Geografía Básica. Libro Básico de Consulta, 1994 (12/).
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica
de Geografía Teórica.
http://espacio-geografíco.over-blog.es/;
14 mar 11.
4 El Período Hipotético.
Por último, el período hipotético se desarrolla propiamente de la etapa renacentista con Gerardo Mercator y Bernardo Varenio, a nuestros días.
En el ámbito de las exploraciones modernas, consideramos que éstas se inician el 27 de noviembre de 1520, fecha en que Magallanes encuentra el estrecho que le permite introducirse en el apacible mar que renombra como “Océano Pacífico”, descubierto por Núñez de Balboa en 1513 y que nombró primero como “Mar del Sur”, y que poco después se identificarían como en uno solo.
Sebastián Elcano, Piloto de Magallanes, a la muerte de éste en una de las islas del Pacífico, completará finalmente la circunnavegación de la Tierra. Quedaba así en general, completando el cuadro general del mundo.
En 1525 una nueva expedición por la ruta de Magallanes fue pilotada por Sebastián Elcano y como su ayudante Andrés de Urdaneta; y para 1542, saliendo de Nueva España, Ruy López de Villalobos llegaba a Filipinas.
El acceso desde Asia hasta América (el viaje opueto), amen de las expediciones de Hui-Shen en el 409, no se registran con éxito sino hasta el 1º de junio de 1565, en que Felipe de Salcedo, nieto de Miguel López de Legazpi, en una nave pilotada por Esteban Rodríguez y acompañado por Andrés de Urdaneta, haca la latitud de 37º y 38º, encontraron los vientos alisios del oeste, que finalmente los condujo, en el llamado “Tornaviaje” (viaje de regreso), hasta el puerto de la entonces Nueva España, Acapulco (fig. 50,51).
Por los dos extremos, las Antípodas han sido finalmente han tenido acceso, y con ello, tanto completada una etapa más en el conocimiento del espacio terrestre, como iniciada una nueva.
Este hecho dirigirá ahora la atención hacia una profusa Geografía Descriptiva o fenomenista, elaborada durante los siglos XVI a XVIII, a través de las llamadas entonces, Relaciones Geográficas, que dan cuenta del estado del medio geográfico, o de todos los fenómenos naturales y sociales existentes en los nuevos ámbitos explorados, para que, a partir de ello, particularmente en México entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el saber geográfico nuevamente concretado en el levantamiento cartográfico de estos lugares; entre los cuales destaca en nuestro interés particular, el Mapa General de la Nueva España, de 1767 (fig. 52), de José Antonio de Alzate y Ramírez, al qu le habrán de seguir los trabajos del siglo XIX del Instituto de Geografía y Estadística y su sucesora, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; así como posteriormente, en el último tercio del siglo XIX y principios del XX, de la Comisión Geográfica Exploradora. Es decir, las propiedades del espacio son finalmente una determinación de los objetos y procesos que ocurren en él.
El conjunto de estos esfuerzos fue producto, finalmente, de la expedición colombina a finales del siglo XV con todas sus implicaciones para el saber geográfico, y que con ello renovó los trabajos estrabonianos en los aporte de Varenio a mediados del siglo XVII, respecto a la sistematización de la Geografía Descriptiva.
El problema fue ahora considerar, en esa esfera terrestre bien definida, cartográficamente reproducible con satisfactoria precisión, qué había, dónde estaba, y cómo estaba.
El mapa de Ptolomeo en su Proyección Cónica (fig. 53), fue el que más aportó en ese sentido en la Antigüedad. En el que se observa de Norte a Sur, la configuración de Europa desde la región de Thule, el norte de Inglaterra, hasta la parte central de África (conocida con cierta seguridad hasta las proximidades del ecuador), y de Oeste a Este (Occidente a Oriente, o Poniente a Levante, nombres que reciben estos puntos cardinales aludiendo a la salida y ocultamiento del Sol), desde las proximidades del Atlántico, hasta un extremo asiático mal entendido en su configuración dadas las vagas informaciones que entonces podían recibirse de esas regiones: nos referimos al problema de la comprensión de la extensión real del Sinus Magnum, el Océano Pacífico, pobremente representado en la cartografía europea, tras el llamado Quersoneso Áureo, o Península de Malaya (fig. 54).
Fuera de este mapa, todo lo demás era conjetura, esencialmente, en cuanto a confirmar ya el dato de Eratóstenes en cuanto al perímetro de la Tierra (40,000 km), o ya el de Estrabón (28,000 km); derivando de ello, tanto la extensión real del Orbis Terrarum, como del Océano Mundial que rodeaba a aquel; y como una necesidad lógica, la existencia o no del llamado Orbis Alterius, u “otros mundos”, conjeturados ya por Crates, y que generalizadamente pasaron a llamarse en común Antípodas.
Hubieron de transcurrir casi quince siglos para que estas conjeturas fueran retomadas en la investigación geográfica, tanto con la Carta Geográfica de Toscanelli, como con el Globo Terráqueo de Behaim.
Es en este par de documentos que dichos problemas quedan replanteados: tienen en común la consecuencia de la ambivalencia en la que en ambos documentos se da una disyuntiva: o Asia se tiene que alargar hacia el oriente para compensar el perímetro eratosténico, o una longitud más real de Asia, tendría que compensarse con el perímetro de estraboniano, empequeñeciendo la Tierra. Y aquí es sabido cómo esa segunda conjetura fue la que finalmente sirvió de argumento a Cristóbal Colón para su expedición al Oriente, por la Ruta de Occidente.
No sólo los trabajos de Toscanelli y Behaim fueron los únicos que aportaban datos en este período. Ciertamente, para el siglo XV, se tenían noticias vagas vinculadas a la leyenda, de tierra en el Atlántico; las Hespérides, la Antillia, las cuales se reportaban comúnmente en los mapas portulanos de la época, y estimulaban las expediciones. Pero lo determinante fueron las noticias aportadas por Marco Polo, a su regreso del Lejano Oriente. Por lo realizado por Marco Polo, en el cabo del Quersoneso Áureo, se tenía, necesariamente, un estrecho que daba paso a Cipango (Japón), y a Catay (China), y su provincia sureña de Manguí, separadas por el Sinus Magnum, luego reproducido con algunas modificaciones en el mapa conocido, como “Orbis Typus Universalis”, de Waldesemüller (fig. 55), todavía en 1513, preparado para una de las últimas ediciones de los Atlas Geográficos llamados “Geografía de Ptolomeo” (o simplemente Ptolomeos), o en el Planisferio de Waldesemüller titulado, “Universalis Cosmographia Secundum Ptholomaei”, de 1507 (fig. 56), que es en el que mejor se aprecia este hecho; o, finalmente, el mapa de Johannes Ruysh, “Universalior Cogniti Orbis”, publicado en el Ptolomeo de Roma de 1508 (fig. 57).
Esta península corresponde a las tierras que recibirán el nombre de América, precisamente por primera vez en el planisferio de Waldeseemüller del Ptolomeo de 1507, en donde en esa masa de tierra aparece dos veces en el cuerpo del planisferio; una como consecuencia de las noticias vagas e imprecisas llegadas desde Asia; de donde cabe inferir que de allí se reportaba ya más de un vago conocimiento de lo que sería llamado posteriormente “continente americano”, conocimiento de éste tan cierto, que iba desde sus costas en el Océano Pacífico, hasta las atlánticas, posiblemente hasta la península de la Florida; y otra vez, su representación en el mismo cuerpo del planisferio, como consecuencia del proceso de su conocimiento por la Ruta de Occidente (incluso puede verse que las tierras americanas aparecen otras dos veces en el mapamundi capitular de la orla del planisferio, por las mismas razones).
Por la Ruta de Occidente rumbo al Asia, ese paso daba, en consecuencia, acceso a la India, a la tierra de la especiería, objetivo último de Colón. En ese intento se suscitó todo lo ampliamente conocido del “descubrimiento”, respecto de los europeos, de estas tierras.
Pero desde el punto de vista del conocimiento del espacio terrestre, es importante referir lo que Juan de la Cosa vislumbró, pero no logró confirmar al sorprenderlo la muerte en un desembarco en combate con los nativos, y que Colón tampoco logró, a pesar de percibirlo claramente ya en su cuarto viaje, paradójicamente, dado que tardó mucho en sacar conclusiones; y que Américo Vespucio finalmente pudo establecer: a saber, que ni la porción de tierras continentales al norte eran Asia, ni las tierra exuberantes de Brasil eran el hallazgo del Paraíso (como Colón llegó a suponerlo). En consecuencia, que ese era un “nuevo Mundo” (que, a pesar de contravenir los preceptos religiosos, estas tierras eran también habitadas y habitables), y, por lo tanto, que el dato eratosténico de las dimensiones de la Tierra era el válido; por lo que la distancia que aún los separaba realmente de Asia, era esa cuarta parte faltante que obligaba a reducir el perímetro de la Tierra, o a extender Asia al Oriente (entre paréntesis, razón por la cual –en nuestra opinión–, está correctamente asignado a estas tierras el nombre de América, si finalmente tenemos que optar por una decisión eurocentrista).
Hemos referido con detalle este pasaje de la historia del conocimiento del espacio terrestre, en función de entender los preciosos mapas de esta época, que claramente revelan el proceso de investigación geográfica.