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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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11 octubre 2010 1 11 /10 /octubre /2010 00:01

Geografía,

y Viabilidad Institucional de la Geografía.

  Ensayo, 1992 (1/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 11 oct 10.

 

Introducción.

 

El siguiente texto sin duda será extraño al geógrafo actual, totalmente ajeno a las disertaciones teóricas.  Más aún, le será doblemente raro, porque dentro de las disertaciones teóricas que hasta ahora se suelen exponer, éstas no han abordado aún esos extraños campos particulares de la investigación teórica relativos a la Administración de la Ciencia, la Sociología de la Ciencia, o las Políticas Científicas y Educativas.

 

Una muestra de lo que compete a estos campos de investigación se plasma brevemente en este ensayo, exponiendo con estos elementos una visión poco o nada común de la problemática actual de la Geografía en México.

 

Pero he aquí, que será inevitable el que, al entrar en este tipo de análisis sociológicos y políticos, todos sin excepción, nos vemos involucrados para bien o para mal.

 

La dificultad de este ensayo quizá empiece desde la criptografía del título: “Geografía y Viabilidad Institucional de la Geografía”.  En él se plantea una dualidad; la de la Geografía en tanto ciencia en su consideración más vasta y completa, e inabarcable por la geografía institucional actual, y en ese sentido no-viabilizada; y la de la geografía en las restricciones de su condición institucionalizada y viabilizada u “oficializada” contemporánea.  Es decir, dicho de otra forma: una cosa es la geografía, y otra cosa la geografía “oficial” reconocida y viabilizada.  Y si hemos sido redundantes en este punto, es porque a partir de esta tesis central es que gira todo el análisis de este trabajo.

 

Dicho análisis se desarrolla a través, primero, de la lógica de esta tesis central, luego se aborda como argumentación demostrativa un bosquejo de la historia de la Geografía contemporánea en México, seguida de consideraciones de la sociología de la ciencia y de las  políticas científico-geográficas, principalmente proyectadas en el próximo futuro.

 

En general, la tónica del ensayo ha sido examinar las tendencias y sus perspectivas en el futuro inmediato.  No existe –que sepamos por lo menos– simplemente ningún estudio exhaustivo, en estas materias en nuestra especialidad en México; a lo más, algunos artículos periféricos al fenómeno, como éste; todos ellos in conciencia de estar inmersos en el campo de la investigación teórica, ni formar parte sistemática de la Administración de la Ciencia, la Sociología de la ciencia, o de la Política Científica.  En calidad de primer ensayo (en todo caso el primero nuestro), en que por primera vez se pretende abordar sistemáticamente estos campos de investigación en Geografía.  Incuestionablemente, aún estamos muy lejos de hacer claridad con sus resultados, y de ahí que nos refiramos a éstos  en términos de tendencias y proyecciones, y como estimaciones, acercamientos, aproximaciones.  En todo caso, creemos que será una contribución original a las discusiones que planteó el tema de la Antología: “Teoría y Práctica Posibles de la Geografía Contemporánea en México”.

 

En esta oportunidad inmejorable para expresar, entre una enormidad de cosas que quisiéramos externar como nuestra conclusión más general, luego de una década de reflexión en estos tópicos, justo en este párrafo, que, sea cual fuere el desenlace de esta historia, esta segregación de comunidades científico-geográficas, nos permite conservar nuestro más sincero respeto y admiración por todas y cada una de las expresiones del saber geográfico, en reconocimiento a su valor en su momento histórico, no obstante nuestra obligada caracterización en el análisis del desarrollo de esta ciencia.

 


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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:08

Mis Primeros Conocimientos de MagiaDe la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (8/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 14 oct 10.

 

Allí quedaron dispuestos los elementos del acto de magia, la fase del condicionamiento, cuya característica esencial aquí, ha sido el mostrar que se consultaron fuentes no sólo contemporáneas al origen de nuestro trabajo, sino incluso, en cierto modo, antecedentes, en donde destaca la obra de Oliver Dollfus, El Espacio Geográfico, 1975, de donde se toma el concepto mismo de espacio como fundamento teórico más general, siendo esto último, verdadero.

 

Pero viene la segunda fase, la velación, esa en la que para el mago ocurre la magia, es decir, el engaño oculto a la vista del espectador mediante el empleo de una “chistera”, cualquiera que esta sea; y ella está ahí, entre los elementos mostrados: esa sutil chistera, es la bibliografía misma (en donde ocurre eso de <<¿lo ven?..., ¡ahora no lo ven!>>): ¿ven las fuentes?, ¡claro, ahí están!..., y cuando se busca de ellas algo, he ahí que ahora no lo ven; es decir, no hay citas textuales; y eso último, ver las fuentes (la bibliografía), pero luego no verlas al no obtener nada de ellas (inexistencia de citas), es lo que corresponde a la tercera fase, la ilusión: la magia, entonces, se ha hecho; ¡fum!, de pronto, “el conejo” = un nuevo concepto de la Geografía y su enseñanza, salió de la chistera.

 

Y, mediante ese recurso sutil, por una parte parece cumplirse con el protocolo ético científico de consignar las fuentes, pero, al estar éstas ahí realmente sin estar, lo que ha ocurrido, ha sido el simple y llano plagio de ideas.  El verdadero autor ha sido omitido, no se le necesita si “ahí están las fuentes”, “incluso anteriores a la suya” (sic), por las que "los verdaderos autores" serán, entonces, otros: no tanto Dollfus, del que se toma un concepto erróneo del espacio geográfico, como Raoul Faure, Harold Wood, y Patrick Bailey, de los cuales se habrá tomado todo el restante cuerpo de teoría (postulados, principios, categorías, y método científico tanto general o hipotético-deductivo, como geográfico); sólo falta saber si ello es cierto, si realmente así fue.

 

Pero, ¿y si realmente es así?  Ese es precisamente el problema; no lo sabemos, porque las autoras no nos lo han demostrado, y no estamos necesariamente obligados a ir a consultar sus fuentes para verificarlo, la obligación era suya; no obstante lo hemos intentado, y el panorama ha resultado peor aún: en el Centro de Maestros de Cuernavaca, no hay ni rastro de dichas fuentes (no sólo no hay los libros, sino ni siquiera las fichas acerca de tales documentos recomendados al maestro); pero entre algunos de los Centros de Maestros del D.F., tampoco.

 

Quizá algún día encontremos dichas obras, y entonces lo verificaremos; entonces, y sólo entonces, de ser cierto lo dicho por las autoras; Laura Vega y Josefina González; podremos retractarnos aclarando lo dicho aquí.  Entre tanto, responsables de sus actos, debiendo saber que debían citar y referir las fuentes mostrando respeto por el autor, el que fuese, ya los mencionados por ellas, o Milton Santos, al que alude Javier Castañeda; otorgándole los créditos y dando las pruebas al lector.  De no haber quien nos ofrezca las mismas, en tal acto de magia ha ocurrido, y deliberadamente, el plagio de ideas.

 

Javier Castañeda Rincón participó en ello como parte de esa coreografía impartiendo los Cursos de Capacitación Docente (como el de Oaxtepec, Mor; en febrero de 1997, en donde se destapó todo esto), y no sólo es igualmente responsable, sino más aún, dado que él sabía y disponía de la verdadera fuente original de las ideas (a pesar de que las autoras, a su vez, no podían no-saberlo).

 

No pudo haber ocurrido mas que una de dos cosas, y al final, en realidad, las dos juntas: o hubo ignorancia respecto a los protocolos de investigación documental; o con deliberada intención, con un procedimiento bien calculado, se plagiaron las ideas y se intentó usurpar una teoría.

 

En su momento, 1997, lo planteamos directa y personalmente con Javier Castañeda; la respuesta fue burda; pero no pudimos hacer más, no teníamos más posibilidades, pues en lo personal atravesábamos por una situación personal difícil; de ahí que hasta hoy se exponga públicamente aquí, en favor a la objetividad de la historia de la Geografía en México.

 

Recientemente hemos podido intercambiar pareceres al respecto con Javier Castañeda, y éste eligió dejarlo al juicio de la historia –aun cuando pudo haberse hecho una aclaración pública a favor de todos–, y quede pues, una definición del problema por la objetividad histórica.  Por lo tanto, corresponderá a otros, en el futuro, rescatar dicha verdad; y de ahí que, en nuestra versión, tengamos que exponer todo esto.  Nos comprometimos a retirar los aspectos ofensivos producto del momento de la descarga del malestar largamente acumulado, que, en nuestra propia conciencia está, ciertamente, nos hace mal a todos; pero en la medida de lo posible, como una necesidad de aclaración histórica, iremos aportando pruebas a favor de nuestro argumento; o, de encontrar lo opuesto, también aclararlo.

 

Por lo pronto, dejamos aquí este molesto asunto (por lo inmoral y falto de ética, hasta lo nauseabundo), al que, por lo que a nosotros toca, ponemos punto y aparte.

 


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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:07

Mis Primeros Conocimientos de MagiaDe la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (7/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 11 oct 10.

 

Ejemplo didáctico de la importancia de la ética profesional, en tanto no sólo del deber ser moral en general, sino del deber ser moral deontológico; es decir, con un fundamento teórico, a partir de la responsabilidad y conciencia del conocimiento de causa en sí mismo, de los propios actos.  Actos en los cuales un autor, debe, está moralmente obligado, a dar pruebas de lo que dice; y si dice que ciertas ideas las tomó de aquí o de allá, debe no sólo referir bibliográficamente las fuentes, sino ofrecer las citas textuales de ciertos pasajes que hagan constar que efectivamente, esas ideas se tomaron de tal o cual lado, con los respetuosos créditos correspondientes al autor de origen de esas ideas (sea cual fuere).  En eso consiste el desarrollo positivo de la ciencia.

 

Lo contrario, su enrollo negativo, su involución oscurantista, consistirá justo en lo opuesto: esto es, en decir que tales cosas las tomó de tal o cual lado e incluso mencionar las fuentes, pero no arrojar las pruebas textuales.  Ahí, de ser cierta su afirmación, no sólo está faltando al protocolo de investigación documental, sino ofendiendo al autor al no citarlo ni darle los créditos correspondientes, ocurriendo un velado despojo de ideas, a más de no darle valor a lo que se afirma.  Pero bien ello no se hace, justo porque tal afirmación es falsa (hay truco), y se hace únicamente para cubrir las apariencias (se tiende un velo sobre ello), y ¡la magia se hace!: ha ocurrido entonces el embuste de los usurpadores de ideas.

 

Al final, las cosas aparecen como si fueran sólo suyas (la sutil chistera consistió en una vaga referencia a ciertos antecedentes que parecen dar constancia de que se ha cumplido con los procedimientos formales de investigación; ahí está el secreto de la magia, precisamente “en lo que el mago hace”), pero en donde, en realidad, se ha omitido la verdadera fuente…, ¡magia!, ¡magia en la comunidad de geógrafos, expuesta brillantemente en el Libro para el Maestro de Secundaria en Geografía, SEP, 1994!; pero no magia ilustrada, sino oscurantista, y no otra cosa[*].

 

Lamentablemente, las autoras no insertan una sola cita, no refuerzan lo que afirman dando las pruebas.  “Dicen” haberse apoyado en fuentes tales como: 1) Faure, Raoul; Medio Local y Geografía Viva; Laia, Biblioteca de la Escuela Moderna Nº 21; Barcelona, 1979; 2) Wood, Harold A; Curso para la Enseñanza de la Geografía; Instituto Panamericano de Geografía e Historia; San José, Costa Rica, 1980; 3) Bailey, Patrick; Didáctica de la Geografía; Kapeluz, Colección Didáctica Nº 4; España, 1981.  Pero, independientemente de que las hemos buscado sin éxito –al parecer ese material es “top secret”–, no se debe nada más mencionar unas fuentes básicas como estas en particular (en especial por los años en que se publicaron), y dejar al lector a que se las arregle buscando un material difícil de encontrar (más aún en el año 1994, cuando aún no había Intenret[**]]), o teniendo fe dogmática en ellas; y menos aún, cuando dicha bibliografía está siendo recomendada para su consulta en el material complementario: la Guía Didáctica.

 

Pero no son las fechas de publicación de estas obras las que deben hacernos pensar en la dificultad para conseguirlas, más aún, siendo libros de importación, se deben aportar las pruebas independientemente de ello.  Esas fechas, a lo que se refieren, es a establecer una constancia de que, antes que nosotros, esas ideas ya habían sido expuestas.  Falso.

 

Nuestra idea original no es en sí el concepto de espacio; más bien, lo que nosotros hicimos, fue enfatizar el hecho de que tal concepto era una constante a lo largo de la historia del conocimiento geográfico, y centramos la atención en él como categoría esencial.  Y sometimos a crítica todos los conceptos de espacio en geografía dados antes que nosotros, entre ellos, el de Oliver Dollfus (v. Tesis de Licenciatura; Geografía: Fundamentos de su Teoría del Conocimiento, en este mismo Blog).

 

Lo nuestro, lo original, lo que no estaba planteado en ningún lado, fue el cuerpo de teoría derivado de esa categoría fundamental: el conjunto de sus postulados, principios, categorías fundamentales, y método.  Eso es lo que no está en ningún autor antecedente, y cuando aparece mágicamente en el Libro para el Maestro…, y en los Cursos de Capacitación Docente, no sólo sin darse los créditos correspondientes, sino pretendiendo hacerlos pasar trucadamente por otras fuentes, tenemos que afirmarlo: el deliberado plagio de ideas es evidente.

 



[*] Por lo menos, hasta en tanto no se pruebe lo contrario; pero, aún haciéndolo (y en ese punto nos retractaremos), ello confirmará, en todo caso, el error de omisión en las técnicas de investigación documental y protocolos de investigación científica.

[**] ] Al no encontrar físicamente los documentos, por supuesto, los buscamos a través de Internet; la condición de “top secret” se incrementó: es posible adquirir vía Internet el libro de uno de los tres autores, aun cuando a un alto costo; de otro de ellos hay datos sueltos, y un documento de 1977, antecedente al de 1979, con el mismo título, pero, ciertamente suficiente; y del tercer autor, nada a la vista que no sea ir directamente a la editorial a adquirirlo.

 



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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:06

Mis Primeros Conocimientos de MagiaDe la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (6/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 7 oct 10.

 

Finalmente hemos reunido todos los elementos para dar una conclusión en el aspecto de la didáctica, pero nos queda algo más para elaborar una conclusión sobre la magia y la ciencia.

 

Me tocó impartirle un curso a un grupo de estudiantes de Literatura y Enseñanza del Español, sobre el tema del “Arte y Cultura Popular”, y, sin que recuerde exactamente cómo, salió el tema de la magia en alguna clase; y al respecto explicaba yo, que si bien existía la magia, ello no era como un oscuro poder sobrenatural, sino como una ilusión producto del “truco”.  No aceptaron esa explicación propia de la ilustración, particularmente un estudiante, que hizo una interesante diferencia: <<una cosa es, dijo, la magia de chistera, y otra la del verdadero mago>>; esto es, en esencia, que, para él, había una “magia de trucos”, una especie de “magia experimental ilustrada”, y una “magia verdadera” producida por las facultades de poderes sobrenaturales, una magia oscura.

 

Así, ante tal hecho no hay nada qué hacer; el “mago de la chistera” ilustradamente puede ser explicado por la explicación del truco, pero el “mago verdadero” (en tanto no se le descubra el truco), simplemente no puede ser explicado, ese es un asunto oscuro y se convierte en un asunto de creencia o no, en algo que posee características sobrenaturales propias a un semidios.

 

 

Conclusiones.

 

Podemos, ahora sí, exponer algunas conclusiones, las cuales haremos en tres aspectos: 1) en lo didáctico; 2) en la magia; y 3) en la ciencia.

 

Respecto a lo didáctico, hemos visto, en el ámbito de lo mágico está la frontera de la ciencia, de modo que, conforme ésta explica lo que parece prodigioso, la ciencia se ensancha y el pensamiento mágico retrocede; no obstante, ello ocurre en un proceso al infinito; lo cual implica aceptar que el pensamiento mágico existirá por siempre; pero más aún, que su existencia tiene un sesgo de lo necesario en el pensamiento humano, particularmente en el campo de la creación literaria.

 

Didácticamente, poder explicar el procedimiento de un truco ilusionista, adquiere una enorme fuerza al ser razonado en términos del método científico: los antecedentes, la afirmación de una tesis explicativa, y la verificación de una hipótesis no sólo en lo teórico, sino en lo experimental.  Queda la satisfacción de sustituir el encanto de la magia, por la belleza y la fascinación de la ciencia; no obstante, ganando en ésta sin perder en aquella.  Es justo como cuando los niños finalmente descubren a los papás en calidad de Reyes Magos; hay un desencanto en los padres, pero aliviado en la conciencia de que ha culminado una etapa de la vida de los hijos, y éstos avanzan en su madurez, y no obstante, se seguirá disfrutando de la fiesta de regalos traídos por los “Reyes Magos”.  Si bien se ve, lo verdaderamente grave sería que aquel estado de inmadurez intelectual se eternizara, o que por ello se abandonara para siempre un momento de convivencia familiar.

 

En la magia, en conclusión, está la afirmación categórica de que ésta, verdaderamente existe, y ocurre ahí, precisamente, en la fantasía de la ilusión; si bien, ciertamente, no como producto de algún “poder sobrenatural” (quien lo cree así, tiene problemas con los “Reyes Magos” en los que ha dejado de creer por intromisión de sus padres).

 

Esa ilusión se produce como un engaño de los sentidos, física o psicológicamente.  Ejemplos del engaño producido físicamente, fueron, por ejemplo, el caso de la desaparición y aparición de la moneda, el caso de atravesar el cuello de una persona con las cuerdas, o el aro de cartón que asciende por un plano inclinado de una regla de madera contra las leyes de la gravedad.  Ejemplo de un engaño psicológico, son los casos de la teletransportación de la esfera en las copas, o la aparición, de la nada, de un ramo de flores.

 

Algo que la ciencia desentraña de la magia, es que ésta no se produce de súbito, sino que ocurre en un proceso sutil que, para sorpresa del lego, no está en el “truco” como tal, sino, misteriosamente, <<en lo que el mago hace>>.  Y todo este artículo con tantas aristas, no tenía por más fin esencial, que, precisamente, explicar las tres fases en que la magia se produce: 1) el condicionamiento, 2) la velación, y 3) la ilusión.  El acto de lo mágico, en el mago, siempre ocurre en la segunda fase, en el acto de velar las cosas, en el momento del empleo de la chistera, cualquiera que sea la naturaleza de ésta, desde el sombrero de copa, un velo, el ocultar con la mano, hasta, incluso, una distracción; aun cuando para el espectador ocurre en la ilusión, en la tercera fase.  Y, misteriosamente, es justo ese desfase entre lo que el mago hace y lo que el espectador ve, lo que produce la magia.

 

Y hablando de la magia y la ciencia, concluyendo acerca de esta última en la comunidad de geógrafos, ello lo explicamos concretamente en ese efecto de lo mágico en el desfase entre la velación y la ilusión, por ejemplo, en el artículo sobre el “Libro para el Maestro de Secundaria, Geografía”, 1994; en el que se muestra, pues, que una chistera, no sólo es un cesto, un sombrero de copa, o los velos sobre el “truco”, sino que puede tener su equivalente sutil en lo más impensado; pero que, explicada la magia (descubierto el truco), se convierte en el mejor ejemplo didáctico de la importancia de la ética profesional y de los protocolos en las técnicas de investigación documental, como parte esencial de la producción científica.

 



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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:05

Mis Primeros Conocimientos de MagiaDe la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (5/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 4 oct 10.

 

El otro anécdota, y con esto ya voy llegando a donde quiero llegar, fue con otro grupo.  Hasta aquí, está claro que el asunto de la magia no es, o era en ese momento, ni por un asunto esotérico, ni por el mero “Show”, sino por razones eminentemente didácticas en relación con la ciencia.  Y paso a explicar eso ahora.

 

Ya aparentemente consumado como mago, adquirí ciertos implementos, entre ellos, un par de copas con su tapas, que las hacían aparecer esféricas.  La primera en estrenarlas fue una de mis hijas.  Se puso a estudiar (diablos, para todo hay que estudiar) la manera de usarlas, y cuando lo entendió, dispuso todo frente de mi, la observaba con incredulidad, ella hizo lo suyo: destapó y me mostró ambas copas vacías, y una esfera.  Luego puso la esfera en una copa, tapó ambas, hizo sus pases y demás farfulla a manera de teletransportar la esfera de una copa a la otra.  Finalmente destapó la copa en que había puesto la esfera, y…, vacía!..., ¡ay mamá, cómo le hizo!...; luego destapó la otra copa y…, ¡glup!, ¡ahí estaba ahora la esfera!  Impresionante.  Ella se reía con el placer de la maga que ha demostrado su poder, y yo disfrutaba del angustioso placer dado en la ilusión de la magia.

 

Eso fue muy útil, pues vi el poder de esos instrumentos.  Luego me tocó estudiarlo a mi, para presentarlo con fines didácticos ante mis alumnos.  Así lo hice con todo lo impactante del caso, presumiendo, deliberadamente ufano, de mi poder; lo que, obviamente despertó el rechazo concitado de los estudiantes, que descalificaban tales “poderes sobrenaturales”, invocando a que había un “truco”.  Entonces les invité a que descifraran por inferencia, dados los elementos objetivos y una posible hipótesis, no por adivinación, cómo ocurría tal “truco”, en el entendido de que, mientras no lo explicaran, objetivamente tenían que reconocer que ello ocurría por un poder especial y que no había tal “truco”, sino “magia” verdadera.

 

No les dejé que manipularan las copas, tenían que inferirlo.  Luego de hacer sus consideraciones por un breve lapso, apareció el estudiante perspicaz que propuso la explicación; lo dejé manipular los artefactos y reprodujo entonces sin problemas el “truco”.  En un instante desapareció el encanto de la magia, lo fascinante de la ilusión…; pero, en proporción inversa, nacía en ellos la maravilla aún más fascinante, del método científico: he ahí lo didáctico.

 

Al respecto, alguna vez se me invitó a participar en una Mesa Redonda de la que no recuerdo el título, pero cuya temática trataba justo sobre magia y ciencia.  La organizó un compañero profesor partidario del pensamiento mágico, e invitó, además, a dos profesores de la Universidad pública en el ámbito de la divulgación de la ciencia.

 

Los profesores de divulgación científica, comprometidos con el evento pero en un ambiente del que se fueron dando cuenta, de un auditorio eminentemente proclive al pensamiento mágico que les era totalmente adverso, hicieron con cierto desgano varios experimentos (calentar agua en un recipiente de papel y otros por el estilo), y entre ellos uno que se vinculaba muy directamente con lo mágico: se colocó un aro de cartón al pie de una regla de madera a manera de un plano inclinado, y, sin más aspavientos, se le soltó, y el aro ascendió libremente por la rampa.  Pero al respecto no comentaron nada más.  Era evidente que estaban exponiendo todo su repertorio, pero sólo por exponerlo, sin un propósito, o perdido éste ante ese ambiente.

 

Cuando tocó mi turno, simplemente pregunté a ese auditorio de pensamiento metafísico, formado por unas veinte a treinta personas, acerca de cómo era que dicho aro había ascendido por el plano inclinado.  El auditorio permaneció en silencio; era muy simple inferir cómo, pero nadie hacía ninguna propuesta.  Entonces dije que ello era, porque el compañero profesor que hizo el experimento, tenía poderes sobrenaturales al hacer que el aro actuara contra la leyes de la física; y hasta ahí ese auditorio no hubieran dicho nada, como de hecho fue; y hubiera quedado conforme con tal explicación mágica, al fin, eso era lo que quería oír; pero…, agregue que, no obstante, al no haber poderes sobrenaturales, había un truco; e insistí en que alguien explicara cómo operaba.  Yo aguardé para hacer más impactante el hecho de eran susceptiblemente fáciles víctimas del engaño en el pensamiento mágico.  Pero, finalmente, justo el compañero de pensamiento ilustrado encargado de la Biblioteca, donde se efectuaba el evento, fue el que intervino, y dio la respuesta correcta; y agregué que ello era evidente (yo también lo estaba suponiendo, porque desconocía el truco), y voltee a ver al profesor en posesión del aro, él se levantó, y, a la vista de todos, reveló dicho truco (el cual de momento me reservo, porque con base en esa experiencia, luego hice un trabajo para acreditar el curso de “Pensamiento Crítico y Creativo” en la Maestría en Educación Superior, elaborando una historieta en la cual, didácticamente, recreo dicho “acto de magia”, y que en su momento instalaré en este Blog).

 

Y ya sólo para terminar, les narro el acto de magia más sorprendente que realizo (el que más me gusta, incluso por sobre el de las cuerdas que atraviesan el cuello de las personas): la aparición, de la nada, de una ramo de flores (también intentaré hacer una historieta y aquí lo expondré).

 

Consiste en que, de un costal, una bolsa negra de esas de plástico, voy sacando los objetos para la magia, los cuales coloco sobre la mesa.  Empiezo por un pliego de cartulina doblado simétricamente en forma de un poliedro triangular, pero al que deliberadamente se le ha curvado una de sus esquinas, de modo que al intentar dejarlo verticalmente sobre la mesa, éste se cae una y otra vez, optando por dejarlo acostado.  Luego saco simultáneamente un pliego doblado en cuatro partes en forma de cubo, y al tiempo que lo coloco verticalmente sobre la mesa, también coloco otro pliego en forma de cilindro de la misma manera hacia el centro (e incluso vuelvo a hacer el intento de parar el pliego triangular, sin éxito).  Finalmente, saco el “paliacate mágico” (el velo), y mi raquítica “varita mágica”, una pequeña vara de una rama retorcida.

 

Ya con todo dispuesto, entonces circunscribo el cilindro con el cubo, e intento circunscribir a ambos con el poliedro triangular, que como resbala, finalmente lo desecho devolviéndolo al costal, explicando que realmente es suficiente la “cuadratura del círculo”.  Luego con el paliacate tapo la parte superior de los poliedros, y disponiéndome al acto, hago que recuerdo que antes debo mostrar que los mismos están vacíos.  Vuelvo a quitar el paliacate, y saco el cilindro, desplegándolo y mostrándolo vacío, y el cual lo vuelvo a colocar envolviendo al cubo; luego saco el cubo y hago lo mismo.  Luego el paliacate, “nada por aquí, nada por acá”, y cubro los poliedros nuevamente.  Unos pases por aquí, otros pases por allá, farfulla de concentración, aspavientos propios a un portento, las obligadas palabras mágicas misteriosas, y, dejando de lado la “varita mágica”, lentamente con la punta de los dedos de una mano tomo el paliacate del que tiro violentamente, e inmediatamente después, con la otra mano, levanto los pliegos de cartulina en forma de poliedros, dejando ver la aparición, de la nada, de un ramo de flores.

 

Luego, cuando hice este acto en un grupo de posgrado, cada flor mágica (ya no cualquier flor) la obsequié a cada una de las compañeras, felices, y el premio –y de ahí lo exquisito de este acto– fue un rico abrazo y un beso de cada una.

 


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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:04

Mis Primeros Conocimientos de MagiaDe la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (4/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 30 sep 10.

 

Qué es, pues, la magia.  Para entenderlo, tengo que contarles otro par de anécdotas maravillosos de mi experiencia docente.  Aquella plática con el compañero físico y la conferencia del Dr. Éli de Gortari tenidas a principios de los años noventa, al parecer, a la vista del no-entendido, pudiera decirse como, “no obstante” mi posición dialéctico materialista (cuando en realidad es gracias a ella), me permitía reconocer la existencia de la magia.  Pero al empezar el siglo XXI, ya no sólo reconocía su existencia, sino que ya era capaz de producirla.

 

La había ensayado con unos profesores, con los resultados que ya conocen; pero ahora tenía que llevarla con los estudiantes.  No por razones esotéricas, eso está claro –espero–, sino justo por las razones de la importancia de la investigación científica en general, y ya no sólo de frontera.  Así que, iba a aplicar la magia entre mis estudiantes, pero por simples razones didácticas.

 

Preparé el terreno, ya saben, hay del mago que no proceda con esa cautela; elegí a mi mejor grupo, con el que mejor me llevaba, estudiantes de la Licenciatura en Relaciones Internacionales; y aquí sí, la “víctima” tenía que ser una de las niñas bonitas del grupo, o “no funcionaría”.  Y una de ellas, muy segura de sí misma, se prestó; y voluntariamente dos estudiantes con la fama de bárbaros, se propusieron para tirar de las cuerdas.

 

Procedí de la manera que procede todo buen mago que se precie de serlo: mostré los implementos (las cuerdas), las hice revisar por varios de ellos; luego las tomé y coloqué sobre los hombros de la estudiante, de momento, aún sin entrelazarlas.  Fui disponiendo cosas raras a su vista: el bote de basura lleno de papel periódico al pie de la estudiante; hojas del mismo extendidas a su alrededor; y luego, antes de darles las instrucciones de lo que tenían qué hacer, procedí a explicarles en qué consistía el “experimento” de magia entrelazando otras cuerdas en un periódico enrollado, y diciéndoles, “miren, esto es lo que va a pasar con la compañera: las cuerdas van a pasar su cuello como se los voy a mostrar con este artefacto”, y pases por aquí y pases por allá, y, a un tirón de las cuerdas…, y, ¡el periódico quedó estrangulado!...  “Bueno, ven, como les decía, esto es lo que no va a pasar con la compañera”…  Y, por supuesto, en medio de la risa de todos, la antes muy segura estudiante, comenzó a transpirar y enrojecer, y como que ya mejor no; pero de inmediato le di instrucciones “para su seguridad” y pasé al acto de magia.

 

Una recomendación muy especial fue que se tapara los ojos con las palmas de las manos…; y es que era entendible, si me fallaba (algo muy probable), los ojos se le podrían botar y saldrían rodando como canicas.  Y por eso el cesto de basura con papeles para amortiguar la caída de su cabeza, ante la posibilidad de que no sólo quedara estrangulada, sino degollada; por lo menos su cabeza caería “en colchoncito” y no se haría un “chipote”.

 

Pero conforme todo aquello pasaba, la tensión fue creciendo; todo ese asunto se veía peligroso (y que si no), y varias de sus compañeras comenzaron a conminarme a que desistiera.  Entrelacé las cuerdas a su cuello y di cada extremo al bárbaro correspondiente…, pero en medio de aquella tensión, comenzaron a flaquear y finalmente desistieron (¡bhuuu!).  Yo hacía ver que me sudaban las manos tallándolas y secándolas contra mi ropa, y hacía como que dudaba, como que la pensaba una y otra vez…, pero, en mucho, ello no era fingido, sólo recordaba que, en verdad, ya mero estrangulaba a un profesor.  Y la tensión llegó a su extremo cuando sus compañeras exclamaban: “¡No profesor, no lo vaya a hacer, la va a lastimar!”; y yo por mi lado: “¡No, no se preocupen, con suerte, y no pasa nada; casi siempre me ha salido bien!”…  Se estaba en el punto; entonces tomé los extremos de las cuerdas, las palabras mágicas, las compañeras se reclinaron sobre las paletas de sus butacas metiendo su cabeza entre sus brazos, se tapaban la cara con sus manos apenas mirando entre sus dedos, la sonrisa en los compañeros era ya una mueca desfigurada..., y a la de tres…, y, ¡¡zaz!!..., un tirón a las cuerdas, y un grito de exclamación y cometarios de sorpresa: las cuerdas habían atravesado el cuello de la estudiante (y hasta sus brazos, pero eso no tenía chiste y ni lo mencioné).

 

Luego le tomé de la cabeza y la agité de un lado a otro, y consumatum est, le dije que podía pasar a su lugar.  Ya nada más aclaré por qué había hecho eso último; y es que una vez me quedé con la cabeza de una estudiante colgando de los cabellos, en lo que su cuerpo se fue a su butaca; y ese no fue tanto el problema, sino el ajustarle luego nuevamente la cabeza de manera correcta.

 

Bueno, ya sabrán, a partir de entonces fui conocido como el “Maestro Mago”.

 


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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:03

Mis Primeros Conocimientos de Magia De la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (3/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 27 sep 10.

 

Quizá el último evento al que haya yo asistido a la Universidad, fue a un curioso Seminario o Ciclo de Conferencias, quizá de 1992, titulado algo así como “La Investigación de Frontera”; que no recuerdo quién lo convocó, pero al que asistió todo lo más selecto de los investigadores de los diversos Institutos de la UNAM.

 

Me he referido a este evento como “curioso”, porque, todos cuantos nos hicimos presentes (para más, en el Auditorio del Instituto de Investigaciones Jurídicas), lo hicimos cada cual entendiendo una cosa distinta por el título del evento; y no sólo entre los asistentes como escuchas esperando cada cual oír lo que quería, sino entre los conferencistas mismos, hablando cada cual de lo que se imaginó.  Y entre lo más selecto de los investigadores de la UNAM, a las dos o tres conferencias, aquello ya parecía un coloquio de orates, en donde, cada loco con su tema, nadie entendía, pues, de qué se trataba aquello.

 

Todo el mundo guardaba la compostura sintiéndose el más infeliz de los ignorantes al no entender nada, pero no queriendo ponerse en evidencia.  Hasta que a la cuarta o quinta conferencia le tocó su turno a una investigadora, creo que del Instituto de Química, que de plano, toda mortificada, no podía iniciar su exposición.  Y con esa candidez exquisita de la feminidad, haciendo a un lado sus papeles, recuerdo que dijo algo así como: <<oigan, es que de lo que yo les voy a hablar, no tiene nada que ver con lo que antes se ha expuesto…>>; y, pues, todos nos quedamos igual, porque hasta ahí, nadie había entendido aún nada de nada.  Y continuó: <<…es que yo les voy a hablar de las facies en los estados de frontera en los procesos termodinámicos (o algo así), y veo que aquí de lo que han estado hablando es del concepto de “frontera”, pero de otra cosa>> (creo que alguien había expuesto sobre los problemas migratorios en la frontera con los Estados Unidos).  Y en una explosiva carcajada, todos aliviamos la angustia de nuestra ignorancia.  Entonces vinieron las aclaraciones de todos lados, se precisó el sentido con que los convocantes querían tratar la categoría de “frontera”, lo cual se refería –como nosotros afortunadamente lo habíamos entendido– a otra manera de llamarle a lo que también se denomina como “investigación básica”, o “investigación de punta”; y, ni modo, nos tuvimos que echar la conferencia sobre las turbulencias en las facies de los estados de frontera en los procesos termodinámicos (o algo así); pero por lo menos ya sabíamos en que consistía toda aquella loquera.

 

El anécdota ha resultado un poco largo, pero no me estoy desviando del tema de la magia y la ciencia; era necesario aclarar aquello, porque, aún ya “vueltos a la normalidad”, la que quizá fue la última conferencia del Dr. Eli de Gortari, trató exactamente de eso: la magia y la ciencia (si no se hubiera aclarado antes la situación del evento, ahí nos hubiéramos puesto todos a llorar sin poder entender absolutamente nada de nada de que se trataba todo aquello).

 

El Dr. Eli de Gortari leyó su trabajo, pero desafortunadamente, por un malestar en su voz, ya no se le podía entender del todo.  Pero, sentado en la primera fila, muy próximo a él, estuvo el Dr. Marcos Moshinsky, y al final de la conferencia, fue él el único que pudo intervenir.  Medio levantando las manos como en una exclamación y luego cruzándolas al pecho, casi textualmente lo recuerdo: <<Pero Dr. De Gortari, ahora si nos ha sorprendido…, usted que siempre ha tratado sobre los fundamentos de la ciencia, cómo es que usted nos ha venido a hablar ahora de magia?>>.  La respuesta no la entendí porque no la escuché bien, quizá muy pocos la hayan entendido por las mismas razones, sólo los que estaban muy al frente.  Pero en realidad fue algo que no me inquietó mucho, porque de alguna manera podía suponer su respuesta, pues ese tema lo había discutido hacía no mucho con físico compañero de trabajo, del que entendí, no qué era la magia y mucho menos cómo hacerla, sino su significado en la cultura humana; y, por lo poco que capté de su conferencia, el filósofo materialista dialéctico, Dr. Eli de Gortari, se refirió precisamente a eso, donde en la investigación de frontera de la ciencia, lo aún no descifrable, permanece en el reino de la magia; lo cual, aún reconociendo el rigor del conocimiento científico, no excluye la existencia de aquella.


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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:02

Mis Primeros Conocimientos de Magia De la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (2/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 23 sep 10.

 

En un instante descubrí qué es la magia; empecé a ensayar cual “Aprendiz de Brujo”, y contrasté mi viejo sueño acerca de lo que buscaba en la magia con los escenarios y situaciones que ahora imaginaba; y pronto descubriría que, efectivamente, la magia existe.

 

Como materialista dialéctico, negaba la existencia de la magia como tal, y mentalmente ello se traducía automáticamente como “trucos hechos de alguna manera”; pero hasta 1999 en que redacté una pequeña novela (espero alguna vez instalarla aquí: “El Amor y la Joya”), en una de la escenas más exquisitas, él hace aparecer un pequeño ramillete de flores a la vista de ella.  Pero aparecen así, como en la magia de mi fantasía de la infancia; es decir, aún no entendía realmente qué era ello, ni cómo se hacía realmente la magia, y aún pasarían unos cuatro años para que lo comprendiera, y ello estaba ocurriendo esa noche que regresé a mi casa y releí, en no más de dos líneas, “el primer secreto de la magia”.

 

Mi primera “víctima” fue mi propio hijo: de pronto, sentado él frente a mi, aproveché y tomé una moneda, puesta en la palma de mi mano derecha, la empecé a frotar en el codo de brazo izquierdo; al fin aprendiz, la moneda se me cayó dos veces, pero al tercer intento, con su mirada puesta en mi codo, un tanto entre indiferente y una sonrisa indulgente, un suave soplido, y ¡fum!..., la moneda desapareció.  Entonces vino su reacción incrédula: <<¡ah caray, a ver, cómo cómo cómo…!>>.  Y eso no fue todo; doblé mi codo nuevamente, él tenía sus ojos apenas a unos diez centímetros de él, y lo empecé a agitar hacia arriba y hacia abajo sobre la palma de mi mano, y de pronto ¡zaz!..., ahí estaba nuevamente la moneda saliendo y cayendo de mi codo sobre mi mano.  Su reacción me demostró, que con el truco más sencillo, se hace la magia más poderosa.

 

Aprender a desaparecer y aparecer una moneda, un elefante, o un exquisito ramillete de flores, es, básicamente, lo mismo.  Cuando mi personaje de la novela aparece a la vista de ella ese ramillete de flores, ello está ocurriendo, en la fantasía de mi deseo, mediante magia pura “de algún modo”; pero, ya no en mi fantasía, sino en los “hechos reales” del pasaje de la novela, mediante algún truco, “de alguna manera”; pero las dos cosas (la magia y el truco) las desconocía.  De haber sabido de magia, sin duda hubiera recreado esa escena de una manera más maravillosa.

 

Cuando finalmente aprendí de magia, e incluso elaboré mis propias palabras cabalísticas en latín, un día entre un grupo de profesores en una plática informal alrededor de la mesa en  un jardín de la Universidad, me dispuse ha hacer, sin recordar cómo llegué a ello, y que en realidad no importa, uno de los actos más impactantes.

 

Estábamos ahí dos profesoras y cuatro profesores, se prestaron a colaborar con el acto los otros tres profesores: a uno le amarraría un par de cuerdas al cuello, una de ellas entrelazada como para que, al tirar de sus extremos; para lo cual estaban los otros dos profesores; el enlace de la cuerda lo estrangulara.  Afortunadamente fue profesor y no profesora, los compañeros tiraron de las cuerdas…, ¡y en los hechos, realmente, lo estaba estrangulando!  Cuando aquel profesor comenzó a dar muestras de estar sufriendo, los otros profesores dejaron de tirar de la cuerdas, e incluso tácitamente reclamándome.  Revisé el dispositivo, y realmente estaba mal puesto, me había equivocado; pero insistí en hacer el acto, alegando que había olvidado pronunciar las palabras cabalísticas (cosa que también fue cierta).  Arreglé el dispositivo, pronuncié las palabras mágicas, y yo mismo (porque los otros profesores ya no querían hacerlo, y a ello se aunaba la firme oposición de las profesoras a que yo continuara), sin más, tiré fuertemente de las cuerdas y…, a su angustiada vista ambas cuerdas, para su estupefacción, atravesaron su cuello.  Fue extraordinariamente impactante; por ello, cuando me repuse de fracaso como mago, se hizo uno de mis actos favoritos.

 

                              Alguna vez iba yo caminando por la calle, y de pronto se me apareció mi Maestro Mago.  Me preguntó sobre mis avances en la materia, y, apenado, le narré el anécdota en que por poco, en verdad, estrangulo a un profe.  Rió de buena gana y simplemente me dijo que no me preocupara por ello, porque nadie podía saber lo que realmente estuviese yo haciendo, y así fue, de hecho, la experiencia; y concluyó riendo y diciéndome complacido: “ya encontraste tu propio estilo…”; me quedé pensando en cuál era, y me daba cuenta que ese estilo era el del “mago atolondrado que todo le falla, pero al final, sorprende”, y ello me salía muy natural, aún no me lo propusiera.  Antes de esfumarse, ya saben, me hizo un pequeño acto de magia en que me desapareció algo; entonces le dije que yo también lo podría hacer, pero, por lo que veía, a diferencia de él, yo necesitaba alguna preparación; y me pidió que le explicara; entonces le expliqué el procedimiento…, y para mi desconcierto, me sorprendí cuando él mostró quedarse admirado con aprobación tras aquella explicación.  No me dijo nada más; de hecho, sonriente, viéndome de fijo, simplemente desapareció; pero me di cuenta, por ello, que el discípulo lindaba ya con el Maestro.

 


 

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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:01

Mis Primeros Conocimientos de Magia De la Magia y la Ciencia

en la Comunidad de Geografía en México.

  Artículo, 2010 (1/8).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 20 sep 10.

 

Desde temprana edad nos fascinaba la magia –como a cualquiera–, el poder lograr transformaciones de las cosas con artes y poderes prodigiosos.  El primer lugar en donde la estudiamos (ni modo, resulta que para todo hay que estudiar), fue en uno de mis primeros libros que me regaló mi madre  a los diez u once años de edad, fue en el volumen sobre el tema, de Edward Stoddard, de la colección “Mis Primeros Conocimientos”, editada por el Dr, Frank Thompson, en Editorial Grolier, EU, 1961.

 

Sí, alguno que otro truco sencillo, simple y curioso, pero no era lo que yo quería –que no sabía exactamente qué–, pero que era algo así como esa magia portentosa.  Stoddard comienza con un apartado que titula: “Primer Secreto de la Magia”, y dice ahí al comenzar: “No son los trucos lo que engaña al público – sino la persona que hace los trucos”…; y como eso no lo entendí…, pues no aprendí desde entonces sobre magia.  Y tuvieron que transcurrir poco más de 40 años; y un feliz día, un mago estaba sentado frente a mi, deseoso de practicar sus artes, y luego de uno que otro truco –como todos, sorprendentes– vino mi anécdota de la infancia, y el que desde ese momento se convirtió en mi “Maestro Mago”, me dijo simple y sencillamente: “los mejores trucos son precisamente esos, los más simples; es que no entendiste, <<no son los trucos lo que hace la magia – sino lo que la persona hace>>”, y el “Maestro Mago”, antes de que pudiera yo preguntarle qué quería decir eso exactamente, se fue…; bueno, en el argot se dice, se “esfumó”, “se disipó en el aire”; de pronto, “¡fum!”, ya no estaba…  Ya por la noche, todo desconcertado, llegué a mi casa, y lo primero que hice al entrar, impresionado por todo lo que había visto, fue tomar del librero aquel viejo volumen con el tratado sobre magia, de Stoddard…; y me quedé estupefacto al volver a leer en las primeras líneas, con una ligera variante, las mismas palabras acerca del “primer secreto de la magia”…, y entonces entendí… (continuará…).

 

 



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7 enero 2010 4 07 /01 /enero /2010 09:00

 La Geografía: de Sierva del Imperio, 

a Sierva del Clero.  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri  

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica
de Geografía Teórica. 
http://espcio-geografico.over-blog.es/; 
México, 7 ene 10.

 

Cuando Estrabón (60 ane a 21 dne) al inicio de nuestra era, afirmaba por consigna en su “Geografía”, que “la mayor parte de la geografía está referida a la vida y a las necesidades del orden de gobierno”1; y que “por ello los geógrafos no tienen por qué preocuparse de aquello que está fuera del mundo habitado”2; cuando desde los mapas de las Tablillas de Barro de Babilonia, sin necesidad de consigna ideológica, social, o política alguna ya se mostraba esas utilidades de la Geografía, y el mapa de Anaximandro mostraba que el mundo entero conocido estaba habitado por todos lados; lo que Estrabón hacía con ese énfasis bajo la pax romana, era poner a la Geografía como demagógica sierva del Imperio.

 

Diremos, en la figura literaria de Pablo González Casanova, Estrabón convertía a la Geografía en la Agar de Sara, hecha esta última egoístas intereses idelógico-políticos de la dinastía julio-claudia, en el lapso de Augusto y Tiberio, que normalizaba el Imperio tras la derrota de la República en que Estrabón vivió durante su juventud.

 

Pero cuando dos siglos después Constantino “oficializa” el cristianismo, no sólo la Geografía, sino el Imperio mismo, comienzan a quedar en servidumbre a los intereses idelógico-políticos de la religión; y el resultado final en el conocimiento del objeto de estudio de la Geografía, el espacio terrestre, fueron los mapas conocidos como de “T en O”: el forzar subjetivamente la distribución de mares y continentes a la imagen de la aureola y de la cruz cristiana.

 

Para entonces, ya no sólo el Imperio, sino el saber geográfico mismo sumidos en el vasallaje ideológico-político, se habían perdido.  Sólo la geografía árabe, igualmente sierva de la teocracia, pero en un surgente nuevo imperio, aportó apenas un conocimiento geográfico un poco más científico, pero muy lejano aún, del alcanzado por los griegos.

 

Los árabes, no obstante traducir a Ptolomeo en el siglo VIII, omitieron y fueron ajenos a la abstracción de la geometría griega que, como posteriormente lo demostró Colón, permitía la navegación de altura; de ahí que los árabes sólo navegaron en lo concreto del cabotaje puerto a puerto, primero estimando, y luego, ya con la brújula, siguiendo la noción de rumbo y distancia según el tiempo de recorrido, con lo cual se formaron las llamadas, por ello, Cartas Portulanas, entre los siglos XIV, a bien entrado aún el siglo XVI.

 

Las Cartas Portulanas no podrían levantarse sino a condición del uso de la brújula, la cual, precisamente, fue llevada desde China a Europa por los Polo a fines del siglo XIII.  Así, la primera Carta Portulana data de 1300, y ese fue el instrumento para el conocimiento del espacio terrestre por poco más de siglo y medio, hasta la aparición de la primera carta renacentista; la trapezoidal de Nicolás Germano de 1466, que también elabora Toscanelli entre 1476 y 1482; con lo que se volvía a la idea de la cartografía proyectiva de los antiguos griegos, liberándose finalmente a la Geografía de toda servidumbre ideológico-política.  Aún entre ese último año de 1482 y hasta 1589, por todo un siglo más, las Cartas Portulanas se mezclaron con la cartografía proyectiva desde Nicolás Germano y Henricus Martellus, Toscanelli (1397-1482), Apiano (1495-1552), Ribero (14??-1533), Mercator (1512-1594), Ortelio (1527-1598), y Hondio (1594-1629).

 

La Geografía, nuevamente con todo un contenido científico, junto con toda la ciencia renacentista que inauguraba la Época Moderna, volvía a ser parte de la guía del desarrollo objetivo, económico, social, político e ideológico de la sociedad.  La burguesía progresista que iniciaba el sistema capitalista, no “ideologizó” ni “politizó” la ciencia, no tenía necesidad de ello; por el contrario, fundó sus acciones ideológicas y políticas guiándose por los desarrollos de la ciencia y de la técnica.  Esto es, que la ciencia por sí sola, en su libre expresión, sin “consigna” idelógica o política alguna, fue suficiente para combatir la escolática y el oscurantismo medieval.  Y así, el proceso del conocimiento del espacio terrestre, volvió a ser a partir de sus condiciones objetivas.

 

                              Pero cinco siglos después, esa burguesía es otra, de hecho su opuesto.  Ahora todo cambio perturba la estabilidad de sus privilegios, el progreso le abruma, y hoy es ella misma el principal obstáculo al desarrollo.  Esa burguesía, hoy conservadora, es la más interesada en propalar una nueva edad oscurantista, promoviendo, en lo general, la ideología del llamado “posmodernismo”; y en lo particular de la Geografía, en volver, una y otra vez, a los postulados de Estrabón.


1       Estrabón; Geografía, Prolegómenos; Aguilar; Madrid, 1980; p.18.

2       Ibid. p.18.


 
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