Los Métodos
de la Teoría del Conocimiento en Geografía.
Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (40).
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica
de Geografía Teórica,
http://espacio-geografico.over-blog.es/;
México, 09 dic 10.
b) El significado del pensamiento marxista.
El pensamiento marxista ha significado toda una revolución en prácticamente todos los campos del saber humano, desde la literatura y el arte, hasta las ciencias naturales y sociales. Ha determinado el nuevo cambio de organización social, moral, económica y política.
El impacto de su teoría es tan fuerte, que cualquier problema que tomemos –dice G. Kursanov– “veremos que todas ellas han sido resueltas por la filosofía marxista de una manera nueva”[1]. Ante estos hechos tan evidentes, la lógica del sentido común indicaría que lo menos que se puede hacer, es estudiar y tratar de comprender en lo más posible cada vez, el marxismo.
Hemos de agregar al pensamiento marxista fundamental, las contribuciones esenciales de Engels, colaborador, con Marx, del pensamiento dialéctico materialista; lo mismo que de Lenin, que llevó las teorías de Marx a sus últimas consecuencias.
“El marxismo –dicho en los términos elegantes de Kursanov– se ha enseñoreado de las mentes de toda la humanidad avanzada”[2]., lo que un agudo crítico de nuestra sociedad ha interpretado como de toda la humanidad…, pero de la que piensa”[3].
Frente a la multiplicación incesante de sistemas filosóficos idealistas, que en su diversidad muestran, más que “creatividad”, inconsistencia e incapacidad para explicar el mundo; a diferencia del marxismo, la dialéctica materialista, se ha convertido en el sistema filosófico, y en el método científico general coherente, consistente y capaz de explicar objetiva y sistemáticamente la unidad del mundo.
Ahora el marxismo, la dialéctica materialista, ha penetrado en la geografía. Ha comenzado a tener sus múltiples expresiones aproximativas, sus aciertos y sus desviaciones, pues la geografía dialéctico materialista, sólo la harán los geógrafos, a fuerza de aprender filosofía. Dentro de estas desviaciones y aciertos, ha estado el vincular a la Geografía con las ciencias sociales. Sólo se ha retomado el criterio eléata, estóico, escolástico nominalista, positivista, empirista lógico, funcionalista y estructuralista, y se le ha querido traducir en términos marxistas aplicando el lenguaje categorial más altisonante: la lucha de clases, el proletariado, la explotación, la planificación, la revolución, el compromiso social del intelectual; donde el hombre es principio y fin del hacer geográfico.
Lo que los geógrafos marxistas aún no han hecho, es precisamente comprender el significado del pensamiento marxista, que nos impone romper con todo modelo preestablecido, y rescatar de los criterios históricos de Mileto, del epicureismo, del empirismo y racionalismo materialistas, la verdadera concepción dialéctico materialista en geografía, y plantear consecuentemente lo que se deduzca de ello.
Los geógrafos marxistas que sólo han creído que la dialéctica materialista se aplica en ciencias sociales mediante la crítica económica y social, y que a su vez son concientes de su compromiso como individuos en la historia, han identificado el espíritu de partido en la ciencia, con la politización del hacer, en este caso, geográfico.
Esta confusión no ha permitido distinguir bien entre el hacer político y el científico, que pretende hacer pasar a la ciencia de la geografía como una ciencia política militante.
Los geógrafos debemos reconocer la plena validez del carácter o espíritu de partido en la ciencia, como una orientación ideológica libre y consciente, producto de los intereses esenciales de clase social, y con ello, reconocer el compromiso histórico-social de la ciencia.
La ciencia no es, pues, ajena a una determinación filosófica y política, antes al contrario, la ciencia como forma de conciencia social, es una subordinación de la política. Pero la ciencia no es, exactamente, el científico, sino aquella es un producto de éste; la ciencia es el conocimiento teórico-hipotético ordenado, que nos viene dado a través de las sensaciones, y que se deriva como reflejo de una faceta de la realidad objetiva, con base en un sistema lógico teórico-metodológico de postulados, principios, leyes y categorías, que surgen como necesidad social del desarrollo de la producción material.
Así, la ciencia tiene su propio compromiso histórico-social, el cual no es independiente del propio compromiso del científico, pero en ningún modo ambos son identificables. Sin que ello quiera decir tampoco, que puedan ser contradictorios, pues hemos dicho ya, que una depende del otro.
Mientras que el compromiso de clase de la ciencia está en el espíritu de partido en ella (en nuestro caso, en el definirse en una posición dialéctico materialista y demostrarlo consecuentemente a cada instante), el compromiso de clase social del científico se bifurca en dos aspectos: primero, en ser el exponente de ese espíritu de partido en la ciencia, en el seno de la organización de la comunidad científica; y segundo, en la conciencia de su papel social como individuo en la historia, y su posición consecuente que cristaliza en su militancia de partido (sin necesidad de “geografía radical” alguna), y con ello, su real compromiso como intelectual con la clase obrera[a].
Con ello se distinguen por lo menos, dos de las múltiples formas de la lucha de clases. De tal manera que hay que distinguir entre el trabajo científico y el político en la ciencia misma, como lucha teórico-ideológica en la comunidad científica; y el trabajo científico y el político extra-ciencia, como la lucha ideológica y político social en el seno de la sociedad en general, y su lucha de clases más amplia.
[a] Este pasaje se redacta en plena consecuencia: entre 1974 y 1982 –y esto quiere decir, desde un año antes de ingresar a la Facultad, y durante toda nuestra vida como estudiantes del Colegio de Geografía, y hasta el año mismo en que empezó, de hecho, nuestra vida profesional–, fuimos militantes comunistas en la clandestinidad, e incluso miembros del secretariado de un Comité Distrital de una de las zonas obreras principales de la Ciudad de México.