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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:40

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (40).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 09 dic 10.

 

 

b)     El significado del pensamiento marxista.

 

El pensamiento marxista ha significado toda una revolución en prácticamente todos los campos del saber humano, desde la literatura y el arte, hasta las ciencias naturales y sociales.  Ha determinado el nuevo cambio de organización social, moral, económica y política.

 

El impacto de su teoría es tan fuerte, que cualquier problema que tomemos –dice G. Kursanov– “veremos que todas ellas han sido resueltas por la filosofía marxista de una manera nueva”[1].  Ante estos hechos tan evidentes, la lógica del sentido común indicaría que lo menos que se puede hacer, es estudiar y tratar de comprender en lo más posible cada vez, el marxismo.

 

Hemos de agregar al pensamiento marxista fundamental, las contribuciones esenciales de Engels, colaborador, con Marx, del pensamiento dialéctico materialista; lo mismo que de Lenin, que llevó las teorías de Marx a sus últimas consecuencias.

 

“El marxismo –dicho en los términos elegantes de Kursanov– se ha enseñoreado de las mentes de toda la humanidad avanzada”[2]., lo que un agudo crítico de nuestra sociedad ha interpretado como de toda la humanidad…, pero de la que piensa”[3].

 

Frente a la multiplicación incesante de sistemas filosóficos idealistas, que en su diversidad muestran, más que “creatividad”, inconsistencia e incapacidad para explicar el mundo; a diferencia del marxismo, la dialéctica materialista, se ha convertido en el sistema filosófico, y en el método científico general coherente, consistente y capaz de explicar objetiva y sistemáticamente la unidad del mundo.

 

Ahora el marxismo, la dialéctica materialista, ha penetrado en la geografía.  Ha comenzado a tener sus múltiples expresiones aproximativas, sus aciertos y sus desviaciones, pues la geografía dialéctico materialista, sólo la harán los geógrafos, a fuerza de aprender filosofía.  Dentro de estas desviaciones y aciertos, ha estado el vincular a la Geografía con las ciencias sociales.  Sólo se ha retomado el criterio eléata, estóico, escolástico nominalista, positivista, empirista lógico, funcionalista y estructuralista, y se le ha querido traducir en términos marxistas aplicando el lenguaje categorial más altisonante: la lucha de clases, el proletariado, la explotación, la planificación, la revolución, el compromiso social del intelectual; donde el hombre es principio y fin del hacer geográfico.

 

Lo que los geógrafos marxistas aún no han hecho, es precisamente comprender el significado del pensamiento marxista, que nos impone romper con todo modelo preestablecido, y rescatar de los criterios históricos de Mileto, del epicureismo, del empirismo y racionalismo materialistas, la verdadera concepción dialéctico materialista en geografía, y plantear consecuentemente lo que se deduzca de ello.

 

Los geógrafos marxistas que sólo han creído que la dialéctica materialista se aplica en ciencias sociales mediante la crítica económica y social, y que a su vez son concientes de su compromiso como individuos en la historia, han identificado el espíritu de partido en la ciencia, con la politización del hacer, en este caso, geográfico.

 

Esta confusión no ha permitido distinguir bien entre el hacer político y el científico, que pretende hacer pasar a la ciencia de la geografía como una ciencia política militante.

 

Los geógrafos debemos reconocer la plena validez del carácter o espíritu de partido en la ciencia, como una orientación ideológica libre y consciente, producto de los intereses esenciales de clase social, y con ello, reconocer el compromiso histórico-social de la ciencia.

 

La ciencia no es, pues, ajena a una determinación filosófica y política, antes al contrario, la ciencia como forma de conciencia social, es una subordinación de la política.  Pero la ciencia no es, exactamente, el científico, sino aquella es un producto de éste; la ciencia es el conocimiento teórico-hipotético ordenado, que nos viene dado a través de las sensaciones, y que se deriva como reflejo de una faceta de la realidad objetiva, con base en un sistema lógico teórico-metodológico de postulados, principios, leyes y categorías, que surgen como necesidad social del desarrollo de la producción material.

 

Así, la ciencia tiene su propio compromiso histórico-social, el cual no es independiente del propio compromiso del científico, pero en ningún modo ambos son identificables.  Sin que ello quiera decir tampoco, que puedan ser contradictorios, pues hemos dicho ya, que una depende del otro.

 

Mientras que el compromiso de clase de la ciencia está en el espíritu de partido en ella (en nuestro caso, en el definirse en una posición dialéctico materialista y demostrarlo consecuentemente a cada instante), el compromiso de clase social del científico se bifurca en dos aspectos: primero, en ser el exponente de ese espíritu de partido en la ciencia, en el seno de la organización de la comunidad científica; y segundo, en la conciencia de su papel social como individuo en la historia, y su posición consecuente que cristaliza en su militancia de partido (sin necesidad de “geografía radical” alguna), y con ello, su real compromiso como intelectual con la clase obrera[a].

 

Con ello se distinguen por lo menos, dos de las múltiples formas de la lucha de clases.  De tal manera que hay que distinguir entre el trabajo científico y el político en la ciencia misma, como lucha teórico-ideológica en la comunidad científica; y el trabajo científico y el político extra-ciencia, como la lucha ideológica y político social en el seno de la sociedad en general, y su lucha de clases más amplia.

 



[1]

[2]

[3]

[a] Este pasaje se redacta en plena consecuencia: entre 1974 y 1982 –y esto quiere decir, desde un año antes de ingresar a la Facultad, y durante toda nuestra vida como estudiantes del Colegio de Geografía, y hasta el año mismo en que empezó, de hecho, nuestra vida profesional–, fuimos militantes comunistas en la clandestinidad, e incluso miembros del secretariado de un Comité Distrital de una de las zonas obreras principales de la Ciudad de México.

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:39

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (39).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 06 dic 10.

 

 

2      La aplicación de la dialéctica materialista como fundamento en la teoría del conocimiento, a la investigación en geografía.

 

 

a)  La dialéctica materialista en la historia de la filosofía.

 

La dialéctica materialita como tal, es fruto del pensamiento de Carlos Marx (1818-1883), cuya obra es producida entre 1940 y el año de su fallecimiento.

 

En su juventud, Marx compartió la posición del hegelianismo de izquierda de Ludwig Feuerbach (1804-1872), a quien poco después supera desarrollando su propia concepción del mundo.

 

La escisión entre hegelianos de izquierda y de derecha se había dado, principalmente, a la muerte de Hegel, en torno a la relación de la filosofía y la religión.  Los hegelianos de izquierda mantenían la posición de que la religión no tenía razón de ser , y que tal posición debía ser llevada a la práctica.  Los hegelianos de derecha, por el contrario, consideraban que, aun cuando la religión no tenía razón de ser, ello sólo era problema filosófico.

 

Más tarde Marx se distinguió de aquella posición hegeliana de izquierda, al considerar que no era el hombre a través del cual, Dios cobraba conciencia de sí mismo, sino a través del cual, la materia cobraba conciencia de sí misma.  En este punto, Marx retomaba la tradición del pensamiento materialista filosófico.

 

Pero Marx hubo de trastocar en un punto más a la filosofía hegeliana.  Para Hegel, la unidad del mundo se finca en el conocimiento de la unidad de los opuestos, pero dados, no en la realidad objetiva, sino en los conceptos; para Hegel, la unidad del mundo es la unidad de la “idea”, o sea Dios.

 

Así, Marx invierte el pensamiento de Hegel “puesto de cabeza”, para considera la unidad de los opuestos no en los conceptos o en la idea o Dios, sino en la realidad objetiva misma.  Para el pensamiento de Marx, en consecuencia, la realidad objetiva es la materialidad del mundo, y en ello raica su unidad.

 

Es en este momento, donde la tradición del pensamiento materialista a lo largo de la historia, se fusiona con la tradición del pensamiento dialéctico, fructificando como una nueva concepción del mundo dada en la filosofía dialéctico-materialista.

 

La fusión del pensamiento materialista con el pensamiento dialéctico, es la fusión del criterio que da primacía al ser  (a la materia), sobre el pensar (la “idea” o Dios), con el criterio acerca de considerar que todo es movimiento, desarrollo objetivo, determinado por la contradicción objetiva.

 

El materialismo sostiene que la realidad es objetiva; es decir, que existe independientemente de nuestra voluntad y pensamiento; y asimismo, que la única propiedad e la materia, es el ser realidad objetiva; tanto como toda la realidad objetiva sólo es material, y nos viene dada a través de los sentidos.  De ahí que el conocimiento científico sea un reflejo de la realidad objetiva, que será tanto más exacto, cuanto mejor refleje la multilateralidad, y con ello el carácter concreto de dicha realidad.  Y esta es la razón por la cual afirmamos que sólo el pensamiento materialista nos pone en situación de una comprensión verdaderamente científica.

 

Por su parte, la dialéctica constituye la lógica, la cual es a su  vez, la gnoseología o teoría del conocimiento.  La dialéctica como lógica o teoría del conocimiento, significa el método filosófico científico en tanto sujeto a leyes y estructurado a su vez de principios, leyes y categorías.

 

La fusión de los pensamientos dialéctico y materialista, como fusión de la lógica o teoría del conocimiento acerca de la realidad objetiva o materialidad del mundo, constituye el verdadero y único fundamento del conocimiento científico.

 

Los logros de Einstein o un Newton o de tantos otros sabios no partidarios conscientes de la dialéctica o el materialismo, no obstante no pierden su condición de científicos, pero sólo en tanto dichos logros son reelaborados en el interior de la dialéctica materialista.  Hasta entonces, dichos conocimientos, aun cuando científicos, desmerecen al no aportarnos conscientemente una imagen más acabada de la materialidad del mundo (y de cómo ésta hace conciencia de sí misma a través del cerebro del hombre), sino de la presencia y omnipotencia del Creador (y de cómo éste es el que hace conciencia de sí mismo a través del hombre).

 

La misión de una investigación científica fundada en la dialéctica materialista, consiste en partir de reconocer la unidad del mundo dada en su materialidad, que dicha realidad objetiva está en permanente movimiento, y sus fenómenos en una permanente e indisoluble interconexión universal y en desarrollo.

 

Al abordar una faceta concreta de la realidad objetiva, se habrán de aplicar, en consecuencia, las leyes más generales de la dialéctica: 1) la ley de la unidad y lucha de contrarios; 2) la ley de la transformación de la cantidad en calidad; y 3) la ley de la negación de la negación.  Todas ellas expresan el movimiento, la interconexión y el desarrollo de la realidad objetiva, y sólo a través de ellas es posible penetrar en la esencia infinita de las facetas de aquella.

 

La ley de la unidad y lucha de contrarios, o simplemente ley de la contradicción, es la condición primera de todo análisis.  El punto fundamental en la investigación dialéctico materialista, es lograr descubrir las contradicciones esenciales, y estudiar la manera en que se dan, tanto la unidad y lucha de sus opuestos, como preveer su transformación en otras contradicciones más profundas y esenciales.  Esto es, cómo una se convierte en la negación de la otra, que a la vez trae consigo la propia condición de su negación, a través de una sucesión ininterrumpida de transformación y cambios de la cantidad en calidad, para dar nuevas cantidades, que arrojarán nuevas calidades, tras la solución semejante de los opuestos de una contradicción.

 

Esta indagación no será lograda, sino a condición de manejar coherente y lógicamente un sistema de categorías (o conceptos fundamentales con un contenido específico y bien determinado), que se relacionan y subordinan entre sí mutuamente.

 

Donde materia y movimiento, espacio y tiempo, o lógico y lo histórico, la necesidad y casualidad, o la necesidad y la libertad, lo absoluto y lo relativo, lo abstracto  lo concreto, et sig; tienen un contenido y extensión exactos en los marcos de la teoría del conocimiento de esta filosofía o concepción del mundo, tal que permita ir explicando lógica y coherentemente, de manera sistemática, una faceta de la materialidad y unidad del mundo.

 


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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:38

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (38).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 02 dic 10.

 

 

c)      Trayectoria y perspectivas de la enseñanza de la geografía

 en sus dos escuelas fundamentales de pensamiento.

 

Haciendo la crítica a la geografía actual, hemos indicado en el inciso anterior, ya la trayectoria de la geografía fenomenista, y aquí nos circunscribiremos a sus perspectivas.

 

Tales perspectivas las podemos deducir de dos líneas que de hecho se están ya siguiendo con lógica previsible: 1) la tendencia propiamente desmembradora, compuesta por ese grupo de geógrafos más conservadores, que no ve en el desmembramiento, una “absorción de la geografía por otras especialidades”, y contra lo que, no obstante, lucha, rescatando las viejas teorías ambientalistas en las que trata de conjugar lo que ya es un verdadero prejuicio histórico: la relación naturaleza-sociedad; y 2) la tendencia, que aun cuando en la corriente desmembradora, pretende dar una salida más consecuente en la “unidad” de la “geografía radical”, compuesta por la parte progresista de los geógrafos actuales, cuyas posiciones avanzadas están tratando de ser fundadas en el marxismo, y siguiendo el ejemplo, principalmente, de la geografía soviética.

 

Si esta segunda tendencia está destinada al fracaso, ya no se diga la primera, que aún apela al acientífico pasado; y creemos que esa tendencia de la “geografía radical” (con sus propias variantes en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, y más recientemente esbozándose en México), está destinada al fracaso, es porque en general, constituye la respuesta natural de la pequeña burguesía intelectual tan efímera como su posición, que descubre la lucha de clases y la explotación del hombre por el hombre desde las aulas y cubículos de investigación.

 

Esta tendencia se compone de geógrafos avanzados, a no dudar, que han accesado a la literatura revolucionaria de nuestro tiempo, y que buscan en la trinchera de la ciencia geográfica, descargar su conciencia.  Les mortifica y apena inconscientemente el ser miembros de una clase social privilegiada, y en ese sentido se sienten comprometidos –y es es la condición de la geografía que profesan, una geografía comprometida– con la clase social explotada, y que tiene en sus manos el futuro.

 

Son intelectuales que han confundido el carácter departido en la ciencia, con las manifestaciones políticas obligadas para el quehacer científico.  Han confundido el compromiso explícito de la ciencia en su conjunto, respecto de una posición política.  Y, en esa extremización propia del infantilismo de izquierda pequeñoburgués, este grupo de geógrafos excluye de una posición avanzada en la ciencia, a todo aquel investigador, catedrático, estudiante, que no se manifieste públicamente con su posición y acción política, atacándolos y criticándolos de “burgueses”.

 

Las raíces en México de estas posiciones “radicales” extremas, arrancan del quehacer geográfico económico, a través del cual han penetrado en Geografía las teorías del marxismo, en donde una buena partes de geógrafos cree que el marxismo y su método, el materialismo dialéctico, sólo tiene que ver con la problemática socio-económica.

 

Con esto, esta tendencia económico-sociologista en geografía, encuentra un sólido y consistente fundamento teórico-metodológico cognoscitivo, por lo que, la causa de un previsible fracaso no está ahí, como en el caso de la “geografía ambientalista” con fundamento en el positivismo lógico, sino en una deformación de la teoría marxista; enana concepción estructural-funcionalista, cuyos principales ideólogos externos a la geografía, son Luis Althusser, Michel Foucoult, y Herbert Marcus[a], que a través de la escuela francesa han influido en México.

 

Por otra parte, de la tendencia espacista, es poco lo que se puede decir, pues de ella hay una ausencia casi total en las aulas; y hace mucho tiempo que hubiera sido desterrada del saber geográfico, a no ser porque ella es, precisa e históricamente, la que le da contenido científico y una verdadera identidad propia; no es casual, por ello, una agudización reciente y cada vez mayor, de la polémica entre la tendencia económico-sociologista, y esta otra, que dan en llamar “analítica”, pero que incluso en México, va más allá que la inconsecuente tendencia “analítica” en la consideración del espacio; del que dichos “geógrafos analistas” no han sabido hacer, como en nuestro caso, aún suficiente abstracción y generalización; de modo tal que quien esto expone, no se identifica con esa tendencia que, por demás, aún hace concesiones de importancia, como el aceptar la categorización de “espacio social”.

 

No es casual, tampoco, la agudización de la polémica, toda vez que, sin concesiones, hemos puesto al Hombre como un objeto más de la realidad objetiva, y con el debido respeto, pues éste es tratado, primero, como ser social, y segundo, bajo las leyes y teorías propias correspondientes a su estudio e interpretación, sin reduccionismo alguno, sin pretender entenderlo bajo las leyes y teorías biológicas ni “ecologistas”, ni mucho menos mecánicamente a través de la física.  Es decir, reconociendo su importancia y su papel de agente dinámico de la transformación de medio geográfico, mismo que determina el espacio que constituye el objeto de nuestro estudio.

 

Mientras que los geógrafos económico-sociales hacen de su saber geográfico un saber antropocéntrico en un sistema de referencia regional (espacial), nosotros, sin pretender tampoco una actitud copernicana en geografía, hacemos de nuestro saber geográfico, un saber espacial, en un sistema de referencia conformado de las relaciones naturaleza-sociedad (o medio geográfico); en donde el Hombre pasa a ser así, tan sólo un elemento más, necesario y suficiente a describir, del sistema de referencia del espacio geográfico.

 

Si las perspectivas a largo plazo para aquella tendencia, hemos dicho, es estar condenada al fracaso; las perspectivas para la “tendencia” –si así se le quiere ver– de esta corriente de pensamiento históricamente dada, que nosotros hemos denominado como espacista, son, a su vez, a largo plazo, a través de un paso intermedio necesario y natural, a manera de la tendencia “analítica”, que conforme vaya dando respuesta a las necesidades económico-sociales concretas, como lo ha venido siendo en sus necesidades cartográficas, pasará a lo que finalmente el contenido hipotético-deductivo dicte.

 

Quiere decir que, con la pervivencia de esta corriente de pensamiento geográfico, para entonces, en relación con la condena al fracaso de la otra, la geografía fenomenista, ¿esta última habrá de quedar excluida del quehacer y pensar geográfico?  Nosotros respondemos contundentemente a esta cuestionante: No.

 

Ambas constituyen la superviviencia de las dos escuelas fundamentales del pensamiento geográfico en una indisoluble unidad y lucha de contrarios no antagónicos, cuya solución está, en la medida en que la Geografía encuentre en la teoría metodológica cognoscitiva espacial (que incluye su sistema de referencia), su unidad e integridad[b].

 

Así, cuanto más se extinga el polo de la dualidad de las relaciones naturaleza-sociedad, en un sistema de referencia espacial; el polo opuesto constituido por el espacio, no tendrá razón de ser considerado como tal, como un opuesto; sino como un objeto de estudio único en indisoluble vínculo con su sistema de referencia, que permite entender su movimiento y desarrollo.  Quedará dada, por consiguiente, una solución semejante para ambas tendencias históricamente dadas y hasta ahora en contradicción[c].



[a] He aquí aún la imprecisión en los fundamentos más contemporáneos de la teoría del conocimiento en Geografía: aún no ubicábamos a la Escuela de Frankfurt, y subestimábamos al “posmodernismo” como un snobismo de la época y pasajero.

[b] Nos referimos aquí al hecho de que esa geografía fenomenista no continuará existiendo tal cual ha sido, estudiosa de los fenómenos; sino que, dialécticamente, en la solución de la contradicción no-antagónica por subsunción, ésta se transformará, formado parte de una Geografía única en los estudios de los estados de espacio.

[c] Veinticinco años después, al transcribir el mecanografiado de estos apuntes y volver a reflexionar sobre ello y particularmente las predicciones que hacíamos, se hace inevitable esta nota al pie: 1) no nos equivocamos; 2) la geografía fenomenista en general, fracasó; 3) la geografía fenomenista en su forma de “geografía radical”, también fracasó, y mucho antes de lo que pudiéramos haber imaginado; 4) la transición a través de una “geografía analítica”, que suponía un proceso más largo, no ocurrió así por peculiaridades propias de los azares de la historia, en este caso, nuestra salida del escenario, y con ello la usurpación de la teoría y el plagio de nuestras ideas, que se vieron así, “oficializadas” e institucionalizadas en un corto lapso, infinitamente menor al que nos pudimos haber imaginado; y 5) la solución a la contradicción fundamental de la Geografía, vive hoy su propio momento histórico; en la medida en que las nuevas generaciones entiendan la teoría científica del espacio geográfico, el proceso de subsunción empezará, y todo lo demás será cuestión de tiempo. En los últimos cuarenta años, hemos vivido un extraordinario momento en la historia de la ciencia de la Geografía; la próxima década, la segunda del siglo XXI, le toca a la nueva generación, cuya misión bien pudiera ser el culminar este proceso.

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:37

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (37).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 29 nov 10.

 

 

c)  Características de la enseñanza de la Geografía.

 

Como es lógico considerar, la enseñanza es un reflejo de la investigación y su consecuencia directa; luego entonces, la enseñanza de la geografía de nuestros días, está en consonancia con las contradicciones fundamentales cognoscitivas y su movimiento, expuesto en el inciso anterior.

 

Ello nos explica los planes de estudio tradicionales, en los que, toda vez que la Geografía se considera “sistema de ciencias” y “ciencia de síntesis” de las mismas, la currícula de materias de las diversas instituciones nacionales y extranjeras, así como los programas generales de cursos del Bachillerato, no serán mas que glosarios de ciencias.

 

El estudiante queda preparado así, en forma enciclopédica, en donde no puede decirse que tenga suficientes bases –a partir de esos conocimientos generales y superficiales sobre cada “ciencia geográfica”– como para hacer de ello una especialización; que cuando así se pretende, se cae en el absurdo de llegar por una vía “cómoda y sencilla”, a una especialización ardua y compleja, que amerita, en la mayoría de los casos, cinco años de formación (incluso, en su origen, un área en el Bachillerato, físico-matemática, químico-biológica, o económico-administrativa), con toda una metodología específica, con todo un instrumental y manejo de teorías especializadas.

 

Ante ello, los geógrafos no encuentran más solución que reunirse entre sí par lamentarse de estar siendo “penetrados” por una especie de “invasores superdotados” en tanto capaces de resolver las investigaciones causales sobre los fenómenos, que los geógrafos de carrera no pueden, limitados estos últimos, a las “descripciones explicativas”, en tanto conocedores de la causalidad del fenómeno, pero no investigada motu propio, sino tomada a pesar de todo, de esos mismos “invasores”.

 

La enseñanza de la enseñanza de la Geografía, así, busca resolver la identidad del hacer geográfico, en materias llamadas, de “Geografía Aplicada”, en las que se prepara al estudiante en el manejo de ese saber dualista naturaleza-sociedad considerado en su localización y distribución en la superficie terrestre, a través de ciertos “modelos”: el enfoque evolucionista de principios de siglo, que trata de dar un mayor rigor al saber geográfico que el “modelo” inmediato anterior, el enciclopedista-romántico humbodtiano, o el morfológico-paisajista reclusiano; el ecologismo humano; el funcionalista; el regionalista; el modelo de la percepción del paisaje; el enfoque sistémico abolutizado; el método estructural; hasta las más recientes influencias del economismo y sociologismo de la “geografía radical”, modelos –es decir, sistemas en de parámetros bien determinados para observar cómo trabaja una teoría científica– que elevada a la categoría khuniana de “paradigma” en donde los parámetros del modelo se convierten en premisas teórico-metodológicas; se consideran capaces de determinar la investigación científica toda concreta.

 

Ahora, como el “modelo” o “paradigma” por sí solo no resuelve el problema de los fines del estudio, tan sólo de su teoría metodológica cognoscitiva, otras materias llenan el currículum del plan de estudios, como las relativas a la planificación.

 

En la planificación se resuelve, tanto en la investigación como en la enseñanza de la geografía actual, las finalidades de esta disciplina de conocimientos en el sistema de las ciencias.

 

Si bien todas las ciencias aportan su parte en el acto multifacético que constituye la planificación, es la Geografía, en los términos de esta geografía fenomenista contemporánea dominante, la ciencia que cristaliza dicho acto, como ciencia de la planificación por excelencia; como si la planificación fuese un hecho en extensión exclusiva esencialmente; cuando, no causalmente, son los economistas los que dictan aquí la última palabra, dado que la planificación, es, ante todo, un hecho regido por razones económicas esencialmente, y que luego habrán de tener, necesariamente, una expresión espacial; lo que justifica la intervención de la Geografía; pero como una ciencia más que aporta en ese hecho socio-económico que es, por excelencia, la planificación.

 

La enseñanza de la geografía en estos marcos y con ese contenido, no es ajena a una determinación filosófica; es decir, a la determinación de una teoría del conocimiento dada, como ya lo hemos demostrado para todos los casos de la historia; sino que, por lo contrario, responde con fidelidad a específicas concepciones del mundo de nuestros días.

 

En tales circunstancias, es una geografía que no puede responder sino a la filosofía positivista, y sus derivaciones neopositivistas[a]; o al materialismo dialéctico.  Si en el terreno de la investigación el positivismo sella el quehacer científico en los términos de reducirlo a la mera descripción de la realidad, de sus relaciones y génesis evolutivas; en la enseñanza, hace del profesor un informante, así como del estudiante, un receptor memorista de dicha información.

 

Por su parte, el neopositivismo, en su forma de positivismo lógico, que es la corriente que más influye al pensamiento geográfico, convoca al saber universal de la ciencia, a manera de que sólo hay una ciencia única, o el que la ciencia es sólo una[b].  Precepto feliz, que da fundamento a la geografía actual como “sistema de ciencias” y “ciencia de síntesis” de las mismas; es decir, los geógrafos neopositivistas, como todos los geógrafos herederos del pensamiento de Hecateo, son incapaces de ver en la unidad, la diversidad, lo uno en lo múltiple.

 

Así, ya Heráclito había criticado en la Antigüedad a Hecateo, tal como ahora lo hacemos tomando las palabras de aquel, para los geógrafos fenomenistas del neopositivismo de nuestro tiempo: “los de la mucha ciencia, por su saber disperso y no sistemático, que no ven la unidad de la naturaleza…, sino una colección de hechos dispares y sin relación alguna entre sí”[1].

 

Por qué concedemos la razón a Heráclito.  Por qué afirmamos, en consecuencia, que tanto la investigación como la enseñanza de la geografía en esta línea, es un saber disperso y no sistemático.  Por qué, incluso, afirmamos que no se ve la unidad de la naturaleza, a pesar de que éste es precepto básico de esa geografía.

 

Precisamente, porque no entienden la unidad en la diversidad[c]; porque, en vez de la dinámica de la unidad y la lucha de contrarios, ven la dualidad estática naturaleza-sociedad, en base a ese saber disperso y no sistemático, propio de la currícula académicas.

 

Por qué es justa la observación de Heráclito respecto a los geógrafos como Hecateo, como los de la “mucha ciencia”.  Porque el extremo absurdo al que necesariamente tenía que llegar esta concepción de la geografíaa, ha quedado expuesto por Henry Baulig ya desde 1948, que preguntándose si la Geografía es una ciencia, se responde en el sentido –que tomamos de Alan Reynaud–, de que la Geografía no es un conocimiento, porque la Geografía es el conocimiento supremo; lo que Baulig expresa en las siguientes palabras: “quizá una categoría nueva de la inteligencia a la que el espíritu occidental y sólo él, acaba de acceder”[2].  Es decir, la Geografía es así, el éxtasis supremo del saber.  Esta es la imagen que en un momento dado se forja en el estudiante, precisamente, en las circunstancias actuales.

 



[a] En ese entonces, 1985, aún no veíamos la importancia decisiva que estaban adquiriendo sistemas filosóficos como el pragmatismo, el existencialismo, y particularmente el autodenominado “neomarxismo”, de los “nuevos filósofos” de la Escuela de Frankfurt, que ya para entonces empezaban, entre todos ellos, a conformar decididamente el llamado “posmodernismo”, que por entonces identificábamos apenas como un snobismo intelectualoide, sin poder ver en ello la nueva ideología reaccionaria y oscurantista que se estaba formado, y sería finalmente dominante ya en la segunda mitad de los años noventa; siendo, con su esquizofrenia, ya para la primera década de los años dos mil, verdaderamente aterradora.

[b] Proponiendo incluso abolir a la filosofía, esa “ciencia única” (la filosofía positiva) se erigiría como una sustitución de toda filosofía.

[1]

[c] Este pasaje nos hace suponer que este material quizá si haya circulado en copias; e incluso, ahora, 2010, nos hace pensar que, siendo el fundamento de la tesis de nuestro ensayo presentado como ponencia al XI Congreso Nacional de Geografía, 1987, acerca de la unidad espacial del mundo, haya sido la causa, o por lo menos parte de ella, de lo que ocurrió con el caso de la publicación de las Memorias de dicho evento.

[2]

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:36

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (36).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 25 nov 10.

 

 

a)    Trayectoria y perspectivas de la investigación geográfica

en sus dos escuelas fundamentales de pensamiento.

 

Puede decirse que la trayectoria de la investigación geográfica en sus dos escuelas fundamentales, es una trayectoria de dos corrientes encontradas, una de las cuales, podemos caracterizar como desmembradora, y otra como integradora.

 

La corriente desmembradora es, entonces, aquella que, o bien presupone en el geógrafo otra especialidad, o bien le empuja hacia ella.  Esta corriente se distingue, porque sus partidarios, ya se mueven sobre ideas preestablecidas que transforman en prejuicios, ya sobre preceptos subjetivos que convierten en principios.

 

Por ejemplo, preestablecen, como Pierre George, que no existe un método único para la geografía, sino que para ésta existen los métodos varios de las diversas ciencias con las que en un momento dado la geografía entra en relación, para explicar los fenómenos que se estudian.  Tánto se repite esto, que pensar lo contrario significa una especie de ataque que cuestiona la existencia misma de la Geografía toda.

 

Establecen preceptos subjetivos, tales como Estrabón mismo al considerar que la Geografía es una especie de “historia en el espacio”, que hacen de ello un principio que pretenden como deducido lógicamente del desarrollo de la ciencia geográfica, o más bien dicho, de las ciencias geográficas.

 

Estos autores, como Brunhes, ven en la obra de Humboldt –eminentemente naturalista– la sustitución de la antigua geografía descriptiva, inventaria, enumerativa (expresiones que recogemos del colectivo de autores de Josefina Gómez, Muñoz Jiménez, y Nicolás Ortega); por una nueva geografía definitivamente explicativa, sistemática, científica.  Too lo cual sería ciertamente válido, si por Geografía preestablecemos un “sistema de ciencias”, y que cada ciencia constituye una “especialidad de la Geografía”; así, de la descripción del mundo circundante en una “geografía general”, se pasaría a la explicación (producto de la investigación causal) de dicho entrono, a través de cada una de sus partes en las ciencias singulares, entendidas como “geografía especializada”.

 

Es pues, evidente, la artificialidad y el forzamiento de la realidad a un esquema adecuado a nuestras pretensiones. Cabría empezar por pensar qué nos ha hecho considerar a Humboldt como geógrafo.  Nuevamente aquí, la esencia de la respuesta la habremos de hallar en el análisis flosófico, que nos hace ver una situación nada casual.  Citando del colectivo de autores antes mencionado, este “pensamiento geográfico decimonónico, es un proyecto que considera a la ciencia positiva como modelo universal de todo conocimiento válido”[1]; a lo que nosotros agregamos para enfatizar el pensamiento positivista: “en donde el saber no propiamente científico (cotidiano) no es más que metafísica”[2].

 

En términos de la trayectoria del pensamiento geográfico contemporáneo, sus deficiencias se ven, por los geógrafos fenomenistas (entendidos éstos tanto como estudiosos de los fenómenos, como fundados en el principio gnoseológico positivista de la fenomenología), en una especie de incapacidad colectiva, actitud que ya Alan Reynaud critica, haciendo ver que más bien ha de deberse a una insuficiencia teórico-metodológica.  Así, se dice que los geógrafos seguidores de Humboldt, no son capaces de llegar a la explicación, producto de la investigación causal, quedándose únicamente en la “descripción explicativa”, es decir, en descripciones conocedoras de la causalidad, misma a la que estos geógrafos no han sabido llegar por sí mismo, circunscribiéndose a retomarla de otros especialistas[a].

 

Estas deficiencias, coincidiendo con Reynaud, nopueden deberse a la incapacidad colectiva, como tampoco del todo a insuficiencias en el avance de otras ciencias, que, por lo contrario, han demostrado fehacientemente la ampliación y profundización del conocimiento; sino precisamente a esto que dichos geógrafos no quieren reconocer: la necesaria especialización del conocimiento, que ha puesto en evidencia la insuficiencia teórico-metodológica de la Geografía en su línea fenomenista de pensamiento, que, como hemos dicho, trata de resolverse adaptando modelos diversos impulsados desde otras ciencias.

 

Se ve, en esta crisis de fines del siglo XIX (nosotros situamos su origen incluso hacia 1870), y mediados del siglo XX, una pérdida de identidad de la Geografía.  Y ahí donde los geógrafos fenomenistas ven dicha pérdida de identidad, los geógrafos espacistas encabezados por Hettner, por lo contrario, ven el deslinde, en la especialización de las ciencias, con el descubrimiento del verdadero objeto de estudio de la Geografía, antes oculto por las “affectiones” varenianas de los fenómenos[b].

 

Curiosamnte, los geógrafos fenomenistas, ven en la especialización de las ciencias, una “invasión a la Geografía”.  Han sido, pues, víctimas del propio monstruo teórico-metodológico o cognoscitivo que engendraron.  Su experimento genético artificioso, como tenía que ser, desembocó en el fracaso.  No se puede cambiar subjetivamente el derrotero de una ciencia que se constituye como reflejo objetivo de una faceta de la realidad objetiva.  No puede hacerse una geografía “racional” geomorfologista, ecologista, economista o sociologista, si no es esa la faceta de la realidad objetiva que en su origen se planteó estudiar.  El “dualismo” fenomenista[c], ha de ser reemplazado por el monismo espacial.

 

Y todo aquello que parecía ser el objeto de estudio (las relaciones naturaleza-sociedad[d]), finalmente pasó a ser el estudio del sistema de referencia, de la investigación causal del espacio; y, en esos términos, y sólo en esos términos, se valida y justifica una geografía estudiosa de los fenómenos y sus relaciones[e].

 

Por qué será que los geógrafos fenomenistas insisten en encontrar la salida cognoscitiva al saber geográfico en la búsqueda de “modelos” o “paradigmas”, evolucionistas, funcionalistas, estructuralistas, etc; y no en el análisis histórico concreto (el análisis concreto de la historia concreta, como se dice en el marxismo).  Será acaso porque temen encontrarse con la verdad, la cual no se ajusta a sus pretensiones.

 

Todo esto nos muestra algo que no puede negarse el ser geografía, pero nos muestra precisamente, lo que es un saber geográfico limitado; no por la incapacidad colectiva de todos los geógrafos (lo que resulta irracional), sino porque esa geografía, corresponde a un momento histórico concreto, a su avance y límite de sus propias teorías, así como a un desarrollo específico del conjunto de las ciencias y de los reclamos socio-económicos y políticos de su momento histórico.

 

Por nuestra parte, dicha limitación del saber geográfico en esa corriente de pensamiento, deviene de su interpretación a la contradicción fundamental de la Geografía (entendida ésta en su sentido dialéctico, es decir, como motor o dinámica interna de dicha corriente de pensamiento), la cual se conforma, para éstos, teniendo en un opuesto la relación naturaleza-sociedad como polo dominante, al cual se subordina el espacio, como el opuesto, en el polo subordinado.

 

De cómo interaccionan ambos opuestos de la contradicción en el proceso del conocimiento, es como se expresa ese saber geográfico: esto es, cómo se dan las relaciones entre los fenómenos en su vinculación en el espacio.

 

Esta contradicción supone el conocimiento del fenómeno en su esencia y en su desarrollo, y cuanto más profundo y amplio dicho conocimiento, tanto mayor el discernimiento de sus relaciones, estas últimas, que ya no serán tanto como expresión fundamental de su existencia espacial, sino como relación de causalidad de un fenómeno a otro.  De ahí que, con la especialidad de las ciencias, este fundamento teórico-metodológico se hace endeble.

 

Con la inversión en la relación de los opuestos de esa contradicción fundamental de la Geografía, se está en el terreno del pensamiento espacista, en donde ahora el opuesto subordinante es el espacio, determinado por las relaciones naturaleza-sociedad, en el opuesto subordinado[f].

 

De cómo interaccionan ahora aquí ambos opuestos de la contradicción en el proceso del conocimiento, es como se expresa esta otra forma del saber geográfico esencialmente dicho: esto es, por su parte, la naturaleza del espacio, determinada por las relaciones entre los fenómenos.

 

De ello se sigue que esta contradicción supone el conocimiento de la realidad, naturaleza y propiedades del espacio, así como de sus regularidades fundamentales; y cuanto mayor sea la definición de una teoría espacial general, mayor el discernimiento, a su vez, de las propiedades y leyes de la forma espacial de existencia de los procesos y fenómenos.

 



[1]

[2]

[a] Y más aún, cuando dicho geógrafo se especializa tanto en el fenómeno (en necesario biólogo en el campo de la zoología en su rama entomológica para poder estudiar con fundamentos la vida y obra de la <<amantis religiosa>>) llegando a ser capaz, en consecuencia, de realizar la investigación causal esencial del mismo, lo que queda de él como geógrafo, sólo es el recuerdo de una vía de profesionalización en que simultáneamente, lo que ha tenido de “facilita”, lo ha sido de tortuosa.

[b] Aquí hay un error, inducido por la lectura aún no lo suficientemente crítica, del Estudio Preliminar que hace Horacio Capel a la obra de Varenio.  Las “affectiones” varenianas, se refieren literalmente a las “afecciones” o “efectos” en un fenómeno, producido por la causa de otro.  Varenio, como médico, entendía en general por esas “affectiones”, una relación entre los fenómenos, particularmente de índole causal.  Horacio Capel, al traducir y comentar la obra de Varenio, interpreta por tales “affectiones”, equivocadamente, las “propiedades” de los mismos.  En 1985 no habíamos hecho una lectura e interpretación a fondo de la obra de Varenio, compleja, no tanto por sí misma, como por el necesario contexto histórico a considerar (la Ilustración holandesa ya a mediados del siglo XVII).  Al traducirse las “affectiones” de los fenómenos como “propiedades” de los mismos, se induce la idea de que, de lo que se trata, entonces, es del estudio de los fenómenos en sí mismos, cual especialistas en ellos.  Tomado el concepto de “affectiones” en un sentido más propio como “relación” (en particular de causalidad), la idea cambia, entendiéndose, entonces, una conexión física externa entre ellos, en una necesaria relación de coexistencia espacial; como lo descubrimos mucho después.

[c]      Se entiende aquí por tal “dualismo”, el enunciado “naturaleza-sociedad”.

[d] Ahora (al entender lo expuesto en la nota b), agregamos: “las relaciones naturaleza-sociedad en sus propiedades, mas no en su coexistencia espacial”)

[e] Este trabajo, más allá del curso dado en la Facultad de Geografía de la Universidad de Guadalajara en ese mismo año de 1985 (y del que no recordamos si dejamos copia), no fue publicado ni dado a conocer ya por ninguna otra forma; ello explica, en parte, el por qué la comunidad de geógrafos no entendió este punto, considerando siempre como una negación absoluta nuestra el estudio de los fenómenos en geografía, cuando no puede haber en ello sino un vínculo dialéctico, mediado por el concepto de “Estados de Espacio”.

[f] Incluso aquí, en 1985, aún entendíamos el concepto “determinado”, limitado exclusivamente como categoría de causalidad, no viendo en ello una dialéctica más amplia, entendiéndolo a su vez como “negación”.

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:35

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (35).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 22 nov 10.

 

 

Otro ángulo de las investigaciones, está dado por la segunda línea, a partir  del objeto de estudio como el espacio.  Aquí la investigación geográfica se ha enmarcado históricamente, en una teoría general, propiamente hipotético-deductiva, sobre los límites, extensión, distribución, y situación locacional de los objetos o fenómenos que cualifican el espacio geográfico.

 

Sin embargo, por lo contrario, respecto al tipo de investigación antes tratado, ésta es la característica de investigación geográfica de otro tiempo.  Investigación a la que muchos, por considerarle del pasado, la tienen por algo superado, por la que ya no hay que ocuparse, a pesar de ser esta línea de investigación la que se ha valido rigurosamente del método científico acorde con cada momento de su historia; es decir, del método de simetría de la naturaleza en la Antigüedad; del análisis y la síntesis en los recursos escalares cartográficos, en el Renacimiento; deteniéndose en su desarrollo, por las premisas teóricas y socio-económicas que ya hemos considerado más atrás.

 

Ambas teorías de investigación geográfica, se caracterizan también –frente al problema de la investigación como lógica del conocimiento–.  De esta manera, mientras la teoría general informativo-narrativa de la geografía como ciencia de las relaciones naturaleza-sociedad, en la Antigüedad se expresaba como el desentrañamiento de la verdad del hecho escondido en la mitología de la fábula, en nuestros días hace del saber geográfico un saber estático, no hipotético-deductivo, que es precisamente lo que, antes que olvidado por ser un hecho del pasado, necesitamos rescatarlo, a la luz del avance de la filosofía, de la Física y Matemática, en torno al concepto del espacio y en respuesta al reclamo urgente que nos viene de otras disciplinas de conocimientos, desde la Geología hasta la sociología, que nos demandan cada vez más, no análisis sobre sus propios estudios, sino análisis espaciales, que auxilien su investigación causal propia.

 

En la lógica del conocimiento, la investigación geográfica actual, no carece de una consecuencia precisamente lógica.  Partiendo de la relación naturaleza-sociedad, la Geografía se constituye en un “sistema de ciencias”, reflejo de esa gama de fenómenos y como “ciencia de síntesis”, precisamente de ese sistema de ciencias, por lo tanto, no puede, bajo esas condiciones, estructurar un aparato o sistema de categorías propio, sino que éste se conforma de la totalidad de los conceptos fundamentales de otras ciencias, consideradas incluso como “ramas” especializadas” de la Geografía, lo que por lo demás, justifica el tomar los conceptos Fundamentales de dichas especialidades, haciéndolas pasar por categorías geográficas.

 

Del mismo modo es en cuanto a las teorías y leyes, que si existen como geográficas, sólo lo son, en tanto las especialidades son tomadas como parte especializada de la geografía como un saber general, y así sucesivamente.

 

Respecto al método de la geografía, éste no podrá entenderse mas que como sistema de métodos; el método de la geografía actual comúnmente conocida, si se puede hablar de método geográfico, resulta ser una “síntesis de métodos”.

 

Hora, si pensamos en el método científico en su conjunto, el “método” de la geografía resulta ser un método ecléctico, con las consecuencias de ello, es decir, de ser incapaz de discernir realmente, pretendiendo no ser ni idealista ni materialista, sino algo por encima de ello, cuando no, manifestando abiertamente que la filosofía (así como la política), no tienen nada qué ver con ella, y le son ajenas.

 

Pero el “método” de la geografía así, no sólo será ecléctico en lo concerniente a la teoría del conocimiento, sino incluso en cuanto a la sistematización del conocimiento; tomando por igual los métodos empíricos y teóricos de todas las ciencias por igual.

 

La ciencia, según Comte, “no ha de dilucidar qué es lo que existe, sino cómo se producen los fenómenos; no ha de generalizar los datos, sino de describirlos; y los fenómenos descritos han de ser reducidos al menor número posible de vínculos exteriores, atendiendo a su semejanza y sucesión”[1].

 

Las leyes de la ciencia, según Comte, serán sólo la formulación de relaciones funcionales de semejanza y sucesión observadas, en donde, por consiguiente, la ley no corresponde a la relación causal, “metafísica” para éste.  “El estudio de los fenómenos –dice Comte–, en vez de llegar a convertirse en absoluto, debe permanecer siempre como un estudio relativo, que depende de nuestra organización y de nuestra situación”[2].

 

La filosofía positivista, corresponde ya al período de descomposición del sistema capitalista, interesado en poner fin al desarrollo progresivo de la sociedad, el cual ve en dicha filosofía, los argumentos para ello.



[1]

[2]

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:34

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (34).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over.blog.es/;

México, 18 nov 10.

 

 

a)         La expresión genoseológica de la geografía espacista en la Época Moderna.[a]

 

La Época Moderna de la geografía espacista se origina con D’Anville (1697-1782), cuya obra fundamental es la primera Historia de la Geografía, que en su fondo, geográfica, respondía más a objetivos geodésicos[b].

 

A no ser por el rescate que pueda hacerse de lo geográfico en los trabajos de geómetras eminentes como Lambert (1728-1777), Mollweide (1805), Gauss (1822), los siglos XVIII y XIX posteriores a Newton, pasaron intrascendentes para esta escuela de pensamiento geográfico[c].

 

Sin embargo, los trabajos de Lobachevski (1792-1856), así como las del mismo Gauss, Bolyai, Riemman, Kingdon Clifort, etc, sobre las geometrías no-euclidianas, prepararon nuevas condiciones para el desarrollo del pensamiento espacista.

 

 

 

 

IV  Los Métodos de la Teoría del Conocimiento en la Investigación Geográfica y en la Enseñanza de la Geografía Contemporánea

 

 

1      La características de la investigación y de la enseñanza de la geografía en nuestros días.

 

a)    Características de la investigación geográfica en nuestros días.

 

Por todo lo hasta a aquí visto, podemos ver que la investigación geográfica a través de la historia, se ha distinguido en dos consideraciones acerca de su objeto de estudio.  En una línea, a partir de definir a dicho objeto de estudio como las relaciones naturaleza-sociedad en un sistema de referencia espacial; en otra, a partir de definir el objeto de estudio como el espacio, definido históricamente de distinta manera, encubierto en el estudio de otras nociones, como territorio, superficie terrestre, región, etc.

 

Siguiendo la primera línea de investigación geográfica enunciada, ésta se ha enmarcado en una teoría general de tipo informativo-narrativa, sobre los hechos o fenómenos en el lugar en que acontecen.

 

Esta es la característica fundamental de la investigación geográfica de nuestros días.  En ello radica la causa de que el geógrafo sea acusado de ser un mero recopilador de información que otros indagan causalmente en otras especialidades, y en exponer estos datos en forma narrativa, cuasi poética, como puede apreciarse en los “Cuadros de la Naturaleza” de Alejandro de Humboldt, o en una obra muy próxima a nosotros; “La Sierra Madre de Chiapas”, de Leo Waibel[d].

 

Una actitud más formal, que pretende romper con esta posición romanticista en la ciencia geográfica, se encuentra en la gran mayoría de las tesis no sólo de licenciatura, sino incluso en las tesis de posgrado, en las cuales este saber sobre las relaciones naturaleza-sociedad en un sistema de referencia espacial, se expresa como una monografía con una rígida estructura, que en lo que pierde de romántica y poética,, lo gana en simplicidad y aridez, propia de un compendio esquemático del mundo circundante.

 

Los ensayos y monografías de este corte, parecen dar a entender por la categoría de “relación”, la suma mecánica de partes, agregadas unas a otras, yuxtapuestas y coordinadas en el orden de lo general a lo particular y de lo simple a lo complejo, como reflejo del sistema de la realidad.

 

Para estos geógrafos, establecer la relación naturaleza-sociedad, estriba en no olvidarse de mencionar a ambos aspectos en sus ensayos.  Para algunos de ellos, en una posición más acuciosa y perspicaz, contemplan en ese agregado, ya los beneficios de una parte sobre la otra, ya los perjuicios recíprocos entre la naturaleza y la sociedad.  Destacan así, ya la disposición de los recursos y su buen uso, ya el dispendio o mala administración de los mismos; ponen de relieve o se centran, en los potenciales no aprovechados de la naturaleza, cuya incapacidad de manejo ahoga al hombre en su propia frustración e impotencia; o bien, por el contrario, sobrevalorando las capacidades “incontroladas” del hombre, devienen en actitudes catastrofistas con el deterioro de la naturaleza en los límites de su irreversibilidad[e].

 

Fuera de esto, el geógrafo no tiene nada más que aportar que proyectos, que planes; a los que, sabedores ellos mismos de su incumplimiento, califican meramente de “indicativos”, es decir, meras sugerencias que nadie va a escuchar.

 

No obstante, esta expresión geográfica limitada; más evidente hoy que nunca, pues por lo menos en las primeras década de este siglo XX, aportó un conocimiento del mundo general y necesario; cobra un impulso con su aceptación, en esos términos de investigación, en los sistemas económico-sociales de producción socialista.  Y este solo hecho, valida y justifica su existencia.

 

Una matización de estas investigaciones geográficas de nuestros días, están en los esfuerzos párvulos de pretendidos estudios especializados sobre problemas que van desde la explicación de ciertas geoformas regionales, hasta las políticas de promoción del turismo; a su vez, con sus respectivas contrapartes, en ensayos que se cuestionan unos a otros, no faltando, por consiguiente, aquel que ve en el turismo las causas de todos los males, y propone su desaparición.

 



[a] Hasta 1985, nos habíamos ocupado centralmente, como algo lógico, en el estudio de la Antigüedad, desentrañando los orígenes del pensamiento geográfico; la Edad Media era algo dado así como “por omisión”, y realmente la Época Moderna de la Geografía, después del Renacimiento, o sea, de la Ilustración, no la teníamos claramente definida.  Aún más, era un momento complejo de enorme importancia, para el que tuvimos ciertas reservas en nuestras afirmaciones, no teniendo claro de nuestra parte su caracterización.  Y no es que hoy, 2010, nos autocensuremos al revisar nuevamente estos apuntes, sino que esa censura estaba dada ya desde entonces, pues vemos que en esta parte; por demás revuelta, de párrafos recortados y reordenados en el mecanografiado, tenemos puras generalidades e imprecisiones, que ahora creemos como más conveniente excluir, dada precisamente la importancia del período histórico a considerar, transcribiendo sólo algunos datos.  De hecho, no estuvimos en posibilidad real de entender este período, al que nunca volvimos a su revisión, sino hasta la investigación que realizamos para nuestra tesis doctoral: “Dialéctica y Materialismo en el <<Estado de la Geografía de la Nueva España>>, 1772, de José Antonio de Alzate y Ramírez”, 2009.

[b] Aquí se aprecia la limitación en la caracterización del momento histórico.

[c] Queda claro aquí, que aún no teníamos la menor idea de una caracterización clara.

[d] Evidentemente, estas notas corresponden al momento histórico muy concreto que hasta 1985 aún se vivía en la Geografía en México, en donde, pretendiendo seguir la línea humboldtiana, se nos recomendaba a los estudiantes de geografía como pieza clave de la metodología de nuestra ciencia; en la teoría de la Geografía como ciencia del paisaje; la obra más contemporánea en ese sentido, del alemán Leo Waibel, La Sierra Madre de Chiapas, 1933, a semejanza o en el espíritu de los Cuadros de la Naturaleza de aquel.  Dicha obra, en 1940 fue propuesta a su traducción al Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), y luego a su publicación por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), a iniciativa del Dr. Jorge A. Vivó.  Esta era la geografía con la que históricamente estábamos rompiendo.

[e] Debe recordarse que las notas pertenecen, a lo más, a 1985, faltaba poco más de un lustro para el derrumbe del socialismo, y ello, a esa distancia, no era, incluso, creíble.  Había, por lo tanto, una ciega confianza en que, a la transformación de la sociedad y a su organización en una economía planificada, tales capacidades sociales se desplegarían en plena armonía con la naturaleza; de ahí que la crítica contenida en este pasaje, iba dirigida contra el pesimismo burgués de la fracasada economía capitalista.

 


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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:33

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (33).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over.blog.es/;

México, 15 nov 10.

 

 

b)  La expresión gnoseológica de la geografía epacista

      en la Edad Media.

 

Si bien es cierto que los geógrafos de la escuela de pensamiento fenomenista en geografía estuvieron en las posiciones más avanzadas de su tiempo, también es cierto que no fueron capaces de rebasar su marco histórico, a pesar de encontrarse, fuera de Europa, en las condiciones más favorables de la Edad Media.

 

Lo antes dicho no tendría sentido, si no fuese porque justamente ello fue posible por el geógrafo armenio Anani Shirakatsi, en pleno siglo VII, bajo el predominio de la patrística, que, con mucho, significa condiciones más difíciles para la expresión científica.

 

No obstante, Shirakatsi, “al que se le considera precisamente como el fundador de las ciencias naturales de Armenia…, era matemático, astrónomo y geógrafo”[1]; y pudiera pasar más, por lo primero, como un geógrafo espacista; pero, preocupado más por los fenómenos que por el espacio geográfico, para aquellas condiciones, bien pudiera considerársele fenomenista.

 

En su Cosmografía, Shirakatsi se adelanta no sólo unos cinco siglos para rebasar el marco histórico del escolasticismo incluso, sino adelanta con mucho a toda la propia Edad Media, pues en sus escritos se vislumbran ya principios verdaderamente materialistas, y aún más, dialécticos.

 

Shirakatsi no se conforma con ver el la teoríaa de los cuatro elementos de Empédocles, principios estáticos del mundo,  “A su modo de ver, los elementos se relacionan entre sí y se transforman recíprocamente por medio de lo que tienen en común”[2], por ejemplo, lo que hay de común entre el fuego y el aire, es el calor; entre el aire y el agua, es la humedad; para el agua y la tierra, el frío; y para la tierra y el fuego, la sequedad.

 

Con ello “subraya la idea de la eterna y continua generación y destrucción de las cosas reales, de los objetos existentes, como ley fundamental del ser, y llega incluso a la concepción de la contradicción en la naturaleza”[3].  “La generación es comienzo de la corrupción –dice Shirakatsi–, y esto a su vez, lo es de la generación.  Y gracias a esta contradicción que nunca desaparece, el mundo adquiere la eternidad de su existencia”[4].

 

Lo que nos ha llevado a pensar en Shirakatsi como geógrafo de la escuela de pensamiento espacista, es, fundamentalmente, 1) su inclinación a las matemáticas, y 2) el que concibe a la naturaleza como un todo único, con lo que Shirakatsi es algo así como un geógrafo en el terreno de la investigación fundamental (más que en la aplicada).

 

Otros geógrafos subsiguientes, de los que desafortunadamente no tenemos más datos por ahora, que su noticia dada por Erwin Raisz, fueron: Beda (ss.VII-VIII), Jafa de Jiva (s.IX), Istajri (s.X), y Zarcala (s.X).  A ellos sigue el geógrafo más famoso de esta época, El Idrisi (1100-1164), importante geógrafo árabe-español, que finalmente vivió en la corte de Roger II de Sicilia, y con cuya autoridad, el saber geográfico más avanzado fue filtrado a Europa, trasladándose entonces allí, el centro de la ciencia, tras la caída del califato de Córdoba.

 

Por el lugar en que Edrisi se desarrolló y por el momento histórico que le tocó vivir (a falta de mayor información), podemos considerar el pensamiento geográfico de éste, como influido por la corriente nominalista escolástica.  Con sus trabajos cartográficos comienza a recuperarse por fin el nivel de la cartografía de la Antigüedad.  A éste le siguieron, entre otros, Mateo Paris (1200-1239), y Pedro Vesconte (1311-1327), y todos aquellos geógrafos-cartógrafos que prepararon el Renacimiento en esta disciplina de conocimientos.

 

 

a)        La expresión gnoseológica de la geografía espacista

en el Renacimiento.

 

 

El Renacimiento en Geografía se desarrolla en dos partes: 1) los siglos XV-XVI, y el siglo XVII; en su origen, dicho evento se produjo con Toscanelli (1397-1482), a quien se atribuye ser el autor intelectual indirecto de la inauguración de los grandes viajes de exploración a partir de los viajes de Cristóbal Colón, que trajeron como consecuencia los descubrimientos geográficos que revolucionaron el mundo (independientemente –como suele suceder– de que ello haya sido a partir, según palabra de D’Anville: “del mayor error que dio lugar al mayor descubrimiento”; el cual, como todos sabemos, consistió en utilizar los cálculos de Posidonio, que arrojaban un valor de una cuarta parte menor a los cálculos de Eratóstenes)[a].

 

Después del período histórico que va de Anaximandro a Eratóstenes, e incluso de los trabajos de Hiparco a Ptolomeo, este otro período histórico renacentista que se inicia con Toscanelli y culmina con la obra de Mercator (1552-1594), es, quizá, el más representativo del saber geográfico; los geógrafos de este tiempo, no sólo enfrentaron los mismos problemas que los geógrafos de la Antigüedad, sino, incluso, enfrentaron los problemas de toda una revolución científica.

 

La imagen del geógrafo hoy en día, es aún la imagen de la figura del geógrafo renacentista, de un Vespucio (1457-1512), de un Juan de la Cosa (1500), de un Fra Mauro (1459), de un Martin Behaim (1492), de un Waldsemüller (1507), de un Nicolás de Cusa o un Mercator; es decir, de un hombre de ciencia que frente a sí se despliega un mapa, que sobre él manipula un compás, considerando distancias y escalas; que a su lado destaca un Globo Terráqueo, un gnomo, alidadas, brújulas y libros de las ciencias.  Basta ver las pinturas de Van der Mer, de Velazquez, quienes así representaron a este saber (quizá porque no tenían las confusiones que los geógrafos sí tenemos).

 

Todos ello son conocidos en nuestros días como “cartógrafos”, llamados así por los geógrafos fenomenistas, para quienes la Geografía no sólo es otra cosa, sino incluso para quienes la cartografía es tan sólo una “ciencia auxiliar” más, que se agrega al saber geográfico concebido como un “sistema de ciencias”; no siendo capaces de ver en la cartografía, no una “ciencia auxiliar” más, sino uno de los elementos fundamentales de su metodología; es decir, algo que le es inherente, intrínseco; con lo cual se pretende arrebatarle a la Geografía una de sus bases para el conocimiento científico.

 

Estos geógrafos, fundamentalmente desarrollaron el conocimiento del espacio geográfico, parte de lo cual fueron sus “descripciones de los lugares”, pero donde lo determinante no son los fenómenos en sí, sino el espacio geográfico como tal, en ese nivel de conocimientos.  Y todo esto es quizá, porque ninguno de ellos fue antes que un “cartógrafo”, un historiador o naturalista, como en el caso de Herodoto, Hecateo, Polibio, Plinio, Rochd, Jaldun, Varenio, etc; todos ellos historiadores o naturalistas.

 

La segunda parte del Renacimiento en Geografía lo constituyó el siglo XVII, y está caracterizada por hombres de ciencia como Ortelio, Hondio, Snellius, Sanson, Nicolosi, Cassini, Delisle, Picard, etc; quienes, a la vez que contemporáneos de Varenio, sus estudios se especializaron a tal punto sobre la forma y dimensiones de la Tierra, que con ello dan lugar al surgimiento de la Geodesia como ciencia.

 

Para explicar la declinación de esta escuela de pensamiento geográfico en el curso del siglo XVII, pueden señalarse varias premisas: 1) las limitaciones propias del empirismo, 2) el concepto de espacio newtoniano, 3) la obra de Varenio, 4) la especialización de la Geodesia como ciencia, 5) el viraje del centro de la ciencia de España, con Holanda e Italia; a Alemania, con Inglaterra y Francia.  Es decir, de una España decadente, a una Alemania reaccionaria.

 



[1]

[2]

[3]

[4]

[a] En 1985, aún estábamos dependiendo, en mucho, de lo que se nos había enseñado en la Facultad, y este dato era precisamente de esas enseñanzas.  Tuvieron que transcurrir veinticinco años, hasta el 2009-2010, para que, al crear el Blog: <<“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica>>, ocupándonos de publicar en su secuencia histórica todos nuestros trabajos, uno de ellos tuviese que ver directamente con el problema del cálculo de Posidonio; pero que, al final, quedaba asociado a otros análisis hechos al paso, volviendo a analizar a Eratóstenes, Posidonio, Estrabón y Ptolomeo; de donde resultó –como en algunos artículos lo demostramos– que el error no fue de Posidonio; éste, con otros parámetros, había hecho un cálculo correcto semejante al de Eratóstenes; sino que Estrabón, teniendo por maestro a Posidonio y siendo crítico de Eratóstenes, mezcló inconsistentemente los distintos parámetros de uno y otro autor, y el efecto fue dicho error, atribuible a Estrabón, e incorrectamente referido a Posidonio.

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:32

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (32).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over.blog.es/;

México, 11 nov 10.

 

 

1      Los Métodos de la Teoría del Conocimiento en la Geografía Espacista.

 

a)         La expresión gnoseológica de la geografía espacista

en la Antigüedad.

 

Si para la geografía fenomenista las condiciones del régimen esclavista en el momento en que en éste se da un incremento de la diversificación de la producción, estimula el comercio y la diversificación de mercados, da lugar a la descripción de los países y hombres del mundo, que supone el conocimiento de la historia y la política; el desarrollo de la ciencia geográfica para la escuela espacista, por su parte, se ve motivado por las exploraciones, que requirieron el mejoramiento en la ciencia de la navegación, junto con lo cual se impulsó el conocimiento de la astronomía y la matemática, así como de los conocimiento físicos y meteorológicos,  Lo que, por lo demás, es una forma de mostrar los estrechos vínculos y dependencias de la Geografía y estas especialidades.  O, dicho en otras palabras, saber geografía en una u otra escuela de pensamiento, supondrá tener los conocimientos de dichas ciencias.

 

Entre los siglos VIII-VI ane, las ciudades jonias de Mileto y Éfeso alcanzaron su máximo desarrollo, y en ellas surgieron los primeros notables materialistas, como Tales (624-547), uno de los siete sabios de Grecia por su conocimiento universal.

 

Discípulo Tales, del fundador del materialismo, fue Anaximadro (610-546), a quien se debe, entre sus aportes universales, ser el primero en trazar mapas en la antigua Grecia, por lo que es reconocido a su vez, como geógrafo, y es sí de hecho, el primer geógrafo materialista de la historia.

 

Un punto que caracterizará desde ese momento al materialismo de ese entonces, es su intento de determinar una categoría fundamental; principio material lógico en la naturaleza de todas las cosas, “la unidad en la infinita diversidad de los fenómenos naturales”[1].

 

Para Tales, dicha categoría fundamental en ese materialismo espontáneo, fue, por ejemplo, el agua.  Peor ya para su discípulo Anaximandro, dicha categoría fundamental principio de todas las cosas, concreción de la unidad de la diversidad, lo fue el ápeiron (materia indefinida e ilimitada), en cuyo seno surgieron los fenómenos de la naturaleza, lo caliento y lo frío, lo seco y lo húmedo, formándose así todas las cosas.

 

En el ápeiron se conjuntaba así, el pensamiento de Heráclito (544-483 ane), en el cual, todo es y al mismo tiempo no es.  El ápeiron, lo indefinido, es, en tanto el origen de la diversidad; y al mismo tiempo no es, en tanto la multiplicidad infinita de sus transformaciones en las formas singulares de la naturaleza.

 

Así, la geografía de Anaximandro bajo esas condiciones, se da como la unidad del todo en su localización y distribución (en su especialidad).

 

Los científicos griegos se ocuparon en esta etapa, de la estructura de la materia, desarrollando la teoría atomística por Demócrito (460-370 ane), y Leucipo (500-440 ane), diciendo que era la naturaleza ateística de su estructura la que la mantenía en permanente movimiento.  “Demócrito entendía los átomos como el ser, y el vacío como el no-ser; pero el vacío era para él tan real como los átomos”[2].

 

Contemporáneo suyo fue el geógrafo Eudemo (350 ane), con una filiación filosófica no precisada, pero que no podía ser otra, ya para ese entonces, que la de los cínicos, críticos de Platón, en el mejor de los casos, o más posiblemente, de los megáricos socráticos seguidores de Euclides (450-380 ane), por su formación en geometría; y no factible, de los cirenáicos socrático-platónicos.

 

En el siglo siguiente se desarrolló la influencia de Aristóteles, que en su escuela peripatética fue maestro de un geógrafo de mayor edad que él: Dicearco (326-296 ane).  Dicearco formó parte del Liceo en la rama de la Física aristotélica, y es conocido por sus trabajos de medición topográfica y posicionamiento, que le da a su saber geográfico un contenido espacista.

 

Prácticamente contemporáneos de Aristóteles y su discípulo Dicearco, fueron Epicuro (341-270 ane), y Zenón de Citio (336-264 ane), quienes están al inicio del helenismo, una vez caído el Imperio de Alejandro de Macedonia (323 ane).

 

Epicuro, un antmacedónico, atomista, y por ello seguidor de las ideas de Demócrito, fundó en Atenas su escuela filosófica llamada “El Jardín”, por el lugar en que estaba, en oposición a los sofistas de su época y a la filosofía estóica de Zenón, o del Pórtico Pintado, como se le llamaba.  De ahí que Dicearco estuviese muy próximo a la línea del epicureismo.  Después de él se dio el máximo esplendor de la ciencia en Alejandría, en donde fueron elaborados los primeros métodos de observación y experimentación.

 

Es la época de Eratóstenes (272-196 ane), e Hiparco (190-120 ane), que por las estrechas relaciones entre Atenas y Alejandría, puede suponerse sean simpatizantes del epicureismo.  Aún más, en tanto no declarados estóicos, cuando, citando a Fárrington, “en el último siglo de la era pagana, dos escuelas griegas, la estóica y la epicurea, se disputaban la adhesión de aquellos…, que alentaban aspiraciones filosóficas…, es de imaginar que en una ciudad como Roma, que había sido fundada y guiada por dioses, donde no se cumplía acto público alguno sin consultar primero la voluntad divina, donde los dioses contribuían poderosamente al mantenimiento del orden, los epicureos no tendrían mayor cabida en la vida pública”[3]; Eratóstenes e Hiparco no podrían ser mas que estóicos, y como no lo fueron, no queda más que ser epicureos.

 

Y más aún, por la critica que Estrabón hace a éstos a lo largo de su obra, no puede deducirse otra cosa, aparte de comprender la esencia de la Geografía en el pensamiento de Eratóstenes, quien a este saber por él resumido, dio tal nombre.

 

Cabe aquí considerar si Estrabón sumó al saber geográfico sus propios conocimientos contribuyendo así al desarrollo de la Geografía, o si su viraje de la Historia y la Política a la Geografía, constituye una desviación misma del saber geográfico[a].

 

Este punto es de fundamental importancia, dado que estamos en la raíz, en el origen de la definición de la Geografía como ciencia, y a nuestro juicio, el papel que jugaron las aportaciones de Estrabón, fueron precisamente de lo segundo, de una desviación del saber geográfico, ya que giraron la atención u objeto de estudio, del espacio, a los fenómenos; en particular los sociales; cuando ni Anaximandro, Eudemo, Dicearco, o Estrabón e Hiparco, dejaron de ocuparse por los fenómenos, pero no esencialmente en su estudio como tales, sino como determinantes de un atributo inherente suyo: su espacialidad.

 

Subordinar los fenómenos al estudio del espacio es lo esencialmente geográfico en el pensamiento de Eratóstenes; proceder a la inversa, subordinando el espacio al estudio de los fenómenos, según Estrabón, es –como dijera Federico A. Daus– sólo una “preocupación proyectada en un problema de espacio”, es decir, el estudio especializado de un fenómeno o serie de fenómenos, bajo el auxilio de la Geografía.  Mas, en lo esencialmente geográfico, de lo que se trata, es del estudio de lo espacial, auxiliado por el saber acerca de los fenómenos.

 

Para terminar, la Antigüedad se cierra, de hecho, con la obra de Ptolomeo (90 168 ane), que comparada con la de Plinio el Viejo (23-79 ane), distinguen muy bien las dos formas básicas del sentido del saber geográfico, en la época en que contendían ya el neoplatonismo de una parte, y el materialismo de Lucrecio Caro (99-55 ane), seguidor de Epicuro.  Tras Ptolomeo, la Geografía en Europa cae en el oscurantismo medieval.

 



[1]

[2]

[3]

[a] En 1985, aún teníamos ciertas dudas acerca del papel de Estrabón, si bien aquí –como se verá– ya adelantábamos su interpretación; y teníamos pendiente una revisión crítica más detenida de su obra; no más de dos años después, independientemente de ese análisis minucioso de su obra, concluíamos que la intervención de Estrabón en el conocimiento geográfico, significó una seria desviación.  Pero, al fin, producto inevitable de los tiempos, que dejó establecida la contradicción fundamental de esta ciencia.

 



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19 julio 2010 1 19 /07 /julio /2010 08:31

Los Métodos

de la Teoría del Conocimiento en Geografía.

  Curso, Universidad de Guadalajara, 1985 (31).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over.blog.es/;

México, 08 nov 10.

 

El origen de la geografía contemporánea se desarrolló en un ambiente en que reinaba la concepción idealista del mundo de un Fichte, un Schellin, y ya posterior al “período precrítico” de Kant (hasta 1770), caracterizado por su inclinación a las ciencias naturales y al materialismo espontáneo (en 1754, su teoría de las mareas; en 1755, su hipótesis cosmogónica); de tal modo que las mayores influencias de Kant, para Humboldt, ya para ese entonces estudioso de la ciencia alemana, corresponden al período del idealismo “crítico” del kantismo y la doctrina “dinamista”, opuesta al atomismo (a partir de su gnoseología dada en su Crítica a la Razón Pura, de 1781; su ética, dada en su Crítica de la Razón Práctica, 1788; y su estética, en su Crítica del Juicio, de 1790).

 

A partir de allí, Kant plantea respecto al espacio, el ser condición universal necesaria de la existencia de los objetos, y a la vez, forma de la sensibilidad, de la percepción inmediata como forma subjetiva de la facultad sensible, conforme a lo cual, las cosas no existen en el espacio objetivamente, sino en cuanto son percibidas; es decir, a priori (o antepuestas a la experiencia, y con ello, condición de toda experiencia).

 

“Según Kant, los hombres perciben los fenómenos uno “junto a” otro, o éste “después de” aquel, sólo porque en su conciencia se da la facultad a priori de disponer y sistematizar las percepciones en las formas ideales subjetivas del espacio y el tiempo”[1].

 

Siendo el espacio, al final de cuentas, según Kant, una forma del conocer; conocer lo geográfico (lo especializado), era conocer los fenómenos como tales, a través del espacio como forma de la sensibilidad.

 

De ahí que la Geografía, en su planteamiento fenomenista considerado en este apartado, ya para entonces humboldtiano-ritteriana, fuese, en esos orígenes del paso de la ciencia moderna a la contemporánea, en la transición del siglo XVIII al XIX, por excelencia, una gnoseología, por demás idealista, para conocer la realidad.  Y el fundamento idealista de la Geografía en sus orígenes contemporáneos, influido no sólo desde el idealismo subjetivo kantiano, sino, también, necesariamente, y más aún por su peso histórico, por el idealismo objetivo o metafísico hegeliano.

 

El Cosmos de Humboldt, o el Erkhunde de Ritter, como esas visualizaciones abarcadoras del Todo, no sólo son el súmmum de la idea enciclopedista en geografía, sino, en el fondo, particularmente en Ritter, la demostración de la capacidad de la trascendentalidad hegeliano-kantiana de los conocimientos.

 

 

a)       La expresión gnoseológica

de la geografía fenomenista contemporánea.

 

El pensamiento geográfico fenomenista, con Humboldt y Ritter, alcanzó, así, su máxima expresión; y para mediados del siglo XIX, quedaba evidenciado que la Geografía científica no podía ser por esa vía del Todo.  Entonces, el pensamiento geográfico fenomenista ya plenamente contemporáneo, discurrió hacia los fenómenos singulares, y con Ferdinand von Richthofen (1833-1905,) y Reclús (1830-1905), encontró su primera y nueva expresión en ese sentido.

 

Es la época de Spencer (1820-1903), y su “teoría organicista de la sociedad” en un determinismo biológico; y de Haeckel (1834-1919), y su “teoría ambientalista”, que será el fundamento de la futura Ecología.

 

Pero, contemporáneos suyos y desarrolladores de la misma idea fenomenista de la geografía en el auge de la filosofía positivista; que sustentaba la idea de la ciencia como eminentemente descriptivista, empirista y enciclopedista; fueron Friederich Ratzel (1844-1904), y Vidal de la Blache (1845-1918).  No obstante, hubo algo que polarizó sus posiciones: el “determinismo geográfico” de Ratzel propuesto en su Antropogeografía de 1882, histórica consecuencia lógica del fenomenismo; al que se le opuso, lo que luego se denominó el “posibilismo”, de Vidal de la Blache.  Éste había reaccionado a la posición del determinismo geográfico, expresando que <<la Geografía era una ciencia de los lugares, y no de los hombres>>.  Más aún, habiendo tenido lugar ya los primeros congresos internacionales de Geografía, el primer congreso internacional se convocó como “I Congreso Internacional de Ciencias Geográficas” (1875), y en los últimos de estos cinco primeros congresos, a mediados de los años noventa del siglo XIX, se había planteado, consecuentemente, la exclusión de la Cartografía, a considerare como una ciencia aparte, que sólo se integraba al conocimiento geográfico, nuevamente en la idea enciclopedista totalizadora ahora con fundamento en la filosofía positivista, entendiéndose a la Geografía como un sistema de ciencias; a lo cual De la Blache reaccionó, expresando que la Geografía, era <<una ciencia de localización>>.

 

Pero el interesante y extraordinario hecho que ha ocurrido ahí, es el inicio del momento histórico de la específica discusión acerca del real objeto de estudio de la Geografía.  Hasta entonces, la geografía simplemente se había hecho, ya con un contenido espacista, o bien con un contenido fenomenista, y ello, más allá de la crítica de Estrabón a Eratóstenes, no había arrojado diferencias o discusión teórica notable alguna.  Ahora, toda geografía, en consonancia con lo que ocurría o incluso ya había ocurrido con las demás ciencias, partiría de esa discusión.  Es, a partir de entonces, que de cuando en cuando se habla de la “crisis de la Geografía”.

 

A Ratzel le siguió William M. Davis (1850-1934), continuador de las teorías evolucionistas en geografía; y a De la Blache, le siguió Emmanuel de Martonne (1873-1955), que influido por el fenomenismo y no pudiendo dar continuidad a la idea de la Geografía como “ciencia de los lugares o de localización” como su objeto de estudio, eludió el compromiso considerando que la definición debería hacerse de acuerdo al método, asumiendo así una posición subjetivista.

 

Finalmente entró en escena un personaje más: Alfred Hettner (1859-1942), contemporáneo de estos últimos, pero que, abandonando el fenomenismo, abre una nueva etapa en el desarrollo de la geografía espacista.

 



[1]

 



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