Participación en el “Foro Universitario Sobre el Manifiesto Comunista”…, y un Colofón Todavía Más Importante.
Quizá en una de nuestras últimas conferencias académicas, fuimos invitados al “Foro Universitario Sobre el Manifiesto Comunista”, organizado en la Facultad de Derecho de la UAEM.
Decidimos tratar en nuestra exposición sobre esa parte del documento de la Liga de los Comunistas que a partir de entonces se transformaba en Partido Comunista, redactado por Marx y Engels en 1847, y publicado en 1848; parte que si se lee, no suele reflexionarse detenidamente en su contenido, como sí lo es en su texto capitular: los Prefacios al Manifiesto Comunista,
A dicho documento histórico, síntesis del pensamiento marxista en la dialéctica materialista y fundamento teórico-práctico del comunismo, se le hicieron siete Prefacios; los primeros dos de los cuales, fueron redactados conjuntamente por Marx y Engels, y los cinco restantes, a la muerte de Marx en 1883, ya sólo por Engels.
Aquellos dos primeros prefacios conjuntos, el de 1872, y una década después el de 1882, fueron redactados veinticinco años después de la primera edición del Manifiesto, y en ellos Marx y Engels reconocían ya el carácter histórico del documento y plenamente vigente, no obstante el drástico cambio del momento histórico entre las revoluciones de 1848, y la insurrección de la Comuna de París de 1871.
En los cinco restantes prefacios (dos de 1883 y 1885; y tres entre 1890 y 1893), Engels pone el énfasis, primero, en la tesis esencial de Marx: los modos de producción, determinantes de la lucha de clases sociales, y el surgimiento y disolución de la primera “Asociación Internacional de los Trabajadores” (1864-1874), conocida simplemente como la Primera Internacional; y después, en la histórica lucha de 1890 por a jornada laboral de 8 horas que, dice Engel, unificó al proletariado mundial, tal cual la consigna al final del Manifiesto comunista: “¡Proletarios del mundo, Uníos!”
Pero, a la vez, Engels hacía ver ya, tanto en el Prefacio de 1892 como en el último de 1893, el desarrollo del capitalismo y la necesidad creciente de los trabajadores, de entender su propia situación; un progreso económico que reclamaba de un desarrollo intelectual de las masas.
Luego del último Prefacio, han transcurrido 121 años, y siguiendo el espíritu de aquellos siete prefacios, los comunistas de hoy debemos examinar el momento histórico, y las nuevas condiciones de la lucha de clases.
En ese lapso, el comunismo vio su paulatino crecimiento: el surgimiento de la Revolución Socialista en Rusia (1917); la fundación de la Tercera Internacional (1919), la fundación de la Unión Soviética (1922); la fundación y lucha de los partidos comunistas en el mundo, entre ellos, en 1919 en México; el surgimiento de nuevos Estados socialistas; y las luchas de liberación nacional de las colonias.
Pero luego de 1970, vino un declive y reflujo del movimiento comunista internacional; surgió el llamado “Eurocomunismo”, se dieron las últimas revoluciones socialistas, en Angola (1974), y como consecuencia del triunfo de Vietnam en su guerra de liberación contra Estados Unidos (1975); y en el curso de la segunda mitad de los años ochenta, se dio el proceso que llevó a la disolución de la URSS (1989), y la caída generalizada del socialismo (1990).
Por su parte, desde principios de los ochenta, la reacción, en lo económico, impulsó el orden neoliberal, y en lo ideológico, desarrollaba el llamado “posmodernismo”, como una negación del progreso económico y el desarrollo científico e intelectual de las masas, que Engels valorara en su último Prefacio, de 1893.
Bajo esas condiciones se llega incluso, a nuestros días (2014), y ello nos impone, como condición concreta, la definición de la lucha en la iniciativa histórica de los comunistas: combatir la ideología alienante de la “posmodernidad”, y preparar a las masas, ante la ya previsible parálisis del capital, para su reemplazo por una nueva organización económico-social de intercambio, bajo un Plan General de Producción y Distribución, tanto interno como externo.
En la iniciativa histórica de las masas, ésta se está moviendo ya por encima del Estado (tanto en lo económico como en lo social), en el espíritu comunitario autogestivo. El problema no es la “inmovilidad de las masas”, “la “desorganización” de ésta, “su inconciencia”; sino, la acción de los comunistas, que, paradójicamente, es en el exceso de su movilidad (sin sentido), en un activismo en el que “se va a todas”, en el argumento de “arrebatar direcciones de las masas”, las cuales no es capaz de crear con verdadera iniciativa, confundiendo ese activismo con la iniciativa histórica comunista (un viejo y enfermizo vicio nuestro, de los comunistas que no somos capaces de elaborar, precisamente, el contenido real de esa iniciativa histórica del os comunistas.
De manera muy interesante, en el colofón, fuera del evento, se planteó, entre otras cosas, el problema del voto, y junto con él, todo un anclaje setentañero, a nuestro juicio, de los jóvenes camaradas comunistas.
Nos pronunciamos por el no-voto, y la respuesta fue el viejo reproche: “sectarismo”. ¿Por qué la estrategia del no-voto es “sectarismo” (es decir, ser partidario de un divisionismo dogmático); ¿por qué el no-voto ha de ser un “divisionismo dogmático”?, ¿qué relación tiene una cosa con la otra? En ello no vimos el comunismo reflexivo, entendiendo la dialéctica de un momento histórico concreto, sino al joven comunismo irreflexivo de la fácil fórmula preestablecida. A ello, en ese “ir a todas” siguiendo lo mismo las iniciativas de la pequeñaburguesía (como lo fue con el “Movimiento 132”), o las iniciativas de la derecha empresarial saboteadora (como en la Marcha del 1° de abril en Cuernavaca, Mor), pudiéramos haber reprochado en contraparte con el calificativo setentañero de fórmula, de: “seguidistas”. Y…? Luego de ello, como popularmente se suele decir: pues, no queda más que, “cada chango a su mecate”.
Así que, por nuestra parte, mejor expliquemos brevemente (en articulo posterior), la estrategia del no-voto, cuyo cuestionamiento es recusado de “sectarismo” (?); estrategia que no implica tampoco ninguna teoría compleja, pero que tampoco hemos de tratar a partir de viejas fórmulas preestablecidas por dogma, correspondientes a momentos históricos distintos; sino a partir del análisis reflexivo sobre nuestra realidad concreta.