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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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22 febrero 2015 7 22 /02 /febrero /2015 23:04

La Geografía Médica en México, Carlos Sáenz de la Calza“Las Transformaciones de unas Sustancias en Otras”: Dialéctica de los elementos genésicos en la teoría geográfica del Dr. Carlos Sáenz de la Calzada, 1954. (1/…)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

15 oct 12.

 

 

Introducción.

 

En alguno de los días de aquellos años de 1977 o 1978, viendo el Dr. Carlos Sáenz de la Calzada el que nosotros estábamos presentes en sus cursos aún sin estar inscritos en ellos, entendiendo que en ello había un interés especial de nuestra parte, nos invitó a dedicarnos al área de su espacialidad, la Nosonoctonología, como él la denominaba, o la “Geografía Médica”, como más comúnmente se aceptaba; y nos habló con particular énfasis de la teoría de los elementos de Empédocles de Agrigento (490-430), en el desarrollo de la geografía misma en general, en una frase que nos quedó grabada: “Sería interesante hacer una geografía basada en los cuatro elementos, tierra, aire, agua y fuego, <<contrariamente unidos>>…”  Acostumbrados a sus inflexiones cuando insertaba entre sus ideas –como solía hacerlo– de algún pasaje literario, apenas percibimos que esa última idea era uno de esos pasajes, que invitaba al análisis dialéctico de dicha teoría.  Poco después nos obsequió unas copias en separta del “Cap. I  Historia”, de sus Fundamentos de la Geografía Médica, y pudimos ver, en efecto, el origen de esa última idea: del auto sacramental La Vida es Sueño, del renacentista Calderón de la Barca, quien, junto con Sor Juana Inés de la Cruz, eran a nuestro parecer, sus autores literarios predilectos.

 

Y fue precisamente esa manera de impartir sus clases insertando en su discurso pasajes ya de Calderón de la Barca, ya de Sor Juan Inés de la Cruz principalmente, lo que nos movía a estar en el aula escuchándolo disertar.  No era, pues, contra su frustración, nuestro interés por la “geografía médica”, sino su sola erudición.

 

En La Vida es Sueño (más que la comedia, el auto sacramental del mismo título), de Calderón de la Barca, su personaje protagónico, Segismundo, es la representación del ser humano que, como humano, goza del razonamiento, tanto como del don divino del libre albedrío.  El mundo que le rodea está a sus pies, y ese mundo no es otro que el de los elementos: “tierra, aire, agua y fuego/ que contrariamente unidos/ y unidamente contrarios/ en lucha están, dividíos”, escribe De la Barca.  Pero Segismundo, cual Adán, es tentado y peca, y ese paradisiaco reino sobre la naturaleza se vuelca sobre él; sólo el Amor, la Sabiduría y el Poder le salvarán.  A más elementos geográficos, en la obra, Segismundo se destaca salvando a Ulises vulnerado por los encantos de Cirse (la Culpa); al final, no obstante, se reconcilia con Dios, ante quien la vida es sueño, y el despertar la muerte.

 

Más allá de la belleza estética literaria en la expresión de la ciencia, esa tarea sutilmente asignada de hacer una geografía basada en la teoría de los elementos, cual clásicos estudiantes reacios, ante lo ineluctable cual trágica condición, no sujetos a su curso y “libres de coacción alguna”…, tardamos poco más de treinta años en aplicarnos en esa tarea inevitable.  Hela aquí.

 

 

La Fructífera Antítesis: una geografía basada

en la dialéctica de los elementos de Empédocles de Agrigento.

 

Dos cosas destacan de manera extraordinariamente esencial y notable: 1) la abstracción y generalización teórica del conjunto de los fenómenos de medio natural, “vueltos” a la antigua teoría de los elementos de Empédocles; y 2) el estudio necesariamente dialéctico de lo que no puede ser sino “contrariamente unido”, como lo canta Calderón de la Barca en su auto sacramental La Vida es Sueño.

 

De principio, para cualquiera que ni fuese geógrafo, podría criticarse la “vuelta” a los elementos agrigentinos de la más antigua alquimia; pero he aquí que para el geógrafo, tal propuesta, en lo espontáneo e intuitivo de su aceptación, no tendría más dificultad e inconveniente que, precisamente, el desprenderlo de la esotérica alquimia; pero para ninguno sería objeción el capitular la sistemática de la exposición geográfica, bajo los títulos de “Tierra”, “Aire”, “Agua” y “Fuego” (remitido lo mismo a la energía solar, como a la energía tectónica).

 

Sin embargo, muy en lo particular para nosotros en 1977 o 1978 en que el Dr, Sáenz de la Calzada nos lo propuso, realmente el problema no estaba en superar los supuestos de la alquimia (asunto de mero contexto histórico), sino en que, hasta ahí, digamos 1978, los cuatro elementos, no obstante la provechosa abstracción y generalización teórica que aún en su momento difícilmente tendríamos que comprender, ello nos seguía reduciendo a una “geografía de los fenómenos”, que en ese entonces intuitivamente rechazábamos no viendo en ello la identidad geográfica, la cual no descubrimos sino hasta 1981.

 

Cuán difícil se presentaba el problema de superar el tratamiento de los fenómenos desde la misma teoría de los elementos, que, cuando toda historia de la ciencia nos narra que Empédocles conjuntó los tres elementos dados históricamente, uno de Tales de Mileto: el agua; otro de Heráclito: el fuego; y uno más, de Anaxímenes: el aire; a los que el mismo Empédocles agregó el cuarto elemento: la tierra; sin embargo, entendidos del tema como Reinhard Federman, que en su Alquimia, se remonta en el estudio hasta los tiempos míticos, o el propio Carlos Sáenz de la Calzada; en los cuatro elementos fundamentales –hay que ponerlo entre signos de admiración– ¡omitieron la tierra, propuesta del mismo Empédocles, y mencionaron en su lugar el ápeiron, de Anaximandro.

 

Entre las cuatro esencias o elementos, tanto Federman como Sáenz dela Calzada, mencionan la propuesta de Anaximandro: el ápeiron (lo indefinido); y ciertamente, de manera histórica es incluso la segunda propuesta, pero se hace evidente que el mismo no fue plenamente aceptado desde el primer momento, sino hasta mucho después, incluso, de la conjunción que elabora Empédocles, comenzándosele a reconocer, entonces, como el quinto elemento, o como la quintaesencia; a la que a su vez se le empezó a denominar como el éter, lo que nos permite entender que ese áperion, como “lo indefinido”, se refería al espacio, e incluso, a la propiedad más relevante de éste: el vacío.  Y sin embargo, ni Federman ni Sáenz de la Calzada, identifican de esa manera la propuesta de Anaximandro, y nosotros mismos no lo vimos sino hasta luego de 1981 cuando ya estudiábamos con atención el concepto de espacio.

 

Como ahora, 2012, cualquiera lo podrá entender, la teoría de los elementos, incluyendo la quintaesencia, redondea aún más la posibilidad real de “hacer una geografía con base en la teoría de los elementos”.  Pero, al mismo tiempo, lleva ella a su vez, la contradicción histórica esencial de la geografía; esto es, el que se estudie en geografía ya los fenómenos (ahora generalizados en los cuatro elementos agrigentinos); o el espacio (la quintaesencia).

 

Cuando redactamos este ensayo (octubre de 2012), hemos resuelto ya la teoría unificada de la geografía introduciendo la categoría de estados de espacio, como una abstracción y generalización teórica superior aún, incluso, a la categoría de los elementos; y es desde ello que nos es posible no sólo, finalmente, hacer la tarea encomendada hace poco más de treinta años por el Dr. Carlos Sáenz de la Calzada en la sugerencia de que “sería interesante hacer una geografía basada en la teoría de los cuatro elementos, <<contradictoriamente unidos>>…”; sino el establecerla como una condición necesaria en ese proceso científico de abstracción y generalización del pensamiento geográfico que permitiese resolver su contradicción histórica esencial.

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22 febrero 2015 7 22 /02 /febrero /2015 23:03

Estrabon--Geografia.jpgEstudio a los Prolegómenos de la Geografía, de Estrabón. (1/…).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

16 dic 12.

 

 

 

La Geografía, de Estrabón (terminada hacia el año 19 dne), se menciona ser una obra en diecisiete libros.  En consecuencia, sus Prolegómenos, comprenden los dos primeros libros, formado el primero por cuatro capítulos, y el segundo por cinco capítulos.

 

Obra esencial del conocimiento geográfico, no por ser de la pluma de Estrabón precisamente, sino por ser una de las obras más completa conservada desde la Antigüedad, a través de la cual es posible tratar de entender el pensamiento geográfico en los tiempos de sus orígenes.

 

Haciendo abstracción, así sea por un momento, de la áspera e inconsecuente crítica de Estrabón a “Eratóstenes y sus secuaces” (Hiparco, Aristarco, Crates y Apolodoro), tomando en sentido positivo lo que Estrabón recoge de éstos, es posible hacerse una idea muy aproximada al conjunto del pensamiento geográfico de la época.

 

Toda ciencia tiene un conjunto de obras básicas, esenciales, las cuales han formado parte de su misma estructuración y desarrollo, y, por lo tanto, sin el estudio de las cuales los conocimientos de esa ciencia se vuelven empiria pura.  La Geografía de Estrabón no sólo es una de esas obras fundamentales del conocimiento geográfico, sino, por su conservación íntegra, la primera de las obras básicas de esta ciencia.

 

Es un mundo de cosas lo que de ella se puede rescatar, hasta niveles de amplia erudición; pero  nos limitaremos aquí a lo más sencillo sin mayor pretensión, que el referir el contenido de su estructura capitular; quizá primera condición o condición necesaria, para luego abordarla en otros aspectos.

 

A la vista tenemos la primera edición de 1980, de Ediciones Aguilar, (Colección Biblioteca de Iniciación al Humanismo); la cual, por la nota de compra conservada entre sus páginas, consta que la adquirimos el 31 de julio de 1981, justo cuando lo esencial de nuestra tesis acerca de los fundamentos de la teoría del conocimiento geográfico la teníamos terminada, por lo que tal documento nos fue enormemente valioso en la corroboración de la objetividad de nuestras ideas.

 

Habíamos tenido conocimiento de Estrabón  desde 1974, año en que, aún estando en el Bachillerato, habíamos decidido cursar los estudios profesionales de Geografía, y haciéndonos de las primeras ideas acerca de aquello que pretendíamos, Estrabón aparecía como una de las figuras más destacadas.  Y empezó por ahí nuestra investigación histórica y teórica acerca de esta ciencia.

 

Por entonces, rumbo a la Preparatoria N° 4 dela UNAM, nos quedaba al paso la Biblioteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), ubicada en aquella época en un ala del Museo de Antropología e Historia de México.  Y todo empezó un día de aquel 1974, en que, consultando el Tomo “E” del Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe (en más de noventa volúmenes), supimos quién era Estrabón.

 

Para entonces teníamos ya una formación marxista definida, obviamente, inmersa aún en las deficiencias de una interpretación, en mucho, mecanicista.  Y en función de ello, nos encontramos con el primer gran elemento teórico.  Leíamos ahí, en el artículo sobre Estrabón, que éste había sido miembro de la aristocracia esclavista, y partidario del estoicismo…, luego entonces, en nuestro esquema teórico, Estrbón pertenecía “los malos”.  La geografía de Estrabón, la que ello fuera, por principio, no la podríamos compartir; había que buscar su opuesto dialécticamente contrario, y éste surgió ahí mismo: Eratóstenes; luego investigamos sobre Eratóstenes…, y nuestro pensamiento geográfico quedó en el acto, definido.  Luego todo fue ir acopiando datos e información, y acomodándola de un lado o de otro.

 

A nuestra vista había saltado un hecho esencial determinante: Estrabó era, en los hechos y por definición propia, la geografía como historia; como en Eratóstenes, de igual manera, era la geografía como cartografía.  Y empezamos a entender que desde entonces, a la irrupción de Estrabón, ya nadie sabía exactamente qué era la Geografía; si lo que Eratostenes había definido y con su trabajo caracterizado; o si lo que Estrabón había agregado, y de algún modo, ello parecía a todos hacerse evidente que así fuera, aún quedase plagado de contradicciones  e insuficiencias.  Luego entonces, nada más esencial en el hacer de la geografía teórica, que la crítica a Estrabón para poder entender, entonces, qué es la Geografía.

 

Sin pretender una exhaustividad en esa crítica a Estrabón; más aún, sin pretender aquí critica alguna, nos concretaremos a revisar los elementos de la estructura en los Prolegómenos  de su Geografía, y omitiendo toda discusión de lo secundario, extraeremos de la historia de su obra las lecciones acerca de los fundamentos teóricos más generales y esenciales de la Geografía.

 

Hasta hace unos años no hubiéramos podido llegar a las conclusiones que hoy expondremos, simplemente porque es hasta ahora que disponemos, cual “piedra de toque”, de una teoría propia de la geografía, desde la cual valorar y entender de una manera teórica más generalizada, todo cuanto se discutió en su tiempo en la obra de Estrabón, a su vez, en otra alegoría literal, “piedra angular” en la edificación histórica del conocimiento geográfico.

 

Describamos pues, a continuación, el contenido esencial, capitulo a capítulo, y extraigamos de ellos, ahí donde lo haya, las lecciones fundamentales de la teoría geográfica.

 

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22 febrero 2015 7 22 /02 /febrero /2015 23:01

Laboratorio Científico del s.XVIILa Ciencia, el Método General de la Ciencia, y la Formación del Geógrafo.  Introducción (1/10)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

07 ene 13.

 

Introducción.

 

Lo primero que debemos resolver aquí, es qué se entiende por método, y qué se entiende por ciencia.  Y por cuanto al método (del gr. Meta, fin; y odos, camino), los fundamentos teóricos dela ciencia moderna ilustrada desde principios del siglo XVII con Francis Bacon (1561-1626), en su Nuevo Organon 1620) y René Descartes (1596-1650), en su Discurso del Método (1637), establecieron que el procedimiento para producir el conocimiento científico, era: “Avanzar a la luz del conocimiento antecedente, y en la certeza de sus leyes”.  Y por cuanto a lo que hay que entender por ciencia, ésta se refiere al conocimiento capaz de demostrar lo verdadero.  En esos términos debemos entender el método de la ciencia: el procedimiento para demostrar la verdad.

 

Es el conocimiento científico, y sólo el conocimiento científico, el único capaz de establecer un conocimiento verdadero.  Todo cuanto no es posible demostrar con rigurosidad como algo verdadero, cae fuera de la ciencia, y pertenece a otro tipo de conocimientos que pueden ser igualmente válidos, pero no verdaderos.  Todo cuanto se afirma como verdad y sea demostrado en los hechos, en el experimento y en la práctica histórico-social, pertenece al campo de la ciencia.

 

De ahí que la ciencia y la verdad sean una identidad, en la que lo que se dice de una, vale para la otra; y en ese sentido, los criterios de la verdad, son los mismos que los criterios de lo científico.  Y por tales criterios de la verdad se entiende: 1) la objetividad; concepto por el cual no debe entenderse “neutralidad”, sino que, aún teniéndose una posición definida, la objetividad se da cuando: a) se reconoce la existencia de una realidad exterior a nuestro pensamiento, b) cuando se entiende que esa realidad está formada por el mundo de los objetos materiales, c) cuando, dando primacía a la realidad objetiva, en nuestro pensamiento se procura reflejar en lo más posible de la manera más fiel, esa realidad, independientemente de nuestros deseos o voluntad; 2) la causalidad; o también el llamado determinismo; es decir,  por lo cual podemos saber qué origina un efecto dado, y que por lo regular, será sólo eso lo que lo origina; de modo que conociendo la causa, y en la eventualidad el poderla modificar, se obtendrán los efectos deseados; 3) la lógica; de lo cual se sigue esencialmente el método hipotético-deductivo en la investigación científica, pero en lo que se expresa la necesidad ineludible de la argumentación demostrativa  con arreglo a las leyes de la lógica misma; 4) el experimento; del cual, dependiendo de la ciencia particular, existen diversas formas, pero sin cuya  aplicación no habrá demostración rigurosa, en tanto el conocimiento de un fenómeno que bajo condiciones controladas, sea susceptible de reproducirse; y 5) la previsión científica; la capacidad de, dados los conocimientos objetivos, de poder predecir los acontecimientos a un plazo dado futuro bajo ciertas condiciones, como fin último de la ciencia en beneficio de la sociedad.  Todo lo que no se apegue rigurosamente a ello, sencillamente no es ciencia en el contexto de la ciencia de la modernidad.

 

Tal es el fundamento de la dialéctica materialista, y la fuerza de la misma está precisamente en que su teoría del conocimiento (gnoseología o epistemología), se identifica plenamente con los criterios  de la ciencia (o de la ciencia del modernidad ilustrada, si se ha de ser precisos).

 

En la teoría del conocimiento dialéctico materialista, la relación del sujeto pensante con la realidad, se define como una relación  “sujeto-objeto”, donde el sujeto, mediante sus sensaciones o aparato sensorial, percibe la realidad el mundo de los objetos materiales (ya sea que la realidad se le eche encima, ya que él incida sobre la realidad, pero lo cierto es que ocurriendo ello simultáneamente), de donde se forma en su cerebro un reflejo de esa realidad a manea de su representación en conceptos e ideas, siempre incompletas, de dicha realidad; viéndose siempre en la necesidad de incidir infinitamente sobre los objetos de su conocimiento, los cuales en su movimiento y transformación natural, van siempre adelante del conocimiento posible del sujeto, haciéndose necesario, por ello, la ciencia.

 

La teoría del conocimiento dialéctico materialista en general, como el método de la ciencia en particular, han de ser el fundamento de una educación científica (en la modernidad ilustrada), en la que ese enseñe la ciencia misma, formando; no sujetos esencialmente con ciertas o competentes habilidades y capacidades; sino sujetos pensantes, críticos, capaces de transformar la realidad y emanciparse.

 

 

Las ciencias rigurosas no nacen de “la nada”, tienen una historia que se remonta siglos atrás.  En esa historia opera un conocimiento empírico, espontáneo acerca de algo  específico, acerca de una faceta dada de la realidad objetiva, tratando de explicar sus causas.

 

En ese proceso histórico, inicialmente algo se establece como postulado; es decir, algo se establece acerca de ese objeto de conocimiento, que no requiere de demostración, no porque no la implique, sino porque en su enunciado se establece un hecho de evidencia dado empíricamente por la práctica histórico-social de mucho tiempo.

 

Pero tales postulados, un conjunto muy breve de enunciados, tiene un carácter preeminentemente fundamental, en tanto que sobre su base se erigirá toda la sistematización de ese conocimiento científico especial.  La definición de los postulados es, pues, el inicio de un conocimiento sistemático riguroso, que en general recibe el nombre de axiomatización (del gr. axioma, proposición, algo acerca de lo que parece justo), con lo cual se refiere el carácter esencialmente radicado en la lógica, en lo inferencial, en lo deductivo.

 

De ese modo, del conjunto de postulados, ha de derivarse (deducirse), un breve conjunto de principios, entendiéndose por éstos, precisamente, el origen de dicho conocimiento científico por sus causas más generales y esenciales, que equivalen a las regularidades dadas en ese conocimiento, y por lo tanto, a sus leyes fundamentales.

 

Luego, sobre la base de tales principios, se establece el conjunto de axiomas o proposiciones a partir de los cuales se habrá de deducir todo el conocimiento posterior.  Como los postulados y los principios, por su naturaleza, no requieren demostrarse en tanto que son hechos de evidencia empírica e históricamente dados.  Sólo que, el conjunto de axiomas, establece de suyo, la base de la lógica misma del sistema de conocimientos dados acerca de un objeto de estudio.

 

A partir de ellos, sobre la base de esa lógica; no sólo como estructura de pensamiento, sino incluso como criterios de la verdad; se deduce lo que se denominan, los teoremas de una ciencia.

 

El concepto de teorema (del gr. theorema, investigación), es ya el enunciado de n juicio de tesis, algo que debe ser demostrado; de modo que en los postulados, principios y axiomas, el teorema tiene su premisa de antecedente.  Así, lo que se deduzca de esos antecedentes y la tesis que se sustenta en el enunciado del teorema, establecerá la hipótesis (del gr. hipo, debajo; y thesis, juicio indemostrado), de cuya verificación en los hechos, se obtendrá esa demostración del teorema, con lo cual, como establece su traducción etimológica, se inicia la investigación rigurosa.

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15 febrero 2015 7 15 /02 /febrero /2015 23:05

Editorial

Notación Aquea del Espacio Geográfico 

El Espacio Geográfico en la Notación Aquea.

La raíz Ca, es el espacio en su propiedad esencial como vacío, es el ápeiron de Anaximandro.  La Raíz Cew, es todo cuanto está en ese espacio y determinan sus propiedades, y de ahí el que Ca = f (Cew).

 

*

 

Nos propusimos hacer una larga Editorial para el último número de la Revista “Espacio Geográfico”, del ciclo julio-noviembre, 2012, comentando los aportes trascendentes de Alxandr Maximovich Riábchikov en su Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976, para hacer de ella, al mismo tiempo, un corto artículo para la Bitácora en la última publicación del año.

 

“Al principio –dice Hesiodo– era el Caos, el espacio inmenso y tenebroso.  Después apareció Gea, la Tierra de amplio pecho, y, finalmente Eros <<el amor que dulcifica las almas>> y cuya acción fecundante va a presidir en lo sucesivo la formación de los seres y las cosas” (Girand, F; Mitología General; Labor; México, 1971; p.114).

 

Así nacieron luego Erebo (río que fluye al averno), y la Noche, “que, al unirse, darán vida, a su vez, a Éter y a Hémera (el Día)” (Op. Cit. p.114).  Luego, Caos y Éter son dos entidades distintas; pero, más aún, “el Caos hesiódico –nos dice Guirand– cuyo nombre se relaciona con la raíz Ca (estar abierto), designa, simplemente, el espacio vacío.  Sólo más tarde, y a consecuencia de una falsa derivación de Cew(verter), se presentó al Caos como la masa confusa e inorgánica de elementos dispersos por el espacio” (Op. Cit. p.115).  En consecuencia, en un principio, el Caos como el vacío, no era ni “la nada”, ni la “ausencia de algo”, sino sólo eso: el vacío como un estado físico material, no en calidad de “sustancia”, sino de “campo”.

 

Antes, al hablar de las relaciones funcionales entre ambas entidades (espacio y cosas), en nombre de la llaneza, hemos designado al espacio como (“e”), y a “lo vertido en él” como (“n”).  En una notación culta que nos remite al origen de las cosas y nos explica de suyo su razón de ser en el pensamiento humano; bien podemos substituir nuestra moderna  e = f (n), por el aqueo Ca = f (Cew); esto es, el Caos, el vacío, existente por sí mismo (Ca), adquiriendo diversas propiedades adicionales al verterse en él las cosas (Cew), en una masa informe.

 

Más aún, Guirand expone algo adicional: “Por otra parte –dice–, el Caos es un puro principio cósmico, sin carácter alguno de divinidad” (Op. Cit. p.116); y de ahí que Anaximandro, y a en la plena Grecia dórica, no sea bien entendido cuando, luego de que su Maestro Tales ha propuesto el “agua” como elemento primordial, él, en el tribuare vacui, vaya más allá y proponga el ápeiron (ápeiron), lo “indefinido”; justo eso muy próximo a la idea del Caos, y de hecho, lo que está en común en ambos conceptos: el espacio, entendido por su propiedad esencial, el vacío.

 

De ahí que ese que fue el segundo elemento o la segunda esencia históricamente propuesta, en la plenitud del horror vacui sintetizado por Epédocles; y agregando a ello por la fuerza de la objetividad de las cosas, acabó siendo la quintaesencia.

 

De acuerdo con Hesiodo, el Caos (Ca), en un principio no era sino el espacio vacío cósmico.  Luego, eso “vertido” en él, la Tierra, Gea (Gea), se constituyó en el todo de las cosas (Cew), y se formó el espacio geográfico: la unión misma del Caos y Gea.  Luego, los primeros seres naciendo de su unión, ya del “agua” del río Erebo y de la Noche, de la unión de éstos surgieron a su vez, Éter y el Día (nietos de Gea y Caos), lo que lo llenaba todo con su ser y con la claridad.

 

Sin lugar a dudas, de todo ello bellos pasajes de la mitología griega que en esa forma empírica e intuitiva nos explica el origen de las cosas.  Y no obstante, y en ello consiste la gran hazaña del pensamiento griego, todo ello será plenamente consistente con la explicación científica (y de ello hablaremos en otro lugar, porque en ello está implicada la Luna, Selene).

 

En la mitología griega, Selene (o Mene), hija de Hiperión y Tía, a su vez, aquel hijo de Gea y Urano, y aquella hija de Deucalión (el Noé de la mitología hebrea) y Pirra, es un pasaje mitológico diacrónico ya no consistente con la historia de la naturaleza; acaso sólo para explicar, luego del diluvio, el repoblamineto del mundo resurgiendo la sociedad humana, que tanto apasionaba a la “geografía fenomenista”, como a su derivación en la “geografía literaria” actual.

 

La hipótesis científica en el lenguaje mítico, es que Gea y Selene nacen a un tiempo; así el espacio geográfico no tiene su origen en una partícula protoplanetaria aislada, sino en un sistema binario de astros entre un planeta y su satélite; en un principio rivalizan, y en lo que Gea condiciona a Selene a permanecer estática y haciéndola girar a su alrededor admirando su belleza; de ello se vale Selene para dar por lo menos un giro sobre sí misma.  En represalia, Selene causa a Gea monstruosas deformaciones, que no obstante Gea sabrá cubrir, y antes al contrario, transformar en su propia belleza.  Al final, Gea le da la espalda, y Selene, bella y orgullosa, se aleja, haciéndose el espacio geográfico actual.

 

Para las delicias de la “geografía literaria”, ambas van a tener en común a Endimión (el ser humano), que Zeus diviniza, pero que, enamorándose de Hera, el mismo Zeus le infunde en el sueño eterno, de lo que en el pudor de Selene, ésta se vale para, subrepticiamente, besarlo y acariciarlo todas las noches.

 

El espacio geográfico, no es pues, ni Gea, ni, como lo planteaba Aristóteles, la superficie de ésta (Reha); no es, tampoco, como en un primer momento así lo establecimos de nuestras consideraciones, entre 1983 y 1985, el “espacio adyacente a la superficie terrestre”.  El espacio geográfico es, como ya lo afirmábamos desde entonces, en principio, el vacío en la distancia Tierra-Luna, a partir del centro mismo de la Tierra.  Pero, luego, es todas las propiedades espaciales que derivan de “lo vertido” en ello; es decir, no “lo vertido” mismo en sí (de lo que dan cuenta otras ciencias), conjunto de propiedades espaciales que derivan en función de las cosas.

 

*

Notación Aquea del Espacio GeográficoFilosofía de la Geografía.


[___]  Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (6/6).

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15 febrero 2015 7 15 /02 /febrero /2015 23:04

Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (6/6).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

08 sep 12.

 

Tal es la hipótesis rotacional de Katterfeld (1962), una hipótesis absolutamente geográfico espacista, que Riábchikov refiere como “hipótesis astrogeofísica”.

 

Dado el movimiento rotacional de la Tierra, ésta adquiere dos ejes de simetría objetivamente dados (R1, polar, y aR2, ecuatorial, en nuestra notación), ligeramente diferenciados en su longitud por 21 m, siendo mayor el eje ecuatorial (aR2); pero dada la presencia de la masa de la Luna (formada simultáneamente a la de la Tierra), y en ese momento, hace 5000 millones de años, siendo su movimiento de traslación  alrededor de la Tierra sincrónico al de rotación de ésta (siempre según Katterfel), ello originó, por efecto de compensación gravitatoria en las masas de ambos cuerpos aún más plásticas que en la actualidad, la formación simultánea tanto de la cuenca del Océano Pacífico al cual estaba perpendicularmente la Luna en forma estacionaria; como del continente de África diametralmente opuesto, un segundo eje de simetría objetivamente dado, cuyos puntos diametralmente opuestos están, uno, en el centro el Océano Pacífico sobre los 165° lw, y el otro en el Congo, próximo a la frontera con Gabón, sobre los 15° lE (eje que en nuestra notación denominamos como cR2), diferente en su longitud en 425 m.

 

Luego, siguiendo a Katterfel, a la vez que aumentaba la masa de la Tierra por acreción, también se contraía aumentando su densidad, pero lo cual provocó la aceleración de la rotación de la Tierra (en dirección W-E), comenzando a formar el movimiento aparente de retrogradación en el movimiento de traslación dela Luna, la cual, ante la descompensación de masas (pues el eje de simetría del Océano Pacífico al África comenzó a desalinearse con la Luna), esta compensó, entonces, haciendo mayor distancia.

 

En el octavo tema de su obra, basándose en esa hipótesis (eminentemente hipótesis-“e”), Riábchikov, en función de ella [f (e)], incide en la explicación de la formación de los océanos, del Océano Pacífico, y África, como antípodas geoestructurales, centrando la atención no en ello, sino en la cualidad dada por tensiones radiales epiro-talasogénicas (“n”), y teorías tangenciales orogénicas por plegamiento o fallamiento (“n”) donde, pues, n = f (e).

 

Así, la propiedad espacial de la Tierra dada por su simetría-asimetría, resulta no el efecto espacial a estudiar, sino la causa de los fenómenos estudiados, por demás en una categorización compleja, en donde esa causalidad, “crea zonas latitudinales activas” y “zonas meridionales activas”; pero, esto es, entendida esas “zonas”, no central y esencialmente en su efecto como espacio, sino en la cualidad de los fenómenos (de ahí lo “activo”).

 

Los megaciclos de 600 millones de años, y los subcíclos de 75 millones de años, paleogeográficamente se centran en la explicación de los fenómenos, y no del espacio terrestre.

 

Ahora, por su parte, en lo azonal (“e”), dice Riábchikov, está en la causalidad de la morfogénesis de loas morfoestructuras (“n”), es decir: n = f (e); cuando en términos de la teoría del espacio, ello se expresa al revés, es decir: en la morfogénesis y las morfoestructuras (“n”), veremos la causalidad de las propiedades del espacio terrestre (“e”), esto es: e = f (n).

 

En su noveno tema, Riábchikov expone ya como “modelo en x”, su modelo planetario de la zonalidad (1959), una teórico o ideal continente homogéneo, en el cual se da esa distribución de la “zonalidad”, en la cual se funden e identifican la noción de espacio (zonalidad) , los fenómenos (el contenido del paisaje).

 

La “zonalidad” de Riábchikov, si bien en su base está la idea del espacio, éste, identificado al contenido del paisaje, acaba entendiéndose como las zonas por sus determinaciones térmicas, o las regiones por sus contenidos loxenográficos (de vegetación).

 

Hacia el final de su trabajo (temas XIII a XVIII), en el más puro estilo de la “geografía fenomenista” de los años setenta, Riábchikov no olvida aludir a la actividad social, al crecimiento de la población, a la autopurificación de la esfera geográfica, y al paisaje actual antropogénico.

 

Para terminar, habremos de expresar ya sólo lo siguiente: nos iniciamos en el campo de la geografía teórica, cuando, aplicando el método de Marx, consistente en ubicar la categoría fundamental y luego de ella derivar el análisis de la contradicción principal, “descubrimos” independientemente el objeto de estudio del la Geografía, esencialmente argumentando su demostración objetiva.

 

Hoy, hacia el final de nuestro estudio, al hacer este análisis crítico a la obra e Riábchikov, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; no podemos sino traer a cuento esa expresión clásica de la relación filosófica entre Marx y Hegel, en donde lo que hizo Marx con su dialéctica materialista, respecto de Hegel, fue ponerlo de pie, cuando en Hegel, con su dialéctica idealista (metafísica), todo estaba de cabeza.  Algo semejante se deja sentir en este análisis crítico a Riábchikov, en donde en nuestra “geografía espacista”, respecto de Riábchikov, lo que hacemos es invertir sus planteamientos, cuando en él, con su “geografía fenomenista”, todo se expresa justo al revés.  Y, paradójicamente, precisamente es en ello donde radica la importancia trascendente de la obra de Aleandr Maximovich Riábchikov.

 

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8 febrero 2015 7 08 /02 /febrero /2015 23:05

Editorial

Ley de la Zonalidad Planetaria 1, Riábchikov 

El Megarelieve de la Tierra.  La simetría del espacio terrestre expuesta por Katterfeld (1962), de donde se puede desprender una enormidad de teoría geográfica “espacista”.

 

*

 

En tanto que el especialista en un fenómeno (fenómeno que identificaremos como “n”), apoyándose en la geografía (el análisis espacial que identificaremos como “e”), estudia dicho fenómeno en función de su espacialidad [n = f (e)]; el geógrafo estudia las propiedades espaciales (“e”), en función de los fenómenos (“n”), en tanto objetos existentes en el espacio y determinantes de sus propiedades [e = f (n)].

 

En uno de los capítulos más valiosos de la obra de Riábchikov: El Megarelieve de la Tierra, es en donde dramáticamente mejor se puede apreciar este hecho.  Riábchikov presenta la teoría de Katterfeld (1962), y como geógrafo no le admira la simetría o asimetría del espacio terrestre, sino la causalidad del fenómeno geológico que subyace en ello.

 

*

Asimetría Polar, KatterfeldFilosofía de la Geografía.


[___]  Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (5/…).

 

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8 febrero 2015 7 08 /02 /febrero /2015 23:04

Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (5/…).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

08 sep 12.

 

Hasta antes de elabora este análisis crítico a la obra de Riábchikov, y con ello omitiendo el análisis real de su aporte, habíamos considerado sólo dos momentos de abstracción y generalización anteriores al nuestro: 1) el de Vidal de la Blache-Emmanuel de Martonne de principios del siglo XX, y 2) el de Hettner-Hartshorne, entre el primer tercio y mediados del mismo siglo.  Entre estos dos momento había, de hecho, plena continuidad, se daba en ellos un traslape; pero del momento de Hettner-Hartshorne al nuestro en el principio de la segunda década en que ubicamos la tercera abstracción y generalización, en más de medio siglo, se perdía aparentemente todo traslape y continuidad.  Al revisar la obra de Riábchikov a la luz de los elementos de la teoría del espacio en función de la introducción por nosotros en geografía, de la categoría de “estados de espacio”, descubrimos en dicha obra y de manera independiente en la propuesta de Sáenz de la Calzada, en realidad, el tercer momento histórico de abstracción y generalización, entre principios de los años cincuenta y el segundo lustro de los años setenta; y entonces se formó el traslape y la continuidad histórica, y nuestro momento propio de abstracción y generalización, pasó a ser, en realidad, el cuarto momento de este largo y complejo proceso.

 

Así, volviendo al texto de Riábchikov, eso que estaba ahí profundamente enraizado en el hacer geográfico, pero que una y otra vez era dejado de lado de una u otra forma: el espacio, no podía dejar de ser considerado por éste; y ello aparece ya en su quinto capítulo: Zonas Geográficas.

 

Desde el primer momento, fue esto todo lo que extrajimos de la obra Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica.  En el problema de la zonalidad geográfica está el estudio inicial del espacio terrestre, y en ello aparece ya, desde muy temprano en nuestra investigación de tesis de Licenciatura, el principio filosófico de que <<todo cuanto existe, existe en el espacio y determina sus propiedades>> (en la filosofía dialéctico materialista, nada existe fuera del espacio y el tiempo).  En consecuencia, considerando en particular el espacio geográfico, todo cuanto exista en él, determina sus propiedades.  De ahí que los fenómenos no puedan ser omitidos, y el problema se traslade, entonces, a cómo tratar con ellos en su conjunto en geografía; y de ahí el lógico y natural proceso histórico de abstracción y generalización teórica de ello.

 

Es pues, que el estudio de las relaciones cuantitativas en los elementos (litósfera, atmosfera, hidrosfera, biosfera y sociosfera), logra explicar en cierta forma la situación lógica de la realidad, justo lo que da esa impresión del logro de la geografía como “ciencia de síntesis”; pero en ello, lo que se acaba dando, es una especie más de las “ciencias de intersección”; es decir, del vínculo dela geografía con otras ciencias.  Extraer a la geografía de ese vínculo, haciendo abstracción de lo válido de su función aplicada concreta, es ganar en identidad de la misma.  De ahí que la pregunta sea: qué es lo geográfico en ese vínculo de conocimientos, e independientemente de ellos.

 

Hasta fines del siglo XX se respondía , ya anulando la pregunta: <<la geografía es precisamente ese vínculo>>; o bien, identificando lo geográfico con lo fenomenista: <<lo geográfico es el estudio del fenómeno mismo, considerado, además, en sus propiedades espaciales>>.  Pero en ninguno de los dos casos, se desarrolló un argumento demostrativo, histórico y lógico, científicamente fundado.  Estas dos respuestas fueron las que se refutaron en ese proceso histórico de abstracción y generalización en sus cuatro momentos antes narrados.

 

Así, es justo en la geografía ya como esa relación entre los fenómenos, o bien como esa identidad con los mismos en consideración espacial adicional, que Riábchikov trata con la zonalidad geográfica.  Este se apoya en dos autores: S.V. Kalesnik, y F.N. Malkov, quienes identifican las “zonas geográficas” (con sentido espacial), con las “zonas meteorológico-climáticas“ (con sentido fenomenista).  De ello se sigue el que, para Riábchikov, correctamente a nuestro parecer, son dos categorías distintas, entre las que, precisamente, se expresa el principio de que <<todo cuanto existe en el espacio geográfico, determina sus propiedades>>.  Luego, de igual manera, considera la ley sectorial (espacial), determinada por los fenómenos.

 

Como se ve, si al espacio lo simbolizamos con una “e”, y a los fenómenos con una “n”, en todos los casos, siempre “e” está dada por las propiedades de “n”, que en su expresión funcional es: e = f (n); pero, donde, bien vista la relación, de “n” no importa su propia naturaleza, ello no afecta, en principio, las propiedades de “e”, sino sólo importa su presencia y condición de existencia morfométrica, lo cual afecta ya directamente a las propiedades de “e”.

 

Pero, a pesar de que esa es la relación funcional constante en geografía, Riábchikov, a tono con toda la geografía de la época, quiere verla al revés: n = f (e), es decir, donde el fenómeno, en su naturaleza, por sus atributos y leyes propias, es, además, sólo considerado en función de sus propiedades espaciales.

 

Tal caso destaca cuando nuestro autor expone el capítulo séptimo  de su obra, que titula: “El Megareleive de la Tierra”.  Sus capítulos  quinto, sexto y séptimo, son los “más geográficos” de su obra, pero este último es quizá el “más geográfico de todos, porque, “hasta mapas tiene”.

 

Pero, más allá del dejo irónico a que se prestó el caso, el hecho verdaderamente importante, es que en este capítulo Riábchikov va a mostrar ya no sólo el fenómeno y sus propiedades en calidad de una de sus “fases” (o como elemento), sino el fenómeno en función del espacio terrestre [n = f (e)].

 

En este capítulo aparecen dos mapas en forma de mapamundis; uno ecuatorial y otro polar, mostrando la simetría del megarelieve de la Tierra, es decir, la simetría de las grandes formaciones orogénicas, o la dada entre los masas continentales (epirogénesis), y las cuencas oceánicas (talosogénesis), en lo que parece ser una hipótesis expuesta desde 1962 por G.N. Katerffeld.

 

En su “geografía fenomenista”, lo que admira a Riábchikov no son las propiedades de esa simetría del espacio terrestre [e = f (n)]; sino la causalidad geológica de la orogénesis en función de su localización y distribución [n = f (e)], en que se aprecia una simetría.

 

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1 febrero 2015 7 01 /02 /febrero /2015 23:06

Editorial

 

Punto bárico en el cruce de su desplazamiento de 10°, sobre la Corriente del Golfo, formando, a manera del modelo analógico dado en la cristalografía, un punto o nodo de red del espacio geográfico (algo potencialmente a estudiar en esos términos)

 

*

 

Cierto es que estudiar a Riábchikov desde el marco de referencia de la teoría del espacio geográfico, ya no desde los principios generales de ésta, sino dada ya con un cierto desarrollo, arroja un resultado muy distinto y provechosamente muy superior.  Si en la primera lectura hará más de treinta años lo más que aprovechamos fue la afirmación de las leyes empíricas de la zonalidad y sectorialidad planetaria, viendo en todo lo demás no más que la misma “geografía fenomenista” que criticábamos expuesta desde otro ángulo, en esta segunda lectura, examinado con las herramientas de la teoría del espacio, la generalización de ideas ha sido aún mayor y más trascendente, destacando ello la importancia histórica del trabajo de Riábchikov.

 

*

Filosofía de la Geografía.

[___]  Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (4/…).

 

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1 febrero 2015 7 01 /02 /febrero /2015 23:04

Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (4/…).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

http://espacio-geografico.over-blog.es/

08 sep 12.

 

En su tercer tema, Riábchikov analiza la atmosfera en donde los efectos de la zonalidad planetaria van a hacerse más evidentes.  Tanto es así (aun cuando esto no es considerado explícitamente por Riábchikov), que la inclinación del eje de rotación de la Tierra respecto de su plano de la eclíptica, es lo que en griego se entiende por “clima” (inclinación), que asociado a la atmosfera, da lugar a que por “clima”, se entienda los “estados medios de la atmósfera en la relación temperatura/humedad de la misma.

 

En adelante procede de igual manera, analizando en ello los balances de energía y su transferencia en un sistema cerrado en torno al plano dado el movimiento de rotación.

 

Al reestudiar a Riábchikov para elaborar este análisis, lo hemos hecho ya con ciertos elementos de la teoría general del espacio geográfico en función de la teoría de los estados de espacio a partir del modelo analógico de la cristalografía, de modo que, el concepto de red cristalina que en principio desechamos no viendo lo análogo en el espacio terrestre, se nos replanteó a la vista del análisis que Riábchikov hace de los fenómenos báricos, los cuales se desplazan hasta en 10° de latitud, ocasionándose –y he aquí lo interesante–, <<el que sean activos en los puntos de cruce entre los frentes y la dirección de las corriente marina>>; luego entonces, formándose la noción de puntos o nodos de red flexible en la estructura del espacio terrestre, en donde desempeñaría un papel esencial más general, el desplazamiento del ecuador térmico.

 

En el cuarto tema analiza de igual manera las condiciones hidrotérmicas, respecto de las cuales nada en especial hay que agregar, de modo que en el quinto tema, Riábchikov se refiere ahora a la zonalidad geográfica, es decir, a un asunto que en un principio suena a algo eminentemente espacial, y por lo tanto, a la esencialidad de esta ciencia en términos del estudio fenomenista que Riábchikov reinterpreta en función del balance de energía, el cual, siendo enormemente desproporcionado entre lo que él llama las distintas “fases” (la transformación de la energía de la litósfera a la atmósfera y de ésta a la hidrósfera y a la biósfera), sólo puede apreciar en su magnitud correcta en el estudio de la evolución misma de la Tierra.

 

Todo ello, como hemos visto, se reducía a un estudio fenomenista en donde la categoría de relación entre los mismos, dejaba de lado aquello que ocasionaba la severa contradicción histórica esencial de la geografía: el que en su relación se refiriese a las interacciones físicas externas, y por lo tanto, a relaciones de coexistencia espacial.  Riábchikov, a partir del modelo analógico de la teoría de los elementos; haciendo abstracción de las propiedades de los fenómenos tomados como secundarios; había encontrado la solución al problema de la relación geográfica entre los fenómenos, entendida ahora como relación interna entre los mismos, sin que implicase, en principio, el estudio de ellos por sus propiedades particulares, de la misma manera en que eran tratados por sus respectivos especialistas: la relación entre los fenómenos, en la “geografía fenomenista”, quedaba resuelta en el análisis de los balances de energía entre ellos.

 

Si las relaciones físicas externas o de coexistencia espacial de los fenómenos imponían sólo la posibilidad  de una “síntesis combinatoria”; con las relaciones internas de transferencia de propiedades de unos fenómenos a otros, se hacía posible hablar ya de la síntesis lógica de dichas relaciones.  Con Riábchikov –y esto no lo hemos visto sino hasta ahora al reinterpretarlo en función de la teoría del espacio– la “geografía fenomenista” había alcanzado su momento más cimero de la historia, en donde la geografía quedaba delimitada como una ciencia de los balances de energía entre los elementos del medio natural entre sí, y con el desarrollo social.  El mapa, finalmente, quedaba definido tan sólo como una herramienta de expresión de los fenómenos en el espacio, y no obstante, en ello se radicaban las categorías históricas esenciales de la geografía: la localización y distribución, el lugar y situación, la conexión y relaciones externas, la morfometría y los anamorfismos en la representación, la isotropía y anisotropía, la simetría y asimetría, la homogeneidad o heterogeneidad, la uniformidad o disformidad, etc.  Al respecto, la solución complementaria que se daba en el ámbito de la geografía teórica, era que esas categorías no eran propiamente dela geografía, sino de una herramienta técnica de ella, la Cartografía, elevada a categoría de ciencia.

 

Si bien Riábchikov al aplicar el modelo de los elementos sustrajo de él la categoría de de los “balances de energía” como expresión más esencial de las posibles relaciones geográficas, Riábchikov en realidad, no extrajo del modelo, con ello, a la geografía misma.  Y en realidad, no podía haberlo hecho, dado el nivel de desarrollo teórico geográfico del momento.  No obstante, sutilmente, nos llevó un paso más hacia adelante: ya sea en el concepto de “fase” d Riábchikov, o de “elemento” como tal en Carlos Sáenz de la Calzada, los fenómenos fueron llevados a un grado mayor de abstracción y generalización teórica, que en esa noción, preparaba las condiciones para el logro de la siguiente y aún necesaria abstracción y generalización, en la cual quedara sintetizado a su vez, simultáneamente, el espacio; tarea que históricamente quedó en nuestras manos, y pudimos finalmente resolver.

 

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25 enero 2015 7 25 /01 /enero /2015 23:05

Editorial

 Ley de la Zonalidad Planetaria 1, Riábchikov

La Teoría Causal Asimétrica, de Kóziriev, se ve reflejada en la teoría de la simetría de Katterfel, que Riábchikov retoma explicando la zonalidad geográfica.

 

*

 

Al pensar en el concepto de “Esfera Geográfica”, se forma intuitivamente una noción de espacio, particularmente por lo que toca a la idea de “esfera”, que, ciertamente al restringirla “geográficamente” (en la vieja noción de la “geografía fenomenista”), esa “esfera” se traduce metafóricamente como “ámbito” o “medio”.

 

Riábchikov, no obstante, va a distinguir la idea de “esfera Geográfica”, de la de “medio natural”, y por tal real esfera, estará entendiendo aquella circunscrita entre la estratosfera y la superficie terrestre.  Parte de ella, su composición sustancial, será el medio natural integrado por lo que él denomina como “fases” (lo que bien se identifica, como lo hace Carlos Sáenz de la Calzada, con los antiguos Elementos griegos), la litosfera, la atmosfera, la hidrosfera, y la biosfera.  Y a partir de ahí, dirigirá su atención a dichos componentes, para los cuales la esfera geográfica (el espacio geográfico en la delimitación de Riábchikov), servirá sólo como sistema inercial o de referencia de la estructura y dinámica, en realidad, del medio natural.  Si bien Riábchikov no identifica lo uno con lo otro, también es cierto que prescindirá, de ahí en adelante, de la noción de esfera en tanto espacio.

 

*

Estructura y Dinámica de la Esfera GeográficaFilosofía de la Geografía.


[___]  Análisis Crítico a, Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica, 1976; de A.M. Riábchikov (3/…).

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