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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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3 febrero 2011 4 03 /02 /febrero /2011 00:14

Ex-Libris InvertidoGeografía Básica.  Libro Básico de Consulta, 1994 (14/).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

24 mar 11.

 

 

II  El Espacio Bidimensional

 

1  Cosmografía.

 

Por muchos miles de años, el Hombre de Neanderthal fue y vino incesantemente por las ricas praderas y fértiles valles que daban el sustento con agua, pesca y frutos, a las grandes especies migratorias.  Su vida, como la de otras especies, se reducía a su lucha por la sobrevivencia.

 

Para ese homínido que pernoctaba día con día en distintos refugios naturales o en elementales empalizadas o enramadas, le debió parecer que el Sol –el astro que regía su vida–, debía aparecer indistintamente por cualquier punto del horizonte.  Y es que una noche construyó su empalizada casualmente con la entrada en dirección al oriente, y el Sol le vino a “tocar la puerta”; pero otro día, una nueva enramada en u sitio distinto, quedó emplazada en otra dirección, y entonces al Sol “se le ocurrió” aparecerse por detrás, o por cualquier otro lado.  Al final de cuentas, eso no tenía importancia; por dónde saliera el Sol no significaba nada para su vida, lo importante es que el Sol estaba nuevamente ahí, y por un día más continuaba su existencia.

 

Entre las distintas variedades de homínidos que por muchos miles de años coexistieron, rápidamente evolucionó desde hace más de 400,000 años, un homínido totalmente erecto, al que se reconoce ya como el ser humano: el Pithecantropus erectus, cuyo resultado último es el llamado Hombre de Cro-Magnon, con mayores habilidades y capaz de fabricar utensilios más perfeccionados y herramientas más complejas; y en el curso de miles de años poco a poco fue aprendiendo a hacer más fácil y cómoda la vida.

 

Habitó por largos períodos en grandes cuevas, y todo ello dio lugar al reposo, y con él a la observación y reflexión.  Con ello surgió la creatividad, el arte, y se profundizó el pensamiento mágico-espiritual.  Empezó a ver que el Sol tenía un sitio preferido para aparecer por el horizonte, y que de noche, la Luna y las estrllas tenían un movimiento peculiar, que, en principio, seguía precisamente el movimiento diurno del Sol (fig. 62, 63).


62-El-Firmamento--Primavera-Verano.jpg 63-Firmamento--Otono-Invierno.jpg

 

A fuerza de años de observación natural, simple, guiada por la fascinación y capacidad de admiración que más tarde despertaría la curiosidad propiamente científica, el Hombre de Cro-Magnon, que hasta ahora sabemos que principalmente deambuló por los países de Europa, a los que le condujeron sus antecesores migrando desde África o el Sureste Asiático; pudo irse dando cuenta con el transcurrir de los años, de ciertos detalles en la bóveda celeste; resultó que no todas las estrellas se movían igual, algunas, los planetas, por algún tiempo comenzaban a andar en sentido contrario, e incluso iban y venían y luego no se les volvía a ver por un tiempo; con la Luna ocurría algo semejante ; y el Sol, resultó que no siempre “salía” exactamente por el mismo punto del horizonte, sino que lo iba haciendo día con día cada vez más hacia un punto extremo, y a partir de él, regresaban nuevamente hacia un segundo extremo, y así sin cesar.  Es más, a ese movimiento del Sol le acompañaban durante las noches ciertos grupos peculiares de estrellas, y por una temporada, se presentaban ciertas condiciones  ambientales que hacían más cómoda o más difícil la vida.  Y en ese punto se despertó su curiosidad científica: observar los astros, se tradujo en cuestión de sobrevivencia.

 

Ello condujo a los llamados “Hombres de los Megalitos”, la primitiva sociedad actual en el momento histórico de sus primeros asentamientos permanentes, al establecimiento de los menhires (en lenguaje celta: “piedra larga”), los cromlech o henges (conjuntos especiales de menhires por su disposición rectilínea alineada o circular), y los dólmenes, levantados hace más de 3,500 años con los sumerios, o entre los cuales el más famoso es el familiar emplazamiento de Stnhenge (fig. 64), en el extremo sur de Inglaterra; los cuales eran verdaderos observatorios astronómicos que permitían determinar el momento exacto en que el Sol alcanzaba los puntos extremos de su movimiento aparente en el horizonte a lo largo de un año (fig. 65), puntos conocidos como Sosticios (“estacionamientos del Sol”, con la particularidad de que la duración de los días y las noches son desiguales), así como el momento de su paso por el punto medio llamado Equinoccio (“noches iguales”).


64-Stonhenge.jpg 65 Estaciones del Año

 

Desde entonce se había llegado ya a concluir  que la observación de la salida del Sol por una región permanente del horizonte, le acompañaba la observación de que el paso de las estrellas no era de igual recorrido para todas.  Las que transitaban por el largo camino del Sol, tardaban toda la noche en ocultarse, pero en una cierta dirección del firmamento, el recorrido de las estrellas era breve.  Más curioso aún, algunas de ellas, incluso, no se ocultaban en el horizonte, estaban ahí, noche tras noche y a lo largo de todas ellas, trazando imaginarios círculos concéntricos en torno a un punto , en el cual, por lo demás, se localizaba una estrella, misma que, en consecuencia, estaba permanentemente fija toda la noche.

 

Fue lógico concluir, entonces, que el lugar en que habitaba, ese enorme espacio bajo la bóveda celeste, tenía una dirección absoluta hacia esa estrella permanentemente fija, y que el camino del Sol, la Luna, y las estrellas, era exactamente perpendicular a esa dirección del espacio, lo cual permitía, pudiendo estar en cualquier parte, establecer una ubicación respecto de esos puntos; la Estrella Polar localizable por el Septentrión (las siete estrellas de la Osa Menor), y el Levante, definible por el lado del horizonte por donde el Sol “sale” o se levanta.

 

En ese momento, una vez establecida esa relación, nació el conocimiento acerca de las propiedades del espacio terrestre, y, con ello, el pensamiento o ciencia de la Geografía, que unos tres mil años después, finalmente se sistematizaría como tal entre los griegos.

 

Para entonces habían transcurrido varios cientos de miles de años, y el Cro-Magnon de hace 10,000 años, era ya plenamente el Hombre de la sociedad actual, preparándose para establecerse definitivamente en ciertos lugares, principalmente, de la Mesopotamia.

 

Sin embargo, esa sociedad ahora predominantemente fija, sedentaria, para poder subsistir, requirió de asignar a ciertos individuos, la tarea de explorar cotos de caza, pesca y recolección, en la dirección que fuera, del extenso plano de la superficie terrestre.

 

Hasta entonces, un conocimiento geográfico espontáneo había estado ligado a un espacio unidimensional: el ir y venir de las tribus nómadas, siguiendo las corrientes de la fauna migratoria.  Ahora, ya sedentarizada la sociedad humana, las dimensiones del espacio aumentaban; su mundo ya no sería más los estrechos corredores migratorios, sino todo el plano de la superficie terrestre.

 



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