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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
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5 julio 2010 1 05 /07 /julio /2010 08:01

    Las Experiencias Socialistas del Siglo XX.

  Ensayo, 2005 (1/4).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 05 jul 10.

 

 

Como una idea general, como un esquema, con una argumentación muy en el aire dado que se hace por primera vez y sin mayor reflexión ni documentación que la dada en el apoyo en el Almanaque Mundial, para establecer sólo eso: una idea general, acerca de una síntesis de las experiencias socialistas en el siglo XX.

 

Sin duda, la experiencia socialista es vasta; en un momento dado, entre los años sesenta y setenta de ese siglo XX en que tal experiencia tiene lugar, se considera que dos terceras partes de la humanidad vivieron en un régimen socialista.

 

Pero ciertamente también, por lo menos un tercio de ello, correspondió a una experiencia efímera e incompleta en todo sentido; razón por la cual, para evaluar la experiencia socialista, será suficiente con el establecimiento y relativa consolidación de aquellos Estados más representativos; ya por lo duradero de la experiencia, ya por lo políticamente significativo.  Antepondremos por su significado histórico, la experiencia de la Comuna de París, de 1871.

 

Entre esos Estados en que tiene lugar la experiencia que propiamente podemos llamar socialista, a partir de la primera experiencia histórica en el siglo XIX, están como más representativos: 1) la URSS (1917-1991); 2) China (1949-1995); 3) Corea del Norte (1945 al presente); 4) Cuba (1959 al presente); 5) Viet Nam (1975-1986); 6) Camboya (1975-1999); y 7) Angola (1975 al presente).

 

En todos estos casos, la experiencia del establecimiento del Estado socialista es producto del movimiento revolucionario del proletariado.  Pero, sin duda, habrá que incluir, por lo menos de conjunto, una visión de la experiencia socialista en, 8) los Estados de Europa del Este (1945-1991), y 9) los casos especiales de Yugoeslavia (1945-1991), y 10) Albania (1945-1991), resultado de su liberación en el curso de la II Guerra Mundial, lo cual no deviene necesariamente de la exclusiva lucha revolucionaria del proletariado de estos países, pero que, sin duda, ello es un componente necesario en mayor o en menor medida.

 

A la luz de la distancia histórica ya de quince años[*] del derrumbe del llamado Bloque Socialista, intentaremos esta primera síntesis esquemática, casi a manera de plantear el problema, de su experiencia a manera como ocurre con la síntesis dialéctica del desarrollo de la ciencia positiva; esto es, por lo históricamente dado, lo cual vigente, es fundamento de su propio desarrollo.

 

Juzgamos que lo que ello nos ofrece, es precisamente el necesario análisis por lo más general y esencial, a fin de poder plantear su síntesis como experiencia positiva; no obstante, todo ello requiera obligadamente de una investigación más en detalle que profundice, y ya corrobore el acierto, o bien nos descubra otra situación.  En esa experiencia positiva, por lo tanto, lo fundamental está en lo vigente históricamente dado.  A nuestro juicio, es de la reflexión acerca de ello, lo que nos dará, dialécticamente, el fundamento del nuevo desarrollo de la experiencia socialista.

 

Debemos empezar pues, por establecer para todo fin de criterio, la definición del socialismo: “Régimen social que surge como resultado de la revolución socialista que caracteriza el tránsito del capitalismo al comunismo.  El socialismo se basa en la propiedad social de los medios de producción, que determina la ausencia de clases explotadoras y de la explotación del hombre por el hombre...”[1].  O bien: “Fase primera e inferior de la sociedad comunista.  La base económica del socialismo radica en la propiedad social sobre los medios de producción en sus dos formas –la estatal (de todo el pueblo) y la cooperativo-koljosiana [colectiva]–..., en la supresión de la explotación de hombre por el hombre”[2].

 

Los extractos de cada monografía descriptiva, se han hecho considerando: 1) el origen, momentos que definen diferentes etapas, y fin del régimen socialista en esa experiencia; 2) los aspectos teóricos esenciales que definen al socialismo, y 3) las peculiaridades específicas de cada experiencia.  Ya en otra oportunidad intentaremos ampliar y profundizar el estudio de cada experiencia socialista, recurriendo no sólo a Enciclopedias con más datos, sino fuentes de la historia moderna de cada país.

 

 

1)     La Comuna de París, (1871).

 

Qué mejor síntesis de esta experiencia, que la expuesta por el propio Marx: el establecimiento del Estado socialista, requería de una teoría del Estado socialista, y esta teoría se sintetizó por Marx, en la dictadura del proletariado.

 

El fenómeno de la experiencia de la Comuna por casi tres meses, es lo históricamente dado; lo vigente históricamente dado de esa experiencia, es la teoría del Estado socialista como la más amplia democracia en la razón de Estado definida como la dictadura del proletariado.  Más aun, ello es el fundamento retomado por Lenin, del propio desarrollo de la experiencia socialista dado ahora, medio siglo después, en la URSS.

 

 

2)     La Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas, (1917-1991).

 

Guardando ese paralelismo, el establecimiento del Estado socialista de la URSS (estrictamente como tal a partir de 1922), que ya disponía de una teoría propia que expresa la más amplia democracia, se consolida bajo la dictadura del proletariado y se mantendrá en el poder por setenta años.

 

La experiencia socialista de la URSS pasa por cuatro etapas: 1) el período de Lenin (desde el origen hasta donde se quiera remontar, hasta su muerte en 1924), donde destaca, en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción social: a) la distribución de tierras a los campesinos con una colectivización parcial, b) la entrega del control de las industrias a los obreros, y c) la efectividad del planteamiento teórico del modo de producción socialista mediante la planificación geoeconómica, para el desarrollo proporcional y armónico de la sociedad; 2) el período de Stalin (1924-1953), particularmente difícil en los años de la aparición de nazismo y del fascismo, la crisis económica del capitalismo y de la II Guerra Mundial, que pinta “terrible” a la figura de Stalin con sus medidas de colectivización forzada de la tierra (dada la necesidad de producción que le garantizara independencia de las importaciones del extranjero; y la represión autonomista de los pueblos no-rusos, en tanto factor desestabilizador), pero sin cuyo ejercicio de Estado en las condiciones extremas de la necesidad de la dictadura del proletariado (independientemente de la realidad incluso, de algunos o quizá muchos excesos), la URSS no hubiera sobrevivido; de ahí que la experiencia a rescatar de este período, sea la práctica necesaria del ejercicio de Estado o “razón de Estado”, de la dictadura del proletariado; 3) el período de Kruchov-Brezhnev (1953-1985), período en el cual la figura de Brezhnev tiene como extensión las personalidades de Andropov y Chernenko; pero período al que le caracteriza la apertura reformista, la modernización de la URSS y la práctica de un internacionalismo proletario (casos de Checoeslovaquia, 1968; y Afganistán 1979-1989, particularmente) bajo las condiciones bélicas de la Guerra Fría agudizada tras la llamada “Crisis de los Misiles”, de 1962, en Cuba; y 4) finalmente, el período de Gorvachov (1985-1991), que se caracteriza por la ampliación y profundización de las reformas hacia una apertura económica y política democrático-burguesa, que lleva inexorablemente a la disolución de la URSS y el fin de esa experiencia socialista.

 

Ciertamente, quizá más conveniente a la generalización y esencialidad, esa periodización de la experiencia socialista en la URSS, podría reducirse de cuatro a tres grandes períodos: Lenin, Stalin, y Kruchov-Gorvachov.

 

 

3)     China, (1949-1995).

 

La larga revolución China triunfa en 1949, y con ello se establece un nuevo Estado socialista.  La experiencia socialista en China, pasa por tres grandes períodos: 1) el período de 1949 a 1966; que pudiéramos denominar, del internacionalismo proletario (Guerra de Corea, 1950-1953) y las “Campañas” (la denominada “de las Cien Flores” y “el Gran Salto Adelante”, entre 1956 y 1960), caracterizado internamente, tanto por el peculiar ejercicio de la dictadura proletaria, con el exceso desde el Estado asumiendo la mentalidad del campesinado pequeñoburgués; como por el aventurerismo económico en el que se abandona la política de planificación neoeconómica (diez años) por del “gran salto”, que, tras su fracaso, lleva a la destitución de Mao; en China no se habla, en consecuencia, de planificación geoeconómica; 2) el período de la “Gran Revolución Cultural” (1966-1976), caracterizado por la fracasada colectivización forzada de la tierra, bajo la dirección del movimiento maoísta de la atrasada mentalidad campesina, fracaso que da lugar a su destitución de Mao poder supremo; pero que con la movilización de la “Revolución Cultura”, éste se restituye en el poder supremo hasta su muerte en 1976; y, finalmente, con el rompimiento de China con la URSS luego de diez años de diferencias, y la aceptación de China en 1971 en la Organización de Naciones Unidas (ONU) sustituyendo a Taiwan, se da a su vez, inicio a su acercamiento a los E.U; y 3) el período reformista (1977-1995), caracterizado por las luchas interna del Partido; el desfiguro, por primera vez, del internacionalismo proletario en la guerra con Viet Nam en 1979, y el triunfo de los moderados reformistas, que impulsan un movimiento en ese sentido a la apertura económica y política a la democracia burguesa, con la quimera de modelo de “economía de mercado socialista” (reformas de 1992), que, como modelo económico dominante, formalmente opera y vuelve a China a la economía de mercado capitalista, a partir de 1995.

 

 

4)     Corea del Norte, (1945 al presente).

 

Como país, es resultado de la división, en 1948, de la Corea bajo “Zona de Ocupación” desde 1945, tanto por la URSS, como por los E.U, tras el fin de la II Guerra Mundial.  La Guerra de Corea de 1950 a 1953, es como consecuencia de la búsqueda, por parte de los comunistas, de la reunificación de Corea, lo cual fracasa.

 

La experiencia del socialismo en Corea pasa por tres períodos: 1) el muy breve período de 1945 a 1950, en el que, bajo la protección e influencia de la URSS, se instituye el Estado socialista (este será un caso semejante a la situación de los países de Europa del Este); la característica fundamental de este período, no es otra que la reproducción por el Partido Comunista Coreano, de la experiencia socialista de la URSS bajo el momento stalinista que ésta vivía, y de ahí las características, incluso exacerbadas, de Kim Il-Sung, que en tanto gobierna hasta su muerte en 1994, caracterizará a Corea hasta ese entonces, como el ejercicio de Estado en una férrea dictadura proletaria, con el defecto de hacerse en medio de un exacerbado “culto a la personalidad”, que pasa la dictadura del proletariado, a la dictadura de su representante unipersonal; 2) el largo período de 1950 a 1994, con todo el apoyo de la URSS y alineado a las políticas de Kruchov a Brzhnev, e incluso hasta los inmediatos seguidores de éste en el poder; asumiendo una economía de Estado centralizada absoluta mediante la planificación neoeconómica, todo ello bajo bloqueo económico y político de los E.U, que va desde la Guerra de Corea (1950-1953), hasta 1999.  Su toma de posición respecto al reformismo y apertura propuesto por Gorvachov desde la URSS, a partir de 1985 y hasta 1991, le lleva a romper su amistad con la URSS; no obstante, este período se cerrará en 1994, con la muerte de Kim Il-Sung, que en ese último lapso obtuvo el apoyo de China; y 3) el período que va de 1994 al presente, cuyos aspectos importantes, por su parte, se dan en el apoyo de China y Rusia, centrándose las características esenciales en la “política de nuclearización y negociación”.



[*]    Escribimos este artículo en el año 2005.

[1]  Foroba, N.T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso, URSS, 1984. (v. Socialismo).

[2]  Libman, G.I; et al; Diccionario Marxista de Economía; Ediciones de Cultura Popular; México,    1977. (v. Socialismo).

 



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1 julio 2010 4 01 /07 /julio /2010 08:00

    Recuerdos del Siglo XX.  Artículo, 2010

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 01 jul 10.

 

No sólo a 40 años de prácticamente todo (todo avance del socialismo se detuvo hace 35 años), y a partir de entonces, comenzó, imperceptiblemente, una regresión a una nueva edad oscurantista; misma que entre fines del siglo pasado y principalmente ya a principios de este siglo, se ha hecho plenamente evidente (y cuanto más lo analizo, ya no nos parece grave..., sino espeluznante).  Lo curioso con lo que nos hemos encontrado, es que “todo el mundo” reconoce el diagnóstico del oscurantismo, pero nadie se “atreve” (en realidad no saben) mencionarlo por su nombre; es decir, no pocos, ni siquiera saben exactamente a qué nos referimos cuando hablamos de eso (de hecho, cuando se refieren a nuestra persona, ahora agregan: “el de la onda esa del oscurantismo”, evidenciando que ello les es algo desconocido y una curiosidad, como una novedad “de moda”).

 

En una grabación que se hizo, creo que desde el 20 aniversario del 68, al entrevistar a los participantes de entonces; ante la falta actual de conciencia generalizada, el apolitismo, el abandono de toda ideología, el individualismo extremo, el relativismo extremo, el falseamiento del fundamento de la ciencia al considerar la verdad como algo subjetivo en la idea de que “cada cual tiene su verdad”, etc; les hacían la pregunta acerca de “qué fue lo que pasó con los hijos de esa generación de los sesenta-setenta”; y la respuesta: una incógnita.

 

Pero el sistema operó con sutileza y a largo plazo, a través de la educación escolar y las modas sociales.  Ahora esa nueva generación la podemos ver en los profesores universitarios jóvenes: triste, hasta lo desgarrador.  Totalmente desesperanzadora su situación: no tiene la menor idea de lo que es la ciencia, el pensamiento científico (dicho así, en términos absolutos), y peor aun, ni les interesa.  Y esa actitud no es mas que el resultado de ese subjetivismo y relativismo respecto al criterio de la verdad, sobre lo que el sistema trabaja machacona y tozudamente, sobre una generación que, acrítica, se despojó de toda defensa.

 

El caso es que, de la asesoría de una tesis, para aclarar las experiencias socialistas del siglo XX, brotó la necesidad de elaborar una “Tabla de Relación Causal Acerca de la Experiencia Socialista Internacional”.

 

El método de relación causal por concordancias, es uno de cinco métodos lógicos para establecer la causa posible, entre otros factores que afectan al fenómeno.  Llenamos el cuadro de manera rápida y simple, apoyándonos en no más que las monografías históricas de los países del Almanaque Mundial (por entonces se editaba uno bueno, de Editora Cinco, no el actual de Televisa que se encuentra en los puestos de periódicos), enlistando diez países en la experiencia del siglo XX, y agregamos por referencia, la experiencia del siglo XIX con la Comuna de París.  El asunto era reflexionar sobre los puros hechos históricos, en lo más posible, sin interpretación político-ideológica.

 

Llenamos la Tabla de Concordancias, y el ejercicio resultó extraordinariamente interesante; la visión de conjunto de la experiencia socialista del siglo XX, dio un viraje de inmediato.

 

La tesis particular que de ahí se desprendió, es que todo lo del siglo XX, ya es historia, ya no opera u operará para el siglo XXI, sino en la medida que sea fundamento para el desarrollo de la teoría del socialismo.  Debe, pues, analizarse de conjunto la experiencia socialista del siglo XX, para elaborar la teoría para la experiencia socialista del siglo XXI; por lo demás, frente a una situación, en extremo, más difícil; tanto por la vuelta al oscurantismo (lo que implica que a nadie le interesa ya el socialismo), como por el serio problema ambiental (en este punto el asunto del oscurantismo hasta podría parecer irrelevante, pues aquí lo que está en juego en el curso de las próximas tres generaciones, es la misma sobrevivencia de la especie humana; y la paradoja, es que, sin socialismo... adiós).

 

Dividimos la experiencia socialista en tres etapas: 1) su período revolucionario, 2) el período de ejercicio de la dictadura del proletariado o razón de Estado, y 3) el período final de “apertura” y reforma.

 

La idea es ver qué hay de concordante, tanto en lo positivo como en lo negativo, en el conjunto de las experiencias por países.  El ejercicio es muy breve y simple, pero sin duda da pauta para una investigación en serio, porque evidencia que, acerca de ello, lo que sabemos, es nada.

 

Respecto de la experiencia en el período revolucionario, resalta como interesante, en lo positivo, la aplicación marxista de la teoría en cuanto a los principios de la socialización de los medios de producción, es decir, de la abolición de la propiedad privada de los mismos, y con ello, la condición necesaria del proceso de extinción de las clases sociales; lo cual a su vez no se podría, sin la razón de Estado de la dictadura del proletariado.  Y en cuanto a lo negativo, aquello en lo que, en un primer juicio nuestro, no concordó ningún país, fue en la no-simplificación del Estado; es decir, que no se cumplió con el tercer principio fundamental: el proceso de extinción del Estado; antes al contrario, todo aparato de Estado se fortaleció, y burocratizó.  Una primera explicación de lo que condenó a la derrota.

 

En cuanto al período de la consolidación y desarrollo del Estado socialista, lo que destaca principalmente, es el problema del partido único y la aplicación del internacionalismo proletario.  Y en lo más negativo, el problema de los trabajos forzados y la “reeducación”.  Esto es, que la experiencia nos está diciendo que esos puntos son los que más deben discutirse en esos sentidos positivo y negativo.  Por ejemplo, algo muy concordante es lo del partido único.  De acuerdo con la explicación de Lenin a los cuadros del Partido para que no incurrieran en ingenuidad política, la teoría de la dictadura del proletariado entendida como la expresión plena de la democracia socialista en su momento histórico, si bien se entendió que así debería ser, a la larga, la historia nos demostró otra cosa: se desligó mecánicamente una cosa de la otra, y sólo quedó la idea de la dictadura y no de la democracia socialista; por demás, dictadura de una burocracia que se dijo representar los intereses del proletariado (ello se fundó en la idea del “Partido Vanguardia”, legítimo en ese momento, pero hoy totalmente en duda; a la larga resultó socialmente excluyente, y al interior, generó enormes vicios).  El pronunciamiento debió ser por la democracia socialista (y no por la dictadura por muy proletaria que fuera), sobreentendiendo en ello, por los militantes socialistas, el ejercicio de la dictadura del proletariado.

 

Finalmente, el tercer período, de “apertura” y reformas, se caracterizó por el más desconcertante e impúdico viraje al capitalismo.  Y ello se produjo, no en países que se pudieran decir débiles en el establecimiento de una economía socialista, sino precisamente en los que ello parecía ser más sólido.  Sin duda, “algo” falló.  A poco más de 15 años de distancia, ya se sabe: 1) el Estado socialista soviético, principalmente, el más representativo, cayó –y no pudo haberlo evitado–, en el error estratégico de la llamada “carrera armamentista”; y 2) la economía planificada no alcanzó a resolver lo que el mercado consumista sí logró en el capitalismo: abaratar el costo por unidad de producto en la fabricación y desarrollo tecnológico.  Y en todo ese contexto, paradójicamente, la política económica de una “economía dual” en China, resultó “lo virtuoso”.  Complejo, pero así es, aun cuando muy en general, pero fríamente analizado.  Por lo menos, como para armar una versión hipotética.

 

Fue otro tiempo, los años maravillosos; había un mundo grande, inmenso, desconocido, por conquistar..., el Universo mismo; había a dónde ir; ahora, de todo aquello, ya no queda nada.  Es decir, las actuales generaciones, o se las arreglan, en el límite, con lo que se tiene, o la humanidad habrá llegado, como humanidad, hasta donde podía llegar.  Y la situación está muy delicada, no tanto por el oscurantismo (los capitalistas hacen lo suyo) y el deterioro ambiental, sino porque veo a las nuevas generaciones..., y la situación delicada, se torna grave hasta lo trágico.

 



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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:06

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005 (6).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica,

http://espacio-geografíco.over-blog.es/;

México, 08 jul 10.

 

Antes, debo establecer qué es lo que puede haber de semejante o de diferente entre los fundamentos teóricos de lo que yo pienso y los fundamentos teóricos de lo que piensan los demás con los que establezco el coloquio.  Lo malo es que no tengo antecedentes ni de Snow, ni de Turing, ni de Haldane, y diré de su marco teórico lo poco que de sus tesis se desprenda.

 

El caso de Wittgenstein, es el de un filósofo idealista subjetivo fundador de la llamada filosofía analítica, que en Inglaterra tomó forma dominante como filosofía lingüística, que considera que será el análisis del lenguaje lo que esclarecerá el contenido de los problemas que tradicionalmente se consideran filosóficos; “está representada por los adeptos del empirismo lógico (continuación directa del positivismo lógico), y del neopragmatsmo”[1].  Y el caso de Schrödinger, es el de un físico materialista inconsecuente, él no se declaraba marxista como el “fanfarrón” de Haldane, sin embargo fue miembro extranjero de la Academia de Ciencias de la URSS dadas sus posiciones científicas materialistas, principalmente en contra del “vitalismo”, es decir, de la idea de que la vida tuviese un principio especial, sobrenatural, para ser tal.

 

El asunto es pues, que estamos frente a un grupo de científicos: el matemático Turing, el físico Schrödinger, el biólogo Haldane y el filósofo Wittgenstein; de los cuales sólo uno es plenamente consciente y consecuente, en el campo del idealismo subjetivo, precisamente este último..., ¡ah!, y yo, con una posición materialista dialéctica, no mecanicista como la Schrödinger, ni inconsecuente y de pose como la que se hace expresar a Haldane.  Los demás, aparte de Wittgenstein y yo, expresan posiciones inconsecuentes entre materialistas mecanicistas –dada su formación en el campo de las “ciencias exactas o naturales” – e idealistas subjetivas.  Ello va a explicar el por qué finalmente con más o menos énfasis convergen Snow y Schrödinger en la posición defendida por Turing, con la débil resistencia de Haldane, y entera oposición de Wittgenstein; con cuya posición ante la ley de identidad del Humano –y particularmente respecto de ello– nos sumamos.

 

El argumento principal de esta historia se finca en lo siguiente: <<El principio de incompletud de Göedel, por el cual existe una proposición que no puede ser demostrada en el mismo sistema lógico>>  De ello parece inferirse (dado que no se hace explícito, pero en el fondo así parece ser) que en consecuencia, la lógica como fundamento de la ciencia es incompleta, y por lo tanto la ciencia es limitada.  Ello se expresa en ese pasaje aplicado a la cibernética en que se dice: “(los) resultados de Gödel muestran que existe un problema que no se puede resolver siguiendo los pasos de un programa”, y se refuerza con la idea de que “el Problema de la Decisión de Hilbert acerca de una estructura lógica en que se demuestre todo enunciado matemático, quedó anulado para siempre con el trabajo de Gödel; en tanto que yo planteaba –dice Turing– que los pasos lógicos que se dan para construir una prueba son los mismos que seguiría una calculadora humana para realizar un cómputo”.

 

En ese contexto se explica el pasaje sobre la Conjetura de Goldbach, por la cual, antes se creía que toda cuestión matemática bien planteada debía tener una respuesta determinada como verdadera o falsa tras una cadena de razonamientos lógicos- siendo que así pensaban –dicen los personajes– los matemáticos de esa época, se dice en la argumentación en la que posmodernistamente haciéndose la crítica al positivismo “cientificista”, inconsecuente y oscurantistamente se rechaza la ciencia misma–, y así piensa todavía hoy día gran parte de la gente –dice Turing así–, incluida la mayoría de los científicos –pero no se aclara que esos “científicos”, son sólo los “científicos positivistas”.

 

Turing añadía: “El marxismo alega que el marxismo mismo es científico –y he aquí el ataque oscurantista a la ciencia, ahora asociado al marxismo-, pero sólo como expresión de la necesidad de que el cambio histórico tenga una lógica que la ciencia pueda justificar.  ¿Pero cómo puede alguien sostener en serio la noción marxista de que algo como la ciencia pueda ser explicado mediante los “modos de producción dominantes”?  Es un completo disparate”  Y se ve allí con toda claridad un argumento fundado en la ignorancia, que evidencia el prejuicio “anticomunista” al que va asociada una posición en contra de la lógica y de la ciencia.

 

Wittgenstein es la parte realmente opositora a Turing, y el argumento esencial de éste es:  “La mera idea de una máquina que piensa como un hombre es algo absolutamente absurdo.  Podrá realizar una imitación, el pensamiento está ligado al lenguaje y éste es consecuencia directa de la forma de vida compartida, humana”, y su posición ante la ciencia objetiva queda plasmada en el pasaje en donde éste plantea:  “Digo que toda concepción moderna del mundo, se basa en la ilusión de que las llamadas “leyes de la naturaleza” expliquen los fenómenos naturales”, es decir, su posición es el subjetivismo extremo.

 

Por ello dice Snow a Wittgenstein: “Si está usted insinuando, que no sólo el pensamiento humano traspasa la observación de las reglas, sino también todos los demás procesos naturales, eso va a exigir su propia explicación”.

 

Dicho lo cual, creo que podemos ir concluyendo.  El problema, por lo menos en su origen, ha sido:  <<La posibilidad de una máquina inteligente; y eso significa capaz de razonar, de establecer inferencias y por lo tanto de obtener conocimientos nuevos, conocimientos desconocidos a partir de lo conocido, que además sea tal que pueda decirse que piensa, es decir, que piensa humanamente >>; y aquí la hipótesis que se puede formular, es que: <<científico-técnicamente, es posible crear una máquina inteligente>>.  Dicho con más fineza, es posible crear una máquina analítico-digital inteligente que simula el pensamiento humano; lo cual significa “inteligencia artificial”.

 

La hipótesis complementaria que le explica dirá: <<científico-técnicamente, es posible crear una máquina inteligente, pero no ha de significar ni pensamiento ni condición humana>>, por lo que vale expresarlo con la parte fina:  <<Es posible crear una máquina analítico-digital inteligente; pero no ha de significar ni pensamiento ni condición humana; lo cual significa sólo “inteligencia artificial”>>

 

Y respecto a la parte especulativa acerca de la posible evolución de la especie humana en alienígenas, el problema se extendería al enunciado: <<La posibilidad de una máquina inteligente; y eso significa capaz de razonar, de establecer inferencias y por lo tanto de obtener conocimientos nuevos, conocimientos desconocidos a partir de lo conocido, que además sea tal que pueda decirse que piensa, es decir, que piensa humanamente, y más aun, que pueda ser futuro evolutivo de la humanidad>>; tal planteamiento de problema ha de tener entonces como hipótesis: <<Es posible crear una máquina analítico-digital inteligente; pero no ha de significar ni pensamiento analítico-analógico ni condición humana; lo cual significa sólo inteligencia artificial, y en consecuencia, como resultado evolutivo, significará la transformación de la especie a otra, alienígena, no-humana”>>

 

El desconocimiento por los demás del marco teórico de Wittgenstein, la filosofía lingüística, no les permite entender el contenido real de las categorías que emplea, principalmente, precisamente la de “Lenguaje”.  ¡Ah!, si Turing hubiera sabido eso, coincidiría plenamente con Wittgenstein, pues para éste, el lenguaje perfecto es el matemático, y Turing hubiera podido explicarle que esa perfección estaba precisamente en la sintaxis y no en la subjetiva semántica, como es de entenderse en el concepto general de “lenguaje”.

 

Y si todos ahí no fueran idealistas subjetivos inconscientes, podrían entender que el Teorema de Gödel no quebranta la lógica ni mucho menos muestra las limitaciones de la ciencia, sino todo lo contrario, pues, por ejemplo, se entendería que en la lógica axiomática de Euclides, el famoso quinto postulado indemostrable en la geometría plana, y sí sólo en un sistema superior, el de la geometría esférica, permite el desarrollo de la ciencia, su propio perfeccionamiento conforme al reflejo objetivo de la realidad objetiva.  Entenderían que la Lógica Formal, incapaz de demostrar la veracidad del consiguiente en sus propias reglas, gracias al Teorema de Gödel, saltando entonces a un sistema lógico superior, la Lógica Dialéctica, encuentra la demostración científica plena, producto del reflejo objetivo de la realidad objetiva.  Hecho que ahí nadie puede aceptar, dado su principio subjetivista de interpretación de la realidad.

 

Él se apoltronaba cada vez más en el mullido sofá, bostezaba cada vez con mayor insistencia, entrecerraba los ojos, se cansaba de pensar..., era hora de volver al futuro.

 

Hizo sus geográfico-físico-matemáticas y cibernéticas operaciones, y volvió.  En el año 2005, en la práctica histórico-social de poco más de medio siglo, quedaba demostrado que el matemático Turing había tenido la razón: era posible, en términos de sintaxis, crear máquinas inteligentes; sin que ello quiera decir, “razonantes”.  Pero el filósofo Wittgenstein había resultado a su vez poseedor de la verdad: esa “Inteligencia Artificial” de las máquinas, lejos estaban aun de ser una forma lo más elemental del pensamientohumano; es decir, de la capacidad razonante; de procesos continuos, básicamente semánticos, a partir de ser un reflejo del mundo objetivo en abstracciones, conceptos, juicios, inferencias, análisis y síntesis, descubrimiento de leyes, etc.  Una Unidad Central de Procesamiento, por aventajada que estuviese, está aun muy lejos de ser equiparada estrictamente a un cerebro.

 

La inteligencia no-artificial, la inteligencia humana, como capacidad de pensamiento, capaz de producir ideas, va más allá –como acertadamente afirmaba Wittgenstein–, de los procesos fisiológicos, efectivamente, son resultado del desarrollo social.  Tiene una naturaleza social, y de ahí como dicho filósofo decía correctamente, el pensamiento está estrechamente vinculado con el habla, con el lenguaje.

 

La máquina de Turing, es hoy un dispositivo enormemente poderoso para realizar vastas operaciones de cálculo que escaparían al común de los cerebros humanos (aun cuando hay algunos capaces de operar a velocidades análogas a las de la máquina en el cálculo exorbitante de operaciones), es pues, una poderosa herramienta analítica, de procesos discretos, más capaz, en general, que el cerebro humano en esas funciones.

 

Pero la máquina de Turing es un ente totalmente alienado en lo que se refiere a los procesos continuos o analógicos, mas justo es ello, por lo contrario, en lo que el cerebro humano no tiene comparación.

 

En consecuencia, como bien decía Wittgenstein: el humano sólo es idéntico al humano.  Las predicciones del escritor Snow sobre la evolución del humano en alienígena, si bien posibles, como corroboraba el biólogo Haldane, serían una derivación de la especie humana en otra especie distinta.  Y aun ahí, al empezar el siglo XXI, física, biológica, y ético-filosóficamente, aun es campo especulativo de la ciencia-ficción.

 

Por lo pronto, vuelto el Prof. al futuro, a su presente, a la rutina de su sistema existencial, esa noche se autoprogramabapara lo que habría de realizar al día siguiente: <<5.30 h, activación holista del sistema..., 7:00 h primera clase..., 11:30 h revisar correo electrónico..., 15.00 h restauración de energía..., 18:00 h procesamiento de información...>>.



[1]       Ibid. v. (Filosofía Analítica, Empirismo Lógico)

 



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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:05

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005 (5).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

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http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 05 jul 10.

 

Y ahí estaba el tal “fantasma” fanfarroneando y payaseando, y por ello se perdió de buena parte de la plática entre ellos sobre la situación del caso Lysenko, y sólo reaccionó cuando Wittgenstein decía: “...el culto a la ciencia es el mayor de los males de este siglo.  Así que sólo por esta razón me opongo al marxismo”.

 

<<¡Qué-qué-qué-qué!, a ver a ver, cómo cómo cómo...  Cómo que el absurdo acientífico o hasta anticientífico de Lysenko (1898-1976) puede llamarse “culto a la ciencia” –y el Prof. se ponía frente Wittgenstein y le manoteaba–, mi querido posmodernista Wittgenstein, ahí lo que está ocurriendo, en todo caso, es exactamente todo lo contrario, no?, es decir, el culto a la no-ciencia.  Por lo que usted se pudo haber opuesto al “marxismo”, en todo caso, hubiera sido por su culto a la no-ciencia; en caso de que ese “marxismo” de dialéctica mecanicista de Lysenko lo consideráramos realmente marxismo.  No mi estimado Wittgenstein, creo que ahí falta más capacidad de crítica, ahora peca de lo mismo que critica aquí a todos los demás.  Y en ese “reclamo” estaba sobre Wittgenstein, cuando en el otro extremo Turing añadía: “El marxismo alega que es científico, pero sólo como expresión de la necesidad de que el cambio histórico tenga una lógica que la ciencia pueda justificar.  ¿Pero cómo puede alguien sostener en serio la noción marxista de que algo como la ciencia pueda ser explicado mediante los “modos de producción dominantes”?  Es un completo disparate”

 

¡¡Cómo cómo cómo!!, ¡alto, alto!, escúchenme, ahora sí escúchenme, ahí sí yo tengo algo qué decirles –y como todos siguieran en lo suyo, el Prof. se desesperó realmente ante tal infundio de la ignorancia de Turing, al fin matemático que como tal, era evidente, ¿qué sabía de economía política el insensato?, y el “fantasma” esperaba que el “marxista” de Haldane dijera algo ante tan elemental ignorancia.  Pero nada, nuevamente fue el mismo Wittgenstein el que aclaró el punto.

 

_ No necesariamente –replicó éste, ¡puff!, parecía que alguien ilustraría sobre las leyes de la economía política al antimarxista de Turing, y Wittgenstein continuó–  ¿Quién conoce las leyes según las cuales se desarrolla una sociedad? –dijo éste.

_ ¡Oh no, no no no! –clama el “fantasma”–.  No es así, eso es por otro lado, “culto al indeterminismo” acientífico, Wittgenstein.  Estúdiense realmente a Marx para que vean cómo funciona la Ley de Plusvalía y cómo se da la Circulación de Capital para entender como se mueve el modo de producción capitalista, esas son leyes ya demostradas no sólo en teoría, sino en la práctica histórico-social, incluso para esta época de este año 1949 –así clamaba al vacío el “fantasma del hiperespacio”.

 

De pronto, otra vez estaban en sus argumentos metafísicos de que si tener alma es tener mente, de pronto parecían neoplatónicos medievales en una discusión escolástica bizantina.  Lo cierto es que el Prof. ya estaba cansado, no se llegaba a nada y de un absurdo saltaban a otro.

 

Era evidente que el cansancio les había invadido a todos, lo que se revelaba no sólo por las incoherencias, sino porque el mismo Wittgenstein, volviéndose de espaldas a la ventana donde había estado mirando la Luna que finalmente asomaba por detrás de las nubes luego de la fuerte lluvia, dio unas zancadas hacia el centro de la habitación y exclamó: “Todos ustedes no dicen mas que tonterías”..., ¡pummm!  Y el Prof., abusando de su situación, a la vez le dijo tranquilo: “Tu también idiota, cómo se te ocurre decir eso de la ciencia y de San Marx”, jaja.

 

_ Al parecer piensan que no hay más diferencia entre cierto tipo de máquina inteligente y un hombre, que el hecho “casual” de que uno está hecho de carne y hueso –y el “fantasma del hiperespacio” exclamó desde el fondo de un apoltronado sillón casi en la penumbra:  “¡y un pedazo de pescuezo!” –, en tanto que el otro está compuesto de metal, vidrio, madera o sabe Dios qué más.

 

Entonces se hizo un marcado silencio, en el que Snow tuvo que intervenir luego de echar un largo trago de su coñac y darle una profunda calada a su puro.  Pero de que habían llegado al límite, habían llegado a límite, a Snow se le ocurrió que se explorara el tema desde el punto de vista de la ética.

 

_ Supongan, por el bien de la discusión –dijo–, que mañana aterriza en Parliament Square una nave espacial procedente de Andrómeda y de ella salta un ser totalmente extraterrestre...

_ ¡Alto, alto! –prorrumpió el Prof., estos puros batistianos, no podía esperarse otra cosa, “están cargados” –e hizo como que iba hacia Snow–, apreciable y distinguido amigo Snow que tan amablemente habéis invitado esta cena, ni una calada más al puro y haber si ya no le anda poniendo cosas al coñac –mas al tiempo que el Prof. hacía su framalla para entretenerse, Wittgestein, molesto, tomaba la palabra.

_ La escena que usted describe no tiene ningún sentido, Snow...

_ ...pero no todos nosotros compartimos su opinión sobre este asunto –respondió Snow con un cierto dejo de incomodidad.

 

En fin, que esa discusión sobre los extraterrestres terminó en que, en tanto no formaban parte de nuestra comunidad cultural y lingüística, no podían ser considerados humanos o personas, y en consecuencia, mucho menos las máquinas por muy inteligentes que fuesen.  En suma, Turing aceptando esos últimos arguentos hizo una especie de conclusión: 1) el que las máquinas podrían ser lo inteligentes que se quisiese, esa inteligencia finalmente sería artificial, y 2) que la inteligencia de las máquinas (artificial), nada tenían que ver con el problema de la personalidad humana.

 

Y a partir de ahí, Snow se dispuso a pedir una conclusión general por todos y cada uno de los presentes, recordando el problema inicialmente planteado: ¿Hay alguna razón lógica por la que no podamos concebir un progreso tecnológico hasta el punto de poder construir una máquina computadora  con unas capacidades cognitivas que no pudieran diferenciarse de las del ser humano?  Y pidió a Wittgenstein fuera el primero en verter su conclusión final.

 

_ La mera idea de una máquina que piensa como un hombre es algo absolutamente absurdo.  Podrá realizar una imitación, el pensamiento está ligado al lenguaje y éste es consecuencia directa de la forma de vida compartida, humana.

_ Por mi parte –dijo Schrödinger a solicitud de Snow–, no veo ninguna razón, física o técnica para que no pudiera construirse una máquina que nos convenciera que piensa como un hombre.

_ Sí sí Schrödinger –le reprochaba el Prof. –, pero el asunto no es que la máquina nos convenza de que piensa como humano imitándolo puramente, sino de que lo sea realmente en tanto que piensa y comprende.

_ Sencillamente –respondió Haldane ahora a petición de Snow–, no me siento a gusto del todo con la idea de conferir a un artilugio mecánico un atributo humano básico como es la capacidad cognitiva.

_ ¡Ah miserable “marxista”! –le recriminaba el Prof. haciendo expresivos ademanes defendiendo ahí una posición marxista consecuente–, no os “sentís a gusto del todo”; pues si no es de “sentirse a gusto”, ¡piénsale!, un alienígena, por todo lo que se ha dicho, podría ser considerado un humano, sí o no....  Y “pus”, no!

 

Dadas las conclusiones, Snow propuso levantar la reunión y todos se dispusieron a despedirse.

 

_ Bueno, y yo qué..., ¡oigan, “pérensen”, falto yo! –reclamaba el fantasmagórico Prof. olvidado ahí cual su condición de fantasma, en lo que, obvio, sin hacer el menor caso, todos se despidieron, no obstante las inútiles súplicas por forma que el Prof., bromeando consigo mismo, les lanzaba sabiendo que sería vana su pretensión-, “pérensen, pérensen pues”, ¡maleducados!, ¡burgueses déspotas!, jaja, bien saben que soy yo –méndigo proletario– el que les va a dar la luz, finalmente reía consigo mismo.

 

Él se quedó ahí sentado en el sofá en la oscuridad de la sala, trataba de leer con los reflejos del resplandor de la Luna un papel en que había anotado el polisilogismo de Turing, y aun batallaba para analizarlo, todo el tiempo le distrajo el ritmo de la discusión misma, pero finalmente se puso a reflexionar las conclusiones posibles de aquella reunión del quinteto de Cambridge.

 

<<Cómo concluir algo –comenzó diciéndose–, creo que lo primero; la condición primera de toda condición; debe ser deslindar las posiciones desde las concepciones del mundo de cada uno de los participantes y entre ellas la mía propia, hasta hacer una crítica a las demás poniendo de relieve sus inconsistencias o sus premisas falsas.  Ciertamente sólo sobre la base de establecer tal racionalidad y orden metodológico a la revisión del pensamiento, podrá concluirse algo igualmente racional y científico.

 

Así es, ni modo, es el problema del famoso “Marco Teórico” con que tanto atormento a los pobres mortales de mi tiempo y lugar.  Si no hemos de caer en posiciones absolutistas en las que se hacen afirmaciones sin relación a nada, sustentado ello en el falso principio de “tolerancia” que más bien resulta indolencia de intelecto, aceptando que el conocimiento es relativo y entendiendo por ello no “relativismo” de lo que cambia arbitrariamente, de que así como puede ser una cosa puede ser otra, sino planteamientos “en relación con...”, es decir, “relativos a...”, “fundados en...”, entonces estamos obligados por racionalidad intelectual a exponer como condición previa, por respeto, por deferencia a los demás con los que se establece el coloquio, cuál es pues nuestro fundamento teórico de referencia en el cual se sustentan las categorías usadas en el discurso; por lo demás, forma práctica de mostrar qué es un marco teórico y su contenido.

 

Bien, pues, mi fundamento teórico es la dialéctica materialista, esto es, el marxismo, esto es, el socialismo, esto es, la teoría del comunismo..., y el comunismo es ateo y rojo, y el rojo son las llamas del infierno y en el infierno está el diablo y el diablo apesta a azufre... ¡ay mamá!, ahora persignaos...

 

Y ahora a los mortales que hayan quedado luego de que los demás hayan salido corriendo, debo decir: ese materialismo dialéctico, esa interpretación del pensamiento marxista está de nuestra parte desde el estudio mismo de las fuentes marxiano-engelsianas, pasando por la escuela de pensamiento de la “ortodoxia” soviética de la Academia de Ciencias de la URSS; bueno de la URSS que ya desapareció, pero que aun hoy con Stalin sustenta y sustentará hasta 1955 al burro de Lysenko.  Bueno, hasta “los malvados demonios también nos equivocamos”, parecemos simples mortales, ¡bha!

 

Pues bien, desde lo relativo a estos fundamentos teóricos es que os haré –¡oh desdichados mortales!–, la luz del conocimiento.  Postulo ser el poseedor de la verdad... (igualito que ustedes cuando afirman algo desde su propio marco teórico –el que ya tienen así sean ignorante de ello–, y el que no crea ser poseedor de la verdad en las afirmaciones que hace, pues allá él y su esquizofrenia; y el que no crea que necesita marco teórico, para empezar ni sabe que ya lo tiene necesariamente, ni sabe para qué le sirve; y el que no sepa qué es postular...  Y a todo esto, ¿saben qué es un postulado?..., mhmmm..., pues es una “afirmación como tesis de partida, indemostrable en su marco[1])  Bien, pues decía, postulo ser el poseedor de la verdad; es decir, esa es una afirmación que hago como tesis de partida, indemostrable en el propio marco, en este caso, dialéctico materialista, por lo cual, en consecuencia, esa verdad afirmada habrá de demostrarse en la práctica histórico-social concreta; entre tanto, afirmamos tener la verdad no por dogma ni presunción arbitraria, sino, en principio, simplemente porque lo afirmamos, y segundo, porque el método dialéctico materialista que se sustenta entre otros ricos principios en que el conocimiento se da como reflejo objetivo de la realidad objetiva, y que por tanto el conocimiento de la verdad, no es sino el reflejo más fiel posible de dicha realidad del mundo de los objetos y fenómenos fuera de mi pensamiento, demostrarlo significará –como dice Engels– no sólo apegarnos a las reglas de la lógica, sino al hecho de que las premisas sean verdaderas; en consecuencia, he de pasar a exponer mis conclusiones así.

 



[1]       Foroba, N.T.; Diccionario de Filosofía, Editorial Progreso, Moscú 1984, (v. Postulado)

 



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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:04

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005 (4).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 01 jul 10.

 

Al volver a la mesa e iniciar la exploración del papel del lenguaje, Schrödinger “le metió ruido al asunto” –¡ah, insensato e inconsistente ecléctico que prescindía del rigor de las categorías!– al identificar “lenguaje” con “comunicación”, y en consecuencia la necesidad de establecer la diferencia entre los tipos de comunicación entre las especies animales y los seres humanos.

 

Luego de darle más vueltas al asunto, se llegaba al punto en que, con otras palabras, se debatía sobre la teoría del reflejo dialéctico materialista: a manera de que el lenguaje sería la expresión de las ideas objetivas de la realidad objetiva.  Wittgenstein, no obstante idealista subjetivo, había hace tiempo llegado a esa conclusión, pero por la misma razón de sus fundamentos teóricos idealistas, la abandonó, y ahora expresaba sus argumentos en contra:

 

_ ...esa relación entre el hecho y su expresión en el lenguaje es precisamente lo que nunca se puede expresar en lenguaje..., el lenguaje es una herramienta, un instrumento de precisión...

_ ¿Pero un instrumento para qué? –pregunto Turing.

_ Para hacer juicios –dijo Wittgenstein de inmediato.

 

<<¿Para hacerlos?, o para expresarlos>>, dijo en voz alta el presumido del prof, que al fin ni le escuchaban, y afortunadamente, hubiera pasado por idiota, pues reconvino para sí mismo, que los enlaces de las representaciones en conceptos a manera de juicios, se hacían con arreglo al lenguaje.

 

Luego siguió una larga disertación sobre las características del lenguaje que finalmente se centraba en el hecho de que mientras para todos, a decir de Wittgenstein, el lenguaje era un conjunto de símbolos almacenados, para él, el lenguaje como fenómeno social, era algo mucho más que símbolos almacenados.

 

¿Podría la máquina adoptar la capacidad lingüística y denotar que piensa y es inteligente?  Schrödinger hacía ver que ello se resolvía según Turing mediante la sintaxis, y según Wittgenstein mediante la semántica, pero al final de cuentas, el asunto volvía al problema de la capacidad de comprensión.  ¿Podría la máquina comprender lo que hace?

 

El mozo pasó a hacer el cambio de servicio para el postre y ello distrajo la atención atenuando la discusión, entre tanto, Snow proponía que se abordase entonces la relación de todo ello con la cultura, dado el reconocimiento del carácter social del lenguaje.

 

Entró pues el mozo con el servicio de postres ofreciendo una alta copa llena de harina de avena hervida y fruta, adornada con una generosa porción de nata montada, y todo ello rematada con unas gotas de whisky de malta escocés.  El “farsante” de Haldane le llamaba al postre “gachas de avena al estilo ecocés”, y Wittgenstein se refirió a ello como “potingue escocés”.

 

<<No no, gracias, muy amable yo no quiero>> dijo el sexto a la mesa, tapándose nariz y boca jugueteando consigo mismo para burlarse de su situación, y exclamándo un discreto “¡guácale!”.  Fuera lo que fuese, al Prof. no le gustaba en realidad tanto dulce, y no le era agradable a la vista lo que él, para distinguirse en esa “aristocracia”, le llamó por su parte, “champurrado de avena”...

 

El caso es que Wittgenstein aprovechó la ocasión para volver a su tesis: la máquina habrá de tener las mismas experiencias culturales de Hadlane para usar el mismo lenguaje.  Schrödinger compartió justo la misma opinión, pero refiriéndose incluso a una población de robots, y Turing tuvo que confirmar que en consecuencia las máquinas tendrían que estar bien dotadas.  Pero Schrödinger fue a más.

 

_ ¿Qué está vivo y qué no lo está? –problematizó Schrödinger–, es importante porque, que nosotros sepamos, sólo los seres vivos combinan los procesos sensoriales y de información hasta un punto que les otorga conocimiento.

_ Bien Mr Schrödinger –se alegró el Prof. interviniendo con su opinión–, dice la verdad en cuanto a lo sensorial, pero no es del todo cierto por lo que toca al conocimiento, y conste que lo dijo el propio camarada Lenin hace ya más de veinte años, eh?, él ponía de ejemplo dos rocas que se tallaran una contra otra, la huella dejada respondería a los principios de la teoría del conocimiento y una roca poseería el conocimiento no sólo acerca de la otra, sino hasta del suceso entre ambas.

_ De acuerdo con usted –dijo Haldane refiriéndose a Schródinger–, las funciones que caracterizan a un ser vivo es su metabolismo, su autorreparación, y su replicación –Y Schödindger confirmaba la tesis.

_ Aun cuando –interrumpió Wittgenstein censurando a Schrödinger–, no creo que una máquina que posea esas cualidades, adoptará cualidades cognitivas humanas.

_ ¡Exacto, exacto! –le secundaba el Prof.

_ No insisto en tal cosa –replicó Schrödinger–, esas propiedades son necesarias para la vida, pero no hacen que un organismo sea cognitivamente humano.

_ Pues yo diría que sí –confirmaba el biólogo “marxista” Haldane.

_ ¿Podríamos considerar a un robot como persona, aun con las facultades de la vida que se han comentado, o sería sólo una fantasía antropomórfica? –preguntaba Snow a Haldane sorprendido...

_ Snow, eso es absolutamente impensable –de inmediato Wittgenstein respondió– suponer que una máquina; siquiera con todas las fantásticas propiedades que le ha dado; pudiera considerarse una “persona”.  La sola idea es una enorme confusión de categorías.

_ ¡Exacto! –dijo Iriberri lentamente levantando las manos al cielo... –, eso les pasa a estos desdichados, mi amigo Witgenstein, porque nada más no tienen conciencia de sus propios fundamentos teóricos, hacen una revoltura endemoniada de conceptos, y de ahí su inconsistencia.

 

<<¡Claro! –seguía diciendo presuntuoso el “fantasma”, por simple Ley de Identidad de la Lógica, “A es A”, un “Humano es un Humano”, y se metía en la discusión aun cuando ni quien le hiciera caso.  Casi inmediatamente después, Schrödinger respondía a una pregunta de Snow, y aquel se refería a lo dicho por el Prof. fantasmagórico.

 

_ En primer lugar está el problema de la identidad personal.  ¿Qué es lo que nos permite decir que una persona es la misma persona a lo largo del tiempo?  ¿Qué es lo que es lo que me permite decir que Wittgenstein es Wittgenstein?...

_ ¡Pues precisamente –exclamaba ufano el “fantasma” haciendo ademanes, extendido en la silla sentado con el coxis y apenas sobresaliendo de la mesa– que de acuerdo con la Ley de Identidad de la Lógica, “A es A”!

 

A poco todos cayeron nuevamente en elucubraciones metafísicas, y perdidos por ahí, optaron por pasarse a la sala, a donde Snow, forzado por Haldane, les invitaba un buen puro y un poco de coñac.

 

_ Les sugiero que prueben este excelente coñac; y por favor, cojan un puro de la mesita auxiliar.  Son Montecristos cubanos, devolución de un pequeño favor a un amigo del Foreign Office.

_ ¡Y son puros batistianos puros, eh?!, del Batista ya dictador de 1949, desdichados pequeñoburgueses –prorrumpía burlonamente el sexto.

 

Y de la metafísica y el esoterismo como un extremo en el que habían caído en el comedor, pasaron a la ciencia-ficción en la Sala: la sociedad de robots que por selección natural dominara sobre la faz de la Tierra.

 

_ ¡Ah!, de eso yo sé algo –intervino el Prof. en la plática simulando que le hicieran caso–, hace dos años se estrelló un OVNI en la Base de Rosswell en Estados Unidos, y se capturó a varios alienígenas.  Y hace como unos cinco años o algo así, tuve oportunidad de ver el Video, bueno, no precisamente Video, sino el Film (bueno, estrictamente, un Video sobre el Film, jaja), de la autopsia de un “cadáver muerto” alienígena (bueno, parecía más bien “cadavera”), y ahí se ve “claritamente”, que lo probable es que ese alienígena fuese el resultado de lo que ahora ustedes dicen –y como nadie le hiciera caso, por supuesto, continuó bromeando solo como loco–, ¡ey!, ¡háganme caso!, lo que les estoy diciendo es importante, en serio, lo ví en la Televisión, jaja.

 


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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:03

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005 (3)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

México, 28 jun 10.

 

Y entonces Turing aclaraba precisamente el asunto de la capacidad autoprogramableaprendiendo y adaptándose.

 

_ Lo que me desconcierta en este momento –dijo Schrödinger–, es si Turing piensa que podemos construir una máquina electrónica que imite al cerebro humano en alguna de sus funciones, o si dice que es realmente posible imitar o reproducir fielmente el cerebro humano de una forma electrónica.  Me pregunto Turing, si podría usted aclararnos este punto.

_ Lo intentaré.  Sería posible, a menos que usted piense que hay algo especial en la constitución material del cerebro humano que explique sus destrezas cognitivas, no captable por un sistema de circuitos electrónicos.

 

Pronto Schrödinger asoció las ideas de Turing a la red de conexiones estímulo-respuesta de los conductistas y Wittgenstein desesperado se puso de pie y dando vueltas echaba en cara a Turing que una cosa era una programación de pasos para una suma, y otra que realmente la máquina estuviera sumando, es decir, que comprendiera, que pensara en lo que hacía.

 

_ Pero Turín dice que eso es exactamente todo lo que requiere intercedió Schrödinger–; lo único que cuenta es la conducta, no cómo se llegó a ella.

_ ¡Ah, desdichado conductista! –se burlaba el Prof. en el anonimato.

_ El razonamiento de Wittgenstein –intervino Haldane–, parece sugerir que pensar es mucho más que seguir una serie de reglas.

_ ¡Claro Mr. Haldane, claro! –seguía ahí parloteando el tal Prof.

_ Lo único que podemos hacer –argumento entonces Turing–, es juzgar basándonos en la conducta de una persona.

_ ¡Eso es...!

_ ¡Eso es conductismo! –recriminó Schrödinger, que le arrebataba la palabra al Prof.

_ Y vil –remató el Prof. para no quedarse con las ganas.

_ La prueba –añadió Haldane– de inteligencia de Turing, pues, parece ser simplemente una transferencia de este paradigma conductista del hombre a la máquina.

_ Wittgenstein –dijo Schrödinger–, ha dado ya algunas excelentes razones que apoyan la informalidad de la conducta humana.  Al parecer, es absolutamente imposible proporcionar reglas de conducta que abarquen cualquier eventualidad.  Cómo una máquina va a reproducir los patrones de conducta humanos, si éstos no están regidos por ninguna regla en absoluto.

 

<<¿Que la conducta humana no está regida por patrón alguno en absoluto?>> –reflexionaba el sexto a la mesa..., mhmmm, no lo creo.  El sólo protocolo de mesa de esta cena está regido por un patrón de conducta...  Pero Turín se quedó un tanto perplejo ante la objeción de Schrödinger, y éste volvió al teorema de la incompletud de Gödel, acerca de algo que no se puede probar siguiendo sus propias reglas lógicas.

 

_ Aun así intercedió Snow–, nosotros los humanos podemos ver que tales enunciados tienen que ser necesariamente ciertos; simplemente no podemos demostrar que lo sean.  ¿Significa esto que hay cosas que la mente humana puede conocer que una máquina nunca puede?

_ Efectivaente Mr. Snow –dijo el Prof. ganando un espacio en que todos esperaron a ser servidos–, en cuanto a lo primero, esos son los postulados, y en cuanto a lo segundo, la máquina no infiere, acumula autoprogramadamentenueva y nuevas opciones.

 

Y luego que el farsante de Haldane, muy “marxista” muy “marxista”, pero introducía allí el factor sobrenatural que nada tendría que ver con la dialéctica materialista de Marx, y los propios Wittgenstein y Schrödinger lo pusieran en su lugar, el mozo propuso servir el plato principal.

 

Al tiempo que se servía el plato fuerte, finalmente se planteaba el problema más en su esencia: ¿la máquina comprendería acaso lo representado en su programa?, ¿podría decirse acaso que sin necesidad de comprenderlo fuese inteligente?

 

_ Turín –dijo entonces Wittgenstein–, nos ha dicho que lo único que necesita su máquina para ser considerada “inteligente” es poder convencernos de que es humana dando respuestas que no se pueden distinguir de las que esperaríamos recibir de un semejante.

 

Y entonces a Wittgenstein se le ocurrió otro experimento mental, y en tanto lo explicaba, Snow ordenó se sirviesen las copas con un rico Borgoña para acompañar las jugosas carnes de rosbif..., ¡desdichado del tal Prof.!, se tapaba los ojos con las manos, se cubría la cara, se apretaba la nariz, y nada más tragaba y tragaba saliva saboreándose esos manjares; pero ahí permanecía, más interesado en escuchar aquella disertación tan interesante de esos especialistas.

 

El experimento mental consistía en que alguien aislado y conectado al exterior mediante un teletipo y una especie de diccionario de jeroglíficos, y desde fuera, otro escribe mediante el teletipo dichos símbolos; el sujeto aislado los recibe, traduce apoyándose mediante el “diccionario” y envía la respuesta.  ¿Significa eso que el sujeto que responde desde el interior comprende el mensaje que traduce apoyándose en el diccionario?  Por lo pronto, parecería pasar la prueba de un sujeto inteligente, sin embargo, se evidenciaba que no había en ello comprensión de los símbolos.  Y Haldane hizo lo suyo haciendo ver que erróneamente se identificaba “inteligencia” con “conducta”.

 

Entonces Turing soltó el tenedor estrepitosamente, retiró su plato, y retomó su bloc de notas diciendo que se aclararía las ideas anotando los razonamientos de Wittgestein en términos axiomáticos.  Y ello despertó un interés especial en el Prof. que se levantó a husmear en los garabatos de Turing, el cual anotaba:  Axioma 1.- Los programas son objetos puramente sintácticos; Axioma 2.- Las mentes humanas tienen un contenido semántico; Axioma 3.- La sintaxis  no puede dar origen a la semántica; Conclusión.- Los programas no son necesarios ni suficientes para las mentes.  Había allí un polisilogismo complicado, y el Prof. se concentró en estructurar dicho polisilogismo a partir de los entimemas enunciados en los juicios de los axiomas, en lo que los comensales caían en una especie de discusión bizantina enredada por Schrödinger que introdujo otro extraño polisilogismo en relación con el magnetismo y la electricidad.  El Prof. se desatendió de ello un tanto concentrado en determinar la clase de sorites de Turing.  Resultaba que con Schrödinger ocurría otro tanto, le parecía que en la cadena de razonamientos de éste no había consistencia.

 

Haldane, presumiendo de marxista, objetó a Turing que para que su máquina pensara, ésta necesitaba interactuar con el mundo objetivo.  Turing le hizo ver que su máquina ya hacía eso con el hecho de nuestra programación.  Y en esa discusión las cosas comenzaron a complicarse por un lado, pero a echar las bases de la solución por otro: Haldane sacó el argumento de las señales analógicasen el humano, capaz de captar de conjunto por ejemplo los números reales (todos: naturales, enteros, racionales, y complejos), contra las señales digitalesen el robot que sólo aceptaría por ejemplo, la serie de los números enteros y así sucesivamente.  Hadlane introdujo adicionalmente a su argumentación el que la percepción de esas señales habría de ser precisa, y comenzó un intercambio violento de ideas interviniendo uno y otro casi arrebatándose la palabra, por lo que el anfitrión Snow golpeó varias veces una copa a manera de campanilla llamando al orden.  Y luego de hacer un resumen, el debate prosiguió.  Turing y Wittgenstein seguían enfrascados en sus posiciones; Schrödinger se levantó de la mesa y meditó un momento sobre alguna salida, y el miembro externo de la Academia de Ciencias de la URSS, volvió supuestamente con la posibilidad de una: ¡apoyándose en la filosofía budista, llegaba a la propuesta de que se omitiese la consideración del significado.

 

_ ¡Ahaa!, ¡diablos Mr. Schrödinger! –se mofaba el prof–, usted tan inteligente y vea nada más con las burradas que sale, eso le pasa por su inconsistencia en un marco teórico definido...

 

Haldane mismo, viendo la complejidad del problema, trajo a la mesa el principio de la Navaja de Occam, apelando a volver a la explicación más sencilla posible.  Y Wittgenstein propuso entonces que se enfocaran al problema del lenguaje como expresión clave del pensamiento y la inteligencia.

 

Viéndose la dificultad, Snow propuso un receso de diez minutos para reflexionar, tomar una copa y volver finalmente a la ensalada de esa apetitosa cena.

 

 



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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:02

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005 (2)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica;

México, 24 jun 10.

 

En ese momento Snow invitó a todos a pasar a la mesa para empezar la cena invitada.  Y al fuego acogedor de una hoguera, se distribuyeron en aquella mesa rectangular de roble puesta con elegancia y dispuesta para cinco.  Pronto reconoció a Wittgenstein, y a Schrödinger que se sentaron en las esquinas diagonalmente opuestas, y el anfitrión Snow a la cabecera, por lo que los dos restantes tendrían que ser, uno Haldane y el otro Turing, y pronto definió cuál era cual...  Quedaron los cinco a sus respectivos cubiertos..., y entonces el desarrapado Prof., el sexto a la mesa, tomó su lugar en la cabecera opuesta a Snow...  ¡¡Demonios!!...  Snow ordenó que trajeran la sopa, una exquisita y cremosa bisque de langosta, el desdichado Prof. jamás había visto tal cosa y puso en duda que tal cosa se comiera.  Ni modo, méndigo desarrapado, si que tenía mala suerte, ahora estaba ahí de fantasma sin poder hincarle el diente a nada, y como famélico perro callejero tercermundista en un puesto de tacos, nada más saboreándose y viendo comer a los demás.

 

Pronto Snow planteó específicamente el por qué de la invitación a esa reunión:

 

_ ...me gustaría oír sus sinceras opiniones sobre si existe la posibilidad de que estas máquinas computadoras sean útiles para tareas cognoscitivas más generales del tipo que asociamos normalmente al pensamiento creativo humano –y pasó a hacer un largo relato de la computación y las matemáticas, y sobre la Conjetura de Goldbach, por la cual, antes se creía que toda cuestión matemática bien planteada debía tener un respuesta determinada como verdadera o falsa tras una cadena de razonamientos lógicos– ... así pensaban los matemáticos de esa época.

_ Y así piensa todavía hoy día gran parte de la gente –interrumpió Turing-, incluida la mayoría de los científicos.

_ ¡Claro –habló el desdichado Prof. en voz alta sabedor de que no lo escuchaban, al tiempo que Snow continuaba–, todos eran unos mecanicistas comtianos o estaban imbuidos del “cientificismo” positivista!

_ Desde luego –continuó Snow–, pero en 1931 Gödel demostró que no es así, pues al menos una proposición no es demostrable en la lógica del mismo sistema..., y en consecuencia, ningún sistema lógico puede demostrar su propia consistencia.

_ ¡Claro! –volvió a intervenir el Prof.–, de ahí los postulados.

_ En 1935 –dijo entonces Turing– el Problema de la “Decisión de Hilbert” acerca de una estructura lógica en que se demuestre todo enunciado matemático, quedó anulado para siempre con el trabajo de Gödel; en tanto que yo planteaba que los pasos lógicos que se dan para construir una prueba son los mismos que seguiría una calculadora humana para realizar un cómputo.

_ Mhmmm... –el Prof. sentía que no estaba muy convencido de esa afirmación.

_ En ese sentido la importancia real de estas máquinas computadoras reside en su capacidad para imitar el pensamiento humano... –interrumpió Snow, que mezclaba el principio de incompletud de Göedel que rompía con toda pretensión de rigidez y mecanicismo lógico, con la posibilidad de que un robot adquiriera con base en ello la libertad misma del pensamiento humano.

_ Mhmmm... –reflexionaba en silencio el sexto en la mesa.

 

Luego Turing tomó la palabra y dio una larga explicación del sistema de programación que daba sus primeros pasos, pero que el propio Prof. hacía ya veinte añoshabía utilizado.  Ahora simplemente conocía cómo había nacido la idea.  Mas de pronto, al entenderse que no se podía determinar de antemano el tamaño de la cinta de programación, Schrödinger hizo una observación.

 

_ Así que estos resultados de Gödel muestran que existe un problema que no se puede resolver siguiendo los pasos de un programa.

 

<<¡Alto, alto!>> se dijo el Prof. para sus adentros: ¿la longitud de la cinta de programación ha de ser resultado necesariamente determinado de los pasos de un programa?, o dicho de otro modo, ¿la longitud de la cinta de programación es objeto del programa mismo?, y él se daba a sí mismo la respuesta: no, no es así, la longitud de la cinta de programación es independiente del programa, la longitud de la cinta de programación no pertenece al sistema programado, no está en su lógica.  O no entiendo, o hay aquí un falso problema: pretender conocer de antemano no sólo la cantidad de las líneas de programación, sino la longitud de la cinta programable necesaria, y ni una ni otra cosa forman parte del sistema de programación; el programa no les necesita para determinarse.

 

De momento la discusión se desvió del problema esencial a las previsiones que podían hacerse de la computadora; y cortos se quedaban en sus previsiones para lo que de información portaba ya el desarrapado prof venido del futuro y ahí como sexto en esa mesa.  Mas Wittgenstein llamó la atención a volver al punto esencial: el problema de si una máquina puede pensar realmente como un ser humano.

 

_ Yo no alcanzo a ver en absoluto –decía Wittgenstein–, la relación entre escribir y borrar un montón de ceros y unos en una larga cinta con pensar.  Los cerebros no son máquinas y sería un error absoluto creer que lo son.

_ ¡Claro!, bien, muy bien Mr. Wittgenstein –festejaba el Prof.

_ Disculpen ustedes –dijo Turing–, en primer lugar, déjenme explicar la constitución física del cerebro.  Creo que entonces verán de qué modo su estructura está representada físicamente en la estructura de la computadora..., y un aparato de este tipo sería capaz de pensar verdaderamente.

 

Y Turing disertó sobre todo eso de las neuronas y los axones y las dendritas, el sistema binario del “On” y el “Off” de los circuitos eléctricos neuronales, etc., hasta que finalmente Wittgenstein se desesperó e interrumpió para observar.

 

_ ¡No irá a decir –dijo Wittgenstein que tiraba su servilleta sobre la mesa y se inclinaba sobre ella para impugnar las afirmaciones de Turing– que el patrón de datos almacenados en esos diversos apartados de correos de la máquina o en el modelo ON/OFF de las neuronas del cerebro puede ser interpretado como pensamientos!  Es necesario un hombre situado fuera de la máquina para interpretar que estos patrones se refieren a algo.

_ ¿Niega usted –interrumpió Schrödinger–, que haya leyes del pensamiento que podamos descubrir para explicar el acto de pensar, del mismo modo que usamos la ley de la gravedad o las leyes de la química para explicar los fenómenos físicos?

_ Digo que toda concepción moderna del mundo –replicó Wittgenstein–, se basa en la ilusión de que las llamadas “leyes de la naturaleza” expliquen los fenómenos naturales.

_ ¡Demonios posmodernista Wittgenstein! –le recriminaba el Prof.–, cierto que la actividad inteligente que se expresa en el desarrollo de un programa no significa pensamiento, ¡pero ha ido muy lejos al decir que no hay leyes ni de la naturaleza ni de la sociedad ni del pensamiento humano!

_ Si está usted insinuando, Wittgestein –dijo Snow–, que no sólo el pensamiento humano traspasa la observación de las reglas, sino también todos los demás procesos naturales, eso va a exigir su propia explicación.

 

Y Snow ordenó se sirviera el pescado, y se escanciaron las copas con vino blanco Montrachet...  El desdichado del Prof. se derrumbó sobre la mesa salivando a más no poder, y de hecho prefirió ir a la cocina, y a discreción intentó beber agua directamente de la llave para saciar su sed; mas, desdichado, ¡ni eso!, su mano no podía asir la llave del grifo.  En el lapso, recordaba el marco teórico de Witgenstein.  <<Ludwig Wittgenstein (1889-1951), uno de los fundadores de la filosofía analítica, que creía en la posibilidad de un lenguaje lógicamente perfecto: el de la lógica matemática; fuera de ello, según él, todo carece de sentido científico...>>, ¡bha!, positivista.   Wittgenstein desvinculaba lo lógico-gnoseológico de lo ontológico, y con ello caía en posiciones solipsistas, esto es, de ese inmanentismo del aislamiento y soledad del hombre y su conciencia; ¡ah, diablos!, existencialista.  No era de extrañar pues su afirmación sobre la “ilusión de las llamadas leyes de la naturaleza”, y claro, para él como buen positivista, la esencia de los fenómenos no es posible conocerla; la naturaleza para él no dependía de sus propias leyes, es decir, no tenía una determinación ontológica, sino sólo a partir de la conciencia del sujeto y del lenguaje ideal: la lógica matemática.  Es así como seguramente argumentaría ese traspaso de la naturaleza de sus “propias reglas”, y pues sí, en esas condiciones de subjetividad extrema, las cosas pueden ser como a cada filósofo idealista se le ocurra.

 

En fin, aquellos desgraciados bien que tragaban ya su lenguado meunière“ligeramente dorado y bañado en mantequilla”, les decía el sirviente, y él ahí como idiota, bueno, como siempre.

 

El hecho es que entre bocado y bocado de ese “dorado y mantequilloso” pescado, pasaron a los comentarios sorprendentes para ese momento, pero ingenuos para el Prof. que llegaba ahí venido de 56 años después, acerca de cómo habría de evolucionar el lenguaje de las máquinas computadoras, y percibir sin dificultad que Turing tenía razón: finalmente, si a una máquina somos capaces de programarle hasta el que ella sea capaz de autoprogramarse, la idea de éste sería realizable, incluso hasta en el orden de las emociones y los sentimientos: <<cuando la computadora hembra te diga a ti, computadora macho, que “no”, llora y desgárrate por dentro hasta el abatimiento>>, jaja, al tal Prof. no le quedaba mas que reírse así para aliviar su triste condición.  Y a ese desdichado pseudomarxista del Haldane aun se le ocurría de ejemplo un problema poniendo de por medio el “filete de lenguado” que el desgraciado se zampaba.

 

Wittgenstein refutaba a Turing diciéndole que los criterios para todo ello no se encontraban en la lógica de las máquinas, las cintas y los códigos, sino en la práctica real de una comunidad lingüística; las máquinas no eran capaces de participar en un juego lingüístico como del que participaban ellos, aseguraba Wittgenstein, que levantaba la voz desesperado por aquello que le parecía una aberración de parte de Turing.

 

_ ¡Calma Wittenstein, calma! –decía el Prof.–, ya se parece a mi de apasionado...

_ Espere un momento Wittgenstein –dijo Schrödinger inclinándose y extendiendo una mano hacia él en señal de que se calmara– ...lo que no comprendo en esta línea argumental es cómo entra en el proyecto de Turing el tipo de conducta inteligente asociado al aprendizaje.

_ Sí –intervino Snow–, y si la máquina no está dispuesta a cambiar de opinión y a adaptarse a circunstancias nuevas, a dar respuesta incoherentes, en fin a un comportamiento extraño e impredecible; si una computadora no puede hacer esto, entonces no veo cómo podría exhibir jamás algo parecido a lo que llamaríamos inteligencia humana.

 



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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 08:01

Clich--Literatura

El Sexto en la Mesa.  Cuento, 2005.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica de Geografía Teórica,

http://espacio-geografico-over-blog.es/;

México, 21 jun 10.

 

 

A los participantes

del “Coloquio de San Jerónimo”:

última llama humanista

frente a una sociedad de alienígenas

 

En uno de los momentos más exquisitos de su vida por un encanto apenas descifrable; ¡ah, si les contara la razón de ello en este desdichado miserable!, él era un desarrapado más de esa sociedad inhumana tan injusta y desigual..., ¡justo por eso estaba ahí!; de ser un sujeto económicamente rico, no estaría en los libros ni manejándose en la físico-matemática del hiperespacio; no, ¡qué va, ello sería estúpido!, estaría ligando bellas chicas en algún bar, ciertamente unas alienígenas tan vacuas como hermosas, y haciendo con ellas lo que estuviese en su placer, satisfaciendo hedónicamente necesidades materiales y sexuales mutuas; estaría en reuniones sociales seduciendo mujeres hermosas ya disponibles ya ajenas, y más aun en esta última condición, para agregar adrenalina a la aventura.  Pero no, él era una máquina de producción, un pobre diablo, uno más...

 

Y sin más en qué entretenerse y concentrar sus energías que sus libros y el pensamiento, he ahí que de improviso, luego de tanto tiempo de andarle dando vueltas al asunto, se encontró con las funciones continuas no derivables, cayó en cuenta de que se trataba no de una esfera regular ideal por sí sola, sino de la superficie irregular misma de la Tierra y su homotecia; y vio que ello daba una dimensión intermedia, no era pues 1, sino 1.26 (log 4/log 3), y ese factor de la razón áurea entre el cubo y el teserrac, le confería la posibilidad de hacer viajes en el tiempo.  No cabía en su asombro, tenía que probarlo de inmediato.  Retroceder en el tiempo en menos de cincuenta y cinco años lo volvería a cualquier momento de su propia existencia, por lo que el desafío tendría que ir más allá, bueno, un año más allá era suficiente..., y en la ecuación incluyó el factorial de 1949...

 

El imbécil era tan descuidado, y eso que se decía Profesor en la Universidad de esa sociedad de alienígenas, ¡bha!, aun cuando quizás por ello mismo; él era el tal Prof., le gustaba andar en mil cosas y una de tantas era que estudiaba el asunto de la realidad y naturaleza del espacio, y en una de esas ligerezas experimentando con los viajes en el tiempo, se encontró que p1(f,l)(n-1) de las órbitas de traslación y rotación de a Tierra, lo puso impensadamente –en un principio no lo sabía, pero poco después se enteró-, ¡en la espaciosa antesala de una casa para profesores en la misma gótica Universidad de Cambridge, Inglaterra, justo donde estudiara Charles Darwin!, unos cincuenta kilómetros, ligeramente al noreste del Observatorio de Greenwich, cerca de Londres, o sea p0(f,l) desviado del observatorio en e(q,d), donde el valor de las coordenadas polares era: q =12º y d=50 km...  <<¡Animal!>> –se decía a sí mismo en su pensamiento, aun cuando quería gritárselo, pero alertaría a los habitantes de ese departamento y seguro sería aprehendido y llevado a prisión por intruso-, en buen lío estaba.  Lo primero que hizo fue intentar salir de inmediato, pero percibiendo personas aproximarse, optó por ponerse a resguardo.  Apenas lograba ocultarse, voces de una lengua extraña se escucharon llegar; cuando sonaba la puerta y acudía a abrirla un hombre ya de edad, calvo, de pronunciada papada, grandes lentes y ojos saltones, éste abría y recibía a dos sujetos.

 

_ ¡Ah! Nuestro contingente austriaco –dijo el anfitrión-, muy bien.  Me pareció oír el sonido del alemán por el pasillo.  Y justo a tiempo, además.  No hay nada que admire más en un hombre que la puntualidad.  Pasen por favor –y uno de ellos, pálido y algo contraído, cual si llevara la muerte a su lado, entraba penosamente arrastrando los pies-; por favor –continuaba indicando el viejo- sírvanse una bebida del aparador, tenemos un jerez muy bueno de la bodega del colegio.  ¿O preferirían ustedes algo más fuerte?

 

Unos instantes después, el idiota aquel oculto tras unas cortinas en la antesala, se enteraba que el estado de ánimo de aquel hombre era por la reciente pérdida de su hermana.  Era una reunión extraña, no se entendía bien de qué trataban, pero pronto él empezaría a dilucidar la situación cuando otra vez escuchaba al viejo dirigirse a hombre apesadumbrado.

 

_ Y bien, Wittgenstein, dígame, ¿cómo encuentra la vida fuera del seno académico de Cambridge?

 

¡¡”Wittgenstein”?!, y oculto tras las cortinas entornaba los ojos pensando en que ese nombre le era conocido... ¡Claro!, nada más faltaba que fuera el “Wittgenstein” filósofo.  <<Cambridge, académico>>, se decía el tal prof. allí oculto, como que suena a posible...

 

_ La prefiero infinitamente.  La vida académica es detestable... –respondía el tal Wittgenstein, que luego citaba a Einstein para justificarse...

_ Algunos de mis colegas marxistas de Londres –intervenía otro hombre en la plática, pero cuando éste mencionaba su filiación marxista esto atrajo enormemente la atención del oculto en el escondrijo– mencionaron que hace algún tiempo estuvo usted planeando trasladarse a Rusia y dedicarse a la enseñanza en Moscú.  ¿Es cierto?

 

Aquel hombre apesadumbrado respondió con la clásica frustración del desencanto pequeñoburgués que creía que el socialismo crearía el paraíso de inmediato, sin entender el proceso, apenas en 1935, que fue la fecha que Wittgenstein mencionaba en que había estado en Rusia.

 

_ Yo he visitado Rusia varias veces –dijo el de la voz que se decía marxista– y me ha impresionado muy favorablemente el trato que dan a los científicos y a la ciencia.  Pero –y con ello pretendía coincidir con su interlocutor– no puedo decir que realmente acepte la clase de comunismo de Stalin; es demasiado económico.

 

Y el Prof. escondido en la antesala y que escuchaba aquella conversación, comprendía que aquel pobre hombre que se decía marxista, no entendía de marxismo ni “j”.  Resultaba que su desencanto había sido por el caso del stalinista Lysenko de apenas hacía un año.

 

_ Piense en la pureza espiritual que emana de ideal comunista, Haldane.  La clase obrera... –le decía así Wittgenstein.

 

En fin, intercambiaban ideas, y el tal Wittgenstein resultaba más marxista que aquel que se decía serlo abiertamente y que ahora el tal Prof. sabía que se llamaba Haldane; pura simulación, con tales “marxistas”, cualquiera hace fácilmente escarnio de Marx y el socialismo.

 

Al mismo tiempo tenía lugar otra conversación en el otro extremo de la Sala, y ente estos otros de lo que se hablaba era del problema del “libre albedrío de Schrödinger”.

 

_ La incertidumbre que surge de la naturaleza mecanocuántica del electrón no tiene absolutamente nada que ver con el problema del libre albedrío frente al determinismo como corresponde a la conducta humana...

 

¡Diablos! –eso último suena bien, los fenómenos de la matemática o de la física y menos aun del microcosmos, nada tienen que ver para explicar los fenómenos sociales, se decía el Prof. ahí oculto–, pero, pues estos quiénes son, de qué rayos se trata esta reunión..., y ya le preocupaba el no encontrar el momento para escabullirse.  Y en ese momento escuchó el nombre del anfitrión, pues su interlocutor se refería a él mencionándolo: Snow, al que se le preguntaba el para qué les había hecho ir allí, y de ahí dedujo que ni ellos mismos sabían de qué se trataba la reunión, en la que para empezar, hablaban de cosas tan disímbolas.  En eso tocaron nuevamente en la puerta.

 

_ Esperemos –dijo con voz fuerte el que se llamaba Haldane y presumía de marxista–, que sea el invitado que falta, Snow.  Echaré un vistazo –este abrió y entonces entró un hombrecillo tímido y estrafalario–, ah, el Dr. Turing, supongo –bromeó Haldane, al recién llegado se le invitó algo de beber, al tiempo que Snow le presentaba al resto de los invitados.

_ ¿Conoce usted al resto de los invitados, a Schrödinger, Haldane, y Wittgenstein?

 

¡¡Diablos!!, se dijo el desarrapdo del Prof. enormemente sorprendido al escuchar que uno de los presentes se apellidaba Schrödinger, y con ello resultaba que pues sí, el tal “Wittgenstein” es Wittgenstein, y el que explicaba el asunto del libre albedrío ¡era ni más ni menos que el mismo antivitalista Erwin Schrödinger, miembro extranjero de la Academia de Ciencias de la URSS!  El Prof. conocía de estos dos, a los demás no los había oído mencionar antes, quizás a Snow, le sonaba el nombre, pero no estaba seguro.  Ahora el asunto ya no era tanto el escabullirse, sino el ponerse cómodo para continuar escuchando sin ser descubierto...; o de plano, ser invitado, pero cómo, si él apenas es un pobre diablo muy lejos de esas elites intelectuales.

 

Podría salir de su escondrijo tranquilamente y decir: “Señores, heme aquí, he realizado un viaje en el tiempo desde el futuro”, esos hombres de ciencia no tendrían por qué sorprenderse.  Pero no obstante había dos inconvenientes: uno, que lo declararan loco y llamaran a la policía; y dos, que de creerle, él y su experiencia serían el centro de la reunión, cuando realmente lo que él quería era escucharlos.  El desdichado Prof. –cuyo segundo apellido era tan altisonante como “Wttgenstein” o “Schrödinger”, como “Snow” o “Turing”, o hasta “Haldane”–, se rascaba la cabeza tratando de hallarle una solución a su complicada situación.  La angustia de la necesidad de ir al sanitario definiría la suerte, y ya no aguantaba; las cortinas deberían estarse moviendo demasiado con su danza detrás de ellas, y ya se imaginaba a tal Haldane percatándose del extraño.  Entonces el tal Prof. no tuvo más remedio que salir de su escondite.

 

_ ¡Puff!, ¡uff!..., buenas noches –dijo éste–, disculpen, ¿el sanitario?... –y cuando esperaba que entonces todos sorprendidos por el hecho se concretaran a levantar la mano y señalar a dónde tenía qué dirigirse, resultó que no fue así, que ni siquiera se percataron de su presencia.  Se decidió entonces por busca dicho sanitario en el clásico lugar al fondo a la derecha.  Momentos después salió, creyó que todos lo esperarían–; ¡uff!, ¡ahaaa!, gracias, thank you, thank you very much... –se justificaba innecesariamente pues ni quien le hiciera caso.  El esperaba ya ese: “¡¿Y usted quién es y qué hace aquí?!” preguntado inquisitivamente por Snow, pero nada..., él era ahí menos que un alien, era un fantasma.

_ Eh..., mhmmm.., ah..., bueno…, pues miren…, es que..  –trataba de llamar la atención para sí, y nada, todos seguían en lo suyo; y entonces se alegró hasta la locura; podía hacer “ruido”, moverse, lo que quisiera, él era ahí como un fantasma; o de plano sin el “como”; él era ahí un fantasma.  Sin duda estaba ahí presente como consecuencia de una intersección interdimensional entre la tetradimensionalidad hiperespacial de su movimiento temporal –y entonces él podía verlos sin ser visto dada la conexividad del espacio–, y la tridimensionalidad de la reunión de ese quinteto de Cambridge, ¡guauuu, exquisito!



[*] Cuento Corto con motivo de la materia de “Pensamiento Crítico y Creativo” de la Maestría en Educación; a partir de la lectura de “El Quinteto de Cambridge”, de John L. Casti; Editorial Turus, Madrid 1998.

 

 


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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 07:03

 Principio y Fin

de una Histórica Etapa de Transición

en el Desarrollo de la Geografía en México,

1979-1989.  Artículo, 2010 (3/3).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 28 jun 10.

 

 

Sin embargo, derivado del Seminario: “Tendencias y Perspectivas de la Problemática Profesional y Académica de la Geografía”, en septiembre de 1989, organizado en el Instituto de geografía, por el Colegio Mexicano de Geógrafos Posgraduados, éste publicó el primer número de la Serie con el título de “Geosofía”, en ese final de la década, subtitulada: ”Apoyos a la Investigación y Docencia”, siendo ese primer número de la Serie el único documento enteramente crítico en el ámbito “oficial institucional” (al final, los miembros del CMGP, son básicamente los mismos investigadores del Instituto de Geografía y académicos del Colegio de Geografía, si bien, quizá, en una agrupación deseosa de propiciar cambios); y tal publicación necesariamente ocurrió, como simple reflejo, ya ineludible para ese momento, de la situación de crítica generalizada que prevalecía.

 

Afortunadamente, gracias a la publicación en la contraportada de esa revista del plan de ediciones, podemos saber que debió haber un segundo número discutiendo la misma temática que el primero, sin que finalmente supiésemos si ese segundo número y el resto de la serie se publicó o no.

 

El propósito de este artículo ha sido enumerar las revistas que conocimos en una caracterización general, sin entrar en el análisis de su contenido, por lo que ello lo comentaremos en otra ocasión.

 

Calificar, pues, de “Histórica Etapa de Transición”, a este momento de la década de los años ochenta, no es por hiperbolizar nuestro personal papel protagónico en el proceso, sino, simplemente, por la naturaleza misma del conjunto de los acontecimientos dados.

 

La conservadora y oscura “oficialidad institucional”, dándose cierto margen de libertad de crítica a través del Colegio Mexicano de Geógrafos Posgraduados (pues no eran mas que los mismos), para septiembre de 1989, acabó haciendo un foro especial sobre la problemática teórica de la Geografía, no casualmente (disfrazado incluso de un asunto muy académico).   La institucionalidad llegaba a ello al final de la década, presionada por los acontecimientos ya insoslayables (calificados de “lapsus de crítica” en dicha revista); y entre ellos, el que apenas dos meses antes, con fecha 7 de julio de 1989, quedara formalmente fundada mediante Escritura Notarial, la “Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía, sc”.

 

Del antiguo e ingenuo proyecto de la “AGC”, se conservó el reducido grupo de cuatro geógrafos formado por Silvia Castro López, Vasthy López Vaca, Elios Salgado Herrera, y Luis Ignacio Hernández Iriberri.  Pero hacia 1987, entramos en contacto con el compañero José C. Martínez Nava, cuya tesis de Licenciatura trató sobre el método dialéctico materialista en Geografía, de donde derivó nuestra profunda identidad; y en una práctica natural de una estrecha relación de amistad, se hizo rutina la discusión teórico geográfica, que a poco devino en proyectos, hasta consumarse todos ellos en la creación de la SMTHG, sc.

 

Diez años después a la AGC, la SMTHG era un proyecto plenamente maduro en su forma y contenido, fundada en una teoría geográfica original y propia; no casualmente todo el aparato institucional se movió inquisitorialmente para bloquear sus actividades, y nada como la fundación de la SMTHG resultó tan profundamente cuestionadora –sin que ese fuera nuestro propósito; sabíamos que estábamos haciendo algo trascendente, pero no podíamos dimensionar con clara conciencia su verdadera magnitud– a esa geografía “oficial institucional”, conservadora, acientífica, oscurantista; que finalmente con el Seminario: “Tendencias y Perspectivas de la Problemática Profesional y Académica de la Geografía”, se movió en nuestra dirección.  Pero cuando con todas sus limitaciones lo hizo mostrando que no entendía en el fondo la situación, concedió en los hechos a la SMTHG y todo lo que históricamente ésta ya representaba, el triunfo no sólo intelectual, sino toda la autoridad moral en esa transición.

 

Con la aparición de la SMTHG, culminó la histórica etapa de transición, y con sus trabajos, entre ellos la trascendental publicación en el año siguiente de su órgano de difusión: “Ilhuícac, Revista de la Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía”, 1990; se inició un nuevo y complejo momento histórico de la Geografía en México.

 

Ilhuícac fue, por decirlo así (ya no supimos nada más de lo sucedido en los años noventa), la última revista en aparecer; pero no fue una revista más, sino la revista especializada en geografía teórica; una revista no equiparable a ninguna anterior nacional o de las publicada en el mundo, plenamente original en su propuesta; que podía disputar, por la calidad de su contenido, un lugar entre las mejores.

 

Pero justo cuando enfilaba en ese sentido aún con escasos recursos, ahora ya no por la adversidad de un aspecto particular del sistema, sino por el fracaso total del Estado mexicano y junto con él de la sociedad mexicana misma que entró en la más profunda crisis de su historia contemporánea; económica, social, educativa, moral, y política; tal proceso de desarrollo, no sólo personal o de los miembros de la SMTHG en su colectivo, sino del desarrollo de la Geografía misma en México, se detuvo de golpe.

 

El fracaso del Estado mexicano y de su sociedad; con lo que, de hecho, se hundió para siempre, puesto que, de entonces a la fecha todo ha sido un declive constante en la incontenible quiebra del sistema capitalista, incluso ocurriendo en el contexto del derrumbe del proyecto socialista dado en ese justo momento; tenía que correr paralelamente al inicio de una nueva edad oscurantista, a lo que le es propio la “proscripción” con el “no-nombrar –no citar, no referir, no dar los créditos–, para que no exista”, como la nueva forma de la “quema herejes”, con el plagio y despojo impune de las ideas de los mismos.

 

Hasta que a mediados de 2009, de pronto, enfrentando el abrumador oscurantismo, como de la nada, aparece: “Espacio Geográfico, Revista Electrónica de Geografía Teórica”; y, otra vez, tal cual como hacíamos y “decíamos ayer…”, es la primera revista electrónica de geografía teórica en la red internacional.

 

Y, más aún, a partir de ahora, habremos de dar continuidad a “Ilhuícac, Revista de la Sociedad Mexicana de Teoría e Historia de la Geografía”, ahora como revista electrónica en el propio sitio de la SMTHG.

 


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21 junio 2010 1 21 /06 /junio /2010 07:02

 Principio y Fin

de una Histórica Etapa de Transición

en el Desarrollo de la Geografía en México,

1979-1989.  Artículo, 2010 (2/3).

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

“Espacio Geográfico”, Revista Electrónica

de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 24 jun 10.

 

Con el inicio de la década de los años sesenta, nace la Asociación Mexicana de Geógrafos Profesionales, 1961.  Es la primera asociación profesional de geógrafos, y se convierte en la gran organización del gremio creada a iniciativa del Dr. Jorge A. Vivó, surgió como condición necesaria para la estructuración y desarrollo de los estudios profesionales de geografía en México.  Al parecer, no editó algún documento de circulación interna (lo desconocemos), y nos parece que tampoco publicó ningún Boletín o Revista de difusión; las publicaciones que de ella tenemos se refieren principalmente a ponencias o informes de participación en los Congresos Internacionales de Geografía, publicados en el Anuario de Geografía, a cargo de la Facultad de Filosofía y Letras.

 

En ese entonces, los interesados que estudiaban la disciplina, eran principalmente los profesores de la Escuela Normal Superior (el entonces Departamento de Geografía era una especie de escuela “Normal de elite”), y, por supuesto, con el objetivo de la enseñanza de esta materia.  La mayoría de esos profesores normalistas, eran mujeres; profesionalmente, en ese momento cumplían una función avanzada que contribuyó a la consolidación de los estudios superiores de geografía; pero, a la vez, fue ahí donde se formó el llamado “Matriarcado”, como una mafia ultraconservadora que para mediados de los años setenta ya había cumplido su misión, había sido superada, y ahora obstruía el desarrollo mismo de esta ciencia; y antes que entender el proceso de entrega a las nuevas generaciones, se cerró al absurdo de una protección eterna de sus intereses.

 

Con una institucionalidad de la geografía en México profundamente conservadora y acientífica, la expresión progresista y de ideas avanzadas sólo podía emerger entre los estudiantes; y las generaciones escolares de 1975 a 1979, estuvieron ya a la altura de las circunstancias para la palabra crítica e independiente.

 

Debe mencionarse, no obstante, que entre las revistas independientes (elaboradas a partir de asociaciones profesionales), hubieron en ese entonces unas más independientes que otras.  Por ejemplo, independiente pero en una línea plenamente “oficial institucional”, críticamente anodina, fue la revista “anig”, del “Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas”; una asociación profesional en el ámbito de la Escuela Normal Superior (particularmente de Nuevo León), entre los profesores de enseñanza de la Geografía para la Educación Básica.  Como ésta hubieron quizá otras asociaciones; recordamos, sin más datos, por ejemplo, el “Seminario de Investigaciones Geográficas”, que representaba el Prof. Antonio Sánchez Molina.

 

Luego, a mediados de 1978, preparándonos para egresar de la Licenciatura en Geografía, impensadamente, toda esa generación de estudiantes dábamos inicio a una etapa histórica de transición, de enorme trascendencia.

 

Por dos partes, independientemente, se empezaron a concebir sendas organizaciones profesionales.  Hicimos saber al Dr. Carlos Sáenz de la Calzada que un grupo de estudiantes; del grupo que identificaremos por la “La Gota”, nombre tomado de un rústico periódico político estudiantil que editábamos; avanzábamos en ello; a la vez que él concebía con otro grupo de estudiantes alrededor del Dr. Ángel Bassols Batalla, la creación de otra asociación profesional: la “Unión de Geógrafos Progresistas de México” (UGPM), que se funda en ese mismo año.

 

Así, la “Unión de Geógrafos Progresistas de México”, fue la primera asociación profesional de geógrafos con un ánimo crítico en el espíritu del marxismo e independiente, fundada a mediados de 1978, siendo su primer Presidente el mismo Dr. Carlos Sáenz de la Calzada.  Y así, impensadamente, la AMGP, el “gran gremio” organizado en ella, llegó prácticamente a su fin, por lo menos, en lo que al papel que representaba (más aún que al año siguiente falleció el Dr. Jorge A. Vivó, y egresaba una nueva generación de geógrafos que ya no centraría su atención en formar parte de la AMGP, sino que creaba sus nuevas asociaciones profesionales).  Más evidente el hecho de que ahí comenzó una época distinta, no podía ser.

 

Por nuestra parte, el grupo de “La Gota”, que no participamos en el proyecto de la UGPM pues no simpatizábamos con sus interpretaciones ni sociopolíticas ni de la Geografía como ciencia, procedimos más lentamente, esperando el momento límite de nuestra salida de los estudios hacia fines de 1979; ahí elaboramos un escrito: “Proyecto para una Asociación Geográfica y de Ciencias Afines”, fechado en septiembre de 1979, que simbólicamente leímos y dimos a firmar a los compañeros que desearan participar de la iniciativa de crear una asociación profesional.

 

Formábamos el Consejo de Iniciativa: Silvia Castro López, Jorge Luis Ramírez Hernández, y Luis Ignacio Hernández Iriberri; y firmaron, además, aquel histórico documento: Edgar Carpinteyro Iturbe, Lydia Ortiz Condado, Irma Garduño García, Matías Huicochea, José Manuel Espinoza Rodríguez, Francisco Javier Mendoza, Silvia Alcalá Tejeda, Hilario Martínez Sánchez, Arturo Figueroa, y Enrique Torres (y una firma más, desgraciadamente irreconocible); quince firmas; en el proceso no hubo ningún docente participando.  Se elaboró la Declaración de Principios, y para diciembre se tenía ya el Plan de Trabajo, pensado para un primer ejercicio bienal de 1981-1982.  Como puede verse, dándonos plazos muy largos entre una acción y otra, producto de nuestra inexperiencia en esos trabajos.  Pero, finalmente, con fecha 18 de octubre de 1980, en el Aula 306 de la Facultad de Filosofía y Letras, nos reunimos para constituir la asociación profesional a la que dimos por nombre: “Academia de Geografía y Ciencias, ac” (AGC); y apareció así, con ella, y dos años después, la segunda agrupación de geógrafos, crítica e independiente.

 

Lo que la AGC sí logró hacer en lo inmediato como parte del VI Punto de su Programa, fue elaborar el “Boletín de la AGC” (documento de circulación interna), cuyo primer número correspondió al trimestre de abril a junio de 1981.  Dicho documento no tenía, pues, el carácter de ser la revista de la Asociación, como su órgano oficial de amplia difusión, sin embargo, por su estructura y contenido, como por sus fines mismos de ensayar la posterior edición de tal revista, el “Boletín de la AGC”, en sus dos escasos números trimestrales que sólo lograron editarse, muestra con toda claridad nuestra comprensión de la Geografía hasta ese momento, aún determinada por nuestra formación académica, pero a la vez ya en franco cuestionamiento.

 

El nombre mismo de la Asociación, que venía desde 1979, que luego resultó no muy apropiado, como de “Geografía y Ciencias”, lo evidencia, en esa comprensión de la Geografía como ciencia de síntesis de un sistema de ciencias; y por su estructura y concepción, siguió el estilo de Geocrítica, independientemente de su influencia, pues desconocíamos dicha revista en su conjunto.

 

La fundación de tales asociaciones profesionales fue la condición de necesidad para posibilitar la posterior publicación de sus revistas.  La AGC, con muy limitados recursos y sin grandes pretensiones en la difusión, editó desde 1981 algo aproximado a lo que en el futuro pretendía como su revista, con su “Boletín de la AGC”.  Y respecto de la UGPM, no fue sino hasta cinco años después de su fundación que, por su parte, en el segundo semestre de 1983, editó su propia revista (luego del I Simposio de Enseñanza de la Geografía, del IX Congreso Nacional de Geografía, y de la presentación de nuestra tesis de Licenciatura en donde aportamos un fundamento teórico distinto para esta disciplina de conocimientos, dado en la reconsideración del objeto de estudio, como el espacio terrestre): “Posición, Revista de Crítica y Análisis Espacial” (no obstante el rechazo que se dio en IX Congreso Nacional de Geografía, a nuestra ponencia en la que presentábamos a la Geografía como ciencia del estudio del espacio terrestre), ahora ya con la Presidencia misma del Dr. Ángel Bassols Batalla en la UGPM, en una línea, por lo menos teórica e ideológicamente militante, muy próxima a Antipode.

 

Así fue, y eso sólo fue el principio de lo que habría de ser una larga y dificultosa década de transición en lucha contra el orden conservador establecido, que implicó –con la condescendencia misma de la “progresista” UGPM– el rechazo de alguna de nuestras ponencias, la mutilación de otra, el bloqueo de nuestra tesis de Maestría en Geografía, y nuestra no-aceptación personal en la cátedra universitaria.  En suma, una “proscripción” inquisitorial oscurantista en el “no-nombrar, para que no exista”, y no citando, ni refiriendo, ni dándosenos los créditos correspondientes, incurriéndose al final, impunemente, en el despojo y plagio de ideas.

 

Posición mejoró con mucho la calidad de sus ediciones, publicándose de manera continua a lo largo de la década (y todavía conservamos una publicación de 1992, y suponemos que aún continuó publicándose).  El Boletín de la AGC, no pasó de dos rústicas ediciones en 1981, y la AGC misma se disolvió con el tiempo, no más allá de 1983.

 

En el lapso mismo de esa década, subrayamos, en la objetividad de la caracterización que hacemos de ella; por una parte, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), inició, al parecer con muchas dificultades, entre otras, de concepción crítica o no de la misma revista, su propia publicación, con el simple título de “Geografía”, 1984, finalmente admitiendo, por lo menos al principio, artículos de crítica.  Por otra parte, surgió otro tipo de Asociación Profesional en el nivel del Colegio de Geógrafos (concebido en la AMGP desde principios de los años setenta), que publicó la acrítica revista, “Geografía y Desarrollo”, en 1987, del Colegio Mexicano de Geógrafos Posgraduados, AC, en los lineamientos mismos del Instituto de Geografía.

 

Otra asociación, la “Asociación Geográfica del Estado de México” (AGEM), de la Universidad Autónoma del Estado de México, a su vez publicaba, no periódicamente, en esos mismos años, una modesta y acrítica revista titulada “Coordenada-14”, aun cuando de la cual poseemos únicamente su Nº 5, de 1989.

 

Sin embargo, derivado del evento especial: “Tendencias y Perspectivas de la Problemática Profesional y Académica de la Geografía”, del Colegio Mexicano de Geógrafos Posgraduados, en septiembre de 1989, publicó, con el título de “Geosofía”, en ese final de la década, la Serie, como se subtitula, de “apoyos a la investigación y docencia”; siendo los dos primeros números de la misma los únicos documentos enteramente críticos en el ámbito “oficial institucional”; y sin duda, lo cual se dio como simple reflejo, ya ineludible, de la situación de crítica generalizada que prevalecía.

 



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