El Espacio Geográfico en la Teoría del Vacuum, en Luis Ignacio Hernández Iriberri: el espacio terrestre y su generalización como espacio geográfico. (8/)
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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16 jul 14.
Solía decirse en la historia de la ciencia, que “la naturaleza aborrece el vacío”. El vacío era algo inaceptable, pero, en realidad, aborrecible no por la naturaleza, sino, principalmente, por el pensamiento científico.
Había terminado el período histórico renacentista, era mediados del siglo XVII, en el que el pensamiento científico era, más que una lucha por descubrir la verdad en la naturaleza, una lucha contra la proscripción generada por los prejuicios y el oscurantismo, al que había que imponerle el la verdad descubierta por el pensamiento científico. Ese fue el caso de Galileo (1564-1642), primero en experimentar la manera de crear el vacío; que filosóficamente se suponía por el razonamiento de Demócrito en cuanto a lo existente entre dos átomos; sin lograrlo, lo que dio lugar a la idea de que la naturaleza se resiste a la creación del vacío. Luego de éste, comenzaba entonces, el período de la Ilustración, y ese momento inicial fue en la madurez de mentes perspicaces como la Otto von Guericke (1602-1686), de Evangelista Torricelli (1608-1647), discípulo y auxiliar de Galileo, de Blas Pascal (1623-1662), y de Roberto Boyle (1627-1691), quienes, en cuyos experimentos, descubrieron la existencia física del vacío.
Lo que Galileo había intentado: hacer el vacío en una esfera mediante un pistón, finalmente lo logró Otto von Guericke, con sus famosos hemisferios de Magdeburgo, los cuales no era posible separar ni por el tiro de cuatro caballos, una vez que en su interior se hacía el vacío.
Simultáneamente, con otro procedimiento, Torricelli a su vez crea vacío con su experimento de los tubos de vidrio con mercurio: luego de razonar por qué una bomba no podía succionar agua de una columna de 10 m como consecuencia de la presión de la atmósfera, tomó dos tubos de vidrio de 1.15 cm de largo cerrados por un extremo, los llenó de mercurio, tapó la boca de los mismos con un dedo, y volteándolos los sumergió por los extremos abiertos en una cubeta a su vez con mercurio, y una vez así, retiraba sus dedos, observando que la columna de mercurio descendía siempre a una altura de 78 cm, dejando en la parte superior, necesariamente, un espacio vacío de 37 cm. El vacío estaba ahí y experimentó cómo la luz, el calor y el magnetismo, se trasmitían libremente a través de él.
Blas Pascal, independientemente (no conoció a Torricelli), conociendo aproximadamente el experimento de Torricelli por vía de otro investigador, descubrió la misma explicación dada por aquel: lo que impedía que toda la columna de mercurio en los tubos se vaciara en la cubeta, era una fuerza externa, la columna de aire[*]. Luego, Pascal descubrió, adicionalmente, que la altura de la columna de mercurio, variaba con la altura sobre el nivel del mar, es decir, en proporción directa a la columna de aire, lo que implicaba la causa en la fuerza externa.
Por su parte, Roberto Boyle, en 1667, repitió el experimento de Torricelli, pero a la inversa: en vez de crear vacío, usó la columna de mercurio para desaparecer todo vacío comprimiendo un volumen de aire en el tubo de vidrio ahora en forma de “J”. Es decir, comprimió el vacío o el espacio entre las moléculas de aire, de donde las propiedades del vacío resultaron ser aún más extrañas y complejas.
La difícil comprensión del vacío hacía que éste se identificara con “la nada”, resultando en un concepto metafísico ajeno al pensamiento científico, que sorprendentemente se prolongó hasta fines del siglo XX, y más sorprendente aún, negándose su existencia por más que experimentalmente estaba ahí, negándose incluso por una parte de los filósofos del materialismo dialéctico, tan sólo por tal razón metafísica de haberlo identificarlo con “la nada”. De entre tales filósofos materialistas dialécticos, nos bastó el razonamiento filosófico democritiano de G. Kursánov; físicamente demostrado por Guericke, Torricelli, Pascal y Boyle; en su obra, Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico, para entender en un razonamiento abstracto que, luego de extraído todo de un volumen determinado, lo que quedaba en él, no era “nada” (en todo caso era “nada” de lo que estaba), sino “un algo”, denominado vacío, cuya realidad material era tan objetiva como la de un cuerpo sólido.
Si al razonamiento filosófico democritiano de G. Kursánov; físicamente demostrado por Guericke, Torricelli, Pascal y Boyle, le agregamos las nociones matemáticas de la dimensionalidad del espacio (el largo x, el ancho y, y el alto, z), de la dimensionalidad de la sustancia o de lo discreto, se puede pasar a la dimensionalidad del campo o de lo continuo, en donde suprimido lo corpóreo sustancial, quedaría, no obstante, la dimensionalidad de un espacio que parecería estar vacío, pero que en realidad estaría ocupado por campos (lumínico, térmico, eléctrico, magnético, gravitatorio). Pero aun pudiendo eliminar la presencia de varios de esos campos (en realidad aún no se sabe cómo anular el campo gravitatorio), lo que quedaría sería la dimensionalidad del vacío (que al no poder anularse el campo gravitatorio, se hace, en sentido negativo, -p, equivalente a éste).
Así, la dimensionalidad (dada por los ejes x,y,z) no establece propiamente la “relatividad” del vacío (de ese vacío siempre y cuando esté en relación con…), sino la objetividad absoluta de la dialéctica de lo continuo y lo discreto, de la sustancia y el campo: esto es, el vacuum, como la identidad material y espacial de dichos opuestos ya sea en su forma condensada o desplegada.
El vacío como categoría geográfica en la propiedad esencial del espacio, constituye, en la dialéctica de lo continuo y lo discreto, la unidad e identidad de los campos y la sustancia (su forma desplegada o condensada), donde le vacío con estructura y masa en reposo nula, y el desarrollo de su estructura desde lo más simple al desarrollo de la estructura de lo discreto; tal es, pues, el vacuum.
Dicho vacuum es precisamente lo que, en un alto grado de abstracción, está representado en la “proyección segunda” que es el mapa, desde su canevá (o dimensionalidad), con la simbología de representación métrica de la altura completando la tridimensionalidad, hasta su contenido temático.
Tal idea, que hoy pudiera parecer simple, obvia, requirió pasar por varios momentos históricos de abstracción y generalización de los conceptos contenidos en la contradicción histórica fundamental de la geografía: los “fenómenos”, y el “espacio”, hasta entender al espacio como la dimensionalidad material de la dialéctica continuo-discreta, y a los fenómenos, como estados de espacio, es decir, estados particulares complejos de esa dialéctica de la dimensionalidad continuo-discreta, o del vacuum, a estudiarse desde la simetría geométrica dimensional.
Finalmente, el espacio terrestre y su generalización como espacio geográfico, es, así, tanto la masa de la Tierra (lo discreto, la sustancia), como las formas de masa en reposo nula (lo continuo, los campos), y la simetría geométrica dimensional.
[*] Tanto Torricelli como Pascal debieron considerar que la fuerza que pudiera actuar, fuese la interna, en la famosa posible “retención o resistencia del vacío” (o una presión negativa, -p), prescindiendo de la fuerza exterior en la columna de aire, no obstante no se da cuenta de ello, y se incide en que concluyeron en la acción de la fuerza exterior. Posteriormente, Pascal descubrió que con la variación de la presión atmosférica, variaba directamente la altura de la columna de mercurio, lo que ya descartaba la posible “presión negativa” del vacío.
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