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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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16 septiembre 2012 7 16 /09 /septiembre /2012 22:04

hettner-alrededores-de-zipaquira-90aLa Geografía: su Contribución a la Previsión Científica, y al Progreso Social.  Ensayo, 2011 (2/3)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

20 may 11


 

La previsión científica.

 

Toda ciencia tiene por fin esencial, hemos dicho, el servir al progreso y desarrollo social.  La Geografía, en tanto ciencia, ha de servir, por lo tanto necesariamente, al progreso y desarrollo social mediante sus contribuciones en el conocimiento del estudio del espacio terrestre; y, por supuesto, cuanto más objetiva sea su investigación en el conocimiento del mismo, tanto mayor, como más propia, será su contribución.

 

Desde el punto de vista marxista, nuestro marco teórico gnoselógico, la ciencia se entiende como una forma de la conciencia social.  “Un fenómeno espiritual, en tanto que forma de la conciencia social, y un fenómeno material cuando deviene fuerza productiva directa”[1].  Y una peculiaridad de la conciencia social, es que, dice Foroba: “…se manifiesta en forma de ideología política…”[2].  Así, el intelectual del hacer científico contemporáneo, y en particular el geógrafo, debe cuestionarse seriamente acerca de su ideología política, desde la cual somete a crítica la realidad social actual, como de todos los tiempos; y, reiteramos, independientemente del carácter natural, social o del pensar, de su ciencia.

 

La función social de la ciencia, sobre la base de los elementos antes mencionados, tiene por fin, por sorprendente que parezca, contribuir a hacer la revolución; particularmente cuando es evidente que el orden de cosas está ya caduco; resultado necesario del progreso y desarrollo al que le salen al paso las clases sociales en el poder, deseosas de que todo permanezca inamovible y sin cambio alguno. Hacer la revolución no sólo implica la toma de las armas en el extremo de su violencia en respuesta a la violencia del Estado al servicio de la clase en el poder, sino, antes, implica por una parte, tanto la crítica al sistema imperante, como, por otra parte, la elaboración de las alternativas a las nuevas formas de organización social.  Así, a su vez, debemos cuestionarnos seriamente, ya no sólo acerca de nuestra ideología política desde la cual, en mucho con sentido pasivo, se somete a crítica la realidad social; sino, más aún, debemos cuestionarnos nuestro trabajo intelectual y proceder político activo en el proceso de transformación social, en la medida en que con nuestros conocimientos contribuimos a fundamentar la alternativa del futuro de la sociedad.

 

Aquí, para los asuntos de la Geografía en particular, resulta paradigmático el caso en el que se confunden e identifican, los conceptos de “toma de partido en la ciencia” (la definición explícita y consciente de un fundamento gnoselógico e ideológico en el hacer de la ciencia), y la “partidización política de la misma” (el pretender hacer de la ciencia una “ciencia militante en una posición política”, incluso para poder definirla como tal), de la corriente de geógrafos de la llamada “geografía radical” (caso extremo de las definiciones de la Geografía como ciencia social), en donde, con una ideología que se dice “marxista” (reduciendo el marxismo a sólo una de sus consideraciones: la política), y por ello revolucionaria, se somete a crítica al sistema; pero en donde el proceder político activo en el proceso de transformación social, se reduce precisamente a la politización de la ciencia, desviándola con ello, como consecuencia, de sus verdaderos fines, y desarmándola como conocimiento verdadero en el fundamento de sus contribuciones a soluciones a futuro; y, “salvando la conciencia”, el “geógrafo radical” descarta una “geografía burguesa” (lo que ello sea), y hace una “geografía proletaria” (de crítica político-social al sistema); cuando lo que debiera hacer, es una geografía científica en la investigación de su verdadero objeto de estudio (el espacio), e insertarse, ya como individuo con conciencia social, en la política social real, aportando con esa ciencia y los conocimientos de ella, a los fundamentos de la transformación de la sociedad en la que vive.

 

La función social de la ciencia es, así, de un enorme compromiso y responsabilidad social, y, en consecuencia, se hace necesario, para todo intelectual independientemente de su especialidad, el conocimiento de las leyes del desarrollo social, superando las interpretaciones populares fundadas por lo regular en falsas asociaciones (algunas de las cuales, no obstante, que llegan a ser de notable acierto), como de las interpretaciones utopistas, éstas hace más de un siglo ya superadas.

 

Más arriba hemos hecho ver que la “geografía fenomenista”, por excelencia reduccionista al plantear el estudio del espacio no por sus propias leyes, sino, en la práctica, por las leyes, ya de cualesquiera de los fenómenos naturales, o bien, de cualesquiera de los fenómenos sociales, tiene como fundamento gnoseológico general el dado en el idealismo subjetivo (conocido como la fenomenología, y que debe distinguirse aquí del concepto de “fenomenismo” que hemos aplicado a una vertiente del pensamiento geográfico), que se traduce en particular, en la mayoría de los casos, en la gnoseología del pragmatismo.  Este fundamento, que suele mezclarse, ya por desconocimiento, ya como método consciente, con otras posiciones; principalmente con el existencialismo, el estructural-funcionalismo, y el análisis de la superestructura (o también conocido por su autodenominación como “neomarxismo”), forman en su conjunto el planteamiento ideológico del llamado “posmodernismo”.

 

Todo ello es, hoy en día, una acoso al intelecto de las jóvenes generaciones, pretendiendo desarmarlas de las herramientas, del método y de la verdadera ciencia objetiva, causal, lógica, de corroboración en la práctica y de real capacidad de previsión científica fundada en el conocimiento de la verdad objetiva, ante el potencial transformador de la realidad social que ello representa.

 

Inmersos en ello, bien se hará una geografía “oficial”, “institucional", cómoda y apacible, en consonancia con los deseos de la clase social en el poder como esencial función social, y todo discurrirá en una “crítica revolucionaria altisonante”, al mismo tiempo inocua.

 

De otra parte, nosotros hemos planteado desde principios de los años ochenta*; expresando independientemente ciertos planteamientos de Alfred Hettner (1927), cuya obra en ese momento desconocíamos; el que la verdadera naturaleza de la Geografía, es la de ser una ciencia del estudio del espacio terrestre.

 

Y así, sin saberlo, dados nuestros fundamentos gnoseológicos en la dialéctica materialista o marxismo, fuimos más allá de las consideraciones del empirismo materialista con ciertos atisbos de dialéctica de Hettner; y, por nuestra parte, superamos esa insistente vuelta, a pesar de todo, al “fenomenismo”, en el que, invariablemente, en un eterno retorno, incurrían De la Blache, el mismo Hettner, De Martonne, y Hartshorne, hasta mediados del siglo XX.

 

En los años ochenta de ese siglo, ante la resistencia de la comunidad de geógrafos en México, teníamos los fundamentos de la definición de la Geografía como ciencia del estudio del espacio, pero nos ocupamos más en consolidar dichos fundamentos y defender la idea, que en avanzar en el conocimiento del espacio en sí y en la elaboración de su teoría.  Finalmente, hacia fines de 1989, en el I Seminario sobre las “Tendencias y Perspectivas de la Problemática Profesional y Académica de la Geografía”[3], la “oficialidad institucional” aceptó redefinir el objeto de estudio que preferentemente se retomaba en México de la definición martonniana, de los “fenómenos tanto naturales como sociales en su consideración en la superficie terrestre, de sus causas y relaciones”, al de la ciencia del estudio del espacio terrestre.

 

Atendíamos por entonces el desarrollo y trabajos de la Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía, sc (fundada a principios de 1989); y poco después (1994), de manera infortunada, se dio en México la mayor crisis económica de su historia, que, involuntariamente, nos obligó a ausentarnos por quince años de aquella actividad profesional.  Todo se estancó, y con ello, la posibilidad de continuar en la teorización del espacio geográfico, de lo cual sólo habíamos dado sus elementos más generales y esenciales.

 

Y todo se estancó a pesar de la usurpación de la teoría y como consecuencia de la deliberada distorsión de la misma para hacerla pasar como fundamento teórico de lo mismo que se criticaba, ante lo cual nada pudimos hacer, pero donde quienes plagiaban las ideas (pues nunca nos citaron, nunca refirieron la fuente, jamás nos dieron el menor crédito), ideas que no siendo suyas, por supuesto, tampoco las pudieron desarrollar.

 

No obstante, justo veinte años después, nos encontramos, impensadamente, creando nuestro Blog: <<“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica>>, en el cual hemos recogido todo nuestro trabajo intelectual, y ahora nos disponemos, por fin, a empezar a elaborar esa geografía fundada en la teoría del espacio geográfico, en donde, esta última, de consuno habrá de hacerse.

 

A lo largo de la historia de esta ciencia eso ha sido la Geografía: ciencia del estudio del espacio terrestre; entendido éste en la Antigüedad en la forma más general y esencial de las propiedades del espacio; donde en particular, con Eratóstenes, quien introduce el término de “Geografía” para este tipo de conocimientos, se da en el aristotélico “límite que abraza un cuerpo”: la superficie terrestre, con la descripción o “graphe” griega dada en la corografía de las esfrágidas o zonificación y regionalización del mapa, a manera de un espacio bidimensional (s.III ane)*.

 

Luego, durante la Edad Media, en la parte inicial, la Geografía ha sido, de manera sorprendente, la “Topografía Cristiana” de Cosmas Indicopleustes, de una espacio euclidiano tridimensional (s.VI); y ya en la parte final, de la localización y distribución en El Idrisi, Fra Mauro, los hermanos Germano, hasta Juan de la Cosa.

 

En el momento ya propiamente renacentista (ss.XV-XVII), desde Toscanelli y Behaim, como de Vespucio y Colón entre fines del siglo XV y principios del siglo XVI, hasta todos los demás en una pléyade de estudiosos durante los siglos XVI a XVII, la preocupación geográfica fue la representación en la proyección bidimensional del hiperplano, hasta Bauche, con el cual comienza una transición a la consideración tridimensional del espacio terrestre tomado como ese hiperplano.

 

Inmediatamente después están los trabajos de mexicano José Antonio de Alzate y Ramírez, que en 1772 espera de las Relaciones Geográficas en poder de José Antonio Villaseñor y Sánchez, los datos censales levantados a mediados de ese siglo, para poder hacer la exposición de espacio geográfico elaborando la nueva carta geográfica de Nueva España o de la América Septentrional, y en cuyo enunciado de su tarea expone, en la más breve y brillante síntesis: El Estado de la Geografía de la Nueva España y Modo de Perfeccionarla[4], la más vasta y compleja teoría acerca del objeto de estudio (en Alzate, el espacio bidimensional dado en la Carta Geográfica), método y finalidad social de la Geografía.  Hasta llegar a Humboldt y Ritter, en uno el hiperplano dado en el Cosmos (la armonía de la totalidad), y en el otro como la totalidad misma en el Erdkunde, y en cuyo planteamiento, en ambos, subyace ya la dialéctica de lo continuo-discreto.

 

Humboldt y Ritter, finalmente, habían llevado hasta sus últimas consecuencias la idea de la geografía estrboniana, para quien, miembro de la aristocracia esclavista, partidario de la filosofía oficial del Imperio, el estoicismo, y del cual contaba con todo su respaldo, eminentemente historiador, dice al final de su Capítulo Primero luego de haber examinado a su criterio a lo que se refiere el saber geográfico: “Por eso nosotros, luego de haber compuesto nuestras Memorias históricas, útiles, según creemos para la filosofía moral y política, hemos decidido añadir también esta obra, que posee la misma forma y está referida a las mismas personas…”[5]; esto es que, así como había una Historia como la “historia en el tiempo”, su paralelo era la Geografía, como la “historia en los lugares”; esto es, llevado ello a su máxima abstracción y generalización en Humboldt y Ritter, fue; ya en el Cosmos, en tanto la armonía del todo de la naturaleza, o bien el Todo mismo concebido en el Erdkunde; la historia de los fenómenos ya naturales como sociales, en su distribución en la superficie terrestre.

 

Al fallecimiento de éstos en 1859, la geografía no será ya más viable por ese derrotero, y se planteó más bien la necesidad de su particularización, tanto por la necesidad dada de su desarrollo interno, como al impulso mismo del factor externo dado en el deslinde que se hacía en el conjunto de las ciencias en su proceso de especialización.  Y poco más de veinte años después, por un lado, en la figura de Ratzel, se propone una primera idea de la particularización de la Geografía como ciencia política, en su Antropogeografía (1882), una variante extrema de la línea de pensamiento estraboniano; pero, prácticamente de manera simultánea, en la figura de Richthofen (1883), se propone una segunda idea de dicha particularización de la Geografía, en éste, como ciencia natural del estudio de la Corteza Terrestre y lo dado sobre ella, en una primera versión de la ciencia de la geomorfología.  Pronto los seguidores de éstos mostrarán las limitaciones e insuficiencias en esas parcialidades dirigidas ya a lo social en función de lo natural (Ratzel), o ya de lo natural en función de los social (Richthofen).

 

Concurre simultáneamente en ese primer lustro de los años ochenta del siglo XIX, la celebración del I Congreso Internacional de Geografía, en donde lo relevante ha sido el resolutivo de declarar a la Cartografía como una ciencia aparte, dejando a la Geografía, entonces, como un “sistema de ciencias”.  Durante el lapso de los primeros cinco congresos hubo resistencia a cumplir con tal declaración, pero justo en el V Congreso, se exigió el cumplimiento de la misma; de donde brotó el pronunciamiento de Vidal de la Blache, de que la Geografía era, en consonancia con la cartografía: <<una ciencia de la localización, de los lugares y no de los hombres>>.

 

Así se llega a la vidaliana localización o lugar (fines del s.XIX), de lo cual se pasó, en 1909, a las martonnianas relaciones de los fenómenos considerados en la superficie terrestre, y casi veinte años después, a las unidades regionales hettnerianas (1927), o del paisaje hartshorniano (a mediados del s.XX).  Hasta llegarse a nosotros, al autor de estas líneas, en el que el espacio geográfico, en un escalón más en el proceso histórico de abstracción y generalización del objeto de estudio de esta ciencia, éste es teorizado directamente en su esencia como lo que finalmente es: el vacuum, en el cual se manifiesta esa dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta de los estados de espacio; esperando ahí a las nuevas generaciones de geógrafos para el estudio consecuente de ello en el siguiente paso en el escalón histórico.

 

En ese proceso histórico, hasta Vidal de la Blache, el concepto de espacio geográfico dependió exclusivamente de su noción empírica.  A partir de este último autor, se presentó ya la necesidad de teorizarlo en función de la necesidad misma de definir el objeto de estudio de la Geografía; por un lado, ante el deslinde histórico de las demás ciencias; pero por otro, dadas las limitaciones reduccionistas como la de Richthofen, que hacían de la geografía una geomorfología, o dados los absurdos a que se había llegado tanto con Ratzel en su Antropogeografía (1892), como con los resolutivos de los Congresos Internacionales de Geografía entre 1881 y 1885.

 

Esa teorización del espacio geográfico, pues, viene apenas, en cierto modo, de Vidal de la Blache y su seguidor, Emmanuel de Martonne; pero ya plenamente, apenas de manera por demás muy reciente, de Alfred Hettner a nuestros días; y de la consumación de su teoría, y sólo de la consumación de su teoría, es que la Geografía estará en una nueva posibilidad histórica de hacer real su verdadera y responsable función social, contribuyendo con el conocimiento de lo propio históricamente dado, a la transformación de la realidad objetiva.

 

Desarrollo-Positivo-del-Concepto-de-Espacio-Geografico-1.JPG 

El progreso histórico o desarrollo positivo del concepto de espacio, esta considerado aquí, exclusivamente por cuanto a su objetividad.  En la gráfica destaca el punto 11, que es la propiedad esencial de la tridimensionalidad del espacio, expuesta una sola vez, sorprendentemente, en el siglo VI, por Cosmas Indicopleustes.  Del punto 13 en adelante, es el proceso histórico que llevó a la noción de tridimensionalidad, ya en forma del continuum einsteniano, o bien del vacuum tal como nosotros hemos propuesto.

La línea curva uniforme que cruza la gráfica es la tendencia polinomial de la integración histórica de las propiedades esenciales del espacio geográfico.

 

  Desarrollo-Positivo-del-Concepto-de-Espacio-Geografico-2.JPG

 

La gráfica tiene una secuencia cronológica, pero no hay escala de tiempo. La línea curva continua que cruza la gráfica en forma ascendente, es la tendencia polinomial del desarrollo positivo del concepto de espacio geográfico.

Autores: son aquellos que explícitamente han expuesto una noción de espacio, o de los que se conoce su trabajo lo suficiente como para hacer una generalización teórica.

Generalización teórica: está dada en función de 22 propiedades del espacio geográfico históricamente integradas.

Entre los puntos 10 y 11, es el lapso de la Edad Media.  Entre los puntos 15 y 23, es el lapso en que se tardó en resolver el misterio de "La Cuarta Península y el Paso del Sur".  Las oscilaciones entre los puntos 25 y 32, es el lapso entre los siglos XVI y XVII, la Ilustración, en que, a la vez que se está en el proceso de abstracción de las complejas propiedades del espacio geográfico, aparece el concepto de espacio de Newton.  El punto 31 corresponde a José Antonio de Alzate y Ramírez; en su caso generalizamos dos propiedades del espacio en él (isomorfismo y simetría), que ya por su trabajo exclusivamente en la región de Nueva España, dichas propiedades no son explícitas.  El lapso entre los puntos 33 a 37, constituyen básicamente el siglo XIX.  Del punto 37 en adelante, propiamente el siglo XX y lo que va del XXI, es ya la etapa del desarrollo teórico del objeto de estudio de la Geografía.


_____

[1]      Andréiev, I; La Ciencia y el Progreso Social; Editorial Progreso, Moscú, 1979; p.11.

[2]      Foroba, T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso, Moscú, 1984; v. Formas de la Conciencia Social.

*      Hernández Iriberri, Luis Ignacio; Geografía: Fundamento de su Teoría del Conocimiento; Memorias del IX Congreso Nacional de Geografía, Guadalajara, Jal; 1983.

[3]      Colegio Mexicano de Geógrafos Posgraduados; Tendencias y Perspectivas de la Problemática Profesional y Académica de la Geografía; Geosofía, Apoyos a la Investigación y Docencia, Instituto de Geografía, UNAM; México, 1989.

*      Para el análisis en detalle de los aportes de cada autor de la Antigüedad como de las posteriores etapas históricas, véase el ensayo: “El Desarrollo Positivo de la Geografía”, en “Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica; http://espacio-geografíco.over-blog.es/.

[4]      Alzate y Ramírez, José Antonio de; El Estado de la Geografía de la Nueva España y Modo de Perfeccionarla; Asuntos Varios Sobre Ciencias y Artes Nº 7, del 7 de diciembre de 1772.

[5]      Estrabón; Geografía, Prolegómenos; Editorial Aguilar; Madrid, España, 1980; p.26 (Estrabón, I,23).

 

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