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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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23 octubre 2011 7 23 /10 /octubre /2011 23:04

Geometría y Métrica del VacíoComentario a, O. Spiridónov, Constantes Físicas Universales.  Artículo, 2011 (4/5).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/; 13 nov 11.

 

Como expone Spiridónov, hablar de esta teoría moderna de la gravitación de Einstein sería inmaduro, si antes no se considera lo relativo a la aparición de otras constantes, siendo la primera de ellas, la constante de Avogadro, y luego la de Boltzman, acerca de los gases, de donde dice Spiridónov. “El relato sobre la constante de Avogadro es, en realidad, una narración sobre la estructura de la sustancia[1].

 

Hablar de estas constantes sobre  la estructura de la sustancia antes de volver a la teoría de la gravitación, pues, no es casual, dado que desde Newton, con el éter, se buscaba la sustancia misma del vacío; y Spiridónov, necesariamente en el relato de esta historia, se remite a la teoría griega de los Elementos, de la que éste dice: “”En dicha teoría no surgía por completo el problema de la estructura interna de la sustancia.  Tal vez, lo único que valía de esta teoría era que señalaba la posibilidad de transición de unos elementos a otrosa determinadas condiciones”[2]; a la vez que, paralelo a ello, históricamente aparecía la teoría atomística de Demócrito, directamente acerca de la estructura interna de la sustancia.

 

En el renacentista siglo XVII, a decir de Spiridónov, es con Pedro Bayle (1627-1691), que se rescata la teoría corpuscular de la estructura de la sustancia; retomada por Lomonosov (1711-1765), Lavoisier (1743-1794), y Dalton (1776-1844); hasta que la controversia entre la teoría atomística de Dalton y la ley de Gay-Lussac que la refutaba, fue resuelta a principios del siglo XIX con la teoría molecular de Amadeo Avogadro, logrando unir ambas teorías.

 

Con la teoría molecular de Avogadro se tiene una especie de una posible geografía de 1 cm3 de agua, en el que se puede saber la cantidad de moléculas de agua, el volumen ocupado por éstas, sus dimensiones y las distancias entre las mismas.

 

Y lo anterior no es, de ninguna manera, una analogía graciosa, sino una analogía fundamental para tratar de entender la naturaleza del espacio, y que Spiridónov va a destacar en función de la aparición de nuevas categorías para identificar la estrucutra de la materia (es decir, en este caso, identificar cómo está organizada la realidad objetiva en su conjunto): “Es especialmente necesario subrayar –dice Spiridónov–, el corolario importante que se desprende de la hipótesis de Avogadro.  En lugar de las relaciones sobre la estructura continua de la sustancia, ella, después de las teorías de R. Boyle y J. Dalton, consolida en la cienciael concepto de la estructura de la sustancia discontinua, granular, elemental, o como se suele decir, discreta[3].  Esa estrucutra en el espacio mesocósmico, corresponde a la relación entre los estados discreto y continuo del espacio; esto es, la relñación de los fenómenos y sus dsitancias o geometría.

 

De la tercera historia de las constantes físcas universales de Spiridónov, éste se refiere al electrón, y acerca de las fuerzas eléctricas cita de Lomonosov: “una materia invisible fuera del cuerpo electrizado que es precisamente la que efectúa esa acción”[4], del que más adelante, retomando a Faraday, dice: “es un medio material que ocupa el espacio “vacío” a través del cual se transmite la interacción eléctrica y magnética de un punto a otro”[5].

 

La cita resulta importante por dos razones: 1) el campo (en este caso eléctrico o magnético), es un medio material, y 2) los campos, tanto eléctrico como magnético, son “independientes” del vacío; es decir, actúan en él, lo ocupan, de modo que ello plantea que el vacío debe ser otra cosa distinta de ellos.  Esto fue reforzado desde el siglo XX con la invención de las bombas de vacío, que permitieron experimentar con la acción de los campos en aquel, identificado entonces con el éter.

 

“En el transcurso de muchos siglos el negar la existencia del éter se consideraba tan absurdo como el hecho de que sin agua los barcos no podrían navegar por el océano…  Mientras tanto el propio éter no manifestaba con nada sus propiedades…”[6], y con ello, hacia fines del siglo XIX, se convirtió, ya en unop de los principales problemas de la física.

 

A su solución, no dudando de la existencia del éter, se propuso Michelson (1852-1931), mediante la medición de la velocidad de la luz en función del “viento del éter”, la cual se propagaría a distintas velocidades según el ángulo y dirección de la luz respecto del “viento del éter”, produciendo el arrastre del movimiento de la Tierra, o de que éste no existiera. 

 



[1]        Spiridónov, O; Cosntantes F´sicas Universales, Editorial MIR, Moscú, 1ª edición en ruso, 1984; 1ª edición en español, México, 1986; p.27 (subrayyado nuestro).

[2]        Ibid. Pp.27-28.

[3]        Ibid. p.32 (subrayado nuestro).

[4]        Ibid. p.51.

[5]        Ibid. p.52.

[6]        Ibid. p.83.


 

 

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23 octubre 2011 7 23 /10 /octubre /2011 23:03

Horror VacuiComentario a, O. Spiridónov, Constantes Físicas Universales.  Artículo, 2011 (3/4).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/; 06 nov 11.

 

La primera historia de Spiridónov trata sobre la constante de la gravitación, acerca de “la atracción mutua de los cuerpos”[1].  Es importante para el geógrafo del futuro, que se entiendan estos aspectos básicos.  La descripción cuantitativa, hemos dicho antes, es el establecimiento de las correlaciones matemáticas de los procesos cambiantes que escapan a nuestra percepción sensible directa.

 

A fin de sacar mayor provecho al resumen de esta historia, convendrá insertar conceptos que en ella misma Spiridónov no aplica, pero que sí los correlaciona, específicamente, en las historias sobre las constantes de la velocidad de la luz y de Hubble.  Así, cuando Spiridónov explica que en el siglo XX Einstein crea la moderna teoría de la gravitación, ello no quiere decir sino que Einstein crea la moderna teoría del espacio.  Para Einstein el Universo es estacionario, e “intentó –dice Spiridónov– hallar la resolución de las ecuaciones del campo de gravedad, con aplicación a semejante espacio estático”[2]; esas ecuaciones son las contenidas en “una nueva teoría del tiempo y el espacio, que es la teoría de la relatividad”[3].

 

Una interpretación que nos resulta de esa gráfica sobre la curvatura del espacio tridimensional, es precisamente algo que expone Spiridónov: “Las fuerzas de gravitación son incomparablemente más débiles que las que actúan en los núcleos de los átomos (fuerzas nucleares).  Al interactuar cuerpos grandes, el papel de las fuerzas electrónicas y nucleares se reducen prácticamente a cero, mas las fuerzas de gravitación aumentan de manera inconmensurable, al pasar a objetos mayores…”[4].

 

Pero lo verdaderamente esencial, Spiridónov lo menciona cinco líneas más adelante: “Las fuerzas que actúan dentro del átomo, pueden ser tanto de atracción como también de repulsión, mientras que las fuerzas de gravitación siempre son fuerzas de atracción”[5].

 

Ello resulta esencial, dado que en la dialéctica de la naturaleza no parece haber monopolos, y ésta sería, o una excepción, o una interpretación aun defectuosa que no resuelve el problema de por qué, entonces, los cuerpos todos, no convergen en una sola masa, y antes al contrario, parecen expandirse en el Universo, en donde el profundo vacío del mismo ha de ser considerado.

 

El mismo Newton (1642-1727), se contrariaba con ello, según se ve de la cita que Spiridónov recoge de éste: “El suponer que un cuerpo puede influir sobre otro a cualquier distancia en un espacio vacío, sin ayuda de algo, trasmitiendo la acción y fuerza, es, a mi juicio –dice Newton–, un absurdo tan grande que resulta inconcebible para el que entiende los objetos filosóficos”[6].  Y entonces, de ello venía el problema de que el mismo vacío fuese ese “algo”; y así volvió, con el mismo Newton retomando a su mismo rival Huygens (1629-1695), la quintaesencia al pensamiento científico, al proponer que el vacío como ese “algo”, fuese: el éter; y experimentando, en 1675, Newton intenta demostrar el arrastre de los cuerpos por el flujo del éter; luego, cuatro años después, en 1679, supone que el éter posee diferente densidad, de modo que es tanto más denso, cuanto más lejano del centro de la Tierra; pero, para 1706, habiendo transcurrido un cuarto de siglo más, Newton niega ya totalmente la existencia del éter.

 

Todo experimento posterior para detectar ese medio gravitacional (que se identifica con el vacío), siguió sin éxito, y para más, en 1845 Leverrier observó el movimiento de precesión del perihelio de Mercurio, que contradecía la ley de la gravitación universal, la que Laplace intentó salvar, sin éxito, con la hipótesis de la “absorción de la gravitación” en el medio interplanetario, por la ley:

 

                            M . M2

                                           F = G_________ e-lr 

                                                             R2

 

donde e es la base de los logaritmos naturales (e = 2.7182…), la constante de Neper, y  el coeficiente del desplazamiento del perihelio de Mercurio.  Entonces surgió la moderna teoría de la gravitación elaborada por Einstein entre 1905 y 1916.

 

Como expone Spiridónov, hablar de esta teoría moderna de la gravitación de Einstein sería inmaduro si antes no se considera lo relativo a la aparición de otras constantes, siendo las primeras de ellas las constantes de Avogadro y Boltzman, acerca de las que dice Spiridónov: “El relato sobre la constante de Avogadro es, en realidad, una narración sobre la estructura de la sustancia[7].


[1]        Spiridónov, O; Constantes Físicas Universales; Editorial MIR, Col. Física al Alcance de Todos; 1ª edición en ruso, 1984; 1ª edición en español, 1986; México; p.12.

[2]       Ibid. p.150.

[3]       Ibid. p.67. 

[4]       Ibid. p.13.

[5]        Ibid. p.13.

[6]        Ibid. p.23.

[7]        Ibid. p.27 (subrayado nuestro).


 

 


 

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23 octubre 2011 7 23 /10 /octubre /2011 23:02

Curvatura del EspacioComentario a, O. Spiridónov, constantes físicas Universales.  Artículo, 2011 (2/4).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/; 31 oct 11.

 

Lo sorprendente y extraoridnariamente interesante, algo tan evidente que en sí mismo, en la pluma de los entendidos en el asunto, a los que no podíamos sino otorgarles una autoridad absoluta, generaba confusión entre los legos que intentábamos adentrarnos en ese conocimiento acerca del espacio, fue que, a pesar de que en la filosofía dialéctico materialista  se distinguía claramente entre materia y sus formas de existencia como sustancia o campo, en el ámbito de la física, aún bajo esta influencia filosófica,  se usaba sin distingo el concepto de materia entendido ya como la realidad objetiva, ya como la sustancia.  Hubiera bastado un cambio de lenguaje en el que se usara más consistentemente entre la filosofía y la física esas categorías, para que el complejo problema del vacío, y con él el del espacio, hubiera tendido a esclarecerse.

 

Así, por ejemplo, si en la filosofía dialéctico materialista el vacío no es “ausencia de materia”, sino “ausencia de sustancia”, el problema, entonces, es que, si lo existente entre dos partículas infinitesimales es el vacío, ello es igual a decir que el vacío es ausencia de sustancia; pero en este caso, ahora, ese vacío sin sustancia, no por ello deja de ser material, es decir, realidad objetiva.  El vacio sin ser sustancia, pero aún algo material, no podrá ser ya otra cosa, que un campo físico.  Lo importante en este segundo razonamiento, es que ya el vacío puede reconocerse como algo realmente existente, ajeno a todo “espíritu” del idealismo, y a toda agnóstica metafísica, y, además, en calidad de un campo físico; y, en consecuencia, siendo el vacío la propiedad más general y esencial acerca de la naturaleza del espacio, éste deja de ser, con ello, un concepto abstracto, para pasar a ser un concepto concreto, reflejo objetivo de una faceta concreta de la realidad objetiva.

 

Con ello, el concepto de espacio dejó de ser únicamente las propiedades geométricas o espaciales de las cosas, para ser, además, un campo físico: el vacío.  Y al respecto hay algo más adicional: 1) si el vacío es un campo, el espacio es una forma de energía; y, 2) el vacío físicamente como un campo, es matemáticamente un campo vectorial, susceptible de ser unificado al campo vectorial gravimétrico como su opuesto.

 

Es evidente, pues, que habiendo llegado hasta aquí en el tratamiento del espacio en tanto espacio terrestre y como objeto de estudio de la geografía, en el que, luego de las generalizaciones de las propiedades particulares del espacio en el espacio en sí, y de la generalización de los fenómenos en los elementos; nosotros hicimos, además, una tercera generalización fundamental: la de los fenómenos en “estados de espacio”; esto es, en el espacio mismo en sus formas discretas, con lo que los fenómenos como tales, quedaron por fin al margen del conocimiento geográfico, ubicándose en el centro de la atención ahora, el espacio y su propia naturaleza; y el continuar en ello, en el proceso de investigación natural, apenas en los primeros pasos, nos descubrió algo muy interesante que nos obligó a la lectura de este trabajo: Constantes Físicas Universales, de Spiridónov, 1986, del cual hacemos ahora  aquí, su comentario.

 

*

 

En este breviario, Spiridónov trata con ocho historias, referidas a los procesos de descubrimiento de otras tantas constantes físicas universales, que él ha seleccionado entre otras muchas, en función de su tratamiento  más frecuente por los estudiantes.  De ello comentamos seis de sus historias (excluyendo la constante de Plank y la historia de las partículas elementales), con particular interés, en el conocimiento de las constantes gravitacional, de la velocidad de la luz, y de Hubble.

 

Volvimos a nuestro librero por aquel texto, sin recordar su contenido, esperando encontrar información sobre la constante de Neper (e=2.7182), que una vez más, al graficar unos datos sobre el espacio (acerca de la curvatura del espacio terrestre tridimensional en la antilínea de la eclíptica), la curva de la gráfica obtenida parece corresponder a la representación neperiana.  No encontramos lo que buscábamos, pero esa relectura nos sorprendió por nuestros pasados subrayados y apostillas en aquellos años de finales de los ochenta.

 

Siguiendo a Spiridonov, que toma la idea de un pasaje de Pushkin, las constantes físicas universales son las estrellas de primera magnitud que nos sirven para guiarnos en el camino del conocimiento.  Dichas constantes, como expresión matemática de leyes universales fundamentales, establecen correlaciones de los procesos cambiantes que escapan a nuestra percepción sensible directa (correlaciones cuantitativas), que, como hace ver Spiridónov, el desarrollo del conocimiento no sólo estará en el descubrimiento de una nueva constante, sino en el trabajo de la búsqueda de la precisión misma de dicha constante.

 

De su Introducción, recogemos un pasaje de particular interés para nuestro propósito en el estudio geográfico del espacio: “La fuerza de gravitación –dice Spiridónov– determina el movimiento de los planetas, y en fin de cuentas, el carácter del desarrollo de todo el Universo.  Entre tanto, la naturaleza de la gravitación no se ha descifrado por completo”[1].  Estamos en el año 2011, y esas palabras, particularmente las últimas, siguen vigentes.  De modo que no por su libro “viejo” (de hace casi ya un cuarto de siglo), su contenido deja de ser plenamente actual.
_____

[1]        Spiridónov, O; Constantes Físicas Universales; Editorial MIR, Colección Física al Alcance de todos; 1ª edición en ruso, 1984; 1ª edición español, Moscú, 1986; p.10.

 


 

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23 octubre 2011 7 23 /10 /octubre /2011 23:01

Ícono Geografía Teórica (Brújula)-copia-2Comentario a, O. Spiridónov, Constantes Físicas Universales.  Artículo, 2011 (1/). 

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (jN, lW); 24 oct 11.

 

Hacia el inicio de la nueva edad oscurantista actual, esa difusa e imperceptible transición entre los años setenta a ochenta del siglo XX, cuando la humanidad se aproximaba a la necesidad de definir una sociedad mundial consolidando la experiencia acumulada no exenta de defectos, todo –todo, naturaleza y sociedad– se salió de control y las cosas no fueron como “debieron ser”.

 

Los libros, que hacen no sólo la simbólica, sino la real diferencia entre lo oscuro y lo ilustrado, vieron sus últimas ediciones en el pensamiento científico marxista.  Uno de esos libros, de O Sipiridónov, Constantes Físicas Universales, en la colección de divulgación de la ciencia “Física al Alcance de Todos”, publicado en español en 1986, fue uno de esas últimas joyas de que nos hicimos entonces, y motivo de este artículo.

 

Poco más de veinte años después, entre 2009 y 2011, disponiendo del sistema de blogs a través de la Red Internacional (Internet), tuvimos oportunidad de “rescatarnos históricamente” a nosotros mismos, pudiendo publicar nuestros materiales de pensamiento geográfico esenciales (tesis, ponencias, ensayos, artículos), en los cuales habíamos expuesto y desarrollado una nueva manera de ver la geografía avanzada.

 

Hicimos, con ello, un recorrido histórico biográfico propio, pero que, a la vez, se convertía en un testimonio personal de la historia de la geografía contemporánea; justo esa que ha corrido paralela al desarrollo de la nueva edad oscurantista, de fines de los años setenta a nuestros días, al comienzo de la segunda década del siglo XXI.  Y, en ese contexto, nuestro papel ha sido, desde siempre, de resistencia y combate al oscurantismo ya campeante, en una sociedad en total descomposición, económica, política, ideológica y moral.

 

Tras ese recorrido siguiendo nuestros documentos más importantes y significativos (siendo incluso una revisión luego de quince años de vacío en aportes teóricos), llegamos al punto a partir del cual ha correspondido ahora, crear lo nuevo –en lo que se pueda– sobre la base de lo antes hecho.  Puestos ya en ello, y habiendo recuperado los avances de la ciencia en relación con nuestros planteamientos, empezamos a trabajar en lo consecuente.

 

Una breve recapitulación de ello se sintetiza en que, luego de que Vidal de la Blache se opusiera a los resolutivos de los primeros congresos internacionales de Geografía y declarara que, <<la Geografía es una ciencia de la localización, y no de los hombres>>, dio inicio la etapa histórica de la precisión del objeto de estudio de esta ciencia, que, a partir de ese momento, así fuese apenas mediante una de sus propiedades esenciales: la localización, se definía como el espacio terrestre.

 

Luego, la primera versión de esa búsqueda de precisión del objeto de estudio, fue de Emmanuel de Martonne, entendiendo el estudio del espacio terrestre como los fenómenos en el espacio, según otras dos de sus propiedades esenciales: la distribución y las relaciones.

 

Hasta ahí, muy al principio del siglo XX, las limitaciones eran dos: 1) considerar al espacio sólo por algunas de sus propiedades; y, 2) tener como centro de preocupación a los fenómenos.

 

Pero, hacia finales del primer tercio del siglo, apareció la figura ya madura de Alfred Hettner, quien ya refiere toda preocupación del objeto de estudio de la Geografía como el espacio terrestre; con lo que las limitaciones, aparentemente, se redujeron ya sólo a un factor: los fenómenos, como el centreo de investigación.  No obstante, aún generalizando el objeto de estudio ya al concepto de espacio como tal, éste derivó a una interpretación sesgada de su naturaleza: lo corográfico regional, como la descripción de los fenómenos en las propiedades espaciales martonnianas.  Como quiera, con sus variantes, las limitaciones siguieron siendo dos: 1) la preocupación central por los fenómenos; y, 2) el concepto de espacio mismo como tal, débilmente entendido aún en su naturaleza.

 

Más allá de transcurrido otro tercio de siglo, se publica la obra de Riábchikov, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, en la que la problemática se enfoca en el balance de energía entre los fenómenos, generalizados éstos como los Elementos.

 

Con Hettner había ocurrido una primera generalización fundamental: la de las propiedades particulares del espacio, en el espacio en sí.  Con Riábchikov, como con Carlos Sáenz de la Calzada y el compañero José C. Martínez Nava en México, ocurre una segunda generalización fundamental, ahora: la de los fenómenos en los Elementos.

 

En la década de 1985 a 1995, José C. Martínez Nava  trabaja, con fundamento en la dialéctica materialista, en los aspectos consecuentes de ambas generalizaciones, pero, simultáneamente a ello, desde 1981, el autor de estas líneas había llegado independientemente a la conclusión del espacio como objeto de estudio de la Geografía; y, rechazando la propuesta de los Elementos, que no obstante, aún seguían siendo una variante de los fenómenos, simplificamos el problema teórico de la Geografía a un factor: el estudio de la naturaleza del espacio como tal.

 

Aún a principios de los años noventa, esta solución resultaba osada, no sólo de suyo para los fundamentos idealistas donde el espacio es no sólo un concepto abstracto, sino subjetivo, en tanto el espacio es “socialmente construido”, pudiéndose entender por él cualquier cosa; sino incluso en la geografía en los fundamentos materialistas, donde el espacio como un concepto abstracto (no reflejo de un espacio concreto que existiese como “un algo”), adquiere su objetividad únicamente en el reflejo objetivo de las propiedades geométricas o espaciales mismas de las cosas; donde el problema democritiano de lo existente entre dos partículas infinitesimales se reconoce como el vacío; pero, a la vez, éste, identificado con “la nada”, se desconoce en tanto postulado, en ese sentido, metafísico.  Y ello deviene así, por la definición del vacío en el campo de la física, como la “ausencia de materia”.

 

En la filosofía dialéctico materialista; donde todo cuanto existe es materia, si se afirma el vacío como la ausencia de ésta, entonces dicho vacío, lógica y objetivamente, no existe, y pretender reconocer su existencia sin ser materia, implicaría aceptar la metafísica de lo sobrenatural como realmente existente.

 

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1 agosto 2011 1 01 /08 /agosto /2011 23:02

Esfera Armillar; Geografía BásicaBreve Comentario Acerca de la Posición Gnoseológica de Karl Ritter, y su Concepción de la Geografía.  Artículo, 2011 (2/2).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 27 jun 11. 

 

Ese fundamento gnoseológico en la fenomenología dado en Ritter, revela la influencia de la teoría del conocimiento kantiana en él, en la cual las ideas, a través de las intuiciones de espacio y tiempo en el sujeto, ponen orden al caos de una realidad amorfa:

 

 

 

“…nos vemos obligados –dice Ritter– a utilizar diversos métodos de clasificación para borrar la idea de caos que de él se desprende”[1].

 

Y Ritter va a justificar en ello las limitaciones de la geografía misma:

 

“Por eso han interesado más hasta ahora sus partes constitutivas que su apariencia global, y los compendios de geografía se han dedicado fundamentalmente a describir sus partes.  Habiéndose contentado hasta ahora con describir y clasificar someramente las diferentes partes del Todo, la geografía no ha podido, en consecuencia, ocuparse de las relaciones y de las leyes generales, que son las que únicamente pueden convertirla en una ciencia y darle su unidad”[2].

 

Pero luego hacemos de su texto una cita de extraordinaria importancia:

 

“Aunque la Tierra como planeta sea muy diferente de las representaciones a escala reducida que de ella conocemos y que no nos dan más que una idea simbólica de su modelado, hemos tenido que acudir a esas miniaturizaciones artificiales del globo terrestre para crear un lenguaje abstracto que nos permitiese hablar de ella como un Todo.  Así es, en efecto, y no inspirándonos directamente en la realidad terrestre, como hemos podido elaborar la terminología de las relaciones espaciales”[3].

 

“Crear un lenguaje abstracto que nos permitiese hablar de ella como un Todo”, dice Ritter, a partir de una representación simbólica; pudiendo, en función de ello, “elaborar la terminología de las relaciones espaciales”.  Esto es, que, en consecuencia, Ritter no parte de la realidad objetiva para abstraer de ella esas relaciones espaciales sino que, en consonancia con la fenomenología, es a partir de la representación simbólica que las puede entender; esto es, es nuevamente la idea kantiana del espacio como intuición a priori del sujeto.  No obstante, si aún tradujésemos esa idea de Ritter a la gnoseología materialista dialéctica y considerásemos partir de la realidad objetiva, la parte restante de la idea es correcta en cuanto al proceso de abstracción necesario para la categorización científica del fenómeno, en este caso, relativo a las relaciones espaciales.

 

Un poco más adelante, Ritter vuelve al asunto de la simetría y asimetría.  Antes ha referido éstas a la superficie terrestre entendida como el medio geográfico, mismo que a su vez identifica como el medio natural:

 

“Inversamente, la asimetría y la apariencia informe de las obras de la naturaleza desaparecen con un examen profundo.  La lupa del microscopio hace surgir en la tela de una araña, en la estructura de una célula vegetal, en el aparato circulatorio de los animales, en la estructura cristalina y molecular de los minerales, elementos y conjuntos de una textura siempre más fina”[4].

 

Y así, de un espacio identificado con el medio natural, la lógica de su estudio ha de recurrir, figurativamente dicho, a la “lupa del microscopio”, es decir, al estudio de los fenómenos mismos como tales; más aún que, en esa gnoseología kantina, es en ella, y sólo en ella y no en el globo terrestre en su conjunto, en la que se puede proyectar la idea de espacio en sus propiedades esenciales de simetría y asimetría.

 

Así, quizá sea en Ritter en quien se da por vez primera el error lógico en que no pocos geógrafos aún a más de siglo y medio después incurren, denominado suplantación de tesis (ignoratio elenchi), en donde, sustentando la tesis del espacio terrestre, identifica a éste con el medio geográfico o natural, y lo suplanta por la argumentación del estudio de los fenómenos de la naturaleza.

 

Luego hay un pasaje interesante que conviene citar, para deslindado Ritter de una posición materialista, deslindarlo ahora del otro extremo gnoseológico: de la metafísica idealista.

 

“Todo nos lleva a no buscar en el presente la imagen de la eternidad, a no confundir apariencia y esencia, las impresiones que obtenemos de una cosa o de un fenómeno y la realidad de esa cosa o de ese fenómeno, a no interpretar las leyes naturales establecidas como construcciones lógicas de nuestro intelecto, sino a considerarlas como un feliz descubrimiento de un mundo fenoménico que nos rodea y que todavía no habíamos logrado dilucidar”[5].

 

Ahora, “la imagen de la eternidad”, es el mundo metafísico de Hegel, en donde fuera de nuestro pensamiento no existe una realidad de las cosas materiales, sino sólo un mundo de cosas aparentes; en donde lo objetivo no es el mundo de los objeto materiales fuera del pensamiento, sino el mundo de las ideas, expresión divina, de las cuales el sujeto es sólo un vector que las realiza.  “No interpretar las leyes naturales establecidas como construcciones lógicas de nuestro intelecto”, no es una expresión que vaya en contra de la esencia de la ciencia de la modernidad ilustrada fundada en la lógica, sino una expresión que alude precisamente a la Idea hegeliana de la objetividad dada exclusivamente en el mundo del pensamiento o racionalidad (la lógica).

 

Y si hubiese habido alguna duda del fundamento gnoseológico en Ritter, éste finalmente lo hace explícito cuando se refiere a interpretar la leyes naturales como: “un feliz descubrimiento de un mundo fenoménico que nos rodea”, mismo que, finalmente, se revela como un mundo que no está en desorden ni es incoherente.

 

Así, de no haber entendido el error lógico por ignoratio elenchi en que incurre Ritter, la siguiente cita lo ubicaría como un notable geógrafo espacista, cuando es justamente todo lo contrario:

 

“En efecto, cuanto más avanzamos en el conocimiento de la distribución espacial en la superficie del globo terrestre y cuanto más nos interesamos, más allá de su desorden aparente, en la relación interna de sus partes, más simetría y armonía descubrimos en él, y en mayor medida las ciencias naturales y la historia pueden ayudarnos a comprender la evolución de las relaciones espaciales”[6].

 

Esto es que, no sólo por el error de sustitución de tesis en el que se identifica al espacio en tanto superficie terrestre con el medio natural en tanto el conjunto de los fenómenos que le conforman, sino por el argumento que nos ha dado de penetrar en la simetría de esos mismos fenómenos, y el que, por último, sean, en consecuencia, las ciencias naturales y la historia las que ayuden al geógrafo, la concepción de la Geografía en Ritter, es, de hecho, el fundamento de la moderna geografía fenomenista.



[1]      Ibid. p.169.

[2]      Ibid. p.169.

[3]      Ibid. p.169.

[4]      Ibid. p.169.

[5]      Ibid. p.170.

[6]      Ibid. p.170.


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1 agosto 2011 1 01 /08 /agosto /2011 23:01

Ícono Geografía Teórica (Brújula)-copia-2Breve Comentario Acerca de la Posición Gnoseológica de Karl Ritter, y su Concepción de la Geografía.  Articulo, 2011 (1/2).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 27 jun 11.

 

Sin duda el campo de la geografía teórica es vasto hasta lo infinito, tanto como la posibilidad misma de la perfectibilidad de la ciencia y el conocimiento científico objetivo.  Podremos hacer aquí un brevísimo comentario acerca de lo que sea, pero siendo ahí donde lo que hay es nada acerca de ello, ese pequeño comentario, por minúsculo y malo que pudiese ser, simplemente lo es todo, y así estrictamente, siéndolo todo, no se puede juzgar, en realidad, ni como insignificante ni como descomunal, ni como bueno ni como malo, sino como lo que simplemente es, y que a partir de ello, a lo demás que venga, le será de referencia.  Eso nuevo es lo que será juzgado entonces en más o en menos, en mejor o peor, respecto de lo que le ha antecedido.

 

En ese sentido la invitación a las nuevas generaciones a tomar este camino de especialización en el campo de la geografía, en el que, básicamente, todo está por hacerse, y superar trabajos como el que ahora aquí presentamos, no implicará ninguna dificultad, y si se contribuirá con ello enormemente a la maduración de esta disciplina de conocimientos en su devenir en ciencia.

 

A este escrito nuestro, le antecede una labor encomiable de los autores españoles Josefina Gómez Mendoza, Julio Muñoz Jiménez, y Nicolás Ortega Cantero, sin cuyo trabajo: El Pensamiento Geográfico, Estudio Interpretativo y Antología de Textos[*], de recopilación y traducción de textos, simplemente lo que ahora escribimos no sería posible.  Ya futuros geógrafos teóricos, quizá en mejores condiciones materiales e intelectuales, podrán leer a los autores en que se especialicen en su idioma y valoración subjuntiva correspondiente, y aportarán lo propio.

 

Por ahora, un extracto apenas de diez páginas titulado “La Organización del Espacio en la Superficie del Globo y su Función en el Desarrollo Histórico”,[1] de Karl Ritter, nos será suficiente para caracterizar la gnoseología de Ritter, como su manera de entender la geografía[**].

 

La selección antologada de este texto no pudo ser más afortunada.  Ritter se propone hablar aquí del espacio y su organización, en donde, de manera inmediata, nos adelanta que por tal espacio está entendiendo la “superficie del globo terrestre”.

 

Cómo está entendiendo Ritter tal espacio en calidad de “superficie”: por principio, no lo está entendiendo como un plano euclidiano bidimensional sino como un plano curvo, y por ello tridimensional, como lo es la superficie del “globo terrestre”; pero esa superficie curva y por ello tridimensional, la toma acaso en su calidad de superficie esférica, a manera de un hiperplano, o bien acaso en el concepto del volumen de un “espacio tridimensional”, del cual la superficie esférica le es apenas un plano de referencia.

 

Ritter empieza refiriéndose al Globo Terráqueo como el modelo a escala de la Tierra, y a lo que ello implica en cuanto a la imperfección de la imagen que nos da de ella, y de inmediato comenta lo siguiente:

 

“Lo que nos sorprende al observar el globo terrestre es la arbitrariedad que preside la distribución de las extensiones de agua y tierra.  No hay espacios matemáticos, ninguna construcción lineal o geométrica, ninguna sucesión de líneas rectas, ningún punto; sólo la red matemática establecida a partir de la bóveda celeste nos permite medir artificialmente una realidad inaprehensible:  los propios polos no son mas que punto matemáticos definidos en función de la rotación de la Tierra y cuya realidad se nos escapa todavía.  No hay simetría en el conjunto arquitectónico de este Todo terrestre”[2].

 

Ritter se está refiriendo a las “extensiones de agua y tierra”, luego entonces, de lo que nos habla, en principio, es de la superficie esférica de la Tierra, y no de la Tierra en su conjunto como una esfera tridimensional.  Se refiere, pues, ya al concepto de espacio aristotélico como el <<límite que abraza un cuerpo>>, o bien en su concepto como el hiperplano.

 

Luego dice que en dicha superficie terrestre no hay espacios matemáticos, y nuevamente, se está refiriendo no es, en consecuencia, a la figura geométrica de la esfera terrestre (al estado continuo del espacio), sino a la configuración de la superficie (a lo que denominamos “medio geográfico”; o, esto es, al estado discreto de una distribución del espacio); “sólo la red matemática establecida a partir de la bóveda celeste –dice Ritter– nos permite medir artificialmente una realidad inaprehensible”, es decir, una realidad que, en su esencia, no se puede conocer.  Y con ello, Ritter nos está diciendo que su fundamento gnoseológico, es la fenomenología del idealismo subjetivo.  Finalmente en esa cita, cuando dice “No hay simetría en el conjunto arquitectónico de este Todo terrestre”, pero ese “Todo” no es en sí el Globo Terráqueo en su conjunto, sino que el Todo de que está hablando Ritter es solamente, como hemos visto, la configuración de la superficie o “medio geográfico”; y ello es así, porque, evidentemente, no habla de la obvia simetría de la esfera, sino de la ausencia de ella en el medio geográfico dado en su superficie.  Ese es su “Todo terrestre perfectamente asimétrico”[3].

 



[*] Gómez Mendoza, Josefina, et al; El Pensamiento Geográfico, Estudio Interpretativo y Antología de Textos; Alianza, Madrid, 1982.

[1] Ritter, C. (1850): <<De l’organisation de l’espace à la surface du globe et de son rôle dans le tours de l’histoire>> (Discurso pronunciado el 1º de abril de 1850, en Ritter C. (1852): Introduction a à l géographie générale comparadée.  Traduction de D. Nicolás-Obandia.  Introduction et notes de G. Nicolás-Obandia, París; Les belles Lettres, 1974, pp.166-189.  Traducción de Isabel Pérez-Vilanueva Tovar.

[**] Incluso, para este análisis bastarán apenas las tres primeras páginas en las que se dan los elementos teóricos; en las siete restantes páginas, Ritter sólo se referirá a la riqueza del planeta en su naturaleza y sus recursos.

[2] Gómez Mendoza, Josefina, et al; El Pensamiento Geográfico, Estudio Interpretativo y Antología de Textos; Alianza, Madrid, 1982; p.168.

[3]      Ibid. p.169.

 


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31 julio 2011 7 31 /07 /julio /2011 23:03

Ícono Geografía Teórica (Brújula)-copia-2Comentario al Artículo: "Algunas Cuestiones en Torno a las Distribuciones Espaciales", de Michael F. Dacey, 1975.  Artículo, 2011 (3/3).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 01 ago 11.

 

Hasta aquí Dacey ha aportado los fundamentos teóricos esenciales de la teoría de conjuntos para entender la propiedad de distribución espacial, y luego pasa a su aplicación, primero, en el componente probabilístico o estocástico, sin dejar de considerar que existiría una distribución espacial determinística; y segundo, en un ejemplo aplicado.

 

A continuación Dacey pasa a un capítulo que denomina “Objetivos”, refiriéndose a los objetivos del estudio, pero en el que hace algunos comentarios de índole teórica de importancia:

 

“Es irónico que –dice Dacey–, pese a que la geografía se defina frecuentemente como el estudio de la <<diferenciación por áreas>> o de las <<distribuciones por áreas>>, la bibliografía geográfica no proporcione ni un solo esquema conceptual o metodológico bien desarrollado que organice y estructure la descripción, clasificación, y análisis de las distribuciones espaciales”[1].

 

Pasaje interesante por dos razones: 1) hace evidente que Dacey está partiendo de lo dado en los antecedentes de la teoría geográfica remitiéndose discretamente a Hettner; y 2) que hay una carencia notable, a pesar de esos fundamentos antecedentes dados, de un cuerpo de teoría en que se inserte su planteamiento cuantitativo.

 

Su critica la va a dirigir concreta y directamente tanto a Hartshorne (1939), como a William Bunge (1965) y a Harvey (1969), partidarios de la gnoseología del pragmatismo, respecto de los que dice: “ignoran casi totalmente el estudio de las distribuciones en mapa y el papel que les corresponde en la construcción y comprobación de la teoría geográfica.  Una de las consecuencias, es la falta de metodología”[2].

 

Pero aquí, lo que Dacey “pasa por alto”, es que, precisamente, eso es lo que le tiene sin el menor cuidado al pragmatismo.  Como quiera, he ahí la crítica.  Y termina este breve capítulo con tres comentarios espaciados que ahora integramos en una sola cita:

 

“Puesto que no se dispone de los adecuados criterios, se corre el riesgo de que tal compilación cargue el acento sobre propiedades y relaciones triviales e irrelevantes, mientras omita las verdaderamente distintivas…, el centro de atención de nuestro estudio es un tema en gran medida inexplorado, para el que ni tan siquiera existe una terminología apropiada ni un cuerpo cuidadosamente formulado de definiciones.  Por lo tanto, no es posible poner en relación este examen de las distribuciones en mapa con una estructura convencional bien establecida…  Es difícil tener confianza en una estructura conceptual y metodológica que en gran medida es puramente especulativa y anticipatoria.  Por ello, hay una necesidad previa de contar con una sólida captación intuitiva de las propiedades y clases fundamentales de distribuciones espaciales”[3].

 

Y aquí, lo que Dacey está clamando, es sobre la falta de una teoría de aquello que el geógrafo dice estudiar: el espacio terrestre, sin lo cual todo se hace fútil.  Pero, a la vez, deja ver que esa teoría no podría ser puramente especulativa y anticipatoria, sino que ha de ser elaborada sobre una sólida captación de las propiedades de las distribuciones espaciales objetivas mismas.

 

Finalmente, Dacey expone lo que él llama, dos “estructuras metodológicas”: “La Hipótesis del Continuo”, y “la Hipótesis de los Componentes Independientes” (o que se denomina como “hipótesis de lo discreto”).  Ello está en la terminología general de la teoría del espacio, tanto en filosofía, como en física (términos en los cuales nosotros lo trabajamos en su momento), y que aquí Dacey, a través de la matemática de conjuntos, lo traduce a terminología geográfica.

 

Y Dacey concluye refiriéndose a “la situación actual” (1975), con un pasaje que hoy (2011), sigue aplicándose, incluso paradójicamente con mayor énfasis, a no pocos geógrafos que alegan, en un discurso “muy razonador”, que la discusión teórica, por sí misma, “les confunde”, cuando no sólo es lo que ha de aclararles; sino que su “razonable juicio”, va a que lo cuantitativo sólo se refiere a “vacuidades que hacen de la geografía una simpleza”, cuando lo que desconocen, es que, incluso, carecen –como nosotros en su momento– de los elementos de conocimientos básicos para discernir tal discusión teórica, siendo ello la real causa de la “confusión” que se les produce.  Y ello no se resuelve en el nihilismo, sino en el estudio dedicado de lo que se plantea, y tanto más, cuantos mayores y más consistentes son sus los argumentos demostrativos.

 

Así, concluye Dacey devolviendo la crítica a los geógrafos que sin más desprecian “por simplista” la metodología cuantitativa: “En lugar del discurso razonador sobre lo que tiene de ilusorio esa noción aparentemente simple, resulta más eficaz exponer los problemas en el contexto en que se producen y, con ello, identificar explícitamente algunas de las cuestiones no resueltas con que se enfrentan las tentativas de formalización del concepto de distribución espacial”[4].

 

Esto es, que a lo que llama Dacey ya desde 1975, es atender más a lo teórico, en vez de desecharlo con argumentos que delatan ignorancia, investigarlo y utilizarlo para deducir la teoría misma de la geografía, a partir de los problemas concretos planteados en la investigación objetiva del propio objeto de estudio: el espacio.

 



[1]      Ibid. p.196.

[2]      Ibid. p.197.

[3]      Ibid. pp.197-198.

[4]      Ibid. p.206.

 


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24 julio 2011 7 24 /07 /julio /2011 23:02

Ícono Geografía Teórica (Brújula)-copia-2Comentario al Artículo: "Algunas Cuestiones en Torno a las Distribuciones Espaciales", de Michael F. Dacey, 1975.  Artículo, 2011 (2/3).

 Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 25 jul 11.

 

 

De este modo, a la vista del geógrafo fenomenista que en ese momento históricamente apenas se dispone a la metodología científica cuantitativa, ocurre el primer espanto al adentrarse al tratado con un obligado procedimiento matemático:

 

“La región R –dice Dacey, del que citamos apenas en el primer párrafo al tratar el asunto– está situada en el espacio euclidano bidimensional E (…)  [donde] R es una región delimitada y conectada a otras, con un área finita m(R)”[1].

 

Interpretacion-Conjunto-F-de-Dacey.jpg 

Interpretación por el autor de estas líneas, del enunciado de Dacey

[Fuente: Hernández Iriberri, Luis Ignacio; “Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica; http://espacio-geografíco.over-blog.es/]

 

Haciéndonos de valor –justo es que así sea luego de treinta y cinco años de publicado ese trabajo– podemos avanzar al segundo párrafo:

 

“El conjunto Ωn = {ω1, …, ωn} contiene n objetos distintos.  Los atributos que distinguen a los miembros del conjunto no tienen mayor trascendencia, siendo así que el único requisito verdaderamente crítico es el de que los objetos sean puntiformes, en el sentido de que sus localizaciones puedan venir especificadas con cualquier nivel de precisión que se requiera”[2].

 

Aquí hay un pasaje de una enorme importancia y conceptualmente trascendente, es decir, en tanto fundamento del ulterior desarrollo del pensamiento geográfico científico en la concepción de la geografía como ciencia del estudio del espacio: “Los atributos que distinguen a los miembros del conjunto –dice Dacey– no tienen mayor trascendencia, siendo así que el único requisito verdaderamente crítico es el de que los objetos sean puntiformes”.

 

Cuando nosotros nos hicimos de esta antología de Richard Chorley hacia fines de 1977 en la que viene inserto el trabajo de Dacey, muy aparte de que en ese momento el problema metodológico era lo que centraba nuestra atención, como es el caso en este trabajo, aún estudiándolo, no teníamos elementos suficientes para entender en profundidad lo que contenía.  Pero lo que dice ahí Dacey, en términos de la teoría matemática de conjuntos, es exactamente lo mismo que concluimos al hacer la investigación de nuestra tesis de Licenciatura en Geografía, en forma de un planteamiento cualitativo, es decir: que la geografía no estudia los fenómenos (los miembros del conjunto), que éstos como tales no importan, sus atributos no tienen mayor trascendencia como dice Dacey; y que basta considerarlos, dice este autor, puntiformes, es decir, como estados de espacio discretos reducibles, en consecuencia, a puntos.

 

Dacey, lo dice desde el primer momento, no está haciendo teoría geográfica, únicamente está haciendo un tratamiento de la propiedad de distribución del  espacio terrestre en términos matemáticos de la teoría de conjuntos.  Pero ahí estaban, en esos términos, lo que luego nosotros independientemente establecimos de manera cualitativa, fundados en la teoría del espacio en términos filosóficos: el salto cualitativo en la teoría geográfica, por el cual, finalmente, se lograba una abstracción y generalización de los fenómenos, logrando prescindir de ellos como tales, por sus atributos particulares, en geografía.

 

Luego continúa Dacey su explicación para el entendimiento las propiedades esenciales de la teoría de conjuntos en este caso:

 

“”El conjunto F (R, Ωn) de una o más reglas de localización específica la manera de colocarse dentro de R que tiene los objetos pertenecientes a Ωn.  Si no hay riesgo de confusión, se escribirá F en lugar de F (R, Ωn)”[3].

 

Una manera de aproximar la idea, es recordar el sistema cartesiano para la localización de un punto, p (x, y), pero donde el grado de abstracción es mucho mayor, pues aquí las coordenadas tanto R como Ωn, no tienen un comportamiento vectorial, sino que son estados de espacio mismo, R como un estado de espacio en forma de campo, y Ωn un estado de espacio discreto (o de hecho, un conjunto de estados de espacio discretos).

 

En la función F (R, Ωn), F representa, en consecuencia, una regla de localización, de ahí que, continúa Dacey:

 

“Supongamos que R es una región, Ωn es un conjunto de n > 0 objetos y F una regla de localización.  Si R É S y mn, entonces el triple definido (S; Ωn; F (R, Ωn) = (S; Ωn; R, Ωn) se denomina distribución espacial [que se simboliza como un punto]”[4].

 

Ese triple definido que representa la distribución espacial, se simboliza con la letra D, de modo que D {(S; Ωn; (R, Ωn)}.  Y si R = S y m = n, la notación se simplifica para quedar en (R; Ωn; F).

 

Aún aquí, Dacey impone la condición de que en Ωn, n sea siempre mayor que 0, y lo cual, en nuestra opinión, si Ωn representa tanto estados continuos como discretos ello es válido, pero creemos que igualmente lo será para el caso en donde n = 0, propio a un conjunto vacío, lo que es decir, propio a la condición más general y esencial del espacio.

 



[1] Dacey, Michael F; Algunas Cuestiones en Torno a las Distribuciones Espaciales; en, Chorley, Richard J; “Nuevas Tendencias en Geografía”; Instituto de Investigaciones de Administración Local, Nuevo Urbanismo Nº 15; p.191.

[2]      Ibid. p.192.

[3]      Ibid. p.192.

[4]      Ibid. p.192.

 


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17 julio 2011 7 17 /07 /julio /2011 23:01

Ícono Geografía Teórica (Brújula)-copia-2Comentario al Artículo: "Algunas Cuestiones en Torno a las Distribuciones Espaciales", de Michael F. Dacey, 1975. Artículo, 2011 (1/3).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (φN, λW); 18 jul 11.

 

Luego del trabajo de Hettner en que éste ya apuntaba a la generalización de los fenómenos, aun cuando, ciertamente, en él aún en algo no definido; aún así fuese, por lo tanto, esa generalización dada sólo teóricamente, pues en la práctica, a falta de una teoría del espacio, no dada incluso en el ámbito de la filosofía o de la física, no podía sino volverse a los fenómenos; dejaba claro que el desarrollo positivo de esta ciencia iba por un camino que era el abandono del estudio de los fenómenos por algo que, en ese momento y luego por varias décadas más, no podía definirse, y que, en consecuencia, producía el eterno e insatisfactorio retorno a los mismos.

 

Ello planteó la consecuente necesidad de volver a pensar la geografía, ahora desde el concepto de espacio y la marxista dialéctica materialista, que era lo objetivo en el paso lógico necesario dentro del desarrollo positivo de esta ciencia, que, por supuesto, en el pragmatismo norteamericano no podía aceptar tal propuesta, y ésta, gustosa de crear confusiones con apreciaciones subjetivas, comenzó a plantearse nuevas direcciones o  tendencias en geografía en la búsqueda de alternativas.

 

Algo que aparecía como científicamente superior a lo planteado por Hettner y difundido por el propio norteamericano y partidario del pragmatismo, Richard Hartshorne, fue, entonces, la "innovación" de la "geografía cuantitativa".  No obstante, como ello se refería al método y no alteraba en lo más ínfimo ningún fundamento teórico hettneriano referido por su parte al objeto de estudio, ello acabó reforzando aquel fundamento teórico en el siguiente paso en el desarrollo positivo de esta ciencia; repercutiendo, esencialmente, en cuanto a romper con la tendencia reduccionista del estudio del espacio por el pretendido estudio mediante las leyes de los fenómenos ya naturales como sociales o por la síntesis de las relaciones entre ambos, y no por las propias leyes del espacio mismo.

 

Así, en el desarrollo positivo de la Geografía, en tanto ciencia rigurosa, se ha pasado, primero, del enunciado acerca de la esencia lo geográfico de Vidal de la Blache, a la definición del objeto de estudio por Emmanuel de Martonne, y de ahí a teorización general por Alfred Hettner; luego una categorización adicional por Richard Hartshorne, y al pasar a la segunda mitad del siglo XX, se adiciona la necesidad de la aplicación del lenguaje más riguroso en la descripción dado el caso complejo de las propiedades del espacio mediante el recurso matemático; y así se inserta en el trabajo geográfico lo cuantitativo (en el que vagamente se identifica y confunde lo abstracto con lo subjetivo), entre los años cincuenta y principalmente sesenta del siglo pasado.  Esa cuantificación se refiere esencialmente al método en el desarrollo del conocimiento del objeto de estudio, y no a éste como tal, pero resulta importante su análisis, para poder ver cómo, reflejado en él, se descubren las categorizaciones de las propiedades del objeto de estudio mismo (a la manera como, en la técnica, un desarmador con punta de estrías o una llave allen, nos adelantan el conocimiento de la naturaleza de la cabeza del tornillo).  Como método, es un recurso, tan valioso como cualquier otro que se propusiese; esto es, que, en el método, no se habla de absolutos.  Cuando el idealismo pragmático norteamericano vio los resultados del "cuantitativsmo", esta pragmática "tendencia de moda" desapareció, casi así como había empezado; y su omisión, luego de medio siglo, ahora habla del atraso de la Geografía por ese mismo lapso en ese punto.

 

Así, analizamos ahora aquí, el histórico trabajo sobre la aplicación matemática de la teoría de conjuntos a las distribuciones espaciales en geografía, de Michael F. Dacey: Algunas Cuestiones en Torno las Distribuciones en el Espacio, publicado en 1975 en la antología: "Nuevas Tendencias en Geografía", de Richard J. Chorey.

 

Aun cuando Dacey no define explícitamente su fundamento gnoseológico, una muy tenue crítica a los preceptos del pragmatismo parecieran distinguirlo de ello, pero sin que necesariamente pudiera ser así, sin poder precisarse de manera afirmativa su posición.  En todo caso, tratando una problemática práctica metodológica, aquí, más allá del reconocimiento objetivo o subjetivo de la realidad, se diluye un tanto la determinación gnoseológica; y para el caso de Dacey, es evidente un reconocimiento objetivo de la realidad objetiva (una posición dialéctico materialista).

 

Dacey va a tratar en este trabajo sobre el problema de las propiedades de las distribuciones espaciales, y desde el primer momento salta a la vista algo que luego él mismo va a exponer explícitamente: la ausencia de un cuerpo de teoría (una teoría del espacio geográfico), en el que el tratamiento de las distribuciones espaciales adquieran coherente y lógico sentido; reconociendo, a su vez, que ese cuerpo de teoría, en mucho, ha de elaborarse precisamente con estudios como el que él aquí nos presenta.

 

Sin más, Dacey plantea el problema bajo el capítulo que llama, “Definiciones”, en una lógica de procedimiento matemática.  Y es que nuestro autor aquí en análisis, expone el problema de las propiedades de las distribuciones en el espacio, precisamente echando mano de la matemática teoría de conjuntos; esto es, de una forma de descripción de los procesos espaciales.

 




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19 agosto 2010 4 19 /08 /agosto /2010 08:02

Apuntes para un Balance a 20 Años (Portada) Cometario a,

Apuntes para un Balance

a 20 Años de la Participación del Geógrafo

en la Industria Petrolera.

  Testimonio Histórico, 1989.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 19 ago 10.

 

 

Al laborar en la Industria Petrolera, a nuestra iniciativa organizamos y fundamos la “Asociación Mexicana de Geógrafos de la Industria Energética”.  En realidad no pretendíamos tanto, acaso sólo de los geógrafos de la Industria Petrolera, pero el nombre nos lo puso la dependencia oficial encargada del registro de asociaciones, potenciando el nivel de organización.  Como quiera, para ello hicimos un balance a 20 años de la participación del geógrafo en ella.  Jamás nos imaginamos, no podíamos hacerlo, que 20 años después, estaríamos haciendo este comentario.

 

En esencia, examinado este documento veinte años después, primero, con un poco de ego, no deja de sorprendernos la capacidad que desplegamos en esos años; pero en lo verdaderamente importante, al calor de lo que estaba ocurriendo en esos momentos en México y en el mundo, no siempre claro visto justo en ese instante, es que mediante dicha Asociación también tratamos de impulsar cambios al interior de la enseñanza y formación del geógrafo en México.

 

Ahí no era un asunto de teoría de la geografía, sino, por lo contrario, de su aplicación eminentemente práctica.  Y, para todos aquellos que no ven la utilidad y necesidad de la investigación teórica, esta experiencia es una muestra muy concreta de su importancia.

 

Hicimos un sencillo balance teórico con fines prácticos, y con el tiempo, se transformó en un documento de valor histórico, u verdadero testimonial histórico acerca del estado de la ciencia en México, tanto por la formación profesional y su capacidad de respuesta a las necesidades productivas, como por esa compleja parte de la investigación teórica en el campo de la sociología de la ciencia, que revela el fracaso de todo ello en este país, en la medida en que el análisis de la geografía aquí, no es mas que una muestra promedio de lo que pasa simultáneamente con todas las ciencias.

 

 

Un pasaje crucial de ese balance es ahí donde nos preguntamos y respondemos: “Ahora, a 20 años, ¿tiene ya el geógrafo en la Industria Petrolera, la suficiente capacidad de respuesta a los problemas de producción que eminentemente ésta plantea?  Creemos que, de momento, no”.  La industria vivía un proceso de reestructuración que se había venido propiciando de dos décadas atrás dejándola al abandono y al abuso, y paradójicamente ello creó una situación de necesidad que dio lugar a lo que intentamos, aun cuando, ciertamente, no sobrevivimos a ello; y ahí vendrá la evaluación de otros, acerca de si ello fue o no parte del inicio del actual oscurantismo, pues no pudimos poner a prueba esa capacidad entre los geógrafos, con la implicación del desarrollo de esta ciencia en México.

 


 

 

 

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