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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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27 abril 2011 3 27 /04 /abril /2011 23:02

Icono-Filosofia-copia-1.jpgLos Criterios de la Verdad.  Artículo, 2011.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

La Tierra, 1 (jN,lW); 28 abr 11.

 

El saber científico es el único depositario de la verdad, y de ahí su exigencia, su rigor, pues nada puede afirmarse como verdadero así nada más a la ligera, ni lo que aparece claro al sentido común ni lo que sea por demás evidente, y, en consecuencia, la poca comprensión que de ella tiene el común de la gente.

 

La ciencia no tiene de antemano la explicación para todo, la explicación de cualquier cosa, supondrá antes su investigación, a fin de demostrar su veracidad o no.  Hay, por supuesto una infinidad de fenómenos para los que la ciencia no tiene explicación; pero no tiene explicación aún, y, esto es, que, como consecuencia de la investigación que se haga de ellos, algún día la tendrá.  Esos fenómenos inexplicados aún por la ciencia, suelen tener su solución en el pensamiento mágico, místico, esotérico, metafísico.  Y en cuanto se encuentra la respuesta científica, cuando finalmente tiene una explicación verdadera, salen de ahí y pasan al saber científico.

 

En ese sentido, la categoría de explicación, en la ciencia, adquiere una enorme importancia, pues ésta está asociada, ya al conocimiento posiblemente verdadero dado en una versión hipotética, o bien en el conocimiento ya demostrado como tal, formando parte de una teoría verdadera.

 

De ahí que el concepto de la verdad, sea de esencial importancia entenderlo por todo aquel que se ha de dedicar a la ciencia.  Así, cuando la ciencia se entiende como el conocimiento de la realidad formada ésta por el mundo de los objetos materiales fuera de nuestro pensamiento, dicho conocimiento opera a manera de un reflejo de esa realidad en nuestro pensamiento, en forma de conceptos e ideas.  En consecuencia, el conocimiento verdadero de la realidad, corresponderá a aquel reflejo lo más fiel acerca de la esencia de la misma en el pensamiento.  Ello no será posible nunca del todo, nuestro conocimiento de la realidad siempre será incompleto, no sólo algo escapará a nuestra percepción, sino que una vez pensada esa realidad, ésta ya ha cambiado, e iremos siempre tras ella tratando de entender su vastedad infinita.  A este conocimiento se le conoce como conocimiento objetivo, en tanto parte de los objetos materiales de la realidad fuera del pensamiento.

 

Ahora, cuanto más objetivo sea, tanto más se aproximará, en consecuencia, al conocimiento verdadero.  La ciencia, pues, responde al conocimiento, en tanto conocimiento objetivo, de lo cual deriva que como conocimiento verdadero, corresponderá a la verdad objetiva.  Todo otro saber no científico, que no se ciña a las reglas y métodos de ésta, podrá proporcionar sus propias explicaciones de la realidad, pero con la diferencia de que, en este caso, lo hará tanto más alejada de la objetividad, y en esa proporción, tanto más subjetivamente; es decir, tanto más dependiendo del las ideas, que de los hechos dados; y en ese sentido, ese conocimiento elaborado en las puras ideas no podrá estar apegado a la verdad, sino por casualidad.  En todo caso, en una consideración muy filosófica, podríamos decir que será poseedor de la verdad, pero en su forma subjetiva; es decir, a capricho de las ideas, y no de lo que objetivamente es.  Así, si bien filosóficamente podemos considerar la “verdad subjetiva”, ésta, en realidad, no será verdadera, en tanto no será objetiva; esto es, en tanto no corresponderá a la explicación lo más fiel u objetiva de la realidad.

 

Presupondremos, entonces, a la verdad, siempre como la verdad objetiva (la “verdad” subjetiva, no es en realidad, sino un eufemismo).  Y así, teniendo la ciencia el propósito de explicar la verdad, la condición primera de toda condición para que tal explicación sea verdadera, es que sea objetiva.

 

Pero la objetividad es sólo apenas el primero de cinco criterios esenciales acerca de la verdad.  La explicación, ha de tener, además, como condición esencial, el atenerse a la relación causal correcta; esto es, encontrar la causa del fenómeno, y que ésta no se confundan en un momento dado con el efecto.

 

Luego, un tercer criterio de la verdad, está en que el establecimiento del conocimiento verdadero, debe hacerse con apego a las leyes y reglas de la lógica (tanto formal, como dialéctica), y esto en su forma más esencial, quiere decir que la verdad debe establecerse mediante un procedimiento hipotético-deductivo.  Toda propuesta que se salga de esta consideración, podrá ser válida en términos de un saber dado cualquiera, pero no del saber científico; que, como se entenderá, no es otro que el del método científico de la modernidad, es decir, el método iniciado por Galileo y Kepler, y teorizado por Bacon y Descartes, e inmediatamente desarrollado por Locke y Spinoza, et sig; el método científico, pues, ilustrado.

 

De este modo, una consecuencia es que un criterio más de la verdad, el cuarto criterio, será el que sea corroborable en la práctica histórico-social.  La práctica histórico-social, no se refiere exclusivamente al tiempo histórico, a la historia como el pasado, sino incluso al experimento fundamental que en un momento dado se hace en la demostración, así como a la historicidad social proyectada a futuro.  El conocimiento verdadero, entonces, debe explicarse tanto con el argumento histórico entendido como lo verificable en el pasado como la experiencia dada, como con la predicción científica.

 

Y el quinto y último criterio básico de la verdad, es precisamente esa capacidad de la predicción científica.  Este criterio es tan esencial, que puede decirse que el fin del conocimiento científico no tiene más propósito esencial que éste.  Predecir con fundamento científico los acontecimientos, no sólo es una manera de comprobar la veracidad, sino la finalidad más útil de la ciencia, en tanto permite a la sociedad avanzar con certidumbre a la luz de su conocimiento.

 

Todo lo que se salga o excluya estos cinco criterios esenciales de la verdad, no será mas que una ataque a la ciencia y, por lo tanto, fruslería destinada a confundir.  Quien desee hacer ciencia, con todo su rigor, primero debe experimentar la investigación poniendo a prueba los criterios de la verdad dominando amplia y correctamente el método científico de la modernidad, entonces, y sólo entonces, podrá hacer cualquier consideración crítica.  Hasta ahora, no ha sido así.  La crítica al método científico de la modernidad, se ha hecho sólo desde la arbitrariedad subjetivista, y quien la ha aceptado, la más de las veces lo ha hecho desconociendo en esencia qué es la ciencia, el método científico, y el conocimiento verdadero.

 

Todas las consideraciones hechas en este artículo, serán fundamentales en adelante, para poder entender el hacer de la geografía en el criterio del conocimiento científico.  Y en próximos artículos analizaremos el desarrollo de la Geografía como ciencia, a partir de mediados del siglo XIX, en que fue creado el método dialéctico materialista, con el cual acabó de entenderse la esencialidad de ese proceso metodológico hipotético-deductivo.

 


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17 abril 2011 7 17 /04 /abril /2011 23:02

Ícono FilosofíaAnálisis Crítico para el Curso

de Desarrollo Humano*

 

Estudio Nº 2


Prólogo

 

Brevemente, decidimos presentar este documento como el Estudio Nº 2, dados tres hechos que convergieron hacia el término del año 2005: 1) una verificación de tesis de posgrado, parte medular de la cual se refiere a la formación moral de la personalidad del estudiante; 2) la efectuación de las VI Jornadas Académicas, de cuya Mesa acerca del “Desarrollo Humano y Valores”, se obtuvieron conclusiones en sumo grado desconcertantes; y 3) que de tal foro, las VI Jornadas, en general, obtuvimos una conclusión: la Universidad Ilustrada, al parecer, ha dejado de existir.


Introducción

Abordaremos aquí muy didácticamente, sin mucha posibilidad de argumentación (y de ahí la justificación de la abundancia de notas a pie de página que habrán de ser disculpadas), pero argumentación dada en sus esencialidades, el problema más complejo que enfrenta la sociedad actual: su necesaria e ineluctable descomposición moral social.

 

Esto tiene que demostrarse, por lo menos nosotros no nos permitimos afirmaciones al aire por no más que meras razones de “utilidad”, así sea que esa utilidad no devengue precisamente en lo lucrativo, y se limite exclusivamente a la solución de problemas: toda solución real, está sustentada antes en un argumento teórico.  Y seremos muy didácticos en este razonamiento para explicar la esencia del estudio del desarrollo humano en este contexto del dominio pragmático, precisamente para refutar a esa avalancha de planteamientos, digamos por lo menos, umbríos, si no es que abiertamente oscurantistas, en que se afirma que los fundamentos teóricos pueden hacerse a un lado, que la verdad es subjetiva, que la lógica es algo más que ocioso, que la hipótesis es un absurdo propio de un “paradigma” ya superado, que el método es el no-método, et sig.

 

Para nuestros planteamientos, a diferencia de “los planteamientos umbríos”, “romper un esquema”, es superarlo en sí mismo a partir de sus propios elementos; no deshacernos de él con el eufemismo despectivo del contradictorio posmodernismo, de “superar la ciencia” echándola por la atarjea.

 

El desarrollo de la ciencia, su historia, la superación de la ciencia a partir de sí misma, es lo que se denomina “ciencia positiva” (lo que los planteamientos “umbríos” –lo vimos una y otra vez en el posgrado en Educación, como recién en el “Panel Sobre Investigación” de las VI Jornadas Académicas-, en su propia naturaleza, gustan de confundir con el “cientificismo positivista”, lo que más bien tiene que ver con toda una concepción filosófica y no con la historia de la ciencia).  El rompimiento de los esquemas que contribuye al real desarrollo de la ciencia, sólo se da, en consecuencia, dentro del marco de la ciencia positiva; es decir, a partir de lo que de positivo en ella misma históricamente se ha aportado: como los fundamentos teórico-metodológicos, la objetividad de la verdad, la lógica y los procedimientos de la demostración, o la hipótesis.  Aducir que se “rompe con los esquemas” haciendo de lado esos elementos de la ciencia positiva, es simplemente tomar a la ciencia misma y echarla a la basura.

 

Mas cuando tales propuestas vienen desde los altos niveles, el asunto no es trivial, no está para desdeñarse; hay una agresión a la ciencia (su resultado final será su contrario: el oscurantismo), y en nuestra naturaleza partidaria de la Ilustración, del Iluminismo, está el salir en su defensa, por el bien de todos.

 

Toda esa vuelta al oscurantismo**; la negación absolutista de la ciencia ilustrada de la modernidad; forma parte de un asunto concertado desde las más altas instancias de organización mundial, y no es casual ni circunstancial el que tales planteamientos converjan con lo que por su parte hacen los investigadores del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD); los cuales han diseñado un muy elaborado “Índice de Desarrollo Humano” (IDH), que de suyo, en esa lógica del “principio de autoridad”, bien nos podría establecer los parámetros para el curso de Desarrollo Humano y Valores de esta Universidad.

 

He ahí el problema de este ensayo: por una parte, refutar los planteamientos umbríos del pragmatismo, y por otra, hacer ver ya la insuficiencia o el desconocimiento en quien no se puede aceptar tal, o ya la perversidad deliberada que hace la necesaria e ineluctable descomposición moral social en su beneficio; pero más aun, por una parte más, demostrar el contenido real; inmersos en la evolución de la ciencia positiva; del curso de Desarrollo Humano.

 



*   Estudio N° 2 Línea de Investigación Educativa; enero de 2006.

** En una Mesa Redonda del año 2002 en esta Universidad privada en la que participábamos, lo dijimos públicamente por primera vez, afirmándolo, deseosos de estar equivocados; ahora no tenemos ya ninguna duda, la penumbra la pasamos, imperceptiblemente para la mayoría, en la década de los años noventa; mas ahora, primera década del s.XXI, estamos declaradamente ya en la zona umbría; a no mucho, a este paso y bajo la actual tendencia, en no más de dos o tres décadas, por allá por los años dos mil treinta o cuarenta, por simples razones estadísticas generacionales, estaremos ya del otro lado del dintel: en el oscurantismo pleno.  Ese futuro es nuestra responsabilidad intelectual y moral; por eso lo que aquí se dice, y la manera como se dice.

 



 

 

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17 enero 2011 1 17 /01 /enero /2011 00:00

Ícono Filosofía 

Determinismo,

“Determinismo Geográfico”,

e Indeterminismo.  Artículo, 2011.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica.

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 17 ene 10.

 

Preámbulo.

 

En noviembre de 2010, un interesado lector, no propiamente en el campo de la Geografía peo relacionado a ello y razón por la cual insertamos el artículo en la sección de Filosofía, nos solicitó comentar este tema, que por carga de trabajo diferimos y prometimos entregar para estas fechas de mediados de enero de 2011.

 

Es un tema esencial de la disertación científica.  La ciencia es el conocimiento acerca de la verdad, y uno de los cinco criterios esenciales de la verdad, lo es, precisamente el determinismo, esto es, la causalidad.  Más aún, podemos decir que el principio de causalidad, sobre la base del principio de objetividad, dirige los restantes criterios: la lógica, la verificación en la práctica histórico social, y la predictibilidad.  El argumento en contra del principio de causalidad, del filósofo del idealismo empirista David Hume, en el siglo XVIII, se fundaba en el hecho de que ello era algo aparente dado por la costumbre; para lo cual, visto detenidamente, no tendríamos objeción, pues justo de es actividad empírica reiterada, es que finalmente se entiende y generaliza teóricamente que en un fenómeno, algo es causa y algo es efecto.  Más recientemente, hacia los años treinta del siglo XX, el físico cuántico Heisemberg, introdujo el principio de incertidumbre (por el cual no puede precisarse o conocerse con certeza simultáneamente, la posición, y movimiento de una partícula), principio, entonces, a su vez, del “indeterminismo”, que resulta como el fundamento de una actitud filosófica por la cual no se acepta la necesidad de la relación causa-efecto, dejándolo todo al arbitrio del azar y la casualidad.  Sin embargo, una cosa es, por dadas razones, el no poder conocer con certeza dos aspectos simultáneos de algo; y otra, muy distinta, el que en ello rija el azar, una cosa no se sigue necesariamente de la otra.  Esto es, incertidumbre e indeterminismo, no son idénticas; una es la negación de un conocimiento cierto, y la otra es la negación de la causalidad, si bien se afirma que esa incerteza deviene de la indeterminación.

 

La lucha de la ciencia por el determinismo costó muchas vidas y prisiones, constituyó la parte medular del pensamiento renacentista en su lucha contra el oscurantismo medieval en el que todo se sometía al insondable designio divino por el que todo estaba predestinado; y fue, en consecuencia, la esencia del trabajo de la ciencia de la naciente Época Moderna en la ilustración.  El determinismo es pues, uno de los fundamentos esenciales del método científico de la modernidad; y hasta hace no mucho, no más de veinte años, se obviaba el referir que ese método científico, era el de la modernidad.  De entonces a la fecha se hace necesario precisarlo, dado el surgimiento del llamado “posmodernismo”, en el cual se sustenta la idea de que ahora ha de regir lo que ellos llaman “el paradigma del método científico de la posmodernidad”, esencialmente indeterminista.

 

El determinismo, como principio de causalidad necesaria (sin que por ello, fundados en la dialéctica materialista, se niegue lo casual, pues un acto puede ocurrir accidental o casualmente, pero ello habrá quedado determinado, al fin, por ciertas causas), ha desempeñado un papel especial en ciertas ciencias, particularmente en el campo de lo social, hablándose así lo mismo de un “determinismo geográfico", que de un “determinismo económico”, o bien de un “determinismo social”.  Esto es, el énfasis en la ocurrencia causal necesaria, de ciertos fenómenos geográficos, económicos o sociales.  O, dicho de otra manera, el querer ver ahora, por ese énfasis, inversamente, la necesaria causalidad, ahí donde no la hay.  Brevemente, pues, pasaremos ahora a dar cuenta de cada una de esas categorías y sus relaciones.

 

 

Determinismo.

 

El determinismo se refiere al condicionamiento causal de todos los fenómenos; esto es, que no hay fenómeno, o efecto, sin causa.  Es en esa universalidad en donde radica la condición de necesidad; es decir, que no es posible que haya fenómeno o efecto sin causa.

 

En el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, dominaba el pensamiento filosófico materialista impregnado aún de las influencias aristotélicas por las cuales la causalidad se clasificaba en cinco tipos: 1) la causalidad material, referida a la naturaleza de las cosa; 2) la causalidad formal, o esencia de las cosas; 3) la causalidad eficiente, o fuerza o agente que produce el efecto; 4) la causalidad final, por la que el hecho respondía a un propósito; y 5) la causalidad primera, atribuida al designio de Dios.  Y, a la vez, ese pensamiento materialista estaba bajo las influencias del mecanicismo newtoniano y laplaceano, por el cual la causalidad universalmente necesaria, se absolutizó, se hizo exclusiva, descartándose con ello la posibilidad de lo casual; es decir, de hechos que podían ocurrir accidentalmente, si bien cada uno de los cuales tendría su propia causa.  La absolutización de la causalidad universalmente necesaria, ocurrió como consecuencia de justificar la aristotélica “causa final”, en donde parte de la esencia de un fenómeno, estaba en definir que nada ocurría de manera casual, sino por algo, por lo que se entendía más bien con ese sentido final, para algo.

 

Al superarse esa absolutización mecanicista y finalista ya con la dialéctica materialista luego de mediados del siglo XIX, la causa universalmente necesaria, dejó de contraponerse a la posibilidad del azar en la ocurrencia accidental de las cosas, cada una de las cuales se movería por sus propias causas, sin esa condición finalista fatal; y de ahí que a la ciencia moderna le caracterice, entonces, el ser determinista, bajo esas características: todo fenómeno tiene una causa, si bien las mismas, en sus efectos, pueden dar lugar a un acaecer accidental o casual.

 

 

“Determinismo Geográfico”.

 

El “determinismo geográfico”, pudiera parecer, a primera vista, como una categoría científica: <<en la ciencia de la Geografía, todo fenómeno responde a una causa>>.  Pero la Geografía, en tanto ciencia y de suyo causal, no necesitaría de tal énfasis.  Por lo tanto, dicho concepto no se refiere al principio de causalidad en general, sino a la posición filosófica por la cual, la causalidad se vuelve a absolutizar, en el caso de la relación causa-efecto particular de la sociedad y la naturaleza, de modo que la sociedad es lo que es, determinada por el medio natural.

 

En este concepto opera otro error: el llamado reduccionismo, por el cual, un fenómeno dado no se interpreta en el campo de sus propias leyes, sino por las leyes de otra ciencia; esto es, en donde el fenómeno biológico no se interpreta mediante la leyes de la ciencia de la biología, sino “reduciéndolo” a las leyes, por ejemplo, de la física; o de un fenómeno social que no se interpreta mediante las leyes económico-políticas, sino que se “reduce” y pretende explicarse, por ejemplo, mediante las leyes de la biología, o peor aún, de la misma física.

 

Dado el desconocimiento que se tenía en la antigüedad de las leyes de la sociedad, era común el que la sociedad se viera como parte de la naturaleza y sujeta a sus mismas determinaciones.  Ello explica un “determinismo geográfico” histórico, como el que pudiéramos encontrar en Hecateo o Estrabón; o el dado en Karl Ritter (1879-1859) en su trabajo, “Las Ciencias de la Tierra en Relación a la Naturaleza y la Historia de la Humanidad”, de 1817, desarrollando ya desde entonces las ideas organicistas del medio natural, en la explicación de las influencias del medio físico en la sociedad; bajo las sugestiones tardías del mecanicismo del siglo XVIII.

 

Pero ya en la segunda mitad del siglo XIX, aún con la misma teoría social y dialéctica hegeliana; y más aún con el surgimiento de la dialéctica materialista o marxismo; esa explicación de la sociedad como una determinación de la naturaleza ya no se justificaba, y se convirtió en algo totalmente acientífico.

 

Así surge, precisamente en ese momento histórico, el más notable de los “deterministas geográficos”: Friederich Ratzel (1844-1904), que en su Antropogeografía, de 1881, influido por esas ideas geográficas ritterianas y por la reciente teoría de la evolución de Darwin-Wallace que venía de 1858, omitiendo el conocimiento de las leyes de la sociedad ya ampliamente conocidas, tanto en la economía como en la política y en la problemática social general misma, no entendiendo las capacidades humanas y su independencia relativa del medio natural, pretendió explicar el fenómeno social como si explicara el condicionamiento natural absoluto de cualesquier otras especies animales a la naturaleza.  Y así como las distintas especies animales en el ámbito natural definen una territorialidad como condición necesaria de su sobrevivencia; así atribuyó Ratzel para la especie humana, en un grosero y absurdo reduccionismo ya para entonces, la necesidad del “espacio vital” enunciado antes por Karl Ritter, cuando incluso y apara los tiempos de éste se veía como algo acientífico que, por ejemplo, no compartió su directo contemporáneo Alejandro de Humboldt.  Más aún, sintetizando a la especie humana en la noción de Estado, como Ritter, veía en los distintos Estados nacionales a organismos vivos que en el proceso evolutivo de la selección natural, competían por ese “espacio vital” luchando entre sí.  No es de extrañar, entonces, que tales ideas acientíficas hayan sido el posterior fundamento del nazismo.

 

 

Indeterminismo.

 

De todo lo antes visto, resulta así que, entonces, el indeterminismo es la posición contraria a la ciencia, por lo menos, de la ciencia en el método científico de la modernidad ilustrada; pasando a ser, en consecuencia, el fundamento del “método científico de la posmodernidad”, que no casualmente nos devuelve a las nociones medievales de la predestinación.

 

En el indeterminismo, las cosas ocurren, o en el azar absoluto, y entonces el mundo es el caos total en el que no hay ningún orden; o bajo la predestinación divina en un orden insondable.  En todo lo cual, la mente humana, para entenderlo, para vivir en él, sólo hace esfuerzos para ver un orden aparente que proyecta sobre dicho mundo de una masa informe e indiferenciada.

 

La ya milenaria práctica histórico-social del conocimiento científico, demuestra que el mundo no es así, sino que por lo contrario, en él, objetivamente, hay orden, armonía, simetría, leyes acerca de sus regularidades fundamentales; con todo lo cual obtenemos un conocimiento de certidumbre y nos es posible predecir, dadas condiciones semejantes, los acontecimientos; y todo ello, fundado en la universal y necesaria relación determinista de causa-efecto.

 

Es por ello que el indeterminismo es una actitud filosófico-ideológica alentada por fuerzas conservadoras siempre temerosas del avance científico y del progreso social, que, en medio de la alienación, hace tender a la sociedad a lo contrario de la Ilustración: al oscurantismo.

 

Mientras que Francis Bacon en su Novum Organon, como René Descartes en su Recurso del Método, establecieron el principio ilustrado del método científico de la ciencia de la modernidad: <<Avanzar a la luz del conocimiento y en la certidumbre de sus leyes>>; hoy en día, uno de los principales autores defensores del indeterminismo, el “posmodernista” Edgar Morin, en su trabajo, Educar en la Era Planetaria, establece el principio oscurantista del método científico de la ciencia de la posmodernidad: “Aprender a caminar en la oscuridad y en la incerteza”[1].

 

Es, sin duda, un problema ideológico de lucha de clases, que cuanto más aguda, es reflejo de la misma agudeza de esa lucha social inmersa en un momento de grandes cambios obligados, precisamente, por una revolución científico-técnica, que determina el progreso social.

 

 

Conclusión.

 

La lucha ideológica entre el determinismo e indeterminismo, no es sino una expresión de la lucha ideológica más general entre las filosofías materialista e idealista, y, por lo tanto, de una lucha entre las interpretaciones del mundo, por una parte científica o, por otra parte, en última instancia, teológico-religiosa y metafísica, en correspondencia con los intereses históricos de las clases sociales en pugna.

 

En la marxología del siglo XX, abandonando la idea de la causalidad necesaria absoluta, se aceptó la relativización de la misma; es decir, que ésta, si bien universal, no tenía la condición de absoluta y necesaria.  Esa posición expuesta por los académicos del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS, nos parece no corresponder a la dialéctica, en la que, a semejanza de lo que ocurre con la verdad, es posible su condición de necesidad absoluta, sin que, al mismo tiempo, dado otro sistema de referencia, pueda tener, por ello, un carácter relativo; incluso, independientemente de lo accidental y del juego de las casualidades.

 



[1] Morin, Edgar; Educar en la Era Planetaria; Editorial Gedisa; Barcelona, 2002; pp.67-68.



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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:05

Clich--Filosof-a 

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (5/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 15 nov 10.

 


En este momento de la historia que examinamos ahora, los ss.XVII y XVIII, período conocido como La Ilustración, ve formarse dos grandes vertientes culturales: 1) el Clasicismo y Neoclasicismo representativos de los intereses de las clases sociales progresistas; esto es, de la burguesía revolucionaria en alianza con el proletariado naciente, en lucha contra las monarquías feudales; y 2) el Barroco y Manierismo, representativos por su parte de los intereses de las clases sociales retrógradas; esto es, de la aristocracia monárquica feudal y la burguesía más conservadora.

 

Así, en el desarrollo del Clasicismo y Neoclasicismo, como el arte del renacer en el clásico heleno-romano con su rigor, se tiene a un autor como Félix Lope de Vega (1562-1635), autor de Fuenteovejuna; o Moliere (1622-1673), el cual en sus obras se dedica a ridiculizar las costumbres aristocráticas de su tiempo (lo que a su vez, paradójicamente, tras la ironía y la ridiculización, provoca de inmediato cambios en las costumbres en la corte del rey Luis XVI)  En el mismo estilo estarán Defoe (1660-1631), autor de Robinsón Crusoe, no obstante de principios religiosos moralizantes, como Racine (16391699), autor de obras de teatro donde reproduce el ambiente clásico griego; Swift (1667-1745), autor éste de los Viajes de Gulliver; autores últimos por su parte, de un humorismo irónico moralizante y de sátira contra los resabios de las noblezas aristocráticas.

 

En contrapartida están los autores del Barroco (calificado incluso como “arte de la Contrarreforma” por el estudioso de ese período Werner Weisbach) y el Manierismo, entendido éste como ese estilo de “falta de personalidad y libertad en el artista para imitar a ultranza el estilo de un maestro o de una escuela”[1]; entre los cuales se tiene a los místicos, como Santa Teresa de Jesús (1515-1582), autora del poema de dialéctica idealista profunda Amores de Vida Eterna; o los llamados culteranos y conceptistas como Góngora (1561-1627), por ejemplo con su Fábula de Plifemo y Galatea, y Quevedo (1580-1645) con su Historia de la Vida del Buscón, respectivamente a esos estilos; así como Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), autor de La Vida es Sueño, o Sor Juana Inés de La Cruz (1648-1695), autora de Primer Sueño.

 

Hacia fines del s.XVIII, por una parte con la Independencia de las Colonias Inglesas en América en 1776, que harán nacer a los Estados Unidos; y por otra parte con la Revolución Francesa de 1789 con lo que históricamente se consolida el régimen capitalista; terminará el período renacentista y sus manifestaciones culturales propias al origen y formación de dicho régimen, para pasar a una nueva síntesis de la historia de la cultura, dando lugar ahora al Romanticismo.

 

 

Realización Humana

 

La realización humana; o dicho de otra forma, el logro del ser humano como un ser humano real; por todo lo antes dicho, ha de ser en principio, realización social humana (o, dicho de otro modo, un ser humano social real)  Es decir, la realización humana no es un asunto de los individuos, ni unilateral; no es un asunto de “autorrealización” individual, sino de realización social omnilateral humana.  Pero más aun, la realización social humana como la plena humanización del ser humano, implicará su autoperfeccionamiento, en tanto que como Ser Humano-Dios, tendrá a su vez el atributo de la autodeterminación, que no es otra cosa –ciertamente no propiamente dicha-, que otra forma de referirnos a la conciencia de la necesidad, a la toma del destino, en sus propias manos.

 

Sin embargo, la realización social humana es al infinito, la plena humanización del ser humano tiene un carácter asintótico, es decir, que siempre tenderá a la total perfección, sin alcanzarla nunca.  Así, la realización social humana es un proceso en permanente movimiento y transformación en el cual se enriquece constante e infinitamente la calidad humana.

 

Esa ha sido la tendencia general de la historia; otra cosa son esos ciertos momentos de la misma en los cuales todo parece ir al contrario; todo se falsea, nada parece hablar a favor de la humanización del ser humano; son esos momentos históricos de transición de las grandes épocas de la historia: de la descomposición de la comunidad primitiva al régimen esclavista, de la descomposición de la sociedad esclavista, a la sociedad feudal; de la descomposición de la sociedad feudal a la sociedad capitalista, y hoy, de la descomposición de la sociedad capitalista, al socialismo.

 

No es casual, la historia no se ha detenido, la descomposición social actual del régimen capitalista que ha dado de sí todo lo que podía dar, finalmente ha iniciado su abierta y franca descomposición.  Estamos en transición a otra forma de organización social.  Las leyes económico-políticas nos exponen con toda claridad hacia dónde vamos; pero estas leyes, aun cuando objetivas, y por ello independientes de la voluntad de los individuos o la sociedad en su conjunto, no operan sino en la vida misma de los seres humanos; y éstas, fuera de nuestra autodeterminación, moviéndose independientes de la conciencia acerca de nuestro propio destino, pueden pasar antes por situaciones sociales extremas: la caída del capitalismo en una nueva Edad Oscurantista.  En nuestra opinión incluso, en ese camino ya estamos, y de ahí la gravedad del momento actual.

 

Lo anterior, evidentemente, será algo más elevado para valorar el desarrollo humano, significando realmente su esencia; que –como lo hace el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD)–, el referir el “desarrollo humano” confundido con “desarrollo social”, a un índice de “justicia social” determinado en consecuencia por factores económico-sociales: el valor modal de la Esperanza de Vida, más el valor modal de la tasa de Alfabetismo y Educación Básica, más el valor modal de la tasa de Empleo; todo ello dividido entre el valor modal de la tasa de Ingreso per Cápita, denominado equívocamente “Índice de Desarrollo Humano” (IDH)*

 

Lo anterior se explica por los criterios pragmáticos y utilitaristas del concepto burgués de la condición humana: una máquina de producir, tanto más o menos calificada, con mayor o menor “vida útil”, y con una determinada capacidad autorreproductiva.

 

El desarrollo humano tiene ciertamente en su base, como condición determinante económico-social, e incluso económico-política, los aspectos de la infraestructura económica, principalmente, cierto es, el empleo –el derecho al trabajo–, y un aceptable poder adquisitivo –el ingreso per per–, pero de ninguna manera, por ello, el desarrollo humano puede reducirse a lo económico, sino que esa es sólo su condición material para el desarrollo; y en ese sentido, tal índice, sólo habla de un “desarrollo social”.  A partir de ese desarrollo social que crea las condiciones materiales de vida, el desarrollo humano ha de conceptuarse cualitativamente, de manera más profunda: en su desarrollo ético-estético.

 



[1] Diccionario Enciclopédico Espasa; Editorial Espasa-Calpe, Tomo 16; Madrid, 1979; v. Manierismo

* Ciertamente el cálculo del mismo es más complejo, pero irrelevante aquí sus minucias, por lo que a grosso modo, puede dejarse explicado así.  El resultado de tal operación dará siempre un valor en decimales entre 0 y 1, donde el valor tendiente a 1 indicará mayor “desarrollo humano”, que en realidad se reduce ciertamente a un valor o índice de mayor justicia social.

 



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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:04

Clich--Filosof-a 

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (4/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 11 nov 10.

 

 

Poco más de un siglo después vendrá un grupo nuevo de cuatro humanistas encabezados cronológicamente por Sebastián Brant (1457-1521), el cual escribe: La Nave de los Locos (1494), en donde en dicha nave, van todos los estamentos sociales con sus vicios y locuras.  Cada estamento social tiene un capítulo en que se representa la caricatura de un vicio humano personificado por un loco.  Brant mismo se personifica como el loco escolasta acumulador de sabiduría libresca.

 

Si Boccaccio era ya un humanista pleno, Brant disfruta de esa condición en la sátira a todo lo anacrónico; así lo dice ahora J. Vélez Ricardos en el resumen de éste: “Lo que la vieja mentalidad asético-cristiana vio como pecado que transformaba el orden divino, la culta sátira social lo presenta como loca perversión que ha sido curada por la risa del rico”[1].  El cimero momento del humanismo se refleja en las palabras de Vélez Ricardos cuando éste resume de Brant: “El enfoque ha cambiado; ya no se halla en relación con la divinidad...  El hombre ha comprendido ya su esencia, ha tomado conciencia de su ser independiente y terreno...; y citando a Pensa, concluye: en una enciclopedia de sabiduría que caracteriza los años comprendidos entre el Medioevo y la Edad Moderna, abrazando todas las disciplinas morales”[2]

 

Erasmo de Rótterdam (1466-1536), siguió a Sebastián Brant; con Erasmo se va a iniciar la vertiente de cristianismo que se adapta a las nuevas condiciones, haciendo surgir el llamado “humanismo cristiano”.

 

El trabajo principal de Erasmo es su Elogio de la Locura (1508-1509), dedicado a su amigo Tomás Moro; “sátira alegórica en que la Locura se presenta en persona ante una gran asamblea de naciones, clases y edades para hacer elogio de sí misma”[3].  Pero su ataque va dirigido contra la presunción, la corrupción de los monjes, e idolatría de los santos del clero.  Asimismo, desvalora las fuentes del escolasticismo: Sócrates, Platón y Aristóteles, y con ello hace la crítica severa al escolasticismo medieval.

 

Tomás Moro (1478-1535) y su Utopía; es el tercero de este grupo de pensadores de los ss.XV-XVI.  En su novela política Utopía (de U, sin; topos, lugar), Moro ironiza sobre la sociedad de su tiempo a la vez que muestra una sociedad ideal para su tiempo.

 

Siguiendo la línea de su amigo Erasmo, Moro revive la idea teológica criticada por los primeros humanistas en una abierta posición ateísta; por lo que sus atributos más que en el orden de lo filosófico, están en lo político, pues en su Utopía Moro niega que deba existir la propiedad privada, lo que le permite afirmar que la sociedad utópica es una sociedad sin clases, y ello lo lleva a plantear un primer socialismo utópico.

 

El cuarto pensador de este período es Ulrich Von Hutten (1488-1523), cuya obra Carta de los Hombres Incultos (Epistolae Obscurorum Virorum) escrita entre 1515-1517; formada a manera de cartas entre escolastas que debaten.  Está parodiada de tal manera que popularmente se creyó que tal debate era real.  “Desde entonces el nombre de “oscuros” (oscuri) designó a los reaccionarios, tontos y peligrosos”[4]

 

Un tercer grupo de pensadores corresponde al período de los ss.XVI-XVII.  Éstos a su vez son tres filósofos; el primero de ellos, Giordano Bruno (1548-1600) y su copernicana obra Acerca de lo Infinito, el Universo y los Mundos; u otra denominada De la Causa, del Principio y del Uno; revelan sólo por su título el pensamiento del materialismo panteísta.  Escribió a su vez una comedia: El Candelero (1582), ultrarrealista “entre la plebe que se revuelca por el fango y se burla, y la del filósofo que se remonta a lo universal”[5], en la cual se sintetiza su pensamiento.  La novela está formada por tres historias simultáneas, que al final convergirán en una conclusión.  De la novela Bruno mismo dirá en su Prólogo: “tendréis ante los ojos ociosos principios, vanos pensamientos, frívolas esperanzas, falsas premisas, enajenaciones mentales..., gloriosos frutos de locura”[6].  Brant, Erasmo, Bruno, trazan una misma línea de continuidad entre los ss.XV a XVII haciendo la crítica a la locura de la sociedad contra la que luchaban.

 

El segundo pensador de este grupo de los ss.XVI-XVII, es Francis Bacon (1561-1626), que en su obra, la novela La Nueva Atlántida, plantea otra utopía, que simplemente como tal, representa, a manera como lo dijera Marx respecto del cristianismo: <<la denuncia de la miseria real>> de la sociedad de su tiempo, que los llevaba a idealizar un mundo mejor.

 

Más recordado es aun Bacon por su pensamiento materialista filosófico y su proyecto de la “Gran Renovación de la Ciencia”, en lo cual exponía su método inductivo y experimental.

 

El tercer pensador es Tomás Campanella (1568-1639), un luchador político-religioso que es condenado a treinta años de prisión, autor de La Ciudad del Sol (1623), que constituye una utopía más en la cual se propone una reforma de la República cristiana.  Propone un Estado teológico naturalista y panteísta, pero con una moral religiosa en el que todos son iguales.

 

Entre ellos, quizá con un carácter menos filosófico, está William Shakespeare (1564-1616), por ejemplo, como los renacentistas de origen, “puros”, los renacentistas más generales, tras los cuales, ese movimiento cultural renacentista se bifurcó en dos grandes corrientes: el Clasicismo y Neoclasicismo por un lado, y el Barroco y Manierismo por otro lado.

 

Y aquí empieza un análisis marxista de la Historia de la Cultura que por lo mismo está ausente en los libros de texto, y es que, siendo la cultura la superestructura social; es decir, forma de la conciencia social (determinada por lo tanto por el ser social, como hemos visto más arriba); los movimientos de dicha cultura expresarán los intereses de las clases sociales en disputa.  En consecuencia, unos movimientos culturales expresarán los intereses progresistas y revolucionarios de las clases sociales explotadas y oprimidas, e interesadas en los cambios liberadores de la historia; como otros movimientos culturales en una unidad de contrarios, simultáneamente expresarán los intereses conservadores y reaccionarios de las clases sociales explotadoras y opresoras deseosas de que el estado de cosas creado no cambie.

 



[1]       Ibid. Tomo II, v. Brant.

[2]       Ibid. Tomo II, v.Brant.

[3]       Ibid. Tomo II, v.Erasmo

[4] Otháhalová, Jirina; El Humanismo; en R. Chadraba, et al; “Renacimiento y Humanismo”; Editorial Cartago, Buenos Aires, 1965, p.87.

[5]       Armiño, Mauro, et al; Parnaso, Diccionario Sopena de Literatura; Editorial Ramón Sopena, Tomo II, Barcelona, 1972; v. Bruno.

[6]       Ibid. Tomo II, v.Bruno.

 



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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:03

Clich--Filosof-a 

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (3/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 08 nov 10.

 

 

Historia de la Cultura

 

El conjunto de todos esos elementos antes mencionados y más, es lo que forma la cultura.  La cultura es “el conjunto de valores materiales y espirituales creados y que se crean por la humanidad en el proceso de la práctica socio-histórica y caracterizan la etapa históricamente alcanzada en el desarrollo de la sociedad”[1].

 

La forma de ser y de pensar crea la cultura de los pueblos, pero a su vez, ésta, para llevar a la sociedad a etapas históricas más avanzadas, crea la forma de ser y de pensar de los pueblos.

 

La teoría del Humanismo ha creado una etapa histórica de la cultura, pero al mismo tiempo, no es ajena pues, a las determinaciones de la historia de la cultura en posteriores etapas progresivas.

 

La etapa de la cultura creada por el Humanismo ha sido, relevantemente, el momento del llamado Renacimiento como etapa histórico-cultural.  Mas el Renacimiento que se inicia con una pléyade de pensadores y se caracteriza con los aportes de éstos, al poco tiempo se dividirá en dos vertientes de pensamiento: 1) el clasicismo, y 2) el barroco; e incluso la extremización de estos movimientos culturales derivarán a las formas del neoclasicismo, de una parte, y del manierismo de la otra parte.

 

La filosofía del Humanismo Renacentista se expresó fundamentalmente –al estar ocupadas las universidades por el pensamiento escolasta- en la literatura renacentista.  Se tiene así, inicialmente entre tres pensadores de los ss.XIII-XIV, a Dante Alighieri (1265-1321) en La Divina Comedia.  Dante, a sus nueve años de edad, se enamora de una mujer llamada Beatriz, pasa un tiempo, y la vuelve a ver ahora a sus dieciocho años, haciéndola su musa para siempre, a pesar de haberse casado con Gemma Donati.  Beatriz será entonces uno de los personajes centrales de su obra.

 

La Divina Comedia es un “cuadro vasto y complejo de su época”[2], y a decir del mismo Dante: la “Comedia es un género de narración poética caracterizado por lo triste de sus comienzos y lo feliz de su fin, y desarrollado en un estilo llano y sin pretensiones”[3].  La Divina Comedia es así, un todo de imaginación y moral, ciencia, filosofía y teología.

 

Los dos personajes clave de la obra son Beatriz y Virgilio, en una estructura dada en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso.  Muerta su amada, dice Dante: “en medio del camino de nuestra vida, me encontré en una selva oscura por haberme apartado del camino recto”[4]; Beatriz enviará a Virgilio en su ayuda y ella misma lo guiará al final.  Acompañado de Virgilio recorrerá el Infierno y el Purgatorio, con Beatriz irá al Paraíso.  Y ese su recorrido, no será sino la alegoría del recorrido mismo de la humanidad.

 

Dante, como puede verse, es todavía en mucho un hombre -ciertamente osado-, pero aun del Medioevo; pero destacará como humanista en el modo de terminar: no obstante en el Paraíso, “Dante finaliza su poema exaltando la actividad humana en todas sus facetas, desde la santidad a la sabiduría”[5]

 

A él le seguirá Petrarca (1304-1374), su padre fue desterrado junto con Dante de Florencia.  Ahora la musa de éste será Laura.  De Petrarca nos parece interesante destacar sus trabajos: “Secretum; de secreto conflictus curarum mearum” (Secreto; del conflicto secreto de mis preocupaciones), de 1342-1343, presentado en forma de diálogo entre Petrarca y San Agustín, con presencia de un abstracto personaje: La Verdad.

 

Una mujer le ha alejado del camino hacia Dios, “pese a que Petrarca vislumbre a través de ella y por su amor, la divinidad”[6].  Nada más con esto se nota el rompimiento con el Medioevo: su alejamiento de Dios, pero vislumbrardo por amor a través de la mujer, a través del ser humano hecho mujer.  Es de ahí que Petrarca sea considerado como el “padre del Humanismo”.

 

Muerta Laura, “el carácter ético y moralista dominará el dolor y la melancolía...; en otros es su aventura humana y amorosa la que respira, la que aun suspira afanes y esperanzas”[7], donde Laura aparece para consolarlo, para confesarle que lo amó en secreto.

 

El tercero en ese tránsito del Medioevo a la Época Moderna que pasó por el Renacimiento, cuya filosofía expuesta en el arte literario fue el Humanismo, se tiene en Boccaccio (1313-1375) y su Decamerón.

 

Boccaccio representa ya la transición acabada.  Si Dante fue aun un hombre del Medioevo y Petrarca el que rompía con ese pasado; Boccaccio es ya el humanista pleno; y no sólo por el hecho de que tuvo a su cargo la primera cátedra para la interpretación de la Divina Comedia, de medio siglo atrás; sino porque el amor está en el centro de todo, y éste no es un amor platónico al estilo de Dante en su Beatriz, o de Petrarca en su Laura; sino el amor real, carnal, de los instintos, dado en su propia musa: Criseida.  Así lo resume P. Montañés Lozano: “Si Boccaccio, por el planteamiento de la obra se había emancipado del mundo teológico escolástico, tropieza con una barrera que en el siglo posterior inundaría todas las literaturas europeas: el mundo mitológico-retórico”[8].

 

Mas aun, Montañés resume del trabajo de Boccaccio Poemas: “Al revés de lo que sucede en la Divina Comedia, Boccaccio termina en lo humano, en la realidad precaria de los sentidos, de los que la ciencia es el principio y el último término el amor... La glorificación de la carne se realiza separándola de lo sobrenatural.  El género directo y realista fruto de la observación inmediata de la vida, libre de toda alegoría, ya teológico-escolástica, ya mitológico-caballeresca”[9]  En él está el hombre nuevo que lucha contra formas antiguas, y así, “Ameto, rudo pastor se enamora de una ninfa, Lía, que le lleva por el camino esplendoroso de Venus.  La fábula tiene un carácter alegórico en que el pastor significa la humanidad primero inculta y luego purificada y refinada por el amor.  Es característico destacar que el amor actúa como principio de civilización y de purificación...”[10].

 

Pero la obra principal de Boccaccio será El Decamerón (de deca, diez; y hemera, día), escrito entre 1348 y 1353.  Montañés Lozano dice de El Decamerón: “es un vasto fresco, pintado en pleno siglo XVI por quien ha sabido ver claramente el trasfondo de un mundo sumergido en la bruma de espesos convencionalismos, enmascarado con sofismas e hipérboles, tras los cuales el hombre venía ocultando su ignorancia desde la cuna de la humanidad”[11].  Está formado por cien cuentos, elaborados y narrados por diez personajes (siete mujeres y tres hombres que se refugian de la peste de 1348 y se aíslan) en diez cuentos durante diez días.

 

Boccaccio describe la vida como es, es realista al igual que Petrarca, que aporta la imagen “exacta, de los hombres y las cosas, sin valerse de símbolos, de figuras mitológicas ni del auxilio de la zoología para la aplicación de moralejas..., en donde el paisaje es un complemento de los estados psicológicos y anímicos de los personajes”[12].

 



[1] Forova, N.T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso, México 1984. v. Cultura.

[2] Armiño, Mauro, et al; Parnaso, Diccionario Sopena de Literatura; Editorial Ramón Sopena, Tomo II, Barcelona, 1972; v. Dante.

[3]       Ibid. v. Dante. “Divina Comedia”.

[4]       Ivid. v. Dante. “Divina Comedia”.

[5]       Ibid. v, Dante; “Divina Comedia”.

[6]       Ibid. Tomo III, v. Petrarca; “Secretum”

[7]       Ibid. Tomo III, v. Petrarca; “Los Triunfos”

[8]       Ibid. Tomo II, v. Boccaccio; “El Filocolo”

[9]       Ibid. Tomo II, v. Boccaccio, “Poemas”.

[10]       Ibid. Tomo II, v. Boccaccio, “Poemas”.

[11]       Ibid. Tomo II, v. Boccaccio, “El Decamerón”

[12]       Ibid. Tomo II, v. Boccaccio, “El Decamerón”

 



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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:02

Clich--Filosof-a 

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (2/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 04 nov 10.

 

 

Ser Unilateral y Ser Omnilateral

 

El hombre genérico, el Ser Humano, históricamente, como consecuencia de la sucesiva división del trabajo, se ha venido “desintegrando”, siendo cada vez más un Ser Unilateral, es decir, un ser que no está desplegado en sí mismo simultáneamente en todas sus facetas y potencialidades, sino tan sólo en una muy restringida de ellas.

 

Ello no ha sido siempre, en los orígenes tal fragmentación del ser humano no existía, sino que eso ha sido resultado propio de las sociedades divididas en clases sociales, desde el régimen esclavista que se origina entre los sumerio-babilonios, persas y egipcios hace unos tres mil años; pasando por la sociedad feudal durante toda la Edad Media; hasta nuestros día bajo el régimen capitalista.

 

Sin embargo, en el s.XX la sociedad humana experimentó (y experimenta aun en Cuba en esta década inicial del s.XXI), bajo la sociedad socialista, la formación de un Ser Humano Nuevo, un Ser Omnilateral, capaz de desplegar todas sus potencialidades como ser humano.

 

El ser unilateral del régimen capitalista, es aquel obrero que en el trabajo simple realiza una misma operación elemental y rutinaria siempre; pero también es aquel profesional que en el trabajo complejo, sólo es capaz de realizar un tipo de oficio para el cual ha sido formado.  El ser unilateral es en consecuencia un sujeto enajenado del proceso productivo (él ha sido puesto al servicio del proceso productivo, y no el proceso productivo puesto a su servicio), y alienado al ser despojado de sus capacidades y habilidades, de sus facultades como ser humano productivo y creativo.

 

Más aun, bajo el régimen capitalista y su culto al individualismo, se juzga que la “realización del ser humano”, ha de ser básicamente “autorrealización”, “realización propia e individual”; y ello está precisamente en que éste se desenvuelva justamente en la función específica para la que ha sido formado.  Particularmente en el trabajo calificado, un profesionista se juzgará un fracasado, si no se desempeña laboralmente en el ejercicio de su profesión especializada (sin menoscabo al hecho de que todo trabajo, de cualquier tipo que sea, honra la condición humana).  Y ello será con razón, pues el sistema ha diseñado las cosas así, y socialmente no será bien visto aquel que no se desempeñe en aquello en lo que consumió su formación; en la lógica del sistema capitalista, socialmente serán fuerzas y capacidades desperdiciadas.

 

De ahí que ese especialista tenga el derecho intelectual, jurídico, y moral, de exigir ser ubicado ahí donde sus especializadas capacidades le permitirán desplegarse con todo su potencial.  En la realidad nada de esto ocurre, antes al contrario, justo ocurre al revés porque esa dislocación es la que conviene al sistema de caos productivo y dispendio de capacidades de las fuerzas productivas inherente al capitalismo, y en consecuencia, el sistema capitalista es un mundo de frustración humana.

 

El sujeto que es formado en estas ideas, a pesar de su frustración al no ocuparse en aquello para lo que ha sido formado; lo que atribuirá a su propio fracaso y no al fracaso del sistema productivo; le es difícil aceptar la idea de una sociedad en la cual se estudie por el placer de ello, por cultura científica, y se esté dispuesto a desempeñar cualesquier otro oficio.  Se ha formado en él el prejuicio de que el ser humano, en su “plena realización”, ha de ser un Ser Unilateral.

 

Todo ello ocurre como consecuencia de la mentalidad individualista (del culto a la individualidad independiente de lo social), que juzga su realización humana como un asunto de autorrealización, y jamás como un asunto de realización social.

 

En lo opuesto está el Ser Omnilateral, el ser humano desplegado en el potencial de todas sus capacidades, habilidades y facultades.  Este es un ser que no obstante especializado dada la objetividad de los procesos productivos, no cifra su realización humana en ello, en eso que lo fragmenta, en eso que lo desintegra como ser social humano, sino en lo opuesto: en la puesta en juego de todas sus facultades ahí donde la sociedad lo requiera.

 

Para el ser humano omnilateral, el estudio no es por razones de “méritos” y estatus social (que para el ser unilateral significa su autorrealización); sino por placer, por cultivo del conocimiento científico.  El poder del conocimiento científico ha de estar en todos los seres humanos de modo que nadie se distinguirá por ello, a no ser por sus capacidades específicas en la investigación científica.

 

El ser humano omnilateral, es aquel que se realiza en el desempeño multifacético tanto del trabajo manual como intelectual, ya en el trabajo productivo como en su recreación espiritual o estética.  Puede decirse entonces, que el Ser Omnilateral, es finalmente la realización plena del ser humano concebido en el Humanismo.

 

Pero la existencia del Ser Omnilateral supone una sociedad en libertad; la sociedad en libertad no será producto de éste, sino éste producto de la sociedad en libertad; más aun, de una sociedad en libertad en la cual se habrán educado múltiples generaciones en la asimilación de las nuevas costumbres y hábitos virtuosos en los más elevados valores morales: ese será el llamado Hombre Nuevo.

 

El Hombre Nuevo será resultado, en consecuencia, de una determinación social, del progreso no sólo científico-técnico, no sólo intelectual, sino espiritual; del progreso ético-estético, y de una moral real de una nueva sociedad que ha logrado erradicar la desigualdad antes dada en la diferencia de clases sociales, y la injusticia social.

 

El Hombre Nuevo no debe confundirse entonces con el llamado “Superhombre”.  El Hombre Nuevo es producto de los más elevados valores ético-estéticos, de fundamentos científicos en la concepción del Humanismo marxista; en tanto el “Superhombre” es producto de esa invención o “genialidad” de Nietszche de los “valores vitales” opuestos a los valores morales históricamente determinados, concepto popularizado a partir de los febriles deseos si más fundamento en la concepción del antimoralismo y antihumanismo de Nietszche.  Si el Hombre Nuevo es resultado de la determinación social de una sociedad igualitaria, el “Superhombre” es supuesto resultado eugenésico, es decir, resultado del anticientífico “perfeccionamiento biológico” de la étnicamente diversa “raza” humana, en una “raza pura”*.

 



* Parte de esta anticientificidad, es el concepto mismo de “raza”, aplicado a las especies animales, ya que para el caso de la especie humana, el concepto científico, es el de etnia, para más, de las cuales no habrá ninguna que sea “pura”.

 



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1 noviembre 2010 1 01 /11 /noviembre /2010 01:01

 Clich--Filosof-a

Ser y Conciencia.  Ensayo, 2007 (1/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 01 nov 10.

 

 

Individuo y Sociedad

 

El Ser Humano es por excelencia un ser social.  Pero también hemos dicho, esa es una de por lo menos dos soluciones irreductibles en la opción de posibilidades.

 

La otra posibilidad plantea, por lo contrario, que el Ser Humano es un ser individual (sólo un Adán y una Eva multiplicados miles y millones de veces)

 

Para resolver tal problema se tiene que plantear el asunto de la definición de “Sociedad”: así, la sociedad será ya un agregado de individuos, o bien, un conjunto de relaciones económicas, políticas y morales, históricamente dadas.

 

La definición de que la sociedad es un agregado de individuos, supondrá la preexistencia del individuo a la sociedad; primero existirán los individuos, y en un momento dado, éstos decidirán asociarse integrando la sociedad.  En ese sentido, la sociedad será un agregado de individuos.

 

La definición de que la sociedad es un conjunto de relaciones históricamente dadas, supondrá por su parte, que la sociedad precede al individuo, o dicho de otra manera, que todo individuo nace en sociedad y queda enteramente determinado por ella.

 

Para argumentar la certidumbre del primer caso, tendrá que demostrarse la existencia de ese momento histórico (no mítico e indemostrable), en el cual los individuos vagaban solos y aislados por la faz de la Tierra, y el momento y razones por las cuales decidieron agregarse para integrar la sociedad.

 

Para argumentar la certidumbre del segundo caso, tendrá que demostrarse, por lo contrario, que la existencia del ser humano ha sido tanto más social, hasta la desaparición del individuo mismo, cuanto más nos remontamos en la historia.

 

Y un poco de conocimientos de historia nos permite entender que el argumento de certidumbre que corresponde a la realidad es precisamente el segundo: la existencia del ser humano ha sido tanto más social, hasta la desaparición del individuo mismo, cuanto más nos remontamos en la historia.  Jamás encontramos en la historia el caso en que el ser humano haya nacido suelto y yecto en el mundo.  Simplemente no habría sobrevivido.  La dependencia de unos seres humanos a otros en los orígenes de nuestra especie para garantizar la sobrevivencia de ésta era tal, que la noción de individuo prácticamente no existía.  Todos eran Uno.

 

El proceso ha sido al revez.  El individuo ha venido apareciendo cada vez más como tal, conforme la sociedad ha venido avanzando en la historia.  Ello quiere decir que la noción de “individuo” es inherente a la capacidad de organización social, históricamente dada, para la sobrevivencia de nuestra especie.  El ser humano como individuo, pues, como dijeran Marx y Engels, es un ser social por excelencia.

 

 

Ser y Conciencia

 

Hay un dilema: el Ser es en tanto es su propia conciencia, o la conciencia es en tanto lo que es el Ser.  Desde Parménides hasta Hegel y los idealistas contemporáneos pasando por Platón, San Agustín y Tomás de Aquino, el primer enunciado representaría su posición.  Mas desde Tales de Mileto hasta Marx y los materialistas contemporáneos pasando por Heráclito, los Humanistas e Iluministas, el segundo enunciado constituiría por su parte su posición.

 

Si la conciencia es primero, primero son las ideas, y entre éstas, la Idea Absoluta y suprema: Dios; luego Dios crea el Ser, esto es, el mundo de las cosas materiales, y entre ellas, al ser humano.

 

Si por lo contrario, el Ser es primero, primero es el mundo de las cosas materiales, y entre ellas esa especie evolucionada de la naturaleza que es el ser humano capaz de elaborar ideas, y entre ellas, esa suprema que representa a Dios; luego el ser humano crea a Dios.

 

Y no hay una solución única para las dos proposiciones, ambas son contradictorias y excluyentes entre sí; más aun, dicha contradicción es antagónica, lo cual quiere decir que ante una posición, la otra queda aniquilada; y cada ser humano, en lo más profundo de su intimidad, habrá de optar por una, y en la práctica sólo una, posición.  Dependiendo de ello quedará toda su concepción del mundo; dependiendo de ello quedará toda la consistencia o inconsistencia de sus ideas.

 

La pretendida solución única para ambas posiciones ha sido desarrollada históricamente en el pensamiento filosófico denominado Eclecticismo (de eklego, elijo), que pretende, entre dos posiciones extremas, elegir lo bueno de cada una y elaborar una tercera opción.  El problema en ello, su insuficiencia, está en que: 1) una opción que se forma tomando de lo que aportan otras, no aporta por sí misma, y en consecuencia, va a la zaga, 2) una posición que pretende elegir lo bueno entre otras opciones, se enfrenta al problema del criterio de qué es lo bueno en ellas, y 3) si en su máxima reducción lo bueno en una posición es su propuesta de Dios como una entidad real en un mundo sobrenatural creador de todo cuanto existe, y lo bueno en otra posición es la propuesta contraria, esto es, que Dios no existe como entidad real y no existe mundo sobrenatural alguno, sino que el Ser Humano es el creador de la idea de Dios y por lo tanto Dios no es mas que un concepto; el eclecticista tendría que afirmar al mismo tiempo el absurdo de que Dios existe, pero no existe.  De ahí que, como dijera Engels, la filosofía del eclecticismo, es la peor de todas las filosofías.  Resulta la posición aparentemente cómoda, e ideal para aquel con pereza de pensamiento, y a la vista del que sabe, sólo resultará un ignorante.

 

Si el Ser, el mundo de las cosas materiales, se explica como los resabios de la inmanencia de Dios, Dios no sería al fin, Todo-Perfección.  Si el Ser, por el contrario, es creación divina, algo que no es Dios mismo, sino producto de Él, y por lo tanto, independiente de Dios mismo, entonces el Ser tendrá un propósito, y en consecuencia tendrá que ser explicado el propósito divino del Ser, el propósito del mundo de las cosas materiales.  Pero al hacerlo, se enfrentará el antiguo problema teologal de la predestinación: Dios creó el Ser, bajo condición necesaria, “para algo” (la predestinación), y el ser humano nada tiene que ver en su propio destino; y si Dios no creó el Ser, si el Ser es sólo la libre inmanencia de Dios, los resabios del desboradamiento de Dios mismo; ello hará, finalmente, al ser humano con su propio destino en sus manos, alguien que puede prescindir de Dios en tanto una entidad real en un mundo sobrenatural, para crear el Paraíso en el Reino de la Tierra, siendo él mismo, Dios.

 

El Ser Humano es por excelencia un ser social.  La determinación del Ser por la conciencia; que en el caso del ser humano siempre será la determinación del ser social; implicará la determinación del ser social por la Conciencia Absoluta (Dios, Dios –esa Conciencia Absoluta en la mitología hebrea– crea a los seres humanos a partir de Adán)  En lo opuesto, será el ser social el que determine la conciencia; pero en este caso, la conciencia importante no será la Conciencia Absoluta o Dios, sino lo importante será la determinación de la conciencia social (en todo caso, de ésta como el Logos o “Zeus”), esto es, del Ser Humano que como Dios, toma en sus manos su propio destino.

 

Y es así que –dice Marx– el ser social, determina la conciencia social.  Y de ello generalizamos nosotros en términos de la teoría del humanismo: el Ser Humano-Dios social, determina la conciencia del Ser Humano-Dios social.

 


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10 octubre 2010 7 10 /10 /octubre /2010 22:00

Clich--Filosof-a

Filosofía para Mortales.  Foro, 2010 (1)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 13 oct 10.

 

 

Prefacio.

 

<<Esto es muy importante, es fundamental para su capacidad de análisis crítico; sin ello su nivel profesional será menor; sin ello no tendrán capacidad para producir científicamente…; con esto, se van a poder codear con los dioses…; créanme…, hagan caso…, ey!>>…  Han sido infinitamente las palabras; independientemente del curso dado, pues en todos ellos, invariablemente, ofrecíamos el panorama esencial del famoso “Marco Teórico”, en particular, gnoseológico; ante nuestros estudiantes.

 

Pero el problema ha sido siempre justo eso, que han sido estudiantes, y ya sabrán…, ni en cuenta; y si acaso alguno prestó atención, no pasó de ahí…, porque de cualquier manera no entendió nada.  Y no sólo no lo podían haber entendido, sino que estábamos plenamente conscientes de que así seria; pero, entonces, ¿por qué o para qué todo ello?  Pues justo por la mismas razones de aquella ritual exposición.

 

Sabíamos que al terminar sus estudios profesionales, vendrían, como así ocurría, con aquello de: <<…profe, cómo dijo que estaba aquello del Marco Teórico?>>; y no teniendo ya oportunidad de volver a sistematizar sesiones para su explicación, había que echar mano de los libros.  Pero ya también sabíamos que tras ello vendría el: <<profe, ¡pues no le entiendo nada!…>>… (pues no hay más que, <<Dios se apiade de vuestras almas!>>)

 

¿Por qué lo hacíamos?: 1) porque nadie más lo hacía (y al que le correspondía formalmente, pareciera que tenía la especial misión de acabarlos de enredar); 2) por que les quedara, si no el conocimiento, algo que era ciertamente difícil por la formación acientífica de nuestro sistema educativo, sí por lo menos la idea de que aquello, lo que fuera, lo hubiesen escuchado como algo especial, y alguna vez se dispusieran a estudiarlo, y hasta quizá, alguno lo podría llegar a entender a partir de recordar el esquema explicado por mi alguna vez.

 

Y ahora hay la oportunidad de volver a ello dejando esta filosofía para los mortales por escrito, ya qué más se puede hacer; ahora sí, el que aquí no le entienda: ¡que el Todopoderoso sea indulgente y se apiade de su alma!...

 

La Filosofía es un asunto de los dioses (por lo menos, dejemos que así se crea), luego entonces, yo, filósofo prometéico, acometeré la peligrosa misión clandestina de hacer llegar el conocimiento de los demiurgos a los desdichados mortales.  Helo aquí…

 

*

 

Advertencia:

 

En esto iremos lento, y no por vuestra condición de mortales, sino porque didácticamente es necesario.  Hay la necesidad de una reflexión a cada paso (hasta parece filosofía).

 

No haremos aquí un libro de texto de Filosofía, ni una académica y sistemática “Filosofía para Sofía”, ni nada semejante; sino partiremos de las experiencias concretas, de las obtenidas indirectamente, como, deseablemente, de las que sean producto de la interacción en este Blog; y, siendo así, aquí, en consecuencia, no hay nada preestablecido, que no sea resolver la necesidad concreta.

 

Y en lo que la necesidad concreta se expresa (en lo que los mortales hablan), trataré de explicar los aspectos esenciales del truco de los dioses.

 

 

La magia de los dioses.

 

Y Carlos Marx dijo: <<¡Hágase la dialéctica materialista!..., y todo tuvo que empezar a verse tal cual ocurre en el mundo de los objetos materiales, a partir de sus aspectos contradictorios>>.

 

Mas los herejes que se obstinaron en no verlo así permaneciendo fieles a Hegel, sino al revés, es decir, como ocurre en sus cabezas, en el mundo de sus ideas a partir de algún postulado, dejaron al descubierto la existencia irreductible de dos maneras, y por lo menos de dos maneras, de ver el mundo: la de los materialistas, y la de los idealistas.

 

Primera necesaria aclaración: 1) aquí, cuando hablamos de “materialistas”, no nos estamos refiriendo ni a los “chalanes” repartidores de materiales para la construcción, ni a esos desalmados, carentes de valores y sentimientos, eternamente pensando en el dinero y los bienes materiales; de la misma manera, cuando hablamos de “idealistas”, tampoco nos estamos refiriendo, ni a esos “soñadores”, todo moralidad y sentimientos, eternamente “en las nubes” abstraídos de la realidad, ni a ningún tipo de romanticista impostado; y 2) por los materialistas, nos estamos refiriendo a los que piensan como Marx o de manera aproximada a lo que hemos puesto en voz y pensamiento; y por idealistas, nos estamos refiriendo, a su vez, a aquellos que se aproximarían a ver el mundo como Hegel.

 

Y como aquí no se trata de creer lo dicho, sino por lo contrario, de pensar y ponerlo en duda; aquí, entonces, se trata de razonar y no de aceptar lo dado partiendo del supuesto de que, <<si lo ha dicho uno de los dioses, entonces debe estar bien>>; no, no es así, y por eso esto es ciencia.

 

Si creéis que bastará con leer pasivamente para aprender de ciencia, os equivocáis.  No os estamos invitando a que no os preocupéis, que la verdad os será dada sin esfuerzo alguno de vuestra parte; sino, por lo contrario, la invitación, es a la obligación a pensar; a realizar ese supremo esfuerzo de razonar.  Hasta aquí, aún estáis a tiempo de volveros.  Una vez intentéis dar respuesta a la identidad de vuestro pensamiento ya con Marx o ya con Hegel, no habrá vuelta atrás…, y no seremos responsables de vuestro destino.

 

Responded, entonces, en los comentarios de este Blog, si pensáis aproximadamente como Marx, o como Hegel.  Hasta entonces, continuaremos.

 


 

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19 septiembre 2010 7 19 /09 /septiembre /2010 23:00

Clich--Filosof-a

Define: Realidad.  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 20 sep 10.

 

Molesto, profundamente molesto con el final de esta realidad, el 15 de septiembre me abstraje de ella.  Lo primero, para ello, era apagar la television.  Lo segundo, poner una suave música de fondo (adios a ese México en abstracto, nada de música folklorica de rancheras o mariachis); México, por territorio, es ahora América Latina, África, Asia, Oceania; por espiritualidad, el proletariado internacional concreto.  Adios a ese México en abstracto, tendrá que ser de otro modo.

 

Luego me puse al frente de la computadora y comence a redactar las pequeñas frases del sentimiento a la vista de la curiosa fotografía usada como ejemplo de un caso de algo que se conoce como pareidolia (un efecto óptico que permite asociar cosas), y que es la muestro a continuación.

 

 NubeArbol_thumb.jpg

Árbol de Nube.

[Fuente: Ruiz Noguez, Luis; http://marcianitosverdes.haaan.com]

 

 

Poco después de rescatar esta curiosa imagen, el 13 de septiembre vi otra con un ambiente natural semejante, que tomé del portal de hotmail, y es la que ahora muestro, con el nombre, tambén curioso que yo le asigné, de “Bosque de Amores Rectos”.

 

 AB679A41B28E8D2FBDF0B92F214EE9.jpg

“Bosque de Amores Rectos”.

[Fuente: http://col.stb.s-msn.com/i/12/AB679A41B28E8D2FBDF0B92F214EE9.jpg]

 

 

El efecto óptico que podía generalizarse en ambas imágenes, me inspiró un poema que filosóficamente trata sobre la realidad, pero velada por la poemática fantasía.

 

Filosóficamente trata sobre la realidad…, pero el primer problema filosófico a resolver, es definir qué es “realidad”.  Más aún, antes debemos aclarar qué es “definir”.

 

Así, definir algo, en nuestro marco teórico dialéctico materialista, es enunciar las propiedades más generales y esenciales del objeto.  Como ello es difícilmente posible de una sola vez y para siempre, ello será susceptible de su profundización.  De este modo, definir el concepto de “realidad”, es enunciar la propiedades más generales esenciales de la misma.

 

Con arreglo a ello, qué es, pues, “realidad”: es el mundo objetivo.  Y por “mundo objetivo”, ha de entenderse el mundo de los objetos materiales fuera del pensamiento, o del cual el pensamiento, los conceptos o las ideas, son sólo su reflejo en el cerebro.

 

El que la realidad es el mundo objetivo, dicho hasta ahí, es una opinión en común entre materialistas e idealistas.  La diferencia se presenta cuando hay que interpretar en qué consiste ese mundo objetivo.  Para el materialismo, hemos visto, es el mundo de los objetos materiales fuera del pensamiento; pero, para el idealismo, existen dos posibles interpretaciones: 1) aquella en que el mundo objetivo es exclusivamente el mundo de las ideas (es decir, el mundo de los objetos materiales fuera del pensamiento es sólo un “mundo aparente”), posición conocida como del idealismo objetivo, o metafísico; y 2) aquella en que el mundo objetivo se reconoce como algo existente fuera del pensamiento, pero a manera de una “objetivación de las ideas”; es decir, donde la idea crea al objeto, o el objeto adquiere rango de existencia en tanto es reconocido en la idea, en tanto es pensado; y a esta posición se le conoce como idealismo subjetivo o fenomenológico.

 

Y ahora vienen a cuento las imágenes.  Nuestra posición es materialista dialéctica, luego entonces, la realidad en la imagen del “Árbol de Nube”, la realidad entendida como el mundo de los objetos materiales fuera del pensamiento, es la de un árbol de otoño, sin follaje, que tras de sí, en perspectiva, se ve una nube que, curiosamente, se adecua muy aporximadamente a la distribución de la enramada.  Hay un objeto árbol y un objeto nube independientes y uno muy lejano del otro.  Bastaría moverse en un ángulo de 90º en cualquier dirección en torno al árbol, y esa disociación de objetos quedaría absolutamente clara.  Esa es, pues, la realidad objetiva, y como tal objeto de estudio de la ciencia.

 

Pero, desde el punto de vista idealista, también podemos decir que la realidad es otra; y la propia al mundo de nuestras ideas.  Y, en consecuencia, la realidad, es el mismo Árbol de Nube como tal; y desde esa posición, nada hay que lo impida, pues el mundo ha de ser conforme lo pensamos.

 

Hasta ahí, todo ello es filosofía, teoría del conocimiento (gnoseología o epistemología); cada cual ha de tomar necesariamente su posición, y lo hará, así sea incoscientemente.  Otra cosa es cuando ésto lo llevamos al campo de la sistematización del conocimiento en la ciencia.  Y aquí el problema se resuelve, más allá de lo ideológico, por cuál teoría del conocimiento no permitirá una interpretación más acertada de la realidad, de modo que ello nos faculte para la transformación de la misma.

 

En esa interpretación y transformación científica de la realidad (lo que de momento se entienda por ella), supongamos que deseamos obtener agua de lluvia de esa nube: a) ¿subiremos al “Árbol de Nube” a podarlo?, o b) tomaremos un avión y esparciremos yoduro de plata sobre esa misma nube, porque entendemos que está muy lejos del lugar, y a varios cientos de metros de altura.

 

Pero, también, hay otro aspecto del problema y no menos interesante: el aspecto literario, que tiene que ver con la espiritualidad humana (lo cual no quiere decir, ni tiene nada que ver, con religión), con la creatividad del arte y la cultura.

 

Sin duda, podríamos hacer un poema con un avión, con yoduro de plata y la nube, pero, en este caso, nada más bello que la alegoría de subir al árbol y tomar un pedazo de nube.  Obtendremos lo mismo, sólo que, en este caso, de manera simbólica.

 

Los dos aspectos son necesarios para el enriquecimiento humano, y la imagen esquisita del “Árbol de Nube” asociado a la imagen que llamamos del “Bosque de Amores Rectos”, nos inspiró para un poema, construido sin mucha rigurosidad, al vuelo, en esa tarde iturbidista en que a los conservadores les tocó “celebrar” su docientos aniversario; en este triste día en que para nosotros se acabó esa abstracción que llamabamos México, del que nada de él es patrimonio mío, y solo significa el ser humano oprimido; en el ambiente centenario del triunfo constitucionalista democrático-burgués:

 

 

Define: Realidad.

 

            A todas y cada una

             de las mujeres lectoras

             de esta revista

            (para quién más

             se hace un poema)

 

 

 

Mi amor es como un árbol que sube hasta el cielo,

cuyas ramas transpiran sentimientos que se condensan en nubes;

es, pues, su hojarazca, unas veces copos de nieve suaves,

otras veces, duros y diamantinos cristales de hielo.

 

Mi amor es ondulado árbol que sube hasta el cielo,

lejos del bosque de ataduras y sus amores rectos;

para la doncella, cobijo a la sombra y su secretos,

al pie del rústico camino que allá se pierde al vuelo.

 

Mi amor es algodonoso follaje en el azul cielo,

que brilla aún tras la puesta del Sol en el ocaso,

e infinito proyectado al Universo en un abrazo;

dialécticamente dos, siendo lo bello uno por celo.

 

Mi amor…, mi propio camino extraño hacia el cielo.

 

*

 


    
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