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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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16 agosto 2010 1 16 /08 /agosto /2010 08:05

1970 Bassols Batalla, Ángel; Geografía Económica de MéxComentario a,

Geografía Económica de México, primera edición, 1970;

Dr. Ángel Bassols Batalla.  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 30 ago 10.

 

A nuestro juicio, la Geografía Económica de México, 1970, del Dr. Ángel Bassols Batalla, es no sólo la primera, sino la más importante obra de la geografía contemporánea en México.

 

El Dr. Ángel Bassols Batalla (1925-…), quien llega a la Geografía haciendo su Doctorado en ella en Francia, comienza a impartir la clase de Geografía Económica –como él mismo lo expone en la Introducción a su Libro de Texto–, en 1957, y a partir de 1959, explica el autor, comienza la preparación del mismo, que finalmente editará una década después, en 1970.

 

No sólo son importantes esos diez años de preparación de su obra, sino, más aún lo es, el momento histórico en que ello está ocurriendo: la década de los años sesenta.  Especial, porque en ella se está generando ya una nueva época histórica en general.

 

En su Introducción, como un asunto obsesivo del geógrafo, expone: “…el libro de texto…, debe ser distinto de los viejos manuales en que la geografía se concebía –y se concibe aún– como una rama de conocimientos que trata enumerar los fenómenos del medio físico y las actividades económicas o, cuando más, de describir el mundo en forma más o menos estática”[1].  Asunto repetido una y otra vez desde fines del siglo XIX a nuestros días, debido a que en cuyo fondo se encierra precisamente el problema fundamental de la geografía moderna y contemporánea: el problema de su objeto de estudio y unidad como ciencia.

 

La obra del Dr. Bassols, es la primera exposición del conocimiento geográfico en México, desde una posición marxista (independientemente de los matices de su variante)[a].  Y esa idea de tratar la “realidad natural y social, ya no sólo para entenderlas, sino para poder transformar esa realidad mediante el uso creciente y apropiado de los recursos”[2], fue la idea fundamental que nos permitió esa decisión[b].

 

Pero, en la ley de la unidad y lucha de contrarios, en ello iba contenido tanto esa afirmación de las ideas del Dr. Bassols en nosotros, como lo que lo negaría: “los fenómenos, explicando la causa de su formación”[3].  En el entendido dialéctico de que en los opuestos en una contradicción, uno no es más que despliegue del otro, mismo que se ve en ese opuesto, transformado.

 

La Geografía Económica de México, 1970, del Dr. Ángel Bassols Batalla, decíamos, es no sólo la primera, sino la más importante obra de la geografía contemporánea en México, esencialmente por lo siguiente: en ella “se ofrece a los estudiantes…, una introducción de tipo teórico acerca de la geografía en general…”[4].

 

La obra de Miguel E. Schulz de 1883 había recibido un diploma, “por tratar la Geografía por su lado filosófico”, no habiendo en ello más que el hecho de ofrecer una escueta definición del objeto de estudio y método de la Geografía.  Pero si algo merecería esa mención con mayor propiedad, eso sería, casi un siglo después, la obra de Geografía Económica de México, de Ángel Bassols Batalla, en la cual éste dedica los dos primeros capítulos, por casi treinta páginas, a la discusión teórico-histórica de la Geografía.

 

La preocupación constante, obsesiva, del geógrafo, ha sido el plantear los libros de texto, como lo dijo Schultz en 1883 respecto a su siglo humboldtiano-ritteriano que desemboca en la Antropogeografía de Ratzel, y lo repite el autor que ahora comentamos casi un siglo después a Schultz, lapso eminentemente vidaleano-hettneraiano: con un “carácter netamente científico”.  Esto es, entonces, que ni Schultz, según lo dicho por Bassols, finalmente lo logró, como lo afirmaba; pero que tampoco Bassols, según lo dicho por nosotros, como el mismo Bassols lo asienta en su libro.  Lo que si hay en ese sentido, es una constante aproximación.

 

Desde el punto de vista de la geografía teórica, el que la Geografía Económica de México se haya preparado en el curso de la década de los años sesenta, implica dos cosas: 1) la posibilidad de introducir el pensamiento marxista en geografía; y, 2) el que ello ocurra necesaria e ineludiblemente, bajo las influencias teóricas del momento de la polémica Hartshorne-Schaefer de los años cincuenta y sus consecuencias.

 

De ahí los fundamentos teóricos de la misma obra: a diferencia del trabajo de Schulz que contó con un solo mapa, y de la obra de Galindo y Villa que contó con ocho mapas; tres de ellos Cartas Temáticas desplegables, una a escala 1:6’500,000, otra 1:4’000,000, y una tercera en 1:10’000,000 (al parecer éstas, en la Proyección Cónica Conforme de Lambert sobre dos paralelos base); el trabajo de Bassols contó ya con cuarenta mapas; y, a más de ello, exponiendo la preocupación por el señalar siempre “las peculiaridades regionales, los aspectos de distribución en el espacio y su comparación de lugar a lugar…, (en una) cada vez mayor diferenciación regional…, (pues) la República está exigiendo ya la redacción de verdaderas geografías regionales que traten de los fenómenos…, sobre todo en materia de planeación económica y social”[5]; pasaje en el que resuenan lo mismo Hettner tamizado a través de Hartshorne, que De la Blache mediado a través de Emmanuel de Martonne, y la influencia de los logros del socialismo.

 

No aparece, no obstante, por ningún lado, Carl Schaefer.  Y no quiere decir que no lo estuviera en lo absoluto, ello no podría ser; sino que, a la sombra del Dr. Jorge A. Vivó, Schaefer en la geografía del Dr. Ángel Bassols, no podía estar sino “bajo las piedras”.  Y ello hizo del momento histórico del Dr. Bassols, un momento “trágico”.

 

La consecuencia de la crítica de Schaefer a Hartshorne (1953), fue la aparición de la llamada “geografía cuantitativa”, primero en Estados Unidos en el curso de los años cincuenta, y luego propagada al mundo durante los años sesenta; pero de lo que la geografía mexicana se mantuvo “casi al margen”.  Lo que más se aproximó a ello, fue precisamente la geografía del Dr. Bassols Batalla.

 

Hasta 1975 tuvo lugar en el Instituto de Geografía, el “Seminario sobre Regionalización”, en el cual empezó a discutirse, muy tarde, precisamente la “geografía cuantitativa”; en que, entre otros autores (Christaller, Thünen, Losch, Isard), se analizó el planteamiento del Dr. Bassols.  Ese año nosotros llegábamos a los estudios profesionales de Geografía, y asistimos a dicho Seminario; y entonces pudimos percibir, sin entender nada en ese momento, sólo almacenando datos, dos mundos: el hartshorniano del Colegio de Geografía y División de Estudios de Posgrado, y el intento schaeferiano “cuantitativista” del Instituto de Geografía.  La “tragedia” consistió justo en lo tardío y tímido en retomar los avances, pues para cuando ello ocurría, nosotros comenzábamos someter a crítica todo ello de conjunto.

 

En su Geografía Económica de México, en el Capítulo 1, “Aspectos Teóricos de la Geografía Económica”, el Dr. Bassols no deja de reconocer el problema de la importancia de la clasificación de las ciencia y el lugar de la Geografía, de modo que ello permita “evitar que pueda confundirse en sus propósitos con los que son inherentes a otras ciencias”[6].  Y al respecto, hace una clasificación “sociológica” de las ciencias en dos grandes grupos: 1) el de una utilidad intrínseca que cultiva un “reducido círculo de la sociedad”; y, 2) el de los problemas que afectan a las grandes mayorías del mundo; precisando que la Geografía es una de estas últimas.

 

Pero agrega una caracterización más a este grupo de las ciencias de los problemas de las grandes mayorías, y con ello, da una caracterización teórica de la Geografía con muchas implicaciones de orden científico moderno: son, dice, “aquellas que no se concretan a manejar teorías o lucubraciones sin contacto con la realidad…”[7].  Con ello, contradictoriamente a su disertación teórica, hace de la Geografía una ciencia eminentemente pragmática, o en la que, por lo menos, no distingue los campos de investigación teórica, aplicada y operativa; reflejando en ello una de las grandes causas del atraso de esta ciencia.  Ello lo lleva a decir, más adelante, que la Geografía: “No analiza problemas hipotéticos…”[8].  Y, luego entonces, por lo menos en términos del concepto de la ciencia de la modernidad, esa geografía no puede ser, por definición, científica, puesto que la ciencia moderna es, esencialmente, hipotético-deductiva[c].

 

Aceptábamos sus planteamientos con esas primeras diferencias críticas.  Llegamos a creer sinceramente que, en consecuencia, la Geografía era una ciencia de planificación por excelencia.  Cuatro años después; y aún antes aun cuando sin que tuviésemos un proyecto alternativo; para nosotros, todo eso definitivamente estaba mal.  Mientras que para el Dr. Bassols la historia de la Geografía es en ese texto de 1976, “la historia de la conquista del mundo por el hombre, consumada con fines netamente económicos”[9]; para nosotros, luego de 1981, no es otra cosa que la historia del conocimiento del espacio terrestre (independientemente de todo utilitarismo; pero a su vez, sin dejar de reconocerlo).  Para él, Humboldt es el verdadero “descubridor científico de México” (no obstante antes ha dicho que “quien acepta que los europeos nos descubrieron, está negando el pasado histórico…”[10]); para nosotros, el verdadero descubridor científico de México, no puede ser mas que otro mexicano; y ahí están todos los ilustrados novohispanos anteriores a Humboldt, esos que le dieron a conocer a Humboldt lo que era México, y entre ellos, geográfica y lejanamente, Carlos de Sigüenza y Góngora, y, cercanamente José Antonio de Alzate y Ramírez; para nosotros el más eminente, y del que el prusiano Humboldt se expresó un tanto despectivamente.

 



[1] Bassols Batalla, Ángel; Geografía Económica de México; Trillas, primera edición, 1970; tercera edición 1975; primera reimpresión, México, 1976; p. 16.

[a] Y aquí no podemos dejar de narrar al margen, que nosotros llegamos a los estudios de Geografía, a partir de que alguna vez (“un buen día del Año del Señor” de 1973 en que definíamos qué estudiar profesionalmente), encontramos su libro Geografía para el México de Hoy y Mañana (1971), en la estantería de la pequeña librería del Instituto de Relaciones Culturales México-URSS, y ello definió nuestra decisión.

[2]      Ibid. p.16.

[b] Nuestra decisión final por la elección de una carrera profesional, estaba en ese momento en el límite: optábamos por la Filosofía; pero, leyendo sobre el marxismo, en un breviario de aquellos años nos encontramos con una cita que un autor hacía del Marx puesto en la misma condición, y en la que éste reflexionaba en que la peor elección de un joven al elegir su profesión, era la Filosofía, que lo alejaría de los problemas reales y de la producción; y entonces dudamos y buscamos algo que abarcara un conocimiento tan vasto como el de la Filosofía, pero, a la vez, que nos vinculara con la producción económico-social misma.  Nos bastó, por una parte, ver el plan de estudios de la carrera de Geografía, pero por la otra, encontrarnos con la Geografía para el México de Hoy y Mañana, del Dr. Ángel Bassols Batalla.

[3]      Ibid. p.16.

[4]      Ibid. p.16 (subrayado nuestro).

[5]      Ibid. p.17.

[6]      Ibid. p.19.

[7]      Ibid. p.19.

[8]      Ibid. p.22.

[c] En las apostillas de nuestro ejemplar, tenemos aquí un gran asterisco a su lectura, que debió ser en el mismo año de la edición, 1976: ahí comenzó nuestra crítica al Dr. Ángel Bassols.

[9]      Ibid. p.24.

[10]      Ibid. p.23

 



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16 agosto 2010 1 16 /08 /agosto /2010 08:04

1953 Tamayo, Jorge L; Geografía Moderna de MéxicoComentario a,

Ing. Jorge L. Tamayo,

Geografía Moderna de México, 1953.

  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over.blog.es/;

México, 26 ago, 2010.

 

Un aspecto de la mayor importancia en la organización del proceso del conocimiento geográfico y de la ciencia misma de la Geografía –lo hemos dicho ya en alguna otra parte– es la precisión de sus campos de trabajo e investigación: 1) el de la geografía teórica, 2) el de la geografía aplicada, y 3) el de la geografía operativa, o de ingeniería geográfica.

 

La ciencia en el mundo capitalista es especialmente limitada, entorpecida, de dificil despliegue fuera de los laboratorios de los grandes monoplios realmente intereados y capaces de financiar no sólo esa investigación operativa utilitaria, sino incluso la investigación teórica, no por nada nombrada con el sinónimo de “investigación de punta” o “investigación básica”, pues sin ella no habría dirección de investigación, y nuevos planteamientos a resolver en lo práctico.  De ahí que el concepto mismo de “investigación teórica”, sea enredado y confundido, traduciéndose como “ciencia pura”, ajena a aspectos prácticos utilitarios; otro tanto igual, pero en sentido opuesto, pasa con respecto a la “investigación aplicada”, que incapaz de desplegarse, se enuncia como “ciencia aplicada”, contrapuesta y separada, o desconectada de la “ciencia pura”.

 

Cada uno de esos niveles de investigación reclama del geógrafo cierta especialización dada en sus capacidades; ya de la alta abstracción filosófica en el primer caso; ya de la capacidad de traducción de esas abstracciones en la elaboración de modelos que tiendan a la posibilidad de aplicarse y resolver problemas; o bien, en el último caso, ya del compromiso directo en la solución práctica, real y concreta, de algún problema.  No es, por lo tanto, uno u otro aspecto, como en la historia de esta ciencia se ha planteado, sino la expresión de todo ello en el mismo cuerpo de teoría de una sola ciencia, a manera de una división social del trabajo.

 

No es menos el geógrafo teórico (aparentemente “siempre en las nubes” hablando de “cosas raras”), por no asumir el compromiso directo de resolver algún problema práctico; pero tampoco es menos el geógrafo operativo (aparentemente “cuadrado a soluciones prácticas” sin tener la “menor noción del fundamento de lo que hace”), por su hacer, tal cual las abejas acumulan miel, sin expectativas del desarrollo positivo de la ciencia; como tampoco será menos el geógrafo aplicado (aparentemente “ecléctico” y por ello “centrado en el justo medio”), que ni teoriza ni resuelve en la práctica.  Justo por las virtudes de unos en relación con las limitaciones de los otros, es que la ciencia en su conjunto se estructura de tal modo en dichos tres campos de trabajo e investigación.  La madurez de una ciencia se refleja en esta organización interna, que no es producto de ningún decreto, sino del trabajo mismo de los geógrafos, el que, en todo caso, habría que organizar.

 

Así es como reflexionamos a la luz de nuestra experiencia respecto, en esta ocasión, por ejemplo, al Ing. Jorge L. Tamayo (1912-1978); figura de la mayor importancia en el conocimiento geográfico en México, y del que, aparte de saber que fue Ingeniero (sin que sepamos en qué), y que entre otros trabajos geográficos nos dejó el Libro de Texto que ahora insertamos en esta portada, sólo sabemos eso; en mucho, creemos, por ser un geógrafo, no en vano ingeniero, vinculado a la geografía operativa; y de ahí, seguramente, que no lo conociésemos en la aulas o en las disertaciones universitarias.

 


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16 agosto 2010 1 16 /08 /agosto /2010 08:03

1945 Vivó Escoto, Jorge A; Geografía Física, 1975Comentario a,

Dr. Jorge A. Vivó; Geografía Física, 1945.

  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 23 ago 10.

 

Los libros de texto revelan perfectamente bien el estado de la ciencia en un momento dado de su historia, y ello no sólo en lo que muestran al exterior para el que está estudiando la disciplina de conocimientos de que trata, sino también el estado de la ciencia en lo que se muestra al interior, descifrable ya sólo por el especialista en ello; y ciertamente, de muy pocos observadores.

 

Por los azares de la fortuna nos hicimos del libro de texto de Miguel E. Schulz en su segunda edición de 1896, y por él descubrimos el estado de la Geografía en México a fines del siglo XIX, mostrándose al exterior una geografía exclusivamente fenomenista, y dejándonos ver al interior las influencias geológico-geomorfológicas y fisiográficas del pensamiento geográfico de Richtofen, antecedente o transición al pensamiento hettneriano; pero al mismo tiempo, el abandono de las pretensiones humboldtiano-ritterianas.

 

Pero, infortunadamente, no poseemos textos para la enseñanza de la geografía de la primera mitad del siglo XX, a excepción, y parcialmente, de la Geografía de la República Mexicana, de Jesús Galindo y Villa; que entre las partes de su Geografía Biológica y Geografía Histórica, las cuales poseemos, la obra de Galindo y Villa contó ya con ocho mapas; tres de ellos Cartas Temáticas desplegables, una a escala 1:6’500,000, otra 1:4’000,000, y una tercera en 1:10’000,000 (al parecer éstas, en la Proyección Cónica Conforme de Lambert sobre dos paralelos base). Los textos para la enseñanza de la geografía de la primera mitad del siglo XX nos los podemos imaginar apenas en ese énfasis geológico-geomorfológico por la continuidad de la propuesta de Schulz en su discípulo Ezequiel A. Chávez, inmerso en los estudios geológicos; como lo pudieran ser, de igual manera, ya en una interpretación hettneriana, de Salvador Toscano, Ramón Alcorta Guerrero, o Ramiro Robles Ramos.  Sólo con Pedro C. Sánchez pudiera darse otra interpretación a las pretensiones del conocimiento geográfico en México; pero, de momento, especularíamos en ello.

 

De lo que sí disponemos, es de los libros de texto en geografía con los que nos formamos, de la pluma del Dr. Jorge A. Vivó, principalmente, su Geografía Física, cuya primera edición data de 1945 (poseyendo nosotros la decimaquinta edición, de 1975), a partir del cual se formaron todos nuestros maestros en la materia, y, por lo tanto, que bien caracteriza todo el estado de la Geografía en México en la segunda mitad del siglo XX, e incluso, ya de una manera muy limitada, lo que va del siglo XXI.

 

Muestra al exterior la geografía fenomenista enciclopédica, “paisajista” (neopositivista), que ya retoma la cartografía como parte suya, según lo hacen ver tanto Manuel Maldonado Koerdell (Secretario del Comité Panamericano de Ciencias Geofísicas), como Pedro Carrasco, catedrático del Colegio de Geografía de la UNAM, quienes, al explicar en su Prólogo la secuencia de su contenido, luego de referir el capítulo sobre astronomía, asientan: trata en seguida del “problema fundamental para todo geógrafo de su representación en cartas…”.  Es, si duda, el mejor libro de texto en Geografía, en México, modelo de todos cuantos se hayan hecho en el lapso de la segunda mitad del siglo XX; su exposición cuenta ya incluso con poco más de treinta mapas; con un solo gran error: no define qué es la Geografía, y por lo tanto tampoco cuál es su objeto de estudio.

 

No obstante, por una parte el Dr. Vivó cita con profusión sus fuentes, y entre ellas, refiere a Emmanuel de Martonne; si bien para los aspectos del clima, sin duda recibiendo la influencia de la concepción de la Geografía como “ciencia de los fenómenos y sus relaciones”, así como de Carl O. Sauer y su “diferenciación de áreas de la superficie terrestre”; estando ahí ya presente Hettner, aun cuando tamizado a través de Hartshorne y su “corografía de las secciones espaciales”; pero, por otra parte, en el último capítulo de su texto, trata, como Maximilian Sorre, sobre los Paisajes Naturales, como “la asociación de hechos geográficos…, característicos de una región en la superficie terrestre”[1], siendo éste, al parecer, para él, el propósito del conocimiento geográfico; lo que vagamente le captamos cuando nos dio clases.

 

Rechazó, y muy seguramente por razones ideológicas muy propias de su tiempo, el directo pensamiento geográfico hettneraino alemán (había terminado la II Guerra Mundial, y uno de sus hijos había permanecido en el Sitio de Leningrado). Y de ahí que haya en todo ello la geografía hettneriana, pero tamizada ya por el pensamiento de Richard Hartshorne (más coincidente con Emmanuel de Martonne), del que, bien recordamos, tanto nos refería el Dr. Vivó como fuente teórica.

 

Hartshorne (1899-1992), siguiendo a Hettner y al igual que De la Blache, reacciona ante la necesidad de replantear la teoría geográfica, y, por su parte, en su trabajo: La Geografía.  Su Historia, su Naturaleza y sus Métodos (particularmente en el Cap. II, Naturaleza y los Cometidos del Geografía), 1927; reconoce el inicio de la definición del objeto de estudio de la Geografía, y plantea a ésta como la ciencia del estudio del espacio, en tanto la diferenciación en la distribución de las regiones en éste (siguiendo la idea de Kant).

 

Lo que Hartshorne no vio, y justo lo que Karl Schaefer le va a criticar enfáticamente, es que el planteamiento de Hettner no se reduce a una "Geografía Física", ni es tampoco una "Geografía General" o una "Geografía Regional", todo ello en el sentido del estudio de los fenómenos concretos en general o en lo particular; es, por lo contrario, el intento de aportar el fundamento de la Geografía como ciencia abstracta a partir de la definición consistente de su objeto de estudio, como una "Geografía corológica", esto es, del espacio como tal (del griego coreos, choreos, región, distribución, espacio); y como De la Blache; Hettner en su "corología" y su concepto de "región como orden de coexistencias", se centró sólo en el espacio relativo.

 

El concepto de espacio absoluto que Hettner retomaba de Kant, siguió siendo inmanejable aún por Schaefer y sus seguidores los llamados “geógrafos cuantitativistas”; y no sólo por el carácter metafísico con que Kant lo planteaba, sino por lo complejo de la realidad y naturaleza objetiva misma del espacio.

 

Pero esa Geografía hartshorniana es la que está en el libro de texto de Geografía Física del Dr. Jorge A. Vivó, que aquí comentamos, y que fue en la que nos formamos los geógrafos de la segunda mitad del siglo XX en México.  Incluso la visión “cuantitativista” de los años cincuenta-sesenta, no comenzó a impactar aquí, y de una manera tímida y sui generis, sino hasta los años setenta.

 

Sin embargo, final y simultáneamente a ello, en el análisis marxista de nuestra generación, se fraguó y abrió una nueva expectativa, de mayor esencialidad, de los fundamentos científicos de la Geografía…; y no casualmente, paralelo a ello, como acto de poder, se desencadenó una reacción oscurantista que dura ya los últimos veinte a veinticinco años (1985-2010); con lo inherente a esos momentos histórico-sociales: la persecución, la proscripción como variante no menos funesta que las mazmorras y calabozos inquisitoriales; la “requisa de libros” que en su versión actual es algo quizá aún peor, como el “boletinar la negación a publicar” (es realidad, no fantasía); y la “quema de los herejes” en la ominosa versión el despojo de las ideas; en una descomposición moral aterradora…; pero que enfrentamos entonces, y volvemos a enfrentar ahora, gracias a que los alcances del “Santo Oficio” de la “geografía oficial institucional” no llegan a en este medio de comunicación (o que por lo menos, no lo ha sido hasta ahora).

 



[1] Vivó Escoto, Jorge A; Geografía Física; Editorial Herrero; primera edición, 1945; decimoquinta edición, México, 1975; p.347.

 



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16 agosto 2010 1 16 /08 /agosto /2010 08:02

1927 Galindo y Villa Jesús; Geografía BiológicaComentario a, Jesús Galindo y Villa;

Geografía de la República Mexicana, 1927.

  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 19 ago 10.

 

De la primera mitad del siglo XX, en Libros de Texto, sólo poseemos la obra, y parcialmente, de Jesús Galindo y Villa (1867-1973), y de ella, la reflexión esencial que nos hacemos ante la esplendidez de su exposición, es, hoy, luego de aclarada la definición del objeto de estudio de la Geografía como el espacio terrestre, precisamente la reflexión esencial de la teoría geográfica, no sólo por el problema de la unidad de la Geografía, sino por cuanto a la construcción del conocimiento científico geográfico; esto es, que, esa geografía fenomenista expuesta por Jesús Galindo y Villa en 1927: es la “geografía necesaria”, la geografía de las “Descripciones” de la Antigüedad, de las “Maravillas” de la Edad Media, de las “Relaciones Geográficas” de la Época Moderna, o de las “Síntesis Geográficas” de la Época Contemporánea.  Pero, con todo ello, no la “geografía suficiente”.

 

Por primera vez exponemos esto así, no sólo lo hemos eludido siempre por el grado de su complejidad que es fuente de toda la confusión en el hacer geográfico, sino hemos insistido en el abandono de esa geografía fenomenista, pero no más que por razones didácticas.  Y la razón de ello es justo lo que se verá continuación.

 

El problema esencial –y dicho en un análisis dialéctico materialista– radica en que ese conocimiento, en tanto necesario, es un conocimiento geográfico obligado, pero que, no por ello, constituye el propósito mismo de la Geografía y mucho menos la Geografía misma como tal –y esta es la dificultad dialéctica–, no obstante en su momento así se entendiera y, más aún, de hecho lo fuera…, por necesidad, en correspondencia a su momento histórico.  El principio fundamental para entender tal hecho, consiste en no ver el conocimiento geográfico de manera estática, ni como uno y el mismo a lo largo de la historia; sino en un proceso en el que éste es complejamente cambiante, no en su contenido, pero sí en la forma que envuelve ese contenido, como lo hemos hecho ver en el párrafo anterior (de modo que, diríamos con Heráclito, <<lo que fue, aún es, y no es, al mismo tiempo>>, dependiendo de su momento histórico).

 

Esa geografía ha sido, y es, necesaria, pero, no suficiente.  Ello tiene que ver con el enunciado como ley por Leibniz en su Monadología, de la “Ley de Razón Suficiente” (a decir de Leibniz correctamente, junto con la Ley de Contradicción, los dos principios en que se basa el razonamiento); esto es, por la cual, una tesis (una afirmación demostrable; por ejemplo, el que <<la Geografía es una ciencia>>; en tanto lo es de las relaciones entre los fenómenos en el espacio de la superficie terrestre), se ha de deducir de una proposición antecedente en la que se fundamenta (en este caso el de la geografía fenomenista)[a].  Esto es, que la tesis de la Geografía como ciencia, en tanto lo es de las relaciones entre los fenómenos en el espacio de la superficie terrestre, no se deduce completamente de la proposición antecedente dada en lo que es la geografía fenomenista, no es suficiente para ello, pues no sólo esas relaciones entre los fenómenos son estudiadas esencial y causalmente por otras ciencias, sino el espacio terrestre es entendido, primero, de manera exclusiva como la superficie de la Tierra, y, segundo, visto puramente como un marco de referencia o ámbito de los fenómenos.

 

Y aquí, lo que dificulta, y de hecho hace ya imposible la demostración de la Geografía como ciencia de los fenómenos, es, principalmente, la demostración dada de la tesis contrapuesta: <<la Geografía es ciencia>>; en tanto lo es del estudio del espacio terrestre[b].  Donde la proposición antecedente en la que esta otra tesis se fundamenta, es la geografía espacista.

 

Esta obra de Galindo y Villa, se publicó en el mismo año en que lo fue el trabajo teórico de Alfred Hettner, 1927; es decir, que no pudo haber recibido su influencia, y, por lo tanto, dicho autor –y no tenemos muchos elementos para demostrarlo, más allá de considerar su momento histórico–, se mueve, muy seguramente, en las influencias del pensamiento geográfico de Vidal de la Blache expuesto desde 1908, principalmente mediadas a través de su discípulo, Emmanuel de Martonne, o de Jean Brunhes.

 

Al principio del artículo decíamos que la reflexión esencial actual de la teoría geográfica, no sólo es por el problema de la unidad de la Geografía; parte de lo cual hemos discutido líneas arriba en torno al papel de la geografía necesaria pero no suficiente; sino lo comentaremos ahora brevemente por cuanto a la construcción del conocimiento científico geográfico.

 

La geografía fenomenista de Jesús Galindo y Villa es necesaria, tanto como la geografía fenomenista de las Descripciones de Hecateo; o las Maravillas, de las cuales es ejemplo clásico la obra de Marco Polo; o las Relaciones Geográficas del siglo XVI sobre el inicial conocimiento de América, o bien las Relaciones Geográficas levantadas a mediados del siglo XVIII bajo la coordinación de José Antonio Villaseñor y Sánchez, y que tan ásperamente le reclamaba unas tres décadas después José Antonio de Alzate y Ramírez; o las Síntesis Geográficas actuales levantadas, en este caso en México, por la Dirección de Geografía del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.

 

En algunos momentos dados de la historia, el levantamiento de todo ello fue de tal necesidad y se hizo en tal abundancia (ya Varenio se inconformaba precisamente de ello), que su tarea se tomó como la ciencia misma de la Geografía.

 

Pero todo ello, por exquisito que sea, no es en lo absoluto suficiente para el conocimiento geográfico científico.  Es, por lo contrario, apenas eso: una condición de necesidad, con expectativas ulteriores.  Y en ello consiste precisamente el aspecto enunciado de la construcción del conocimiento geográfico.  Hacer esa geografía es parte del proceso: es, dicho en términos de la teoría del espacio, el conocimiento de las propiedades de los estados de espacio, que determinan los atributos del mismo; discusión de todo lo cual, es propia ya de otro lugar.

 



[a] Esto fue lo que inicialmente tratamos de demostrar en nuestra tesis de Licenciatura: Geografía: Fundamento de su Teoría del Conocimiento (1983), encontrando precisamente la insuficiencia, en el concepto de espacio, que descubrimos que operaría como categoría fundamental, y de donde surgió la tesis contrapuesta.

[b]      Siendo esta la tesis contrapuesta.

 



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16 agosto 2010 1 16 /08 /agosto /2010 08:01

1893 Schulz, Miguel E; Apuntes para el Curso de GeografíaComentario a,

Apuntes para el Curso de Geografía,

primera edición, 1893; segunda edición, 1896;

de Miguel Enrique Schulz.  Artículo, 2010.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica,

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 16 ago 10.

 

1893 Schulz, Miguel E; Apuntes para el Curso de GeografíaAlguna vez, en una librería de viejo, encontramos uno de los primeros libros de texto de Geografía en México: Apuntes para el Curso de Geografía, primera edición, 1893; segunda edición, 1896; de Miguel Enrique Schulz, para el curso de Geografía en la Escuela Nacional Preparatoria, siendo catedrático en ésta, como en la Normal para Profesores.  Obra presentada por su autor en la “Exposición Universal Colombina”, en Chicago, 1893, en la cual obtuvo un Premio, cuyo Diploma a la <<…presentación cuidadosa y científica de la verdad geográfica…  Tratando a la Geografía por su lado filosófico, buscando los principios sin descuidar los hechos…>>, está fechado el 26 de abril de 1894.

 

Schulz--Premio-copia-1.jpg

 

 

Schulz--Apostilla-copia-1.jpgEn dicho tratado, Schulz define a la Geografía como: “ciencia de carácter descriptivo que se ocupa del estudio de la superficie terrestre en su estado actual, tanto en sí misma, físicamente considerada, como en los cambios que sobre ella ha realizado la presencia del hombre” (énfasis y cursivas del autor).  Mas tal definición, en su tiempo, no podía escapar a la observación crítica.  El ejemplar que poseemos, perteneció antes a la persona de Francisco Agea (según su nombre manuscrito en la primera página), muy probablemente profesor ya en la misma Escuela Nacional Preparatoria o Normal para Profesores, el cual hace una apostilla al pie de la definición de Geografía de Schulz, que, luego de un “tache” como marca de observación crítica –como en otras partes del texto–, a lápiz, a la letra dice agregando a la definición: “además: Representaciones gráficas de la superficie terrestre para la geog. y met. graf. para su <<consult.>>… (ilegible)”.  Esto es, donde esas “representaciones gráficas”, son los mapas, la cartografía; misma de la que Schulz ha prescindido para explicar la geografía (ciertamente, quizá más por las dificultades de impresión en aquel entonces en México, que por error de omisión; dada la dificultad de elaboración de las planchas que suponen los mapas), a excepción de la Fig. 5 en la p.56 (de un total de cinco; tres cortes transversales para explicar los tipos de vertientes, y la litografía de un arrecife), de un pequeño mapa en viñeta para mostrar los elementos de un red hidrográfica; y, además, haciendo ver Francisco Agea en esa apostilla, que esos mapas, sobreentendido, no sólo son método “para la geografía”, sino también, dicho explícitamente, “método gráfico para su consulta <<por otros autores>>” (como al parecer dice la parte final del texto ilegible).Schulz, Mapa


Es así como un trabajo destinado a servir como Libro de Texto en calidad de “apuntes para un curso”, lo cual se suele menospreciar, trasciende y se transforma en un documento histórico de enorme importancia, no sólo histórica, sino teóricamente; más allá del premio obtenido.

 

La institucionalización de la Geografía en México tenía apenas unos cuarenta años, atravesando por la Guerra de Intervención norteamericana, por el ir y venir del santaanismo, por la Revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma, y la Intervención Francesa.  Pero los Apuntes para el Curso de Geografía, 1893, de Miguel Enrique Schulz, aparecen justo cuando inicia el proceso de estabilidad de la República bajo la pax porfiriana.  La misma Escuela Nacional Preparatoria tenía apenas tres lustros de haberse fundado; de modo que este tratado de geografía se convierte en un documento de fundamental importancia para comprender aspectos esenciales del estado de esta ciencia entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

 

Lo esencial en él es la definición de la Geografía, como antes lo hemos citado: una ciencia descriptiva de los cambios físicos (geomórficos), en la superficie terrestre, principalmente en cuanto a los cambios propiciados por el hombre.

 

Hay en ella, sin duda, la influencia del pensamiento geográfico venido como análisis fisiográfico en la geología, de Ferdinand von Richthofen (1833.1905), que apenas diez años atrás había publicado su trabajo titulado: Tareas y Métodos de la Geografía General, 1883, y para quien la Geografía era una ciencia Corográfica, esto es, relativa al espacio; General (entendiendo por ello el estudio de los fenómenos), y Corológica, y con ello referida al estudio de la superficie terrestre.

 

En su Advertencia a la Segunda Edición, de 1896, Schulz menciona que en su dedicación a la enseñanza de la Geografía, "he venido procurando constantemente que el estudio de la Geografía se despoje del árido y estéril carácter que se le había dado de consistir en una inútil compilación recitativa de nombres propios y datos aislados, que nada enseñan a la inteligencia, fatigando absurdamente la memoria"[1].  He ahí la manera de expresar la preocupación esencial de la teoría geográfica en ese momento histórico de una Geografía inmediatamente previa a las influencias de Vidal de la Blache o de Alfred Hettner, pero inmediatamente posterior a las influencias de Humboldt y Ritter; es decir, de un momento histórico en que la Geografía aún no se despoja de la consideración antropocentrista del estudio de los fenómenos enun escenario que no podía ser otro que la superficie terrestre, pero que aún tampoco ha llegado a las definiciones esenciales de De la Blache o de Hettner, que entrarán en escena hasta el curso del primer tercio del siglo XX.

 

En inmediatamente Schulz explica en qué consiste su innovación: "...plantear la enseñanza sobre una nueva base, metódica y estrictamente fisiográfica, en la exposición y descripciones, buscando siempre la relación que existe entre el hecho geográfico percibido y las causas que lo producen; fundando, en suma, con esa forma, la única verdaderamente científica en el estudio de la Geografía"[2].  Y muy probablemente, por oposición, Schulz alude aquí a la teoría antropogeográfica de Ratzel, planteada diez años atrás.

 

La obra de Miguel E. Schulz en consideración, se estructura en siete partes:

 

I    Advertencia.

     Observación preliminar y definición.

     Distribución general de las tierra y aguas.

     La atmósfera.

II   Las Aguas Marítimas.

III  Las Tierras y las Aguas Continentales.

IV  Los Pueblos y las Instituciones.

V   Las Partes del Mundo en General.

VI  Las Naciones Principales.

VII La República Mexicana.

 

 

 Schulz; Índice

Dos de las tres páginas del Índice 

 de los Apuntes para el Curso de Geografía,

 de Miguel E. Schulz, 1893.

 

 

 

                             Destacando el hecho de que sólo en lo que clasificamos como la primera parte, Schulz inserta cinco ilustraciones, de las cuales sólo una es un mapa.  No hay en dicho Libro de texto para la enseñanza preparatoria, lo que daba en llamarse "Geografía Matemática"; esto es, el estudio de la parte de la cartografía.  Más aún, el ambiente respecto a la marginación de la cartografía era tal, que un año antes a la publicación de esta segunda edición, en 1895, tuvo lugar la celebración del VI Congreso Internacional de Geografía, en cuyo seno se tomó el acuerdo de considerar a la cartografía como una ciencia aparte, que como tal, se integraba al sistema de ciencias que formaba los conocimientos geográficos; e incluso se hizo la propuesta de crear la "Asociación Cartográfica Internacional".

 

                              Durante diez años se batalló con es propuesta, y a su consumación en el IX Congreso Internacional de Geografía de 1908, Vidal de la Blache reaccionó con su enfática definición de la Geografía como "ciencia de los lugares y no de los hombres"; y ello mismo llevaría a una reelaboración teórica que sedaría con Hettner en 1927. 



[1]     Schulz, Miguel E; Apuntes para el Curso de Geografía; José Joaquín Terrazas e Hijas, Impresora; primera edición, 1893; segunda edición, México, 1896; p.VI.

 

[2]     Ibid. p.VI (subrayados suyos)        



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5 agosto 2010 4 05 /08 /agosto /2010 08:05

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

Evolución del Concepto de Espacio

en el Pensamiento Materialista Contemporáneo.

  Ponencia, III Encuentro de Geógrafos

de América Latina, 1991 (5/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, D.F; 19 ago 10.

 

 

Finalmente, se ha llegado de nuevo a ese punto que de cuando en cuando se llega en la historia de la ciencia, de dirigir los principales esfuerzos más a adaptar la “necia” realidad a la teoría, que ésta a aquella.

 

La pauta para el rompimiento con esta obsesión –que en cada momento de la historia de la ciencia siempre ha significado una revolución de pensamiento– viene dado en las reflexiones de las líneas finales al respecto, en la obra de Étichos Bitsakis, Física Contemporánea y Materialismo Dialéctico, 1973.

 

Bitsakis plasma, quizá, reductio ad absurdum, el problema de la naturaleza del espacio.  El campo-espacio, o ese espacio completamente determinado por los campos, pasa a ser en este autor ahora y justamente, el campo-partícula, ya que la existencia misma de la partícula determina su especialidad, y el espacio no designa más que su métrica, lo que hace más difícil ver que –como lo afirma el autor– “cada partícula es el quantum de un campo dado”[26], su mínima expresión dimensional.

 

El problema de la teoría unificada del campo, de Einstein, no tiene solución en este sentido, ya que cada partícula, cada “espacio discretizado”, crea un campo especial.  En todo caso, el problema se traduce en la búsqueda de una partícula original de la cual se transforma las demás.  Esto es, otra vez, la finitud del espacio-sustancia, a partir de la cual, la infinitud quedaría dada por materia aún no conocida; y así lo reconoce Bitsakis que asienta: “El ser material que ocuparía semejante “célula” debería ser simple, su estructura debería pues, ser un último constitutivo de la materia”[28]; citando él mismo a Meliujin, quien dice al respecto: “…más allá del cual comienza el mundo indestructible, con propiedades totalmente diferentes”[28].

 

Al igual que Kursánov y Eli de Gortari, Bitsakis tampoco omite  la discusión del vacío en la teoría del espacio.  Se cuestiona acerca de “cómo concebir el vacío en esta era en la que el campo aparece como el concepto fundamental de la teoría acerca de la materia”[29].

 

No obstante, destaca cómo, “en 1928 Dirac representaba el vacío no como una nada, sino como un medio, un “océano” de partículas de energía negativa.  De este océano se pueden hacer salir los electrones (negativos) dejando un “hueco”, que es el electrón positivo”[30].  Este vacío capaz de polarizarse, sería entonces una poderosa fuente de energía.

 

El vacío como noción más general y esencial del espacio identificado como campo, y éste como la especialidad del vacío, permite decir libremente que, al final de cuentas, el espacio mismo sería –según la idea de Dirac– una poderosa fuente de energía.

 

Y así, al final del capítulo titulado: “Espacio tiempo y materia”, en que Bitsakis ha tratado la realidad y naturaleza del espacio de acuerdo con el pensamiento materialista contemporáneo, expone; marcando el fin de un período de la evolución materialista del concepto de espacio, e iniciando otro en el que se ha ahondado en el desentrañamiento de su naturaleza:

 

“Pero las partículas elementales pueden ser –dice Bitsakis–, como los quanta de un campo material continuo…  El espacio debe ser continuo…  Pero al mismo tiempo debe ser discontinuo, no porque tenga células discretas, sino porque en una cierta dimensión se encuentran las propiedades nuevas de la materia, niveles de organización diferentes”[31].

 

Otros materialistas, ya no tanto filósofos como físicos, se debaten ahora en la definición de la naturaleza del continuo espacio-tiempo como forma de existencia de la materia, ya no tanto en medida o cualidad del objeto, sino como una forma más de la materia.

 

El último trabajo representativo de ello, es la obra de Fidel Castro Díaz-Balart: Espacio y Tiempo en la Filosofía y la Física, 1987, en el que destaca cómo a través de toda la historia desde la filosofía de la naturaleza desde la Antigüedad hasta el mecanicismo en el Renacimiento, el espacio había sido sólo objeto del pensamiento, y no es sino con Einstein, que pasa a ser objeto experimental y de análisis físico”[32].

 

Díaz-Balart recoge y comparte los conceptos de espacio y tiempo en Feuerbach, Engels y Lenin, y hace ver la plena correspondencia de éstos con la posterior teoría de la relatividad de Einstein; peo a la vez; y aquí está lo que distinguirá a la obra de Díaz-Balart de todas las antecedentes en esta materia; al discutir en particular las aportaciones de la teoría de la relatividad, expone las dificultades que enfrenta  en la ciencia contemporánea, destacando principalmente su principio de equivalencia (equivalencia de masa inercial-masa gravitacional), que conduce a considerar el campo gravitacional ya como un tipo esencial de materia, ya como manifestación de las propiedades geométricas del espacio-tiempo.

 

Al respecto, Fidel Castro Díaz-Balart expone las diversas posiciones teóricas, entre otras, la de Willer, quien afirma: “En el mundo no hay nada excepto espacio curvado, vacío.  La materia, las cargas, los campos electromagnéticos y otros son solamente manifestación de la curvatura del espacio”[33].

 

 

Conclusión.

 

El problema pues, está aún lejos de resolverse, más aún lejos de un consenso compartido por la comunidad científica.  Lo único claro hasta ahora, es que el espacio como un concepto manejado en un sinnúmero de sinónimos y metáforas en geografía, y como su categoría fundamental en tanto definición de su objeto de estudio, da lugar a admitir y estudiar toda esa discusión sobre la realidad y naturaleza del espacio, sin que pueda ni deba ser soslayada en nuestra ciencia.

 



[26] Bitsakis, Étichos; Física Contemporánea y Materialismo Dialéctico; Ediciones de Cultura Popular; México, 1973; p.82.

[28]      Ibid. p.146.

[28]      Ibid. p.146.

[29]      Ibid. p.144-145.

[30]      Ibid. p.145.

[31]      Ibid. p.145.

[32] Ilhuícac, Revista de la Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía; “Reseña Bibliográfica”, Vol. 1, Nº 1, febrero-mayo de 1990; pp.75-83.

[33] Díaz-Balart, Fidel Castro; Espacio y Tiempo en la Filosofía y la Física; Editorial de Ciencias Sociales; La Habana, Cuba, 1987; p.87.

 



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5 agosto 2010 4 05 /08 /agosto /2010 08:04

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

Evolución del Concepto de Espacio

en el Pensamiento Materialista Contemporáneo.

  Ponencia, III Encuentro de Geógrafos

de América Latina, 1991 (4/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, D.F; ago 10.

 

 

El concepto de espacio

en el pensamiento materialista dialéctico,

a la luz de los avances de la física contemporánea.

 

Con estos escasos elementos de los clásicos de la dialéctica materialista, se trasmitió al pensamiento materialista de nuestro tiempo, el marxismo, el problema del espacio.

 

Es natural que fuese entre los filósofos soviéticos marxistas en donde dicho concepto fuera retomado, y así, en la Historia de la Filosofía, en siete tomos (1957), redactada por una pléyade de filósofos de la Academia de Ciencias de la URSS, bajo la coordinación de M.A. Dynnik, se expone, T.I. Oizermán, en un parágrafo sobre El problema del espacio y el tiempo: “En el Anti-Düring –dice Oizerman– se fundamenta la tesis de la unidad del espacio y el tiempo.  Engels pone de manifiesto la inconsistencia de las concepciones de Düring, según las cuales existió cierto estado del Universo fuera del tiempo, y por consiguiente, inmutable; el tiempo, afirma Düring, tiene un comienzo y apareció sólo cuado el mundo se puso en movimiento.  El ser fuera del tiempo, dice Engels, es tan inconcebible como el ser fuera del espacio.  No es cierta la afirmación de Düring de que el tiempo existe a consecuencia del cambio, en realidad, los cambios se producen en el tiempo, y éste no depende de los cambios”[17].

 

De estas últimas líneas pudiera entenderse que el tiempo es un “algo” en el que ocurren los cambios de las cosas, y es independiente de ellos; pero el real sentido en que se expone como lo hace Oizerman, es, siguiendo a Engels, que: “El tiempo en el transcurso del cual no se produce ningún cambio sensible, dice Engels, está muy lejos de no ser tiempo absoluto, y si hacemos mentalmente abstracción de todas las realidades ligadas a las relaciones de simultaneidad o falta de simultaneidad, llegamos al concepto puro del tiempo”[18].

 

Esto es, el tiempo en Engels y retomado así por Oizerman, se limita a considerarse como una medida del cambio sensible.  Por analogía, el espacio es, así mismo, una medida de la extensión sensible, y por espacio, estrictamente lo que debe entenderse no es algo distinto a lo que se extiende, es decir, no a la extensión en sí, sino a lo extendido.

 

Oizerman, representativo del materialismo contemporáneo, enfáticamente afirma que tiempo, como espacio y materia, como tales, no podemos descubrirlos por los sentidos, son sólo abstracciones científicas que reflejan la realidad.

 

En el tomo VII de la Historia de la Filosofía, bajo la dirección de Dynnik, I.V. Kuzentzov trata el punto de la teoría de la relatividad como la teoría contemporánea del espacio y el tiempo.

 

Éste recoge una cita de P. Langevin, en la cual, contraponiendo a los argumentos que negaban la objetividad del espacio y el tiempo, afirmaba que, “el principio de la relatividad del espacio es la confirmación…, de la existencia de la realidad exterior del espacio”[19], “realidad exterior del espacio” u “objetividad del espacio”, entendiendo a éste como un continente de los objetos; mas no un continente en sentido físico, sino como cualidad del ser, como abstracción de éste.

 

Kuzentzov hace una brillante síntesis filosófica de la teoría física del espacio, el tiempo y la gravitación; y expone una conclusión de fundamental trascendencia para el pensamiento  materialista contemporáneo: el que, a su juicio, son concepciones erróneas aquellas “que identifican con la materia el continuo temporal-espacial”[20].

 

Critica, pues, la transformación recíproca de materia en espacio-tiempo, y de éste en aquella.  “Aquí se incurría –dice Kutzenzov– en un divorcio entre las formas de existencia de la materia y la propia materia”[21].  Se incurría, en su apreciación, en la ilógica de la separación de la forma y el contenido; donde la forma por sí sola parece tener existencia independiente.

 

En suma, “forma de existencia de la materia”, es expresión de la diversidad espacio-tiempo, en tanto diversidad de la existencia discreta y su movimiento.

 

En 1966, G. Kurzánov en su Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico, afirma: “la teoría de la relatividad ha mostrado el estrecho nexo del espacio y del tiempo con el movimiento de los cuerpos materiales.  La longitud y la continuidad no son absolutas ni independientes de los campos en movimiento, sino que están determinados totalmente por las leyes del movimiento de éstos”[22].  Esta afirmación es obligada y consiguiente al concepto de espacio entendido como forma de existencia de la materia; dicha forma estará determinada totalmente por las leyes del movimiento de su contenido.

 

Pero Kursánov volverá a otro concepto vinculado profundamente al concepto de espacio en todo el pensamiento materialista: el vacío.  Y así, afirma: “…no existe el espacio vacío desvinculado de la materia…, el llamado vacío no es tal “vacío” en el viejo sentido de la palabra…  Ese “algo” o vacío actúa sobre las partículas de sustancia y es, a la vez, objeto de su influencia.  El vacío representa un estado completamente determinado de los campos físicos materiales…”[23].

 

En otras palabras, el vacío viene a ser la forma y el campo el contenido.  Es decir, ese espacio entre dos discretos, necesariamente existente, que daba lugar a la idea del vacío, y que implicaba una dificultad de respuesta en esta concepción del espacio como medida de lo discreto, finalmente fue “llenado” o “discretizado” por el campo; y así, el vacío existe real y objetivamente, como categoría para designar al campo.  El vacío es, según Kurzánov, la propiedad de espacialidad del campo, tal como lo lleno, es la propiedad de espacialidad de la sustancia.

 

Todo este asunto fue tratado  por Eli de Gortari en su Dialéctica de la Física, 1964, desarrollando consecuentemente las mismas ideas.  En su primera línea dedicada al respecto, Eli de Gortari afirma: “El espacio es una propiedad común a todos los procesos existentes”[24].  El espacio es pues, como él lo reitera, un conjunto de propiedades espaciales; y esclarece la expresión por la cual erróneamente se deja ver al espacio como un recipiente, al especificar: “…hablando en rigor, los procesos no existen en el espacio, sino que su existencia es espacial”[25]; presenta éste –continúa más adelante– una multitud de ordenaciones coexistentes.

 

Por otra parte, en su capítulo segundo: “La Categoría de Espacio”, inscrito en su trabajo Dialéctica de la Física, tiene la virtud de expresar el tratamiento en términos un tanto más físicos que filosóficos exclusivamente, y esto lo conduce a un amplio tratamiento del concepto de espacio en lo particular en el microcosmos y su teoría cuántica.

 

De ahí que, siendo consecuente con el concepto materialista contemporáneo, enfrenta la contradicción de un espacio caracterizado por un cuanto de longitud, es decir, del volumen mínimo del campo-espacio, antes de que éste deje de existir y todo sea sustancia; la que tendrá que ser a su vez, por definición; si hemos de ser consecuentes con la teoría y el principio de que nada está fuera del espacio; la estructura menor de la sustancia: la finitud del espacio, y con ello de la sustancia mínima, y por lo menos, de toda forma de materia actualmente conocida.

 

De Gortari trata de salvar la paradoja estableciendo que como consecuencia del avance del conocimiento, es posible que se tenga que fijar un cuanto de longitud todavía más pequeño, pero, indiscutiblemente, esto está en contra de su primer afirmación; a saber, que, “…hablando en rigor, los procesos no existen en el espacio, sino que su existencia es espacial”.

 



[17]      Dynnik, M.A; Historia de la Filosofía; Grijalbo, t.III, 3ª edición, México, 1975; p.166.

[18]      Ibid. p.166.

[19]      Ibid. p.259.

[20]      Ibid. p.262.

[21]      Ibid. p.262.

[22] Kurzanov, G; Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico; Ediciones Palomar; México, 1966; p.81.

[23]      Ibid. p.83.

[24] Gortari, Eli de; Dialéctica de la Física; Grijalbo, 1ª edición, UNAM, 1964; México, 1979; p.36.

[25]      Ibid. p.36.

 



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5 agosto 2010 4 05 /08 /agosto /2010 08:03

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

Evolución del Concepto de Espacio

en el Pensamiento Materialista Contemporáneo.

  Ponencia, III Encuentro de Geógrafos

de América Latina, 1991 (3/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, D.F; 12 ago 10.

 

 

Lenin, al discutir los aspectos de la teoría del conocimiento de la dialéctica materialista y del empirocriticismo, en uno de sus parágrafos aborda el problema del espacio y el tiempo.

 

En principio, Lenin apunta: “al reconocer la existencia de la realidad objetiva, o sea, de la materia en movimiento, independientemente de nuestra conciencia, el materialismo está obligado a reconocer también la realidad objetiva del tiempo y del espacio…”[6].

 

Lenin retoma nuevamente a Feuerbach y lo explica; pero, inmerso en su momento histórico, afirma: “…la materia en movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio y en el tiempo”[8][b].

 

Así, a pesar de que el sentido del enunciado expresa el movimiento de la materia con su necesaria condición espacial, se desliza aquí la sutil afirmación del espacio entendido como recipiente (concepto ya criticado Feuerbach, pero cuya crítica no conoció sino un año después de publicado su Materialismo y Empirocritcismo.  Por lo demás, dicho concepto fue refutado consistentemente hasta poco más de un lustro después por Einstein, en su teoría generalizada de la relatividad).

 

Ya hacia el final de su texto sobre este punto, en una de las paradojas más extraordinarias, Lenin cita, para demostrar la inconsistencia de los idealistas, a un empirocriticista “muy antiguo y muy puro”, como él mismo lo califica, Schulze-Aenesidemus, precisamente discípulo de Hume, que en 1792 escribía: “Si de las representaciones inferimos las “cosas exteriores a nosotros” [entonces] el espacio y el tiempo son algo relativo y real existente fuera de nosotros, pues el ser de los cuerpos sólo se puede concebir en un espacio existente”.  Y cuatro líneas más adelante Lenin reafirma: “precisamente, tal como el materialista Engels expone esta relación en 1894”[8][c].

 

Y así lo comparte Lenin con Feuerbach, considerando esto como un asunto de los fundamentos del materialismo filosófico, al citar de éste lo siguiente: “El pensamiento –dice Feuerbach– presupone lo que hay de discreto en la realidad como un continuo, la infinita pluralidad de la vida como singularidad idéntica”[9][d].

 

No obstante, en las notas sobre Hegel a su Ciencia de la Lógica y a su Lecciones de Historia de la Filosofía, va a esbozar dos aspectos de primordial importancia en la dialéctica de la comprensión de las propiedades del espacio; a saber, primero, que –compendiando la cita de Hegel– la dialéctica respecto de cualquier objeto, tiene una determinación cualquiera, pero después se muestra que de modo igualmente necesario tiene la determinación opuesta (y como ejemplo, el mismo Hegel pone “la finitud del espacio” y “la negación absoluta del espacio”)[10][d].

 

En este primer sentido habría que hacer una reflexión sobre la continuidad, no como la identidad en la sucesión de lo discreto, sino como su negación en la singularidad de éste.

 

El segundo aspecto, está en su nota sobre la refutación de Aristóteles a la paradoja de Zenón en que una flecha recorrerá siempre hasta el infinito la mitad de su trayecto.  Apunta Lenin: “Aristóteles replicó: el espacio y el tiempo, son infinitamente divisibles (en potencia), pero no infinitamente divididos (en realidad)”[11].

 

Pero Lenin no nos aporta mayores reflexiones.  No obstante el pensamiento se mueve a considerar que el espacio y el tiempo son continuos susceptibles de dividirse, pero no sucesión ininterrumpida de divisiones.

 

Al final de cuentas, nosotros asumimos que ambas proposiciones son válidas; en una se muestra la dialéctica interna de lo discreto (su negación en la sucesión); en la otra se muestra la dialéctica interna de lo continuo (su negación en lo susceptible  de su divisibilidad infinita).  Pero la dialéctica externa en ambas, es su negación entre sí.  Y si esto es así, marca un nuevo paso no sólo en el desarrollo del pensamiento materialista en general, sino en la comprensión del espacio.

 

Hegel hizo un brillante aproximación a ello, si no es que aceptamos la solución ya en él.  Lenin lo recoge en una de sus notas de estudio recopiladas en el documento llamado Cuadernos Filosóficos, según la siguiente cita tomada de la Ciencia de la Lógica, de Hegel: “La esencia del espacio y el tiempo es el movimiento, …como unidad de la negatividad y la continuidad, el movimiento es expresado como Concepto, como pensamiento, pero ni la continuidad ni la discontinuidad deben ser puestas como la esencia”[12].  Y a esta nota, Lenin le hace una apostilla que reza simplemente: “incorrecto”.

 

Luego continua con una reflexión en la que apunta: El movimiento es la esencia del espacio y el tiempo.  Dos conceptos fundamentales expresan dicha esencia, la continuidad infinita y la “puntualidad” (= negación de la continuidad, discontinuidad).  El movimiento es la unidad de la continuidad… y la discontinuidad…  El movimiento es una contradicción, una unidad de contrarios”[13].

 

Sin embargo, tanto Hegel como Lenin muestran insuficiencias.  La continuidad puede ser, y es, tan negatividad como lo discreto; y por otra parte, lo discontinuo no es exactamente equivalente a “lo puntual”, a lo discreto.  Lo discreto, cierto es, es la puntualidad; pero la discontinuidad significa el rompimiento de lo continuo, su interrupción, sin perder su calidad como tal, aun cuando cada parte pueda constituir su negación en forma de discretos.

 

En última instancia, Lenin lo asienta en los términos más correctos: “No podemos imaginar, expresar, medir, describir el movimiento sin interrumpir la continuidad…”[14]; es decir, sin examinar en sus discontinuidades; que no exactamente significa examinar en susdiscretudes.

 

En suma, el movimiento es la esencia del espacio, y la comprensión del movimiento es el entendimiento de la unidad de lo continuo y lo discreto, de lo continuo y lo puntual; que lo puntual carecerá de dimensiones, y, como apunta Lenin, “¡Esto significa que está fuera del espacio!  Es el límite del espacio en el espacio, una negación del espacio…”[15]; expresión justa de la dialéctica de su movimiento.

 

A esto se refería Feuerbach en su  libro Exposición, Análisis y Crítica de la Filosofía de Leibniz, del que Lenin mismo extrae la siguiente cita: “En general, en la naturaleza no existe nada discreto; todos los contrarios, todos los límites del espacio y el tiempo, y lo demás, desaparece ante la absoluta continuidad, la infinita interconexión del Universo”[16].  Pero esto es, en tanto lo continuo es entendido como sucesión ininterrumpida e infinita de lo discreto[e].

 



[6]      Ilich Ulianov (Lenin), Vladimir; Materialismo y Empirocriticismo, (1909); Editora Política; La Habana, Cuba, 1963; p.165.

[8]      Ibid. p.166. (cursivas nuestras).

[b] Aquí a Lenin le ocurre lo mismo que a Engels en sus primeras notas acerca del concepto de espacio: se afirma la objetividad del espacio en las propiedades espaciales de las cosas, pero en el lenguaje se refiere a la existencia de esas cosas en el espacio, esto es, como existiendo en un recipiente.  Y en este caso, la expresión de Lenin se explica, porque desconocía de Feuerbach esa parte.

[8]      Ibid. p.176.

[c] La extraordinaria paradoja consiste en que ese discípulo de Hume, necesariamente, planteaba el concepto de espacio desde la posición del empirismo idealista; esto es, esa compleja condición metafísica de la objetividad del espacio, en tanto la objetividad misma de la idea del mismo.  Y, por lo tanto, si se ha de decir, como lo dice Lenin, que ello es tal como lo expuso Engels en 1894, a ello hay que agregar, que –y se sobreentiende– invertida la idea desde una posición materialista dialéctica.  Pero más aún, en “el ser de los cuerpos en un espacio existente”, lo importante de esta paradoja no es tanto la coincidencia del idealismo y el materialismo en dicha noción del espacio, como, por más que el espacio como algo independiente de las cosas se quiere evitar, el ser de los cuerpos siempre aparece ahí, “en un espacio existente”; y no, como debiera ser siendo consecuentes con la propuesta, que el ser de los cuerpos aparezca exclusivamente en la forma de sus propiedades espaciales.

[9] Ilich Ulianov (Lenin), Vladimir; Cuadernos Filosóficos (apuntes, 1895-1916); Editorial Política, La Habana, Cuba, 1964; Obras Completas, t. 38; p.77 (aquí Lenin considera la fecha del Prólogo a la última revisión del Anti-Düring).

[d] Estas notas de Lenin son de entre 1895 y 1916; para entonces, Einstein ya ha publicado su teoría de la relatividad, 1905 y 1916, por lo que, o bien Lenin conoció de los trabajos de Einstein desde el primer momento (algo difícil), o entonces, más que Lenin el mismo Feuerbach medio siglo antes, adelantó a Einstein en la noción filosófica del continumm, que es exactamente lo que Lenin está expresando en esta cita.

[10]      Ibid. p.215.

[d]      Esto es, el principio heraclitiano de que, en este caso, el espacio es, y no es al mismo tiempo.

[11]      Ibid. p.249.

[12]      Ibid. p.250.

[13]      Ibid. p.250.

[14]      Ibid. p.252 (cursivas nuestras).

[15]      Ibid. p.293.

[16]      Ibid. p.374.

[e] Esto último así lo anotamos en el texto original de la ponencia, esa era la posición de Feuerbach y así la retomaba Lenin.  En tanto se reconozca el estado discreto irrumpiendo en lo continuo, por definición, la “absoluta continuidad” más bien es la que desaparece.  Pero, revisado veinte años después, nuestra mirada se centró en el punto en el cual Feuerbach, y con él Lenin, aceptan que, “en general, en la naturaleza no existe nada discreto”.  Ello está en contradicción con la evidencia, pero, dialécticamente, lo que expresa, en oposición al continuum como esencia del espacio, es ahora el vacuum.  Pero en su mayor esencialidad, lo que expone, es precisamente el movimiento de transición de uno en otro, como esa mayor esencialidad el espacio.

 


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5 agosto 2010 4 05 /08 /agosto /2010 08:02

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

 

Evolución del Concepto de Espacio

en el Pensamiento Materialista Contemporáneo.

  Ponencia, III Encuentro de Geógrafos

de América Latina, 1991 (2/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, D.F; 09 ago 10.

 

 

El concepto de espacio

en el pensamiento materialista dialéctico.

 

Dos son las aportaciones fundamentales de su análisis crítico, primero, el explicar el concepto de espacio en Feuerbach-Engels-Lenin, que esencialmente han influido en el curso del siglo XX, en el análisis concreto de su situación histórica concreta (su crítica a la fenomenología del Espíritu, de Hegel, y al empirocriticismo; y el antinewtoniano horror vacui propio de su tiempo); y en segundo lugar, distinguir las contradicciones internas y externas en la dialéctica de lo continuo y lo discreto, que prepara una nueva interpretación materialista dialéctica, ya urgente en los más diversos campos de las ciencias.

 

La falta de una teoría de espacio geográfico, de la teoría de la categoría fundamental de la ciencia de la geografía, ha traído como consecuencia, por razones empíricas e intuitivas, que en nuestra disciplina de conocimientos se estudie, no la realidad y naturaleza del espacio en sí, realidad que en principio, por algunos, se niega, sino aquellas formas materiales en la expresión de sus propiedades espaciales.

 

Y así, a reserva de elevarnos de esta noción empírica e intuitiva a las generalizaciones teóricas, diremos en principio, que no se estudia el espacio, sino los fenómenos que ocurren en él y sus propiedades espaciales: el lugar, la situación, los límites, la extensión, las conexiones y las relaciones.

 

Carentes de su generalización en una teoría del espacio geográfico, estas propiedades no designan más que una condición de referencia de otro objeto de estudio, considerado como cualquier proceso natural o social.

 

Y ciertamente, pareciera no haber más que preguntarse al respecto, pues la localización, o los límites, etc, son siempre de algo, y en la mente del geógrafo actual, ese algo y no su “simple” condición de referencia, es lo que importa; no obstante, la Geografía pierde razón de ser ante la especialización de las ciencias en los infinitos fenómenos.

 

En un esfuerzo hacia una teoría general del espacio geográfico, la abstracción de esas propiedades en otras más generales y esenciales, nos conduce a la consideración de la realidad material de los estados de espacio continuo o discreto; esto es, vacuo o pleno; de campo o sustancia; y a partir de ello, a la relatividad conceptual de los sistemas de referencia y su inversión, biunivocidad o reciprocidad.  Y así, no será el espacio sólo el sistema de referencia de las cosas, sino las cosas mismas, sistemas de referencia del espacio, en el indisoluble vínculo de lo continuo y lo discreto, de lo vacuo y lo pleno, de la sustancia y el campo.

 

En el decurso del pensamiento materialista filosófico, gracias a un poderoso esfuerzo de abstracción, se han venido desentrañando esas propiedades generales y esenciales del espacio.  Ya Anaximandro al referirse al la primordialidad del ser, la definió como el ápeiron (o el pneuma ápeiron); un hálito infinito e indeterminado, significando ésta una profunda definición de la materialidad del mundo y de su unidad misma en dicha materialidad, en lo cual iba la noción de espacio.

 

Esta noción era en general la del vacío; lo existente entre dos átomos, como más adelante lo definiera Demócrito.  Fue en este concepto de lo vacuo, donde se encerraron buena parte de las demás propiedades del espacio: continuidad, extensión, isotropía, simetría, homogeneidad, uniformidad, conexividad, geometría o métrica.

 

Durante el Renacimiento, estas ideas materialistas fueron nuevamente reproducidas principalmente por Bruno, y luego en la Ilustración por Newton; pero la débil crítica, inicialmente en la segunda mitad del siglo XVIII de Leibniz y Kant, resuelta por Euler, se hizo aguda e inteligente crítica durante el siglo XIX con Faraday, Maxwell y Mach.

 

El “horror al vacío” y el criticado e inconsistente espacio absoluto newtoniano, precavió primero a Feuerbach y luego a Engels, en quienes el vacío pasó a ser categoría filosófica, y el espacio se definió, en el primero, como una condición esencial del ser”, y en el segundo, como una “forma fundamental de todo ser”.  Este significo un momento crucial para el desarrollo del pensamiento materialista.

 

En la crítica de Feuerbach (1804-1872), a la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, señaló que el espacio no era una simple forma del fenómeno (no una intuición o manifestación del espíritu), sino una condición esencial del ser, en donde “las cosas –dice Feuerbach (citado por Lenin)– no presuponen el espacio y el tiempo, sino que el espacio y el tiempo presuponen las cosas, pues el espacio o la extensión, presuponen algo que se extiende…  Todo es espacial o temporal”[1].

 

Dicho concepto, “condición esencial del ser”, no fue del todo feliz; con las críticas de Mach se introdujo una ambigüedad por la que podía entenderse: a) que el espacio es una forma más, incluso la forma esencial, entre las infinitas formas de la materia; o b) que el espacio no es mas que una cualidad de las cosas materiales, una propiedad tal por la cual las cosas no existen en el espacio, sino que su existencia es espacial; siendo así como lo plantea Feuerbach, y que en términos idealistas (subjetivamente, como una forma de percibir las cosas), fue expuesto por Leibniz, Mach, y Pearson.

 

De este modo, en el primer caso, el espacio existe objetivamente –digámoslo por ahora, empírica e intuitivamente en principio– independientemente de las cosas.  En el segundo caso, la objetividad del espacio está dada no por esa “existencia independiente”, sino por una cualidad real y objetiva de las cosas objetivamente existentes.

 

Tras las críticas de Mach al concepto objetivo del espacio, derivadas de la comprensión limitada de la materia únicamente como lo corpóreo-sustancial, y en ese ambiente de ya inconsistencia total del espacio vació newtoniano que se intentaba llenar o suplir con el éter, Engels hacia sus primeras notas del estudio al respecto, analizando el problema de la infinitud; y en 1874 apuntaba: “Lo verdadero, situado ya certeramente por Hegel en el espacio y en el tiempo”[2].  Esto es, que aquí Engels compartía con Feuerbach, desde el punto de vista materialista, el caso b)[a], y aún más, que en la sucesión ininterrumpida de las cosas materiales estaba dada la continuidad infinita.  Pero como ha sido el pensamiento materialista a lo largo de la historia, a Engels le aguijoneaba también el problema del vacío, y en ese año hace un par de notas más, tras revisar la teoría cinética del gas: “¿Qué es lo que llena los espacios intermedios?... éter –decía Engels, y continúa–.  Se formula pues, aquí, el postulado de una materia no dividida en células moleculares o atómicas”[3] (anotando más adelante, sobre el problema litigioso, como él le llama, del problema de éter), y luego apunta.  “Carácter antagónico del desarrollo teórico: del horror vacui se pasa inmediatamente al absoluto del espacio cósmico vacío, y solamente después, al éter”[4].  Es decir, Engels reflexiona y ve ese antagonismo entre el espacio lleno de Hegel y el vacío newtoniano luego vuelto a llenar, o más propiamente dicho, sustituir con el éter, por demás –como dice Engels– en situación litigiosa.

 

Unos años después, en 1877, Engels haría otras notas más refutando a Nageli, quien decía que podíamos saber lo que era el metro, pero que ignoramos lo que era el espacio; y Engels apuntaba: “Es la historia de siempre.  Primero se reducen las cosas sensibles a abstracciones, y luego se les quiere conocer [a esas abstracciones], por medio de los sentidos, ver el tiempo y oler el espacio… ¡Como si el tiempo fuera otra cosa que una serie de horas, o el espacio otra cosa que una serie de metros cúbicos!  Las dos formas de existencia de la materia no son, naturalmente, nada sin la materia, solamente ideas vacuas, abstracciones que solamente existen en nuestra cabeza”[5].

 

Hasta aquí, para Engels (como para Feuerbach), el espacio es una abstracción cuya forma de existencia objetiva y concreta se reduce a la espacialidad de las cosas.  Y así en Engels, el concepto, “forma fundamental del ser”, como él le llamó en 1878 en su Anti-Düring…, pasó a ser expresión en el marxismo o materialismo contemporáneo, de la forma de existencia de la materia, o forma en que la materia existe, y precisamente de una de sus formas más generales o fundamentales; es decir: pasó a designar apenas una cualidad común a todo al materia.

 

El problema de la concepción materialista del espacio, no fue retomado sino hasta principios del siglo XIX con Lenin, no siendo pues, casual, que así lo hiciera en su Materialismo y Empirocriticismo, que constituye fundamentalmente una crítica a las concepciones de Ernest Mach.

 



[1] Ilich Ulianov (Lenin), Vladimir; Cuadernos Filosóficos (apuntes, 1895-1910); Editorial Política, La Habana, Cuba, 1964; Obras Completas, t. 38; p.64.

[2] Engels, Federico; Dialéctica de la Naturaleza (apuntes 1873-1886); Grijalbo; México, 1961; p.201.

[a] Revisado este documento veinte años después, vemos que esta cita es del todo inconsistente, e incluso contradictoria.  Si por lo “verdadero” ha de entenderse las cosas, el espacio correspondería, en el caso b), a las propiedades espaciales de esas cosas verdaderas.  Pero cuando Engels apunta que eso verdadero, está situado en el espacio…, hay una contradicción al reconocer la existencia objetiva e independiente del espacio respecto de las cosas verdaderas, y, en consecuencia, la coincidencia de la posición de Engels no es con Feuerbach y el caso b), sino con el caso a).  En esta cita, lo que hay, es más bien la evidencia de una contradicción en Engels dadas sus primeras notas acerca del concepto de espacio, inconsistencia reconocida más tarde.  En 1877, como se verá más adelante, depura su idea coincidiendo ya plenamente con Feuerbach.

[3]      Ibid, p.246.

[4]      Ibid, p.246.

[5]      Ibid, p.200.

 



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5 agosto 2010 4 05 /08 /agosto /2010 08:01

Cliché Espacio Geográfico, Revista 2010

Evolución del Concepto de Espacio

en el Pensamiento Materialista Contemporáneo.

  Ponencia, III Encuentro de Geógrafos

de América Latina, 1991 (1/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, D.F; 05 ago 10.

 

 

Comentario Preliminar.

 

La “Evolución del Concepto de Espacio en el Pensamiento Materialista Contemporáneo”, fue un ensayo redactado en 1990, y presentado como ponencia en el III Congreso de Geógrafos de América Latina, 1991.

 

Habíamos empezado a trabajar con el concepto de espacio y la teoría del espacio geográfico en el marco teórico dialéctico materialista del marxismo clásico, convencidos ya de que ello constituía lo esencial del conocimiento científico geográfico.  Aclarado el objeto de estudio, correspondería el problema del método, pero antes, si bien habíamos logrado definir el objeto de estudio entre otras posibles definiciones dadas históricamente, no podríamos abordar el problema del método, si antes no entendíamos qué era el espacio; y este fue precisamente el objeto de este ensayo.

 

Lo que esencialmente percibíamos en los rudimentos de la teoría geográfica que ya llegaba a esos años ochenta, era la consideración del espacio sólo como el sistema de referencia de las cosas, cuando éste era el objeto esencial de estudio; por lo que ahora, en una primera aproximación a la teoría del espacio geográfico, teníamos que invertir las cosas, y ver en los fenómenos mismos, al sistemas de referencia del espacio; es decir, tomar como sistema de referencia a aquello que determina sus propiedades.

 

El ápeiron (Anaximandro), el vacío entre dos átomos (Demócrito, Newton), la subjetiva dimensionalidad simétrica (Kant), condición o forma del ser (Feuerbach, Engels, Lenin), una forma más del movimiento de la materia (Mach, en su forma de idealismo subjetivo); el éter, el movimiento (Hegel), lo pleno (Langevin), el continuum (Einstein); el vacío –o vacuum– como los campos o la especialidad de los campos, y lo pleno como la sustancia o especialidad de la sustancia (Kursánov); o la dialéctica del movimiento continuo-discreto expresado en su curvatura (Bitsakis, Willer y Díaz-Balart).  Sin duda, el espacio ha sido uno de los objetos más complejos al pensamiento humano.  Al final, todo ello (ápeiron, vacío, dimensionalidad, la dialéctica continuo-discreta), destaca una faceta o propiedad de eso complejo que es el espacio.

 

Para 1990 teníamos ya lo esencial de la teoría general del espacio, y lo suficiente para comenzar, con base en ello, el desarrollo de una teoría del espacio geográfico.

 

Al 2010, han transcurrido, pues, veinte años, y debemos retomar aquellos avances que por causas ajenas a nuestra voluntad quedaron ahí, no sólo en estado latente, sino en el pleno olvido por una comunidad de especialistas, incluso por el foro en que tal trabajo se presentó, internacional, por lo menos, en el plano de América Latina, confundidos en el error lógico conocido como ignoratio elenchi, o de suplantación de tesis; en donde siendo la tesis la teoría del espacio, ésta se suplanta por la tesis del estudio de los fenómenos.

 

Este trabajo, hace veinte años, lo concluimos haciendo la consideración de que el problema estaba aún lejos de resolverse; y veinte años después, lo que encontramos actualizándonos en la teoría general del espacio, es que: 1) el vacío es un estado material realmente existente, 2) por lo tanto, el vacío es una forma de movimiento de la materia, 3) en los años noventa, finalmente, con el perfeccionamiento del instrumental, fue posible demostrar la existencia real del llamado “efecto Casimir”, por el cual en el vacío se producen partículas llamadas virtuales de inmediato decaimiento, 4)  el vacío, por lo tanto, es un estado continuo inestable, 5) en nuestro Universo, no puede haber ese vacío sin la presencia de campos y la generación de estados discretos, 6) mas cuando en el vacío irrumpe lo discreto, ya sea desde “fuera” o generado por él mismo, el vacío se constituye como condición de existencia, 7) el vacío, no sólo por su capacidad de generación de partículas, sino porque en él existe en una muy baja densidad por metro cúbico de la llamada “energía oscura”, planteada en los primeros años del siglo XXI, pero de mucha fuerza dada la cantidad de vacío en el Universo, lo plantea como una posible fuente de energía[*], 8) el vacío es en consecuencia un campo general, coexistente con otros campos, 9) en ese sentido, el vacío es un estado continuo de la materia, coexistente en lo inmediato con los estados discretos de la misma,10) el vacío adquiere, en esa condición, lo que se denomina el vacuum, a semejanza de continuum a partir de la condición de lo pleno, 11) el vacío es, por consiguiente, la condición esencial del espacio y de hecho su identidad, 12) pero, en su inestabilidad, una segunda propiedad esencial es su movimiento, 13) la cualidad principal del movimiento del vacío o espacio, es su transición de lo continuo a lo discreto, o del campo a la sustancia, como de la energía a la masa, y en todos los casos, a lo inverso, 14) la dialéctica del espacio, es así, el movimiento de la contradicción vacuo-pleno en todas sus expresiones, 15) el espacio es, entonces, al mismo tiempo, absoluto y relativo, 16) como esa unidad dialéctica entre lo vacuo y lo pleno, es que puede decirse que el espacio es sólo curvatura, tanto mayor, cuanto mayor es la masa, 17) en adelante, la velocidad de la luz la podemos considerar independiente del vacío relativo, pero, 18) no sabiendo nada de física y menos aún de matemáticas, el problema lo dejamos planteado en sus términos filosóficos, al final, 19) el espacio geográfico, su curvatura general y sus curvaturas locales, creemos que pueden manejarse galileana-newtonianamente; por lo tanto, 20) el problema concreto lo dejamos a las futuras generaciones de geógrafos.  Nosotros hasta aquí, hemos cumplido con nuestra parte.

 

 

Introducción.

 

La diferencia fundamental entre el concepto materialista filosófico contemporáneo de espacio y su concepto idealista filosófico, radica en que para el materialismo, el espacio es objetivo, en tanto propiedad real de las cosas materiales existentes; y para el idealismo, el espacio es subjetivo, en tanto el concepto ad hoc para describir los procesos reales.

 

Inmersos en esta contradicción, y su posible y ya visible unilateralidad, los geógrafos habremos de construir la teoría del espacio geográfico, la teoría de su categoría fundamental, sin la cual no puede haber, rigurosamente dicho, ciencia de la geografía.

 

En este ensayo se estudia la evolución del concepto de espacio en el pensamiento materialista contemporáneo; desde Feuerbach en el curso de mediados del siglo XIX, hasta los trabajos representativos de Kursánov, Eli de Gortari, Etichos Bitsakis y Fidel Castro-Díaz Balart en los años sesenta a ochenta del siglo XX.

 



[*] Curioso, esto lo sabíamos quizá desde fines de los años setenta o principios de los ochenta, pero en aquel entonces y hasta los años noventa, considerarlo sonaba a “ciencia-ficción”.  Pero ahora ya podemos decirlo, porque los físicos al respecto aún dicen “cosas peores”, y aún más, agregaremos ya ahora con confianza, por sorprendente que suene, lo siguiente: el espacio geográfico, pesa; y todavía más, hay una pequeña diferencia de peso entre los hemisferios norte y sur.  En otro lugar, en un tratamiento más en lo concreto del espacio, nos referiremos a ello.

 



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