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  • : Espacio Geográfico. Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
  • : Espacio Terrestre: objeto de estudio de la Geografía. Bitácora de Geografía Teórica y otros campos de conocimiento del autor. Su objetivo es el conocimiento científico geográfico en el método de la modernidad.
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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 22:04

Clich--Filosof-a

La Investigación Científica:

Fundamentos de la Teoría

del Conocimiento (4)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

 

"Espacio Geográfico", Revista Electrónica
de Geografía Teórica; 

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 19 oct 09.

 

                              Ubicados como idealistas o materialistas según consideremos qué es primero, si la idea o los objetos materiales, respectivamente; siguió el definir si, en el campo del idealismo, éramos idealistas objetivos (metafísicos), o idealistas subjetivos (fenomenologistas); o en el campo del materialismo, si éramos mecanicistas o dialécticos.  Todo ello, según se interpretara la manera en que opera el proceso del conocimiento, ya como la revelación de un mundo aparente, o bien como construcción o reconocimiento de la realidad objetiva, en el caso del idealismo; o, en el caso del materialismo, como el reflejo de la realidad objetiva en el pensamiento.

 

                             Queda, finalmente, por lo que respecta a la metodología de la teoría del conocimiento, determinar la versión filosófica o el sistema filosófico que más corresponda a nuestra manera de interpretar el mundo.

 

                             El marco teórico, hemos dicho, es el conjunto de autores y teorías en que nos apoyamos para fundamentar nuestras afirmaciones; de manera que, una relación de autores principales a lo largo de la historia; que en realidad llega hasta mediados del siglo XIX; para el caso de la vertiente de la metafísica, se tiene en:

 

1        Platón

2        Agustín de Hipona

3        Tomás de Aquino

4        Descartes

5        Leibniz

6        Berkeley

7        Hume

8        Hegel

 

                            O para el caso de la fenomenología, pudiéndose mencionar a una diversidad de autores más amplia:

 

1        Kant

2        Saint Simon

3        Nietzsche

4        Ernest Mach

5        Avenarius

6        Haidegger

7        Williams James

8        Pearson

9        Dewey

10    Carnap

11    Sartre

12    Popper

 

                            Y por el lado del materialismo, puede decirse sólo dos cosas: 1) los autores del mecanicismo, son básicamente los pensadores ilustrados del siglo XVIII, esencialmente todos los enciclopedistas con posterioridad a Newton.  Pudiéramos enlistarlos, pero la verdad es que todos ellos son ahora sólo antecesores que aportaron con su limitado mecanicismo, a los fundamentos de un materialismo contemporáneo más correcto, conocido como materialismo dialéctico; el cual fue fundado por Marx y Engels a partir de mediados del siglo XIX.  El seguidor inmediato de este materialismo dialéctico fue Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin, y a partir de él, con la fundación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialista (URSS), esa marxología fue compendiada y desarrollada por todos los investigadores, principalmente del Instituto de Filosofía, de la Academia de Ciencias de la URSS.

 

                           Debe revisarse la vida y obra de cada uno de esos autores (u otros que escapan a nuestra lista), la sinopsis de sus aportaciones y en sí su manera de interpretar el mundo, a fin de percibir una mayor o menor afinidad con sus ideas y una coincidencia en esa manera de interpretar el mundo.  Entonces, y sólo entonces, quedaremos ubicados en una línea dada de pensamiento históricamente dada.  Podrá tener algunas variaciones conforme profundicemos los conocimientos de cada corriente, pero en general, con ello, nos habremos dotado de los fundamentos teóricos coherentes y lógicamente consistentes.

 

                           Pero aquí nos asalta una situación esencial: y en dónde radica el conocimiento verdadero; cuál de todas esas variantes filosóficas y metodológicas en la obtención del conocimiento, nos conduce a la obtención de ese conocimiento como el verdadero.

 

                           Aquí no hay una respuesta absoluta, nada se puede afirmar de antemano.  La investigación científica consiste precisamente, en demostrar en los hechos, en la practica histórico social, cuál método es el más acertado, no sólo para interpretar la realidad, sino dotándonos de la capacidad para transformarla.  Es decir, los resultados dirán.


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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 22:03

Clich--Filosof-a 

La Investigación Científica:

El Marco Teórico (3)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
"Espacio Geográfico", Revista Electrónica
de Geografía Teórica; 

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 8 oct 09.

 

 

                                  Estos apuntes sobre la metodología del conocimiento, no los son en abstracto, como un asunto meramente teórico, y por ello, en mucho, algo que resultaría un “sin sentido”.  Por todo lo contrario, son los breves apuntes sintéticos de un curso sobre el tema, en el que, aprender a investigar, se aprende investigando, y en la adquisición de los conocimientos teóricos en la aplicación práctica, va todo su sentido.

 

El asunto no es fácil; y tan no lo es, que el primer escollo a resolver, es la conciencia en el otro (el estudiante en este caso), para emprender el proceso con el mayor rigor posible.  El que se entendiese el real sentido del proceso de investigación; infinitamente más allá del hecho de “copiar y pegar” de Internet; y ya no se diga haciéndolo sin entender los textos copiados, sino ni siquiera sin leerlos.

 

Salvado el obstáculo luego de dos semanas de “estira y afloja” (no había más tiempo, a partir de allí todo sería acto responsable, o, “a valor entendido”, pura simulación), se enuncian los temas, y en algunos casos en el seno de ellos, incluso, el problema a resolver.

 

Con ello, el cincuenta por ciento del proceso estaba dado.  Viene ahora lo que constituye quizá, un veinticinco por ciento más: definir el marco teórico, como sistema de referencia respecto del cual habrá de someterse a crítica (enjuiciar lógicamente), todo lo demás investigado.

 

El marco teórico, entendido como un sistema de ideas y teorías que opera como referencia, se divide en tres tipos de generalización de fundamentos: 1) el llamado marco teórico gnoseológico (o epistemológico); esto es, el marco teórico acerca de la teoría del conocimiento en que se sustenta la interpretación de la realidad que se estudia; 2) el marco teórico temático; como el conjunto de autores, ideas y teorías en que nos apoyamos para tratar el tema de estudio; y, 3) el marco teórico especializado; como el conjunto de autores, ideas y teorías, acerca de la explicación del objeto de estudio o problema a resolver.

 

Lo que por lo regular se omite sin darle la esencial importancia que tiene, es el aspecto gnoseológico: el fundamento de la investigación en una teoría acerca de cómo conocemos eso que llamamos “realidad” (ya sea que por ello entendamos el mundo puro de las ideas; o bien el mundo de los objetos materiales fuera del pensamiento).  La interpretación se dará necesariamente en función de una teoría del conocimiento (o de una burda mezcla), aún no tengamos conciencia de la misma en la cual se sustenta dicha interpretación.  Por lo que la investigación se hará más exacta, más coherente y rigurosa, en la medida de la conciencia del fundamento gnoseológico y la aplicación lógicamente consistente de sus enunciados.

 

Ahora bien, esas teorías gnoseológicas históricamente dadas en el pensamiento filosófico, pueden resumirse, a lo más, en dos grandes posiciones: la idealista, o la materialista; pero para más precisión, de cada una veremos dos versiones teóricas del conocimiento.  En el idealismo: 1) la idealista objetiva, o metafísica; y, 2) la idealista subjetiva, o fenomenológica.  Y para el materialismo: 1) el materialismo mecanicista; y, 2) el materialismo dialéctico.

 

Cada una de ellas se define en función de la respuesta que se da a la primacía ya del sujeto o bien del objeto en su relación en el proceso del conocimiento.  Esto es, en función de la respuesta que se da a la primacía en la relación entre las ideas y el mundo de los objetos materiales.

 

Si en el proceso del conocimiento lo primero son las ideas mediante las cuales conocemos la realidad, el fundamento es en el idealismo, en alguna de sus variantes.  Pero si en el proceso del conocimiento consideramos que lo primero es el mundo de los objetos materiales, de cuyo reflejo en el cerebro vía los órganos de los sentidos, se forman las ideas y el pensamiento; el fundamento será en el materialismo, en alguna de sus variantes.

 

Así, mientras que para el idealismo objetivo, la metafísica, el mundo de los objetos materiales es un mundo sólo de apariencias, pues el mundo verdaderamente objetivo está en el pensamiento; para el idealismo subjetivo o fenomenología, el mundo de los objetos materiales no es aparente, sin realmente existente fuera del pensamiento; sólo que como el producto de nuestras ideas, a manera de una “proyección de nuestras sensaciones”.

 

 Por su parte, para el materialismo ya sea mecanicista o dialéctico, el mundo de los objetos materiales preexiste a las ideas o al pensamiento, siendo conocido mediante los órganos de los sentidos, de modo que ese mundo de ideas o conceptos acerca de los objetos materiales, es sólo un reflejo del mundo real fuera del pensamiento.  La diferencia entre el mecanicismo y la dialéctica, está en que para el primero, por ese reflejo de la realidad, se entendía el conocimiento acabado de la misma; en tanto que para la dialéctica, dado el movimiento y transformación infinita de la realidad que preexiste al pensamiento, éste es siempre de un conocimiento inacabado de aquella.

 


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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 22:02

Clich--Filosof-a

 

 

La Investigación Científica:

su Fundamento en la

Teoría del Conocimiento (2)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
"Espacio Geográfico", Revista Electrónica
de Geografía Teórica; 

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 28 sep 09.

 

La Investigación

 

Estudiar no es, como la mayoría de los estudiantes lo entienden, “machetearle duro”; expresión quizá muy mexicana, por la que se entiende leer y leer, hasta aprenderse de memoria.  Y no; estudiar es simplemente investigar sobre lo que se quiere saber; y sin menospreciar la importancia de la memoria, el asunto de leer (y leer una vez e incluso no “todo”), es entender.

 

Así, el problema esencial de la investigación, es entender, en principio, las lecturas, y ya luego entender la realidad misma.  Hoy en día “todo el mundo” sabe leer y escribir; el problema es que muy pocos entienden lo que leen, o pueden redactar dos líneas de su propio pensamiento.  Eso es lo que se conoce como “analfabetismo funcional”.  Un indicador de quiénes son aquellos que no entienden lo que leen, es precisamente el de “los macheteros”; e inversamente, indicador del que entiende, es ese estudiante disperso, ya “relajiento”, o bien “alborotador”, que a la primera explicación, o a la primera lectura, le entiende, y el tiempo restante lo dedica a la insurrección.  El problema es entonces, ¿qué hace la diferencia?, ¿por qué unos entienden fácil y otros de plano nunca entienden?  Y la explicación del hecho, está en el método de conocimiento, cuyo fundamento es la lógica.  Cuanto más nos preocupamos por llamar a la memoria, más nos olvidamos de la lógica, el raciocinio; y a lo inverso; a más uso de la lógica, menos necesidad de la memoria.

 

Pero he aquí que por ello, la lógica es a su vez, teoría del conocimiento.  Sólo que expresada como esta categoría, adquiere diversas soluciones para el proceso del conocimiento; todas las cuales, finalmente, se reducen a dos: tanto la solución idealista filosófica, como la solución materialista filosófica, ambas respecto de la teoría del conocimiento, o métodos de la teoría del conocimiento.

 

Desde una posición, la del idealismo filosófico (o simplemente idealismo, sin entender por ello la idea popular de “aquel que vive en las nubes, y es todo sentimientos y moralidad”), la investigación y el conocimiento se resolverá desde la lógica o principio de subjetividad; esto es, por las ideas del sujeto; en tanto que desde la posición del materialismo filosófico (o simplemente materialismo, sin entender por ello la idea popular de “aquel que sólo piensa en bienes materiales y carece de sentimientos y valores”), la investigación y el conocimiento se resolverá desde la lógica o principio de objetividad; esto es, por los hechos de la realidad.

 

Toda investigación, como en particular en la investigación en administración de empresas, habrá de elegirse así, una lógica, una teoría del conocimiento o método, en principio, en ese nivel de generalidad, respondiendo a la pregunta de qué fue primero: si la idea, de la cual depende el arreglo de la realidad del mundo de los objetos materiales; o si la materia, ese mundo de los objetos materiales fuera de nuestro pensamiento, de cuyo arreglo, por reflejo en nuestro pensamiento, dependen las ideas.

 

Nadie, absolutamente nadie, puede escapar a una definición en uno u otro sentido.  Aún siendo inconscientes de ello, nuestro pensamiento natural al interpretar el mundo, nos ubica en una u otra.  Nadie, absolutamente nadie, puede pretender ser “tantito” de una lado y “tantito” del otro, tomando a medias de aquí y a medias de allá a su libre elección (razón por la cual a esta posición se le conoce como eclecticismo), dado que ambas posiciones son absolutamente excluyentes, y al final, el eclectisismo es en realidad una variante del idealismo.

 

En consecuencia, no pudiendo ser ajenos a ello, lo mejor es tomar posición conscientemente, adoptando así, un fundamento en la metodología de la teoría del conocimiento.  Entonces, y sólo entonces, desde el punto de vista del rigor del método científico, es que podremos pasar a la metodología de la sistematización del conocimiento.

 

                              Respondamos individualmente, como en este caso sólo así puede ser, pues, tanto al planteamiento problemático anterior acerca de qué fue primero, si la idea o la materia; como acerca de qué nos plantearíamos hacer, a su vez individualmente, una investigación, en la cual aplicaremos subsiguientemente esa metodología de la sistematización del conocimiento.


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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 22:01

Clich--Filosof-a

 

La Investigación Científica (1)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri
"Espacio Geográfico", Revista Electrónica
de Geografía Teórica, 

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 29 sep 09.

 

Introducción.

 

Estas son apenas unas notas, apuntes de un curso titulado “Técnicas para el Proyecto de Investigación” adecuado a la Licenciatura en Administración de Empresas; pero que, instalado a la “vista del mundo”, adquieren un compromiso mayor de formalidad y rigor.

 

Sin embargo, no es ese solo hecho, de por sí suficiente, lo que nos obliga al rigor; es también, explicar en ello el protocolo (el procedimiento), del método científico; desde sus fundamentos en los métodos de la teoría del conocimiento, hasta los aspectos particulares de los procedimientos en la sistematización del conocimiento; en particular, respondiendo a la demanda y necesidades del más alto porcentaje de los visitantes a este sitio en que se publican tales apuntes: los estudiosos de la Geografía.

 

Tal combinación es posible, en función del carácter universal de las técnicas y métodos de investigación; los que, ya dependiendo de las especialidades, van dirigidos a una aplicación, determinada por un objeto de estudio y sus atributos.

 

Como suele decir el refrán popular: <<a nadar, se aprende nadando>>.  No hay otra forma de aprender los procedimientos de investigación, que investigando.  En ese sentido, este es un curso eminentemente práctico; sólo que –y esto es justo lo que no entiende la corriente del pragmatismo–, la práctica sin teoría, es ciega; y en ese sentido, nuestro curso es, finalmente, eminentemente teórico-práctico.

 

En consecuencia, la condición primera del mismo, es –haciendo la paráfrasis de la leyenda en el pórtico de la escuela de Euclides–, <<Nadie aborde este curso, que no se proponga; y con pasión; investigar algo que desee explicarse>>.  El que quiera su “6”, pague sus colegiaturas, le ponemos su “6”, y que se vaya.  El que profesionalmente asuma la responsabilidad social para resolver los problemas, bienvenido a aprender como se plantea y resuelve un problema que implica un proceso de investigación para conocerlo.

 

 

La Investigación Científica.

 

Hace apenas veinte años, no había necesidad de hacer la primera y siguiente aclaración: todo lo dicho aquí, está en función de los criterios del método científico de la modernidad; esto es, del método científico desarrollado desde Galileo y Kepler, pasando por Bacon y Descartes; hasta Kant y Hegel, por una parte, y Marx y Engels, por otra.  Es decir, aquí no trataremos sobre el supuesto “método científico” denominado como “paradigma de la posmodernidad”, que no sea para refutarlo como fundamento de un nuevo oscurantismo disfrazado.

 

Y el asunto no es, en lo absoluto, para nada, trivial; porque la lucha ideológica no es un asunto baladí, sino la esencia misma de la lucha de clases sociales.  Hoy, desde hace veinte años, el llamado “posmodernismo”; lo que en consecuencia se entiende, está después de la modernismo en función de que pretende haber superado el método científico Ilustrado de la modernidad; es el fundamento ideológico alienante (que confunde) de las poderosas clases sociales en el poder, temerosas de perder sus privilegios.

 

El método científico Ilustrado, de la modernidad, que comprende los esfuerzos del pensamiento humano para entender la realidad, desde del siglo XV al presente; se funda, expuesto así literalmente tanto por Bacon como por Descartes y sus seguidores inmediatos; en el siguiente principio: <<Aprender a caminar a la luz del conocimiento y en la certeza de sus leyes>>.

 

El concepto “Ilustrado”, se refiere precisamente a la luz, como alegoría del conocimiento científico.  Adquirió esa denominación, por sus esfuerzos para combatir y derrotar (en una lucha, por lo menos, de tres siglos), el oscurantismo medieval dado en una escolástica en la que sus doctos no sólo no sabían, sino que más aún, se negaban a saber, porque decían ya saber.

 

El momento histórico actual, sumamente adverso a los intereses de las mayoritarias clases sociales oprimidas y explotadas, lo es, en mucho, justo por el surgimiento del llamado “posmodernismo”; cuyo principio oscurantista en el método científico por oposición al método ilustrado, ha sido expuesto por su principal representante actual, Edgar Morin, quien, en su obra, “Educar en la Era Planetaria”, lo expresa de la siguiente manera: <<Aprender a caminar en la oscuridad y en la incerteza>>[1].

______________
[1]      Morin, Edgar; Educar en la Era Planetaria; Gedisa, Barcelona, 2002; pp.67-68.


 

 

 
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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 08:05

     La Estructura Económica de México.

Ensayo, 2009 (5/5) 
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri 
http://espacio-geografico.over-blog.es/
México,  16 nov 09.

 

Al finalizar los años veinte del siglo pasado, con ellos quedaban atrás dos movimientos revolucionario de gran impacto histórico político y social: la Revolución Social Democrático-Burguesa en México, de 1910-1917, y la Revolución Socialista en Rusia, de octubre de 1917.  En un caso se instituía el Estado nacionalista mexicano con la fundación de Partido Revolucionario Institucional (PRI), y en otro caso se consolidaba el primer Estado Socialista en el mundo (luego de la fallida experiencia de la Comuna de París de 1871).

 

Más aún, al finalizar esos años veinte, el capitalismo conoce una de sus más grandes crisis económicas cíclicas: la crisis de “crak bursatil” de 1929-1933, con origen en los mismos Estados Unidos; a lo que le siguió en los años inmediatamente posteriores, tanto el surgimiento de las mafias de traficantes en los mismos Estados Unidos, como el arribo al poder en los años treinta, en Europa, del fascismo y el nazismo, los cuales apenas unos años después, desencadenarían la II Guerra Mundial (1940-1945).

 

En ese panorama mundial de los años veinte a treinta del siglo pasado, es que aparece la propuesta del modelo económico de John M. Keynes, con el cual se superaba el caos de la producción de la economía liberal, por la cual cada capitalista no sólo quiere producir cada vez más, para vender cada vez más, para ganar cada vez más; sino que para lograrlo, desencadena una feroz competencia por la monopolización de las fuentes de materia prima –lo cual dio lugar al colonialismo del siglo XIX–, de los medios de transporte y comunicación, de la tecnología misma en el plano internacional, como de los mercados; y de ahí lo del “capitalismo salvaje”.

 

En ese sentido, la propuesta de Keynes es de pasar a una “economía mixta”, es decir, en donde ya no prevalezca la libre competencia entre capitalistas privados, sino donde el Estado también participe en la economía, como propietario incluso, de los principales medios y sectores de producción social, y con una Banca Nacional, a fin de convertirse en un regulador de la economía, condicionando a los propietarios capitalistas privados mediante insumos de energéticos o mediante tasas de crédito e interés bancario, a un determinado tipo de producción en función de los propósitos del Estado dadas las necesidades sociales.  Con ello, particularmente en México, tuvo lugar el período político conocido como del “Estado Benefactor”, desde la época de Plutarco Elías Calles, cuyo objetivo económico principal era poder llegar a la total “sustitución de importaciones”, como símbolo de independencia económica y progreso.

 

Pero no sólo era la presión de acabar con el caos de la producción capitalista de libre competencia, cuya sobreproducción parecía ser lo que provocaba las crisis cíclicas del capitalismo de cada 10 a 12 años, desde 1825; sino que también estaba, y no de la menor importancia, el avance y consolidación de la economía del Estado Socialista, que al concluir la guerra civil en 1920 en este país tras la revolución e invasión por las potencias imperiales, comienza a salir rápidamente del atraso de la época monárquica feudal del zarismo, con la elaboración del primer plan para el desarrollo económico, aún en su inicio bajo la dirección de Lenin, entre 1922 y 1928, para la electrificación total del país.  A ello le siguieron una serie de Planes Quinquenales que pronto fueron haciendo de la Unión Soviética la potencia que fue en todos los aspectos, y que incluso le permitió sortear la invasión nazi durante la II Guerra Mundial (más conocida por los mismos soviéticos de entonces, dados los veinte millones de ellos que murieron en dicha guerra, como la “Gran Guerra Patria”).

 

La economía socialista no conoce la “crisis económica”, dado su carácter planificado, en el cual se evita precisamente la sobreproducción y la especulación.  Dándose cuenta Keynes de esta propiedad de la economía socialista, desarrolla su modelo económico de “economía regulada”, como algo que tendía a parecerse a un control planeado de la economía, sin abolir la propiedad privada capitalista.

 

Y, por supuesto, siendo una “planificación a medias”, su modelo económico, funcionó a medias, pues si bien trajo estabilidad económica y desarrollo en la sociedad capitalista, tampoco pudo evitar las crisis cíclicas como algo inherente al sistema de producción capitalista.

 

Con el desarrollo mismo del capital monopólico tanto del Estado como privado, hacia fines de los años sesenta, el modelo keynesiano se dio por fracasado, y en medio de los turbulentos años de 1968 a 1975, dicho modelo económico fue sustituido por uno nuevo: el modelo económico populista, de Nadler, el cual operó en México de 1970 a 1982.

 

                             En el próximo apunte trataremos acerca de él, nuevamente, en la caracterización de su momento histórico. 

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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 08:04

  La Estructura Económica de México.

 Ensayo, 2009 (4/5) 
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri 
http://espacio-geografico.over-blog.es/
México,  16 nov 09.

 

En los años sesenta a setenta del siglo pasado, “todo el mundo” era “marxista”, aunque en realidad no entendiese el significado profundo de ello; pero esa era “la moda” de la intelligntisa.  En los años noventa “paso la moda”, y con ello esa intelligentisa, desde luego, se adaptó a la “nueva moda”: el “posmodernismo”.  Desde el primer momento, los que nos quedamos en el pensamiento marxista –no por no “estar a la moda”, sino por entender lo que realmente es un fundamento filosófico e ideológico–, empezamos a tener serias dificultades para explicar dicha teoría (la respuesta generalizada era que “ya para qué, si ya había pasado de moda”); el capitalismo en su máxima expresión, por ese solo hecho, “contradecía” la teoría del comunismo.  Evidentemente, lo que no se entendía por los no-entendidos en marxismo, era exactamente todo lo contrario: que ello lo corroboraba.

 

Y en el curso de la primera década del siglo XXI, convencer argumentando con fundamento en el marxismo para explicar la realidad, comenzó a dejar de ser necesario: las mejores lecciones de marxismo las empezaron a dar, uno, la realidad misma, y dos, los propios analistas teóricos de los intereses del capitalismo, hechos un lío.

 

Hemos visto la extrema desigualdad económico-social que condujo a la Guerra de Independencia de 1810-1821; hemos visto la extrema desigualdad económico-social que llevó a la Revolución Social Democrático Burguesa de 1910-1917.  Hoy, prácticamente ya 2010, no hay que explicar ya dificultosamente a los incrédulos la extrema desigualdad económico-social, que, irreversiblemente –para el que entiende de economía, de historia, de política…, y de marxismo–, nos conduce a pasos agigantados a un “centenarista” nuevo conflicto social.  A los incrédulos sólo hay que pedirles que se asomen a la ventana, que se atrevan a salir a las calles de las ciudades, que escuchen por la radio o miren las noticias por sus televisores, que vean sólo los encabezados de la prensa; y ya ni que decir de los mismos analistas que por más, con preocupación no pueden ocultar la situación de bancarrota del orden de cosas, y “alertando” al gobierno, ya anuncian la irremediable catástrofe…  Y ni para dónde echarse a correr.  Finalmente ya no es un asunto de los “malos deseos de los perversos comunistas”, sino de simple y llana realidad económico-social…, prevista por Marx.

 

Es asunto de estos apuntes es consignar sólo los aspectos estructurales, otra explicación desbordaría su propósito y hemos dejado en el estudio de la historia el interesante conocimiento de los procesos de transición de un período estructural a otro, más aún, que hasta aquí nos hemos referido sólo a tres grandes estructuras: 1) el fin de momento virginal de la Nueva España a partir del inicio de las Reformas Borbónicas en 1760; a lo que se suma tanto la Independencia de las Colonias Norteamericanas en 1776, como la misma Revolución Francesa de 1789, e incluso la llamada Revolución Industrial entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, con todo lo cual se consolida el régimen capitalista que venía del mercantilismo y la fisiocracia, pasando al auge de la economía liberal; 2) el México independiente al finalizar siglo XIX, con la crisis del monopolismo privado de la economía liberal (conocida como de “capitalismo salvaje”); y, 3) el México contemporáneo durante el siglo XX, el cual debemos revisar a su vez en tres importantes momentos estructurales: a) el de la llamada “economía mixta” o economía regulada, en las teorías de Keynes, entre 1930 y 1970; b) el de la economía populista de Nadler, entre 1970 y 1982; y, c) el de la actual economía “neoliberal”, es decir, de la pretendida economía de un nuevo liberalismo económico, que diera el auge tenido en el siglo XIX, según su autor, Milton Fridman.

 

Sin embargo, siguiendo la lógica de caracterizar cada período estructural en los momentos de transición histórica, hoy nos enfrentamos a la necesaria digresión para explicar, así sea en sus líneas generales, las características de la estructura económico-social en perspectiva.  La ciencia, en suma, tiene por fin precisamente, el dotarnos de esa capacidad predictiva.

 

Pero, antes de entrar en ello, deberemos dotarnos de un conocimiento más fundado, en la caracterización de la estructura económica de México en los períodos de los modelos económicos del capitalismo contemporáneo.

 

A ello nos referiremos ya con un poco de más detalle en un próximo apunte, revisando las características del modelo de economía regulada.


 
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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 08:03

    La Estructura Económica de México.

 Artículo, 2009 (3/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

"Espacio Geográfico", Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México,  20 oct 09.

 

                              Otra etapa significativa de los antecedentes de la estructura económica de México; allí donde se dan esos necesarios cambios histórico sociales; es la transición que lleva al movimiento de la Revolución Democrático Burguesa de 1910 a 1917.

 

                              Tal lapso de transición se inicia, en México, a la muerte de Benito Juárez (1806-1872).  En el plano mundial, un año antes de la muerte de Juárez, en 1871, el acontecimiento determinante es el sofocamiento de los comuneros de París por la acción conjunta del ejército prusiano invasor, con el ejército francés: “extraña situación” de alianza entre el invasor y el supuesto defensor (que en común tenían el ser los ejércitos de la burguesía), ante el hecho de que los comuneros de París (el proletariado), reales defensores de la Ciudad ante la invasión, organizaron el primer Estado socialista de la historia, el cual sólo duró dos meses y medio.

 

                              El proceso de transición va a llevar tanto a la Revolución Social de 1910 a 1917 en México, como a la Revolución Socialista de 1917 en Rusia, en medio de la crisis internacional del capital, dirimida con la I Guerra Mundial (1914-1918).  Examinemos pues, los antecedentes dados en ese período de transición que condujeron a un nuevo cambio estructural económico.

 

                               En un siglo, la población de México se había duplicado, y las haciendas también habían aumentado –según datos tomados de la obra “Crónica Ilustrada de la Revolución Mexicana”, de Vicente Casarrubias, et al[1]–; y ahora eran ya en total, 8,431 (en promedio de 2,000 Ha), pero habiendo en el país un total de 830 hacendados, ello querría decir que cada uno poseía un promedio de 10 haciendas.  Pero lo que sí se multiplicó por 10, fue la cantidad de ranchos.  En todo ello laboraban 410,345 agricultores (que en tanto pequeños propietarios, se definen como pequeña burguesía), y 3’123,975 jornaleros (que en tanto desposeídos de toda propiedad, formaban el proletariado del campo), los cuales ganaban entre 18 y 25 centavos diarios, donde 1 kg. de frijol costaba 10 centavos (prácticamente la mitad de su salario diario).

 

                               México se industrializaba; el 80 % era aún rural, pero sólo en la Ciudad de México –siguiendo la misma fuente– habían ya 146 fábricas, que ocupaban a 32,229 obreros[2] (integrando el núcleo esencial del proletariado cuya única propiedad era su fuerza de trabajo); a los que se sumaban 150,000 mineros.

 

                               El porfiriato logró la industrialización apoyándose principalmente en la inversión de capital extranjero, que citándose en la fuente los datos de Luis Chávez Orozco en su “Historia Económica y Social de México” (1938), se dividía de la siguiente manera:

 

Capital norteamericano:                   $499 millones.

Capital inglés:                                    $87 millones.

Capital francés:                                  $10 millones.

Capital mexicano:                              $29 millones.

 

                                Por las demandas esenciales de la gran huelga de Cananea de 1906, podemos conocer un dato particularmente importante: <<$5 diarios, y 8 horas de trabajo>>.

 

                                Los salarios a la clase trabajadora oscilaban entre 60 centavos y 10 pesos, lo que daba un promedio, según la distribución –de acuerdo con el historiador John Kenneth Turner–, de 1 peso diario.  Ello explica lo justo de la demanda de 5 pesos diarios de los mineros de Cananea en su justa huelga.

 

                                 Durante los gobiernos de Porfirio Díaz, la tasa de impuestos alcanzaba el 20 % del ingreso.  Fue la enorme desigualdad social, la exacción a la clase trabajadora para sostener el fasto y la forma de vida de las clases sociales pudientes, lo que finalmente hartó a las grandes masas y las preparó para la revolución.

 

                                 ¿Se va entendiendo, pues, para qué sirve la historia?, ¿se va entendiendo entonces, cómo la burguesía de todos estos tiempos ve entrar en crisis económica su sistema productivo, una y otra vez, resolviendo simplemente con el despojo de su fuente de vida a la clase trabajadora?

 

                                 Entre las pocas cosas que caracterizan la naturaleza del ser humano: el raciocinio, el lenguaje, sus relaciones morales; está su capacidad del trabajo y la producción.  En especial con el trabajo es que el ser humano se realiza, es decir, con lo que el ser humano se hace un ser humano real.  De modo que cuando se ve despojado de ello, ocurre exactamente todo lo contrario: se le despoja a la vez, de la condición humana más elemental, que le garantiza la subsistencia.  Garantizar el trabajo a la sociedad es responsabilidad del Estado (lo que todo empresario privado desearía, es deshacerse de todo trabajador; robotizar su proceso productivo es su sueño); pero cuando desde el mismo Estado, protegiendo los intereses de la gran burguesía, viene el despojo de la mínima condición de vida, perderla indignamente por inanición, o perderla honorablemente empuñando un arma en una lucha social, no hace más diferencia, que en esto último, ganar la dignidad humana.

 



[1]       Casarrubias, Vicente, et al; “Crónica Ilustrada de la Revolución Mexicana”; Distribuidora Publex; México, 1966;
           p.5.

[2]       Ibid. p.9.

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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 08:02

    La Estructura Económica de México.

 Ensayo, 2009 (2/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

"Espacio Geográfico", Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 1º oct 09

 

Debemos preguntarnos si vivimos hoy una necesidad histórica de cambio sustancial en nuestra forma social de organizar la producción y distribución.  Y la respuesta nos la dan desde el Grupo de los Veinte (G20), hasta los funcionarios de Hacienda y de la Banca nacional y mundiales, y su respuesta es: sí.  El problema real no es ese cambio en sí, que otras veces se ha dado; sino el que, “lo que no se sabe”, es que es lo que debería ser esa nueva situación económica.  O bien, que se sabe, pero históricamente es tal, y no hay manera de que sea otra, que dar el paso es tanto propiciar la extinción de los que hoy detentan el poder y sus privilegios...; con la angustiante paradoja de que, no dar el paso, de cualquier manera es propiciar la desaparición, pero en este caso, de con la caída abrupta y violenta.

 

Ello nos plantea la necesidad de entender las formas y políticas de administración que habrán de quedar determinados por esos cambios, y preparados para ello.

 

Ante tal hecho, debemos una tesis, un juicio lógico, idea central a argumentar demostrativamente; esto es, que: <<Toda necesidad histórica de cambio, es de modificación de la estructura económica>>, ya que ello es determinante de las formas y políticas de administración.

 

Y demostrar su certidumbre, no sólo será argumentar en su favor , sino principalmente, estableciendo la necesidad de una hipótesis en correspondencia; esto es, que: <<Toda necesidad histórica de cambio, es determinante de las formas y políticas de administración>>; empezando por referir los antecedentes históricos, en donde podamos corroborar que toda estructura económica es determinante de la forma y políticas de administración.

 

En ese sentido es que hemos adelantado ya algunos aspectos del panorama de la estructura económica de México, en el momento en que ésta nace al capitalismo moderno, o actual.

 

Detallemos ahora algo de esos mismos antecedentes históricos.  Al aproximar la historia de México hacia los años en que se inició el estallido social independentista con los disturbios y luego la revuelta generalizada, tras la intransigencia y la represión de la clase social en el poder; en la Nueva España en su ocaso, había –nos dice el historiador soviético M.S. Alperovich en su obra cuya característica principal es su exhaustiva documentación– unas 5,000 haciendas y otros tantos ranchos, por supuesto, pertenecientes en su mayoría a los españoles peninsulares”, y en menor grado, a los “criollos”.

 

A los datos ya aportados, podemos agregar, tomados de la obra “1810-1824, Historia de la Independencia de México”, de Alperovich, que, por ejemplo, los tributos (impuestos) que la población indígena pagaba hacia 1786, era de $2.00 anuales (2.8 % de sus ingresos anuales), más el llamado impuesto per cápita, el diezmo, la alcabala; el cual se elevó a la década de los ochenta, en un 30%; entre unos 80 impuestos según dice Alperovich tomando los datos del historiador mexicano Diego López Rosado; población indígena que representaba para entonces, 2’400,000 habitantes, el 40 % de la población total novohispana.  Las otras dos grandes clases sociales eran la de los criollos, que sumaban 1’100,000 habitantes (18 %); con apenas 15,000 habitantes (0.25 %) que componían la clase de los “españoles peninsulares”.

 

Hacia el último tercio del siglo XVIII, el problema principal se centraba en la necesidad de producción; y a ello se debe el trabajo de “Bernardo Ward, miembro del Consejo del Reino y ministro de Comercio, en su libro Proyecto Económico (1762) propuso que con el fin de elevar la productividad de la agricultura de las colonias americanas fueran entregadas las tierras a los indios...”[1].  Asimismo, ya desde 1781, “José de Hablaos, alto funcionario real, intendente del ejército y de las finanzas de Venezuela, envió un memorando al rey Carlos III en el que señalaba que, si no se adoptaban medidas decisivas, el reforzamiento de la lucha por la independencia en la América hispana conduciría inevitablemente a la desintegración del imperio colonial español”[2].  Pero el sistema de explotación colonial adoptaba medidas contradictorias, y “en 1783 el Gobierno de Madrid recordó al virrey de la Nueva España la prohibición de fundar nuevas empresas cuya producción pudiera competir con la española”[3].  Y “en 1785 se procedió a una nueva reducción de impuestos...”[4].  Finalmente un dato más:

 

El virrey ganaba:                     $   60,000 al año

El arzobispo:                           $ 130,000 al año

Los peones:                            $          96 al año

 

Queda claro por qué la revuelta, que llevó a la Guerra de Independencia.



[1]       Alperovich, M.S; 1810-1824 Historia de la Independencia de México; Grijalbo; México, 1967; p.71.

[2]       Ibid. p.71.

[3]       Ibid.p.74.

[4]       Ibid. p.73.


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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 08:01

    La Estructura Económica de México.

 Ensayo, 2009 (1/5)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

"Espacio Geográfico"; Revista Electrónica de Geografía Teórica;

http://espacio-geografico.over-blog.es/;

México, 28 sep 09.

 

 

                              La caracterización del momento actual en México, tiene su esencia en la estructura económica

 

                              Antes hemos afirmado el hecho de que <<el estado de cosas actual, ha dado de sí todo lo que podía dar>>.  Pero esa ya no es una premisa de tesis a demostrar, sino una premisa antecedente en calidad de demostrada; no sólo por lo que teóricamente antes, desde los años ochenta, se dijo acerca de ello, ni por los hechos de evidencia; sino por el reconocimiento generalizado, incluso en el plano internacional, de aquellos mismos que en otro tiempo fueron sus enconados defensores, y que hoy hablan de la necesidad de un nuevo modelo económico; ante una crisis que amenaza transformarse en estallido social.

 

                              Suele decirse que los pueblos sin memoria histórica están condenados a repetirla.  Sí, está bien, así es.  Pero quedarnos en ello nos llevaría al error que se repite desde los tiempos de la Revolución Francesa, de que, en consecuencia, lo que necesitamos para cambiar, es educación.  Poco más de dos siglos van desde que eso se empezó a hacer en la época moderna, y la ignorancia sigue siendo la ignorancia; es decir, la falta de entendimiento de la realidad, la falta de criterios para descifrarla y entenderla.  Porque educar no se limita a los conocimientos obtenidos, ni en calidad ni mucho menos en cantidad; sino en la capacidad del análisis crítico de los mismos.  Los analfabetas funcionales, esos que aún con Maestrías o Doctorados no entienden lo que leen ni son capaces de redactar un ensayo (y de ahí que sólo se titulen por Diplomados), han recibido mucha de esa “educación”, pero siguen en la “docta ignorantia”.  Como los estudiantes de hoy, que bien se entrenan para ello en el ejercicio de “copiar y pegar” lo primero que sobre el tema salga en Internet, ya no se diga sin leer siquiera lo que toman de ahí, sino en el burdo plagio, sin citar ni dar la referencia documental correspondiente.

 

                               Así, no es educando como habrá de cambiar la situación, sino será cambiando la situación, como se habrá de posibilitar la verdadera educación.  En consecuencia, no obstante, hagamos algo por el análisis crítico de nuestra situación actual; esto es, dotémonos de la capacidad real para transformarla.

 

                               Partamos de 1776 en que se inicia el proceso de independencia de las colonias inglesas en América, con el Congreso Continental de los trece Estados Unidos de América, lo cual es reconocido en 1783 por Gran Bretaña, culminando en 1787 con la constitución de la República Federal; y la publicación misma en ese 1776, de La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith.  A ello le siguió, en España, el decreto de Comercio Libre de 1778, según la propuesta de José de Campillo y Cossío (desde 1743); lo cual llevó a que “a fines de 1780 –apunta Brading– se había triplicado el valor del comercio con el imperio americano...”[1], justo cuando las reformas borbónicas dirigidas por José de Gálvez en Nueva España, finalmente operaban con el nombramiento de doce intendentes, los cuales empezaron a suplir en la administración política el orden virreinal, sin que por ello pudiesen evitar “el año del hambre”, de 1786*.  La lección histórica importante, es que con esas reformas, el Imperio Español se aproximó a su fin; pero que sin ellas, de cualquier manera, y con mayor razón, se hubiera dado su derrumbe. Poco después tiene lugar el acontecimiento de la convocatoria a los Estados Generales en Francia en 1789, dicho por David Brading en su Apogeo y Derrumbe del Imperio Español: “...las deudas de la monarquía fueron la causa inmediata de la Asamblea de los Estados Generales...”[2]; y en España, la metrópoli de Nueva España, en 1782 se funda el primer Banco nacional de España, y unos años con posterioridad, “la figura más llamativa de la Ilustración española”, nos dirá David Brading, Gaspar Melchor de Jovellanos, publicaba en 1795, su Informe de Ley Agraria, siguiendo las ideas fisiocráticas de Smith, que dejaba atrás el modelo mercantilista.

 

                               En ese proceso internacional ocurre la Revolución Francesa de 1789; desde un año antes gobernaba ya en España Carlos IV (1788-1808), y en ese lapso, tras la invasión francesa a España resuelta con la paz de Basilea de 1796, comienza el derrumbe español.

 

                               La guerra contra Francia tuvo que ser financiada por el primer Banco español fundado (el Banco de San Carlos), pero la generalización del conflicto bélico internacional, ahora con Gran Bretaña, con la parálisis comercial, trajo la crisis económica: el Banco de San Carlos agotó el crédito público, y para 1801 se produjo una devaluación del 75 %.

 

                              Desde 1798 se había planteado la necesidad de la venta de las tierras de la iglesia, lo cual se efectuó en 1804 con un valor de 12 millones de pesos (860 millones de reales); en medio de la generalización y el recrudecimiento de la guerra internacional que desembocó en 1805 con la llamada Batalla de Trafalgar, con la que llegó a su fin el Imperio; y en 1808, comenzó la insurrección general, iniciándose en Nueva España con el golpe de Estado del hacendado Gabriel de Yergo contra el virrey Iturrigaray, con lo que se quebró lo poco que quedaba de legalidad y autoridad del Estado, dándose lugar a la primera conspiración independentista en Valladolid en 1809.

 

                               Como referencia para valorar el dato económico anterior, en 1770, nos dicen Flores Cano y Rojas, los ingresos de la Real Hacienda eran de poco más de 17 millones de reales; para 1809 como consecuencia del aumento de producción, del comercio libre, pero sobre todo, de la recaudación de tributos, llevó los ingresos a casi 70 millones de reales.  Y fue esa recaudación de tributos, la exacción que llevó al límite a la población, quedando con ello dispuesta para la revolución.


[1]       Brading, David; Apogeo y Derrumbe del Imperio Español; Clío, Col. La Antorcha Encendida; México, 1996; p.25.

*       Enrique Flores Cano y Rafael Rojas, en El Ocaso de Nueva España (Clío, Col. La Antorcha Encendida; México, 1996; p.15), explican que 1 peso equivalía a 8 reales, y que el salario máximo de los peones apenas rebasaban los 4 pesos mensuales (32 reales por mes).  Aproximadamente, en ese “año del hambre” de 1786, 1.0 kg de maíz, costaba poco más de 1 real, la octava parte, o poco más de 12 %, del salario mensual de un peón; esto es, 2 Kg de maíz que se podrían consumir en un día, costaban la cuarta parte del salario mensual.
[2]       Ibid ; p.11.


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28 septiembre 2009 1 28 /09 /septiembre /2009 07:02

Clich--Filosof-a
 

Comentarios a Berkeley en su

Principios de Conocimiento Humano

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

http:espacio-geografico.over-blog.es;

México, 28 septiembre 2009.

 

Comentarios a Berkeley (1685-1753); Principios de Conocimiento Humano;

Sarpe, Col. Grandes Pensadores Nº 67; Madrid, 1985.

 

                              Berkeley, junto con Kant y Hegel, forman una triada de autores de lo más complejo; y no casualmente, pues representan los más preclaros esfuerzos para fundamentar la interpretación filosófica idealista del mundo.  Berkeley y Hegel desde la teoría del conocimiento de la metafísica (el idealismo objetivo), y Kant desde la teoría del conocimiento de la fenomenología (el idealismo subjetivo).  El argumento central al respecto, es que se debe ir más allá del sentido común para entender realmente el mundo.  Y así, lo que se ha de percibir, no es el mundo externo, sino las ideas.

 

                               Berkeley aún pertenece por entero al período de la Ilustración, caracterizada esencialmente en filosofía, por los grandes esfuerzos para desentrañar la correcta o verdadera teoría del conocimiento; o como se dirá entonces, del entendimiento humano.  De ahí la importancia de esta obra de dicho autor, el cual retoma a Spinoza (y de éste incluso parcialmente el método de exposición), y a Locke, pero desde los principios del idealismo objetivo.

 

                                Un ejemplo de la esencia de esa complejidad metafísica, está en el siguiente pasaje: para Berkeley, sólo “existen” las substancias concretas particulares (no la substancialidad abstracta general; en ese sentido expresará: “De ningún modo considero necesarias las ideas generales abstractas para ensanchar el horizonte del conocimiento...” p.47, subrayado suyo); y esa “existencia” de lo concreto real, sólo lo es en las ideas; de donde idea, es idéntica a cosa (pp.91-92).  Esto es, que el mundo de los objetos materiales fuera de nuestro pensamiento o ideas, son sólo apariencias, no existen como objetos concretos reales fuera de nuestro pensamiento, sino son con esa condición en nuestro pensamiento mismo.  Lo objetivo no es el mundo fuera de nuestro pensamiento, sino nuestro pensamiento mismo.  El mundo de apariencias fuera de nuestro pensamiento, es lo subjetivo; esto es, a lo más, la proyección de nuestras ideas; por lo demás, independientes de nuestra voluntad y obra del espíritu.  El error habría estado, según Berkeley, en que “la causa de todo ha sido suponer o dar como sentado el que la mente pueda elaborar ideas abstractas o nociones de las cosa” (pp.34-35; subrayado suyo); (el ser humano ahí, es un simple medio, un juguete del destino en el insondable dictamen de los dioses).  Eso es, pues, la metafísica.

 

                                En ese sentido, el pensamiento berkeleyano sigue a las filosofías medievales del conceptualismo y nominalismo, en donde se daba existencia real a las ideas abstractas.  “...tratamos de elevarnos –dice Berkeley desde la introducción a la obra aquí comentada–, por encima de los sentidos y del instinto para seguir la luz de principios superiores” (p.31).

 

                                De Berkeley es ese preciado concepto del idealismo, de que nada puede existir si no es percibido.  Así, el mundo es, sólo en tanto es percibido (humanizado).  Lo que da lugar al absurdo de que para un nativo de la selva ecuatorial que desconoce, porque no ha percibido los casquetes polares (no ha generado las ideas de “casquete polar”, ni de “oso”, ni “pingüino”), ni casquetes polares, ni osos, ni pingüinos existen.


 

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