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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:04

Clich--Filosof-a 

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (4/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 11 nov 10.

 

 

Poco más de un siglo después vendrá un grupo nuevo de cuatro humanistas encabezados cronológicamente por Sebastián Brant (1457-1521), el cual escribe: La Nave de los Locos (1494), en donde en dicha nave, van todos los estamentos sociales con sus vicios y locuras.  Cada estamento social tiene un capítulo en que se representa la caricatura de un vicio humano personificado por un loco.  Brant mismo se personifica como el loco escolasta acumulador de sabiduría libresca.

 

Si Boccaccio era ya un humanista pleno, Brant disfruta de esa condición en la sátira a todo lo anacrónico; así lo dice ahora J. Vélez Ricardos en el resumen de éste: “Lo que la vieja mentalidad asético-cristiana vio como pecado que transformaba el orden divino, la culta sátira social lo presenta como loca perversión que ha sido curada por la risa del rico”[1].  El cimero momento del humanismo se refleja en las palabras de Vélez Ricardos cuando éste resume de Brant: “El enfoque ha cambiado; ya no se halla en relación con la divinidad...  El hombre ha comprendido ya su esencia, ha tomado conciencia de su ser independiente y terreno...; y citando a Pensa, concluye: en una enciclopedia de sabiduría que caracteriza los años comprendidos entre el Medioevo y la Edad Moderna, abrazando todas las disciplinas morales”[2]

 

Erasmo de Rótterdam (1466-1536), siguió a Sebastián Brant; con Erasmo se va a iniciar la vertiente de cristianismo que se adapta a las nuevas condiciones, haciendo surgir el llamado “humanismo cristiano”.

 

El trabajo principal de Erasmo es su Elogio de la Locura (1508-1509), dedicado a su amigo Tomás Moro; “sátira alegórica en que la Locura se presenta en persona ante una gran asamblea de naciones, clases y edades para hacer elogio de sí misma”[3].  Pero su ataque va dirigido contra la presunción, la corrupción de los monjes, e idolatría de los santos del clero.  Asimismo, desvalora las fuentes del escolasticismo: Sócrates, Platón y Aristóteles, y con ello hace la crítica severa al escolasticismo medieval.

 

Tomás Moro (1478-1535) y su Utopía; es el tercero de este grupo de pensadores de los ss.XV-XVI.  En su novela política Utopía (de U, sin; topos, lugar), Moro ironiza sobre la sociedad de su tiempo a la vez que muestra una sociedad ideal para su tiempo.

 

Siguiendo la línea de su amigo Erasmo, Moro revive la idea teológica criticada por los primeros humanistas en una abierta posición ateísta; por lo que sus atributos más que en el orden de lo filosófico, están en lo político, pues en su Utopía Moro niega que deba existir la propiedad privada, lo que le permite afirmar que la sociedad utópica es una sociedad sin clases, y ello lo lleva a plantear un primer socialismo utópico.

 

El cuarto pensador de este período es Ulrich Von Hutten (1488-1523), cuya obra Carta de los Hombres Incultos (Epistolae Obscurorum Virorum) escrita entre 1515-1517; formada a manera de cartas entre escolastas que debaten.  Está parodiada de tal manera que popularmente se creyó que tal debate era real.  “Desde entonces el nombre de “oscuros” (oscuri) designó a los reaccionarios, tontos y peligrosos”[4]

 

Un tercer grupo de pensadores corresponde al período de los ss.XVI-XVII.  Éstos a su vez son tres filósofos; el primero de ellos, Giordano Bruno (1548-1600) y su copernicana obra Acerca de lo Infinito, el Universo y los Mundos; u otra denominada De la Causa, del Principio y del Uno; revelan sólo por su título el pensamiento del materialismo panteísta.  Escribió a su vez una comedia: El Candelero (1582), ultrarrealista “entre la plebe que se revuelca por el fango y se burla, y la del filósofo que se remonta a lo universal”[5], en la cual se sintetiza su pensamiento.  La novela está formada por tres historias simultáneas, que al final convergirán en una conclusión.  De la novela Bruno mismo dirá en su Prólogo: “tendréis ante los ojos ociosos principios, vanos pensamientos, frívolas esperanzas, falsas premisas, enajenaciones mentales..., gloriosos frutos de locura”[6].  Brant, Erasmo, Bruno, trazan una misma línea de continuidad entre los ss.XV a XVII haciendo la crítica a la locura de la sociedad contra la que luchaban.

 

El segundo pensador de este grupo de los ss.XVI-XVII, es Francis Bacon (1561-1626), que en su obra, la novela La Nueva Atlántida, plantea otra utopía, que simplemente como tal, representa, a manera como lo dijera Marx respecto del cristianismo: <<la denuncia de la miseria real>> de la sociedad de su tiempo, que los llevaba a idealizar un mundo mejor.

 

Más recordado es aun Bacon por su pensamiento materialista filosófico y su proyecto de la “Gran Renovación de la Ciencia”, en lo cual exponía su método inductivo y experimental.

 

El tercer pensador es Tomás Campanella (1568-1639), un luchador político-religioso que es condenado a treinta años de prisión, autor de La Ciudad del Sol (1623), que constituye una utopía más en la cual se propone una reforma de la República cristiana.  Propone un Estado teológico naturalista y panteísta, pero con una moral religiosa en el que todos son iguales.

 

Entre ellos, quizá con un carácter menos filosófico, está William Shakespeare (1564-1616), por ejemplo, como los renacentistas de origen, “puros”, los renacentistas más generales, tras los cuales, ese movimiento cultural renacentista se bifurcó en dos grandes corrientes: el Clasicismo y Neoclasicismo por un lado, y el Barroco y Manierismo por otro lado.

 

Y aquí empieza un análisis marxista de la Historia de la Cultura que por lo mismo está ausente en los libros de texto, y es que, siendo la cultura la superestructura social; es decir, forma de la conciencia social (determinada por lo tanto por el ser social, como hemos visto más arriba); los movimientos de dicha cultura expresarán los intereses de las clases sociales en disputa.  En consecuencia, unos movimientos culturales expresarán los intereses progresistas y revolucionarios de las clases sociales explotadas y oprimidas, e interesadas en los cambios liberadores de la historia; como otros movimientos culturales en una unidad de contrarios, simultáneamente expresarán los intereses conservadores y reaccionarios de las clases sociales explotadoras y opresoras deseosas de que el estado de cosas creado no cambie.

 



[1]       Ibid. Tomo II, v. Brant.

[2]       Ibid. Tomo II, v.Brant.

[3]       Ibid. Tomo II, v.Erasmo

[4] Otháhalová, Jirina; El Humanismo; en R. Chadraba, et al; “Renacimiento y Humanismo”; Editorial Cartago, Buenos Aires, 1965, p.87.

[5]       Armiño, Mauro, et al; Parnaso, Diccionario Sopena de Literatura; Editorial Ramón Sopena, Tomo II, Barcelona, 1972; v. Bruno.

[6]       Ibid. Tomo II, v.Bruno.

 



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