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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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14 enero 2010 4 14 /01 /enero /2010 09:01

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

La Filosofía y el Método Científico en Geografía. 

 Ponencia al X Congreso Nacional de Geografía, 1985

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

 

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica 
http://espacio-geografico.over-blog.es/
México, 14 ene 10.

 

 

Comentario Preliminar

 

La ponencia al X Congreso Nacional de Geografía: La Filosofía y el Método Científico en Geografía (Morelia, Mich; marzo, 1985), dada la tesis que sustentaba: la reafirmación de la dialéctica materialista y la crítica al estructuralismo; y con ello una reafirmación de la crítica al Dr. Ángel Bassols Batalla; constituyó ya una gran presión para el sector retrógrada y conservadurista de la geografía institucional o académica en México; y no porque dicho autor lo fuera; ciertamente, aún en el ámbito institucional de por sí progresista en los años sesenta era, incluso, uno de los personajes más progresistas; sino que, por los prejuicios de ese sector conservador, éste salió en su burda defensa con un acto de ejercicio de autoridad, decretando nuestra “proscripción”.  Significó nuestra afortunada “proscripción” de la “ciencia” “oficial institucional”; y, evidentemente, quien perdió, fue la Geografía como ciencia en México.

 

Al Dr. Ángel Bassols no lo volví a ver nunca más, no volví a saber de sus conferencias, y no por una actitud deliberada en ese sentido de nuestra parte.  La ponencia al X Congreso, prácticamente era una exposición más elaborada y más dirigida a su crítica, que la que habíamos hecho un año antes en el “IV Aniversario del Fallecimiento del Dr. Jorge A. Vivó”, toda la parte final en tres páginas, es una reproducción íntegra de una parte de la anterior; de hecho, sin entrecomillar, recoge textos cruciales de la posición estructural-funcionalista de dicho autor (que ahora los referimos mediante notas al pie).

 

No “se defendió”, no respondió a nada, nada aclaró; correctamente “dejó pasar”, y a nuestra vista salió de la escena.  Pero en su defensa, para su infortunio, pues caracterizó más el hecho histórico, saltaron los mediocres espadachines que por todo arte sólo tenían el abuso del poder.

 

En principio, con una actitud positiva, la ponencia fue recibida en el Congreso.  Lo que habíamos venido haciendo por todo ese lustro previo, atraía la atención e interés de un gran auditorio, por lo que no casualmente la “Mesa de Teoría de la Geografía” no sólo fue abierta oficialmente por primera vez en un Congreso, sino más aún, se le dio el Auditorio principal para sesionar.  Empero, en los hechos, ello representó el máximo avance logrado.  Luego del Congreso –y alguna información se nos hizo llegar de que ya desde la detenida lectura misma de la ponencia una vez impresas las Memorias, se nos había declarado en “proscripción”–, se dejó sentir un rechazo sistemático por consigna.

 

Justo en esas fechas se nos negaba la titulación en la Maestría en Geografía (y con ello la continuidad en el Doctorado, que ya cursábamos) con un argumento pueril y reaccionario (que pedía que los fundamentos del marco teórico, la dialéctica materialista, fuese reducido a un comentario a pie de página), de un mediocre pusilánime; un tal Alberto López Santoyo; que se prestó para hacer valer la consigna del “matriarcado”.  Y comenzó el retroceso, que terminó en el estancamiento de la Geografía en México prácticamente por veinte años, durante la década de los noventa y primera década de los años dos mil; esto es, hasta nuestros días; esperando por nuestra parte que esta Revista contribuya –ciertamente en las condiciones muy difíciles de un oscurantismo ya abierto y generalizado– a un nuevo período de avance.

 

*

 

Resumen

 

La filosofía y el método científico en geografía no es ni podría ser, una expresión única.  La Geografía, históricamente dada, responde a una multiplicidad de concepciones filosóficas y formas metodológicas correspondientes a ellas.  Nos proponemos en este trabajo, considerar en forma generalizada la filosofía y el método científico en geografía, en sus dos expresiones de mayor trascendencia en nuestros días: el materialismo dialéctico o marxismo, y una concepción particular de éste, el estructuralismo; que constituye una desviación del método marxista al absolutizar en el análisis de la estructura, y a través del orden finalista del sistema, toda la expresión de la verdadera dialéctica materialista.

 

En forma sintética, diremos que no existe más filosofía científica que el materialismo dialéctico –disculpando la brusquedad del enunciado, obligado por el carácter sintético– y en consecuencia, no existe más método científico general, que el método materialista dialéctico (una demostración amplia de ello puede consultarse en cualquier manual sobre el tema o cualquier historia marxista de filosofía*).  No obstante, pequeñas desviaciones del marxismo, inducen a sutiles teorías del conocimiento idealista, revestidas de científicas al estar imbuidas de categorías marxistas y un lenguaje progresista y revolucionario, y este es precisamente el caso del estructuralismo o estructural-funcionalismo que consideremos en su expresión geográfica.

 

Antes, será necesario establecer primero, qué es la filosofía; después, qué es el método científico; y sólo entonces pasaremos a revisar la expresión de la geografía en las dos formas ya enunciadas.

 

La Filosofía es la ciencia de las leyes más generales y esenciales del ser y del pensar; es decir, de la realidad y el pensamiento (es la ciencia de las leyes más generales y esenciales de las relaciones naturaleza-sociedad, sustratos portadores de los conceptos realidad-pensamiento).

 

El problema fundamental de la filosofía consiste en determinar la primacía, ya de la realidad o del ser sobre el pensar; o bien, ya del pensar, del espíritu, de la idea, sobre la realidad material.  Y según sea la solución que se le de a tal problema, la filosofía se bifurca en dos grandes concepciones del mundo: 1) el materialismo filosófico, que da primacía al ser, a la materia, a la realidad objetiva; sobre el pensar, sobre el espíritu o idea.  Y, 2) el idealismo filosófico, que, por el contrario, da primacía al pensamiento, al espíritu o idea; sobre el ser o naturaleza.  Al problema fundamental de la filosofía, el materialismo ha respondido históricamente, que es la materia, el ser, lo que genera la conciencia, el pensar; por su parte, el idealismo filosófico ha respondido por el contrario, que es el espíritu supremo, la idea, el pensamiento, lo que genera la materia, la realidad.

 

Materialistas han sido: el geógrafo Anaximandro, discípulo del padre del materialismo occidental, Tales de Mileto; Eudemo, el seguidor en el Liceo del aristotelismo físico; Dicearco, el gran sabio Eratóstenes y el no menos notable Hiparco, todos ellos seguidores del epicureismo; Ptolomeo, Shirakatsi, Edrisi, Toscanelli, Mercator, Hettner y Humboldt.

 

Idealistas han sido: los geógrafos, Hecáteo, influido por el eletaismo parmenideano; el discípulo de Platón, Eudoxo; y los socráticos seguidores del aristotelismo ético-antropocentrista, Demetrio de Falera, Polibio y Posidonio; el gran sabio estóico Estrabón; los neoplatónicos y escolastas Al Kendi, lo mismo que Ibn Khaldun e Ibn Rochd; Kant, y Ratzel, por sólo hablar a grandes saltos, de algunos de los más representativos hasta principios de la época contemporánea.

 

Es pues innegable para quien tenga idea de la obra de cada uno de estos pensadores, la expresión de dos grandes geografía en función de las dos concepciones generales del mundo.  Existen, en consecuencia, razones suficientes para examinar las formas de hacer nuestra geografía contemporánea, ahora en función del materialismo dialéctico o marxismo, o del positivismo comtiano, del positivismo de Carnap o del Círculo de Viena, del neokantismo, del empirocriticismo, del pragmatismo, del eclecticismo, del conductismo o del estructural-funcionalismo, etc.

 

Cabe en este punto preguntarse, en consecuencia: ¿y cuál de todas ellas nos proporciona una interpretación más multifacética, más multilateral, que mejor y más profundamente nos refleje las propiedades y esencia de la realidad?  Dada esta pregunta, descartemos de antemano aquellas formas idealistas subjetivas que sostienen que la realidad se crea a partir de nuestros pensamientos; hagamos a un lado aquellas teorías del conocimiento idealistas objetivas que por demás evidentemente han entrado en conflicto con la realidad; el apriorismo neokantiano, el empirocriticismo, el pragmatismo, el conductismo, y la fenomenalismo que subyace en el fondo del positivismo comtiano, que tan profundamente ha influenciado hasta nuestros días, penetrando toda nuestra geografía contemporánea.  Desechémoslas, no sólo porque nos proporcionan una interpretación extremadamente limitada de la realidad, sino incluso, porque en ellas no se establece que el conocer, sea reflejo del ser; es decir, que el conocimiento sea un reflejo de la realidad objetiva; y aboquémonos al propósito de este trabajo: considerar dos concepciones que reconocen la materialidad y desarrollo del mundo independientemente de nuestro pensamiento, y que tal realidad no sólo es cognoscible en tanto reflejo elaborado en el cerebro humano, sino que, como producto de la trasformación de la misma, es posible penetrar en su esencialidad: el materialismo dialéctico, y una desviación de éste y su mezcla con concepciones idealistas, el estructural-funcionalismo, como dos grandes métodos generales del quehacer científico y sus implicaciones en geografía.

 

La geografía con un método materialista dialéctico, a nuestro juicio, está aún por desarrollarse; no tanto porque no haya quien pueda hacerlo, sino porque ello supone, en principio, un análisis marxista de su historia, que no se ha hecho, y en función de ello, una definición sin ambigüedades de su objeto de estudio, que subsecuentemente tampoco se ha hecho; lo que nos permita ubicarla correctamente en el sistema general de las ciencias, lo que a su vez, tampoco se ha hecho**; antes al contrario, los esfuerzos han ido en el sentido de subordinar el sistema general de la ciencias, a la Geografía; y determinar con ello su metodología científica de segundo orden, subordinada al materialismo dialéctico; ya de la esfera de las ciencias naturales, ya de la esfera de la ciencias sociales, o bien una metodología mixta científicamente argumentada y fundamentada, lo que tampoco se ha determinado; siendo esto evidente para quien mínimamente se haya ocupado de los problemas fundamentales, teórico-metodológicos, de la Geografía.

 

Considerar la filosofía y el método científico en la Geografía, es considerar la lógica, la dialéctica o la teoría que está por hacerse.

 

Así, grupos de geógrafos desde el punto de vista no sólo nacional, sino internacional, están desarrollando una geografía con base en la teoría marxista, cayendo en los mismos errores que los geógrafos idealistas que gustan de hablar de múltiples geografías: “activa”, “voluntaria”, “aplicada”, “dinámica”, etc; éstos, incluso en el seno de la Unión Soviética, hablan a su vez de una geografía “más verdadera”, o bien, de la “verdadera geografía”, una geografía “constructiva”.  Estos grupos de geógrafos de un marxismo inconsecuente, no son incluso conscientes de su desviación, y ya niegan su condición de estructuralistas, o bien, caen en el error de absolutizar en el análisis estructural y funcionalista, toda la dialéctica materialista***.

 

En consecuencia, analizar la expresión del estructuralismo en geografía y sus consecuencias, ha de referirse esencialmente a la expresión de un método general de la teoría del conocimiento en geografía, dependiente directamente de una concepción dada del mundo.  Esencialmente se analiza más un problema filosófico de la investigación geográfica, que operativo.

 

Esta teoría metodológica recurre a las más diversas teorías de las más variadas ciencias o especialidades, para interpretar otro hecho definido en el objeto de estudio.  Esto es, se realiza estudios geomorfológicos, climáticos, edafológicos, ecológicos, antropológicos, económicos o sociales, en un marco de referencia espacial, pretendiendo interpretarse con ello una teoría espacial (es decir, propiamente geográfica), revelándose en consecuencia contradicciones teórico-metodológicas en geografía****.

 

Hemos dicho que esta teoría metodológica proviene de una desviación del marxismo, en tanto que una premisa del método materialista dialéctico, es la consideración de la estructura del fenómeno, de tal modo que Marx postuló el análisis estructural, del cual prescindió más adelante en la interpretación de la teoría en cuestión.

 

Sin embargo, el estructuralismo significa una desviación, en tanto que no parte de considerar el análisis estructural como postulado de la investigación pudiendo prescindir más delante de él; por el contrario, hace del análisis estructural la forma absoluta del método dialéctico, sustituyéndose la investigación de la relación causal, por el orden finalista de la estructura del sistema estudiado; lo que encaja muy bien en la teoría actual de la geografía como sistema de ciencias, como ciencia de síntesis o de relación, en donde la investigación causal (siempre en el terreno de otras especialidades), es suplido por el orden finalista de la estructura territorial o regional.  Todo lo cual conduce a la marcada tendencia de la geografía como ciencia que propugna planeaciones regionales (orden finalista), que sean firmemente llevada a cabo para cambiar nuestra situación económico-social*****, convirtiéndose en apología del capitalismo; al grado que Carlos Nelson Coutinho, en su obra, El Estructuralismo y la Miseria de la Razón, llega a decir de éste, que es: “una ideología que generaliza en la teoría aquello que las nuevas formas del capitalismo intentan generalizar en la práctica...”1.

 

Aún más, el mismo autor señala que en el estructuralismo, el ser, la realidad objetiva, se subordina a la gnoseología (la teoría del conocimiento), y en esas condiciones –continua el autor– el estructuralismo tiende a transferir a la propia realidad los límites de su gnoseología”2.

 

El estructuralismo se erige con posterioridad a la Guerra Fría******, como teoría que corresponde al período del “capitalismo de confianza”; a esa etapa en la cual se quiere hacer aparecer al capitalismo como perfectible a través de políticas de planeación, en contra de toda lógica expuesta en el materialismo histórico y economía política marxistas, probadas en la práctica histórico-social misma.

 

Visto pues, que el estructuralismo es una ideología, una concepción del mundo específica y bien determinada, el problema consiste en analizar su expresión y sus implicaciones en Geografía.

 

Así, se define el objeto de estudio de la Geografía de las varias formas siguientes, entre las cuales, esta primera de Emmanuel de Martonne, nos parece sintetiza las demás: “La Geografía es la ciencia del estudio de los fenómenos tanto naturales como sociales considerados en su distribución en la superficie terrestre, de sus causas y relaciones” (Antonio Sánchez Molina); “Ciencia que se ocupa de los fenómenos de la superficie terrestre en su vinculación con el espacio” (Herder; Diccionario de Geografía, Editorial Rioduero); “Ciencia de la naturaleza la población y la economía, consideradas desde el ángulo de su estructura territorial” (Gerásimov, I; et al; El Hombre, Sociedad y Medio Ambiente; Instituto de Geografía, Academia de Ciencias de la URSS), etc; lo que hay de común entre todas ellas, es, finalmente, que la Geografía estudia los fenómenos, su causalidad y relaciones, consideradas en el espacio; espacio sinonimizado como región, estructura territorial, superficie terrestre, etc.

 

La vieja contradicción que reduce a la Geografía a ciencia de relaciones, en tanto que son otras especialidades las verdaderas investigadoras de la causalidad delos fenómenos, es aún sumamente frágil ante un atributo no exclusivo.

 

Sin embargo, invariablemente en toda definición se inserta explícita o implícitamente el concepto de espacio, que le da un contenido de exclusividad a la verdadera investigación geográfica.  La gran diferencia es que no se ha hecho conciencia de ello, y por lo tanto, mucho menos se ha elaborado una teoría del espacio geográfico, ni están definidas y menos aún teorizadas, el conjunto de sus categorías fundamentales; de ahí que sea fácil confundir el verdadero objeto de estudio de la Geografía, o bien, desviado de su fin último: el estudio del espacio geográfico determinado por la espacialidad de los fenómenos, que se ha limitado y desviado al estudio de los fenómenos; no obstante, para salvar la contradicción de interferir en el campo de estudio de otras especialidades, se afirma que el estudio geográfico alcanza su fin último, la investigación del espacio geográfico.

 

En consecuencia, se está interpretando un objeto de estudio determinado (el espacio geográfico), mediante un conjunto de teorías no correspondientes, en tanto pertenecientes a otras esferas del conocimiento (teorías geomorfológicas, ecológicas, económicas o sociales), de ahí que la Geografía quede como una simple disciplina de generalidades, y campo fácil de incursión por los más diversos profesionistas de las más variadas especialidades, capaces de hacer rigurosas investigaciones causales de su fenómeno de estudio correspondiente.

 

El error metodológico que se comete con el estructuralismo en geografía, es semejante al error cometido con la teoría organicista de Spencer de fines del siglo pasado, que pretendía interpretar el fenómeno social, mediante teorías biológicas.  Aquí se pretende interpretar el espacio geográfico mediante la exclusiva investigación causal de los fenómenos y sus teorías correspondientes, cuando el concepto de espacio, supone en principio una categoría física; y filosóficamente, expresa una de las formas de existencia dela materia, cuyas propiedades quedan referidas por las categorías de localización, distribución, límite, extensión, conexión, relación externa, etc; todas ellas, categorías de propiedades espaciales.

 

La valiosa aportación de la teoría metodológica estructuralista a la geografía, consiste más que en un método de investigación, en revelar los puntos sutiles que requieren teorizarse para el desarrollo de la Geografía como ciencia rigurosa.

 

En conclusión, no puede con este breve ensayo, pretender resolverse puntos tan esenciales del quehacer científico en nuestra disciplina de conocimientos.  Pero prácticamente es indiscutible, que enfrentar complejos problemas del desentrañamiento de los secretos de la realidad objetiva, no es la situación esencial de la geografía de nuestro tiempo; la misión principal de nuestro momento histórico, se refiere más al desentrañamiento del fundamento de la teoría del conocimiento geográfico, es decir, a la definición de su objeto de estudio y método, con lógica rigurosamente científica.



 Dinnik, M.A; Historia de la Filosofía; Grijalbo, México, 1968.

** Nosotros no estábamos presumiendo de ser los poseedores de una nueva teoría de la geografía, ni que por lo interpretado por nuestra parte hasta ahí, fuese verdaderamente un análisis marxista.

*** Aún dentro de una pretendida actitud modesta, nos lanzábamos osadamente en un descomunal desafío a la geografía internacional.

**** Y aquí se expresó la esencia del problema, que unificó de un lado a toda la geografía simuladora y conservadora, y del otro, nos quedamos solos “enfrentando al mundo”.

***** Este esencial pasaje estructural-funcionalista: “ciencia que propugna planeaciones regionales, que sean firmemente llevada a cabo para cambiar nuestra situación económico-socia”, es textual del Dr. Bassols en su Geografía Económica de México (Trillas; México, 197; p.); y fue un golpe mortal al intento de desarrollar su pensamiento geoeconómico en México como escuela.

 Nelson Coutinho, Carlos; El Estructuralismo y la Miseria de la Razón; Ediciones Era, Col. Biblioteca Era; México, p.58.

 Ibid. p.61.

****** Se entiende, evidentemente, con posterioridad al inicio, en 1950, de la Guerra Fría.


 
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