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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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10 abril 2011 7 10 /04 /abril /2011 23:12

Ícono GeoeconomíaGeografía Económica y Política Mundial.  Tres Conferencias.  Monografía, 2006 (12/)

Dr. Luis Ignacio hernández Iriberri.

"Espacio Geográfico", Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

19 may 11.

 

El concepto: “Medio Ambiente”, equívocamente traducido del inglés “Middle Environment”, dando lugar a esa redundancia donde la palabra “Meddli”: medio, no debe tomarse en su acepción de “ambiente”, sino de valor promedio; de donde, explicado así, hace aparecer la lógica acerca del cambio climático, precisamente, como una alteración de las condiciones promedio del ambiente natural.

 

Los factores a considerar son muchos, de ahí que, no siendo nuestro propósito un análisis exhaustivo del punto, nos limitaremos a comentar los fundamentales: temperatura y precipitación pluvial; que, en cuanto al primero, dados los valores extremos-promedio de +70º C, y –40º C, obtenemos un promedio de temperatura de 15º C (que en realidad de 14º C), aproximadamente, el punto medio convencional del rango del clima templado (el cual se define entre los 10º C y los 18º C); y en cuanto al segundo factor, los extremos-promedio serán de 2000 mm y 250 mm de volumen de precipitación pluvial, lo que nos da un promedio general anual de 875 mm.

 

El ambiente promedio se determina convencionalmente por los valores registrados por el lapso de 10 años, de modo que hablar de “cambio climático”, implica considerar variaciones en las condiciones promedio, por lo menos, en lapsos entre dos décadas; mas, obtener registros de valores que modifican los datos extremos, como el registro en el año 2006 de la temperatura más alta en 12,000 años, las sequías más prolongadas o las precipitaciones más abundantes, son un indicador evidente, más allá de las variaciones promedio, de la tendencia de alteración climática; y de ahí la alarma actual.

 

La posible reacción en cadena en el conjunto de los factores naturales, de tan sólo la alteración promedio de la temperatura, ya comienza a ser evidente: al aumento de temperatura promedio, ha de seguir un aumento del índice de evaporación, y de ello, a su vez, de precipitación pluvial.  Es ese efecto combinado de incremento de valores extremos (no promedio) de temperatura y precipitación, lo que ha dado lugar a las características de los huracanes del año 2005.

 

Pero existen más efectos, tales como el derretimiento de los casquetes polares, y con ello la disminución de salinidad oceánica promedio (independientemente de la elevación promedio del nivel del mar), con la alteración no sólo de los ciclos bióticos, sino simplemente, con la alteración de los circuitos físicos de las corrientes marinas mismas, que pudieran, con consecuencias económico-sociales adversas, prolongar sus ciclos de inestabilidad.

 

La modificación de las condiciones promedio del ambiente, es un hecho incluso natural, lo notable ahora, es el factor económico-social (modo de producción), que ha acelerado las variaciones de esos procesos naturales; y siendo esta la causa, sólo una modificación positiva de la misma, si hemos de atenernos a la ciencia moderna (y no a los obtusos criterios de la llamada “ciencia de la posmodernidad”), determinará realmente la dirección positiva del ambiente promedio y el orden climático.

 

La descomposición del ambiente promedio no es de hoy, por definición no lo podría ser, sino en función de los valores ambientales de décadas pasadas, pero lapso mismo en el cual, los factores modificantes han estado operando.

 

Según el Almanaque Mundial, 1986; el Programa de las Naciones Unidas para el “Ambiente Promedio” (PNUMA), afirmaba, a casi quince años de adoptarse políticas mundiales respecto a la protección del ambiente, que la desertización anual era de 6 millones de Ha (60,000 km2, una extensión equivalente, por ejemplo, al Lago Hurón), con la pérdida de 200 millones de Ha de suelo agrícola (2 millones de km2, una extensión equivalente al territorio de México); en parte como consecuencia de la pérdida, para esas mismas fechas del primer lustro de los años ochenta, de casi 20 millones de Ha de reservas forestales (o 200 mil km2, una extensión equivalente a la de los lagos Superior, Hurón y Míchigan juntos); con el dato adicional, de que anualmente se destruían, ya entonces, en el Amazonas, poco más de 2 millones de Ha de zonas selváticas (23 mil km2; poco más de cuatro veces el territorio del Estado de Morelos, Méx).

 

En el lapso de la década de los años setenta, se estima que países como Marruecos, Túnez y Argelia, en África, o Java en el sureste asiático, han perdido el 90% de su manto forestal, y Costa de Marfil, ha perdido un tercio de su selva[1].  Una evaluación de tal situación es la que será examinada a la luz de los datos estadísticos de los años posteriores, a los que haremos alusión en las conferencias sobre geografía económica.

 

 

“Determinismo Geográfico”

 

Del análisis de situaciones como la expuesta, ya desde el s.XIX, se juzgo que, haciendo una falsa asociación de hechos, en consecuencia, Europa estaba destinada a ser la sede de los imperios dominantes, dado que contaba con el medio geográfico físico propicio para serlo.  Uno de los principales teóricos de tal planteamiento, fue el geógrafo Friederich Ratzel (1844-1905), que en su Antropogeografía, 1882, estableció el fundamento teórico del llamado “Determinismo Geográfico”; esto es, que era el medio físico en donde radicaba la causa ya del dominio imperial, ya de la manera de ser y de pensar de los pueblos; condicionados así por la geografía, a ser de una u otra manera; “Determinismo Geográfico”, el cual sirvió de fundamento a la política racista y colonialista europea de ese entonces en que ocurría la transición mundial del capitalismo monopolista de libre competencia, al capitalismo monopolista de Estado, como a la pretendida justificación de la política nacista más tarde, cuando la II Guerra Mundial.

 

Dicha consideración surgió, no casualmente, de la influencia teórica de su maestro, el geógrafo Karl Ritter (1779-1859), el cual había introducido en los estudios geográficos a principios del s.XIX, la metodología del análisis comparativo con un fundamento fenomenologista, esto es, meramente descriptivista, trayendo como consecuencia, precisamente, el falso asociacionismo de hechos.

 

Es entendible pues, que el medio geográfico representa un papel enormemente importante; por ello, no casualmente, los antiguos pueblos nómadas que en su migración y búsqueda de los mejores lugares para su supervivencia, se hayan establecido precisamente en esas llanuras de las cuencas hidrográficas de los ríos mencionados; y no faltará quien ahora afirme lo mismo respecto de esas condiciones privilegiadas de los Estados Unidos, como a fines del s.XIX se afirmó de Europa; pero de ahí a afirmar que ello determina, es decir, que es causa de que unos, por ello, tengan que ser opresores, y otros, por lo mismo, tengan que ser los oprimidos, es una afirmación no sólo a-científica, sino declaradamente anticientífica.  Esto es, el medio físico geográfico es importante en cuanto a la disponibilidad de recursos naturales, hay en ello sus propias leyes naturales físicas o biológicas; pero la condición ya de potencia imperial, ya de nación dependiente oprimida, no se rige reduccionistamente por las leyes naturales físico-biológicas, sino por sus propias leyes económico-políticas y sociales.

 



[1] Almanaque Mundial, 1986; Editora Americana, Panamá, 1985.

 



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