Del Modelo Teórico del Espacio Regular, a la Medición Precisa del Estado de Espacio Discreto Trigonal. Artículo, 2012.
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica
de Geografía Teórica.
http://espacio-geografico.over-blog.es/
16 jul 12.
Algo aproximado a la Geodesia, pero tratado en términos de la teoría del espacio (en particular, geográfico), es la relación entre el esferoide como modelo teórico (abstracto), del espacio regular; y el elipsoide como modelo, a su vez, teórico, del espacio trigonal (es, dicho en la alegoría histórica, la relación entre la Tierra de Toscanelli y Behaim, con los mediados ajustes de Vespucio y Gemma Frisius, y el Arca de la Alianza de Cosmas Indicopleustes, en donde, en la relación del eje mayor al menor, se ha perdido la “razón divina”).
La relación de los espacios regular y trigonal
Desde los estudios del teórico sistema heliocéntrico de Copérnico a mediados del siglo CVI, se empezaron a establecer las bases para la reflexión acerca del espacio tridimensional. Con Galileo y sus observaciones astronómicas, Kepler y sus estudios sobre el movimiento de los planetas, ambos, en la primera mitad del siglo XVIII, ya las observaciones y cálculos eran en la consideración de un espacio tridimensional. Hasta que, finalmente, tanto con Huygens como con Newton entre fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, el espacio tridimensional formaba parte fundamental de sus ecuaciones.
De los trabajos de otros estudios de la época, como de Torricelli, discípulo de Newton, ayudante de Galileo, y con Pascal como el complemento a los trabajos de aquel en la segunda mitad del siglo XVII, , se pudo inferir que la atmósfera terrestre no se difundía uniforme al infinito, sino que, más aún, más allá de ella luego de unos cientos de kilómetros de su espesor, lo que había era simplemente vacío, en las enormes distancias entre los astros. Se comenzó a asociar así, el enorme espacio tridimensional, con el vacío.
Ya desde principios del siglo XVIII, con Huygens, se habían observado las anomalías gravimétricas, y más enfática y puntuales se hicieron estas observaciones en los trabajos geodésicos desde Fernel y Snellius, ya a principios del siglo XVIII.
En 1671 se publica La Medición de la Tierra, de Jean Picard, en donde éste establece la hipótesis de que el efecto de gravedad (pesantez), debería ser mayor en los polos que en el ecuador, dada la mayor proximidad de aquellos al centro de la Tierra, debido a la elongación de ésta en el ecuador por el efecto de su rotación.
Poco más de tres lustros después, en los Principia (1687), Newton llegaba a la misma conclusión enunciando la figura de la Tierra como un elipsoide de revolución; y un año después, ello lo confirmaba Huygens en su Discurso Sobre la Causa de la Pesantez (1688), con otro método.
Pasar del modelo esférico de la Tierra a su modelo como elipsoide de revolución, no pasaba de ser un asunto absolutamente teórico sin efectos prácticos. No obstante, Jean Cassini enunció una hipótesis opuesta: la Tierra no se elogaba (alargaba en el ecuador), sino se hacía oblonga (se alargaba en dirección a los polos), por el efecto mismo de rotación. El astrónomo Einsenschmid, en su Diatriba del Fenómeno Elíptico-Esferoidal de la Tierra (1691), aportaba las pruebas, como las había en la hipótesis newtoniana. Ello generó una de las polémicas teóricas más famosas de la historia de la ciencia moderna, en la que rivalizaron la ciencia inglesa y francesa. Finalmente, las expediciones de Mupertuis a Laponia, y Godin-La Condamine al Perú entre 1733 y 1735 para medir la distancia del arco subtendido por 1º de latitud, resolvió a favor de la hipótesis de Newton: 1º de arco en la proximidad de los polos es mayor, que el mismo en el ecuador; luego entonces, hay mayor curvatura en éste, confirmando la elongación de la Tierra.
Con ello, la simetría regular, volvía a los parámetros del espacio terrestre de Cosmas Indicopleustes, de un espacio euclídeo tridimensional trigonal, pero en donde desaparecía, dicho en todo sentido, la “razón divina”.
Así, contrapuesto a un espacio tridimensional cósmico por excelencia vacío, todas las consideraciones hechas acerca del espacio terrestre, estaban referidas al estudio de un espacio plenista, discreto, de simetría trigonal, que era el espacio ya no cósmico, sino propiamente geográfico[1]. El paso había sido, pues, de un espacio euclideo tridimensional regular, a otro de las mismas características, pero ahora de simetría trigonal, cuya naturaleza en ambos casos, era el estado plenista discreto de la Tierra como planeta. En ello, lo que se ajustaba, eran medidas de mayor precisión.
Con esto, ahora puede ser explicada la difusa línea que separa el trabajo geográfico cartográfico de los siglos XVII a XVIII, del trabajo propiamente geodésico.
En ese trabajo geográfico, puede decirse que sus autores eran aún ajenos a la teoría del espacio subyacente, pero ya sólo por cuanto a sus categorizaciones. No obstante, la tendencia al estudio del espacio plenista en los discretos concretos, cristaliza en los descubrimientos de Phillipp Bauche a mediados del siglo XVIII primero, y de Humboldt a principios del siglo XIX, después.
[1] En realidad, con esto ahora nos explicamos la verdadera razón de fondo de por qué la geografía tendió al fenomenismo luego del siglo XVIII, justo cuando los elementos espaciales eran abundantes. Y es que, lo subyacente al fenómeno, es el estudio plenista de los estados de espacio discretos. No había sido un “inmanejable” vacío, sino el que éste era ajeno al espacio terrestre.
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