De la Magia y la Ciencia
en la Comunidad de Geografía en México.
Artículo, 2010 (8/8).
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica
de Geografía Teórica;
http://espacio-geografíco.over-blog.es/;
México, 14 oct 10.
Allí quedaron dispuestos los elementos del acto de magia, la fase del condicionamiento, cuya característica esencial aquí, ha sido el mostrar que se consultaron fuentes no sólo contemporáneas al origen de nuestro trabajo, sino incluso, en cierto modo, antecedentes, en donde destaca la obra de Oliver Dollfus, El Espacio Geográfico, 1975, de donde se toma el concepto mismo de espacio como fundamento teórico más general, siendo esto último, verdadero.
Pero viene la segunda fase, la velación, esa en la que para el mago ocurre la magia, es decir, el engaño oculto a la vista del espectador mediante el empleo de una “chistera”, cualquiera que esta sea; y ella está ahí, entre los elementos mostrados: esa sutil chistera, es la bibliografía misma (en donde ocurre eso de <<¿lo ven?..., ¡ahora no lo ven!>>): ¿ven las fuentes?, ¡claro, ahí están!..., y cuando se busca de ellas algo, he ahí que ahora no lo ven; es decir, no hay citas textuales; y eso último, ver las fuentes (la bibliografía), pero luego no verlas al no obtener nada de ellas (inexistencia de citas), es lo que corresponde a la tercera fase, la ilusión: la magia, entonces, se ha hecho; ¡fum!, de pronto, “el conejo” = un nuevo concepto de la Geografía y su enseñanza, salió de la chistera.
Y, mediante ese recurso sutil, por una parte parece cumplirse con el protocolo ético científico de consignar las fuentes, pero, al estar éstas ahí realmente sin estar, lo que ha ocurrido, ha sido el simple y llano plagio de ideas. El verdadero autor ha sido omitido, no se le necesita si “ahí están las fuentes”, “incluso anteriores a la suya” (sic), por las que "los verdaderos autores" serán, entonces, otros: no tanto Dollfus, del que se toma un concepto erróneo del espacio geográfico, como Raoul Faure, Harold Wood, y Patrick Bailey, de los cuales se habrá tomado todo el restante cuerpo de teoría (postulados, principios, categorías, y método científico tanto general o hipotético-deductivo, como geográfico); sólo falta saber si ello es cierto, si realmente así fue.
Pero, ¿y si realmente es así? Ese es precisamente el problema; no lo sabemos, porque las autoras no nos lo han demostrado, y no estamos necesariamente obligados a ir a consultar sus fuentes para verificarlo, la obligación era suya; no obstante lo hemos intentado, y el panorama ha resultado peor aún: en el Centro de Maestros de Cuernavaca, no hay ni rastro de dichas fuentes (no sólo no hay los libros, sino ni siquiera las fichas acerca de tales documentos recomendados al maestro); pero entre algunos de los Centros de Maestros del D.F., tampoco.
Quizá algún día encontremos dichas obras, y entonces lo verificaremos; entonces, y sólo entonces, de ser cierto lo dicho por las autoras; Laura Vega y Josefina González; podremos retractarnos aclarando lo dicho aquí. Entre tanto, responsables de sus actos, debiendo saber que debían citar y referir las fuentes mostrando respeto por el autor, el que fuese, ya los mencionados por ellas, o Milton Santos, al que alude Javier Castañeda; otorgándole los créditos y dando las pruebas al lector. De no haber quien nos ofrezca las mismas, en tal acto de magia ha ocurrido, y deliberadamente, el plagio de ideas.
Javier Castañeda Rincón participó en ello como parte de esa coreografía impartiendo los Cursos de Capacitación Docente (como el de Oaxtepec, Mor; en febrero de 1997, en donde se destapó todo esto), y no sólo es igualmente responsable, sino más aún, dado que él sabía y disponía de la verdadera fuente original de las ideas (a pesar de que las autoras, a su vez, no podían no-saberlo).
No pudo haber ocurrido mas que una de dos cosas, y al final, en realidad, las dos juntas: o hubo ignorancia respecto a los protocolos de investigación documental; o con deliberada intención, con un procedimiento bien calculado, se plagiaron las ideas y se intentó usurpar una teoría.
En su momento, 1997, lo planteamos directa y personalmente con Javier Castañeda; la respuesta fue burda; pero no pudimos hacer más, no teníamos más posibilidades, pues en lo personal atravesábamos por una situación personal difícil; de ahí que hasta hoy se exponga públicamente aquí, en favor a la objetividad de la historia de la Geografía en México.
Recientemente hemos podido intercambiar pareceres al respecto con Javier Castañeda, y éste eligió dejarlo al juicio de la historia –aun cuando pudo haberse hecho una aclaración pública a favor de todos–, y quede pues, una definición del problema por la objetividad histórica. Por lo tanto, corresponderá a otros, en el futuro, rescatar dicha verdad; y de ahí que, en nuestra versión, tengamos que exponer todo esto. Nos comprometimos a retirar los aspectos ofensivos producto del momento de la descarga del malestar largamente acumulado, que, en nuestra propia conciencia está, ciertamente, nos hace mal a todos; pero en la medida de lo posible, como una necesidad de aclaración histórica, iremos aportando pruebas a favor de nuestro argumento; o, de encontrar lo opuesto, también aclararlo.
Por lo pronto, dejamos aquí este molesto asunto (por lo inmoral y falto de ética, hasta lo nauseabundo), al que, por lo que a nosotros toca, ponemos punto y aparte.
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