencia del lienzo mismo, eso da una abstracción y generalización tal, que hace del ámbito escenográfico, es decir, del paisaje o medio geográfico representado en el lienzo, un derivado, un resultado, algo de segundo orden en el conocimiento geográfico. La Geografía no era, pues, ni la escenografía, ni el proscenio tomados por sí solos; era, y es, la componente del lienzo simple y el proscenio, con o sin actores e independientemente de la obra, en la categoría del escenario; en ello está la esencia del nuevo teatro geográfico: la “choza en donde algo ocurre”, el planeta Tierra y su espacio geográfico.
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