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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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14 agosto 2011 7 14 /08 /agosto /2011 23:02

Interpretaciones del Marxismo en Geografía.  Artículo (1/3).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri,

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra; 1 (jN, lW); 15 ago 11.

 

Antes de concluir esta larga revisión histórica de la teoría geográfica apenas en sus hitos fundamentales, conviene, a manera de una especie de resumen, el comentar el importante trabajo  del colectivo de Josefina Gómez Mendoza, Juli Muñoz Jiménez, y Nicolás Ortega Cantero, titulado: “El Pensamiento Geográfico.  Estudio Interpretativo y antología de Textos”, particularmente en su Primera Parte , tercer capitulo: “Las Tendencias Actuales del Pensamiento Geográfico", y el tercer apartado: “Las Radicales Geografías”, donde discuten los fundamentos geográficos de los años setenta del siglo XX, a partir de donde domina el análisis marxista en geografía.

 

La diferencia entre revisar la teoría geográfica bajo los fundamentos de las gnoseologías idealistas, fenomenológicas, y la gnoseología dialéctico materialista o marxismo, está en que , mientras la gnoseología fenomenológica es eminentemente subjetivista y admite toda posibilidad interpretativa, la gnoseología dialéctico materialista es eminentemente objetivista, y no admite más interpretación, que la muy criticada por los inexpertos, del “marxismo ortodoxo”; es decir, la que más fielmente responde al pensamiento de Marx y Engels; pero no por el dogma, sino porque su pensamiento, a la vez, expresado en los principios, leyes y categorías fundamentales de la dialéctica materialista, es reflejo objetivo de la realidad objetiva.

 

Todo sesgo a estos fundamentos constituye una desviación de dicha gnoseología, y ello supone, en lo más posible por quien revisa, como en este caso, la teoría geográfica, el conocimiento lo más rigurosamente posible de la teoría del conocimiento dialéctico materialista a fin de apegarse lo más estrictamente a ello.

 

Así, todo lo que no está interpretado en términos de la filosofía marxista, la dialéctica materialista, lo estará en términos, necesariamente, de alguna variante del pensamiento idealista, y ese es el caso de esta obra, una de cuyas partes comentaremos aquí.

 

Desde el punto de vista de la interpretación marxista de la historia, como en este caso, del pensamiento geográfico, ello consiste en determinar, primero, la contradicción principal, y luego examinar su desenvolvimiento a lo largo de la historia, la cual se periodizará de acuerdo con el comportamiento de dicha contradicción, en un sucesivo proceso histórico de subsunción, en donde esta pasa de la identidad a la contrariedad, y de ella a la contradicción como tal.

 

Cuando no se aplica el análisis de la contradicción, esencia de la dialéctica materialista, esa historia suele hacerse  en forma unilineal, en donde todo es válido por igual, y sólo hay diferencias en el tipo de propuesta en el tiempo.

 

Bajo el análisis de la contradicción, la solución correcta está en uno de los opuestos negado por el otro el cual se subsume, en el proceso multilineal de una identidad cada vez más precisa del objeto de estudio de la ciencia, como conocimiento reflejo del mismo dado en la realidad objetiva.  En esta obra aquí examinada, no se aplica el análisis de la contradicción, luego, no corresponde a una interpretación marxista de la historia y teoría de la Geografía.

 

En los sucesivos momentos de la solución parcial de la contradicción esencial, el análisis subjetivista del idealismo, ve momentos de “crisis de la ciencia”, a lo que Lenin observó que tales “crisis” no eran, ni podían ser en sí, de la ciencia, sino de los fundamentos gnoseológicos de los científicos: ese era el momento del positivismo entre fines del siglo XIX y principios del XX en sus influencias y derivaciones.

 

A medida que se avanzaba en el siglo XX, dice Josefina Gómez Mendoza, et al: “…las posiciones se decantaban, se asistía a una progresiva negación de las formulaciones del liberalismo y a un correctivo resurgimiento del interés por la incorporación de las propuestas marxistas”[1].

 

Esto no pudo ser sino incluso unos años después del triundçfo de la revolución socialista en Rusia y la fundación y trabajos del Instituto Marx-Engels, para recuperar y publicar su obra, empezando esto hasta 1925.  Ese parcial y eventual vacío de fines de los años ceinte y la década de los treinta, fue llenado por personajes como Antonio Gramsci, desde cuyos trabajos ya pretendía “superar al viejo y decimonónico Marx”, siendo Gramsci el antecedente directo del grupo de filósofos que formaron la llamada Escuela de Frankfurt (1937), autoidenominada “neomarxista”, en donde ya desde el momento mismo en que se denomina “nuevo” marxismo, ya hay en ello una revisión y tergiversación  del verdadero marxismo, que la intelectualidad burguesa no puede soportar, porque conoce su poder.

 

Este gramscismo y “neomarxismo” fueron (y siguen siendo), en el campo de la geografía, el fundamento de las llamadas “geografías radicales”; es decir, de la intelectualidad pequeñoburguesa político-socialmente consciente, que hizo, mediante la politización de la ciencia, del gabinete del investigador, del aula académica, y del ensayo de crítica al capital, un medio para “hacer la revolución”.

 

La consecuencia de ello, lo que está en el fondo, es, como dicen los autores de la obra en cuestión: “la <<teoría crítica>> [origen del “posmodernismo”, a-científico respecto de la ciencia de la modernidad ilustrada], enunciada contra la <<teoría tradicional>> [la ciencia y el método científico de la modernidad ilustrada, galileano-kepleriana y baconiano-cartesiana], caracterizada [esta] por la derivación lógica de los enunciados y la exigencia de la comprobación empírica”[2].  Comenzó así, una nueva y feroz lucha oscurantista embusteramente disfrazada del “nuevo Marx”, contra la ciencia de la modernidad ilustrada defendida en el pensamiento verdaderamente marxista.

 

No sólo este neooscurantismo” se pronunció contra la lógica y la comprobación práctica, sino contra el análisis cuantitativo y la objetividad de la teoría del conocimiento, creando confusión al criticar al neopositivismo en tales principios de la ciencia de la modernidad compartidos por éste, identificándolo en el fondo con el marxismo.

 

Ha habido, pues, en esta “geografía radical” de fundamentos frankfutianos, una obstinación por la geografía entendida como ciencia social.  Esos fundamentos frankfurtianos “neomarxistas”, son, en realidad, fundamentos gnoseológicos idealistas subjetivos, eminentemente fenomenológico-kantianos, como más adelante lo haremos ver.

 

Se parte en ello de una premisa falsa: <<El objeto de estudio de la geografía, es el espacio social>>, noción que no ha sido fácil de superar en el pensamiento geográfico.  Cuando el estudio del espacio (así, sin adjetivos) en geografía, se confunde con el espacio social, como dice el colectivo de autores del libro aquí tratado, se denomina una fetichización (es decir, donde se toma al fetiche en sustitución del objeto real).  Superar tal sutileza ha sido algo complejo; por una parte, por la naturaleza concreta del contenido mismo de los estudios geográficos (los fenómenos); y por otra parte, por la complejidad que ha supuesto el entendimiento del espacio en la historia del pensamiento humano.

 

Más complejo resulta aclara ello, cuando es la “geografía radical” misma la que acusa de “fetichismo espacial” a la geografía científica que toma al espacio (así, sin adjetivos), como su objeto de estudio.  Es decir, que plantea una fetichización al revés, donde lo real es el espacio social, y el fetiche el espacio como tal (sin adjetivos); por lo demás, falsamente reduccionista, al atribuírsele equivocadamente, “en el que las relaciones entre grupos o clases sociales, se presentan como relaciones áreas”[3], desde el momento en que se parte del supuesto de que, al estudiar el espacio (las “áreas”), se aduce que se está estudiando los fenómenos, y en particular, el social.

 

En el estudio de la geografía como ciencia del espacio, no se estudian los fenómenos; sino se estudia el espacio, y sólo el espacio, de acuerdo con las propias leyes de éste.  Si en el espacio se define “un área” de un fenómeno natural (por ejemplo, un bosque), y de manera contigua “un área” de un fenómeno social (por ejemplo, una ciudad), en ello, ni se está estudiando el bosque, ni se está estudiando la ciudad, por lo que tales fenómenos son (lo cual compete al especialista en ello con arreglo a sus propias leyes); sino lo que se está estudiando, geográficamente, son, exclusivamente, las propiedades espaciales de tales hechos, y de acuerdo con las leyes del espacio, para entender al espacio mismo.  Ello, evidentemente, arrojará una faceta de conocimiento acerca del fenómeno, pero ello sólo en tanto ese auxilio que la geografía ha de dar necesariamente al resto de las ciencias, en la interconexión universal del sus fenómenos estudiados.



[1]        Gómez Mendoza, Josefina; et al; El Pensamiento Geográfico; Alianza Editorial; Madrid, 1982; p.137.

[2]        Ibid. p.137 (corchetes nuestros).

[3]        Ibid. p.144.


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